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(Música)
Un día, me encontré en la cima de una montaña,
una pendiente para descender, una última oportunidad para cumplir el sueño de toda una vida.
No era aún mayor para ver una película para mayores de 13 años, cuando mi sueño se arraigó.
Aún así, allí permanecí, con mis tres compañeros de equipo a mi lado,
y enfrentando la oportunidad de hacer historia.
Mi mente vagaba, sólo por un instante,
sin embargo, aquel medio segundo estaba repleto de recuerdos de toda una vida,
y dos decisiones que me llevaron hasta aquí, a la cima de la montaña.
Tomé la primera decisión, después de un periodo muy desafiante en mi carrera como atleta,
cinco años de lesiones recurrentes como corredor.
Cinco años, eso es mucho tiempo para dedicarse a algo.
Sin embargo, tanto como amaba la pista, las lesiones iban aniquilando mi ímpetu y sueños.
Mis lesiones me hicieron sentir como un fracaso, en un deporte en el que una vez fui genial.
La última de estas series de lesiones, requirió cirugía de codo,
y sentado en el sofá, días después de la cirugía,
Pensé en las palabras de un mentor y antiguo entrenador,
comparándome con un genial conductor de trineo que conoció él una vez.
"¿Trineo de carreras? ¡De ninguna manera!"
Pero, tras años de años de no alcanzar los objetivos que me propuse en la pista,
era tiempo de un cambio.
Por lo tanto, contacté al Comité Olímpico de EE.UU., que me dijo que comenzara a entrenar.
¡Genial! Iba a ser un corredor de trineo. Realmente no sabía nada de esto,
pero la primera decisión estaba tomada.
Y allí estaba yo, en lo que sentí más tarde como sólo un parpadeo,
a punto de empujar mi trineo de cuatro plazas con mi equipo,
hacia la oportunidad del oro Olímpico, la gloria Olímpica.
"¡Asientos traseros! ¡Asientos delanteros! Listos y..."
el conductor gritó, y salimos.
Empujamos tan fuerte como pudimos, el ritmo de se incrementaba y el trineo aceleraba,
dejamos todo lo que teníamos en la pista, antes de dejar el hielo
y estacionar nuestro trineo "Tren Nocturno".
Y la calma vino sobre mí,
y una vez en el trineo, como si estuviese adquiriendo velocidad,
por sólo otro milisegundo, mi mente regresó a aquel día en el sofá.
"¿Cómo puedo entrenar con el equipo de trineo, sin lesionarme una y otra vez como antaño?"
Tuve que mirarme en el espejo y darme cuenta que aún quería competir.
Aún quería triunfar.
Pero tuve que enfrentar la realidad de que mis lesiones no eran para culparse en otra parte.
Me tuve que dar cuenta de que si tenía un problema, era asunto mío cambiarlo.
Tuve que encarar que lo que había hecho todo este tiempo,
no podía haber sido lo mejor para mí.
Tuve que confrontar mi realidad y hacer un cambio,
y esa fue la segunda decisión.
La decisión en mi mente de no lesionarme más, tendría muchas instancias,
pero principalmente, lo que hice fue responsabilizarme de todas las variables en mi vida.
Si pensaba que algo haría o algo sentía
que me llevaría hacia una lesión, entonces sin duda alguna sucedería.
Debía tener un cambio fundamental de mentalidad.
Aprendí a dejar ir los temores, me entrené a lo largo de los años,
y decidí simplemente confiar en mí mismo y en mi cuerpo
para superar situaciones que creía anteriormente insuperables.
Lo que siguió a aquellos cinco años de lesiones,
fueron nueve años de no perder ninguna carrera,
Ingresé a los equipos olímpicos y nacionales de EE.UU.,
Porque tomé una decisión y luego otra,
y mantuve aquellas dos decisiones,
Estoy en la parte trasera con mi equipo, a 145 km por hora.
Y mientras descendemos hacia las últimas curvas, puedo oír a la multitud gritar
sonar las campanas , y un fuerte "¡Tú!" viniendo de las masas,
mientras pasamos a más de 150 km por hora,
sin embargo, alguien no gritaba: "¡Tú!", ellos gritaban "EE.UU."
Pero como nos movíamos tan rápido, únicamente oíamos la primera parte.
Llegábamos entonces casi a la última vuelta,
y cuando miramos arriba, el reloj simplemente marcó "1."
Lo habíamos hecho; éramos medallistas olímpicos de oro.
Éramos los mejores del mundo,
Icé las manos inmediatamente, cuando el momento ansiado durante toda mi vida, se hacía realidad.
Y mientras nuestro trineo lentamente se detenía,
miré hacia la multitud para ver a mi mamá, papá,
hermana, familia y amigos aclamándome.
Supe que mis decisiones habían valido la pena el sacrificio, merecían el temor.
Dos decisiones y aquellos cinco minutos sentado en aquel sofá,
comenzaron a cambiar mi vida,
y apegándome a ellas cumplí mis sueños.
Fueron aquellas decisiones y luchar por ellas lo que
finalmente, me dio la confianza para llegar a los juegos olímpicos.
¿Qué dos decisiones puedes tomar y pelearlas tú
que cambiarán tu vida para siempre?
Te desafío a mirar lo que haces con tu vida,
y pensar en qué es lo que sueñas hacer.