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Mi nombre es Melissa Pérez.
Nací y crecí en el Bronx, Nueva York,
pero mis padres son mexicanos.
Hace dos años, terminar la secundaria
no estaba siquiera en mis planes.
Me iba muy mal en la escuela.
Ir a una escuela que tiene detectores de metales es muy estresante.
Hay que estar en la fila de 25 minutos a una hora.
Yo solo iba en el tercer bloque
y salía en el cuarto.
Iba al tercer bloque
porque sabía que no tomaban asistencia en el primero y el segundo.
O sea, si uno iba en el tercer bloque
le ponían presente por todo el día.
La escuela no me interesaba.
Luego, a los 17 años,
di a luz a mi hija Madeline.
Quedar embarazada cambió mucho mi manera de pensar.
Pensaba: "Estoy embarazada, no tengo diploma.
¿De qué voy a trabajar el resto de mi vida?
¿Por USD 7,25 la hora?
¡No! Tengo que graduarme e ir a la universidad".
Siendo mamá, y seguir yendo a la secundaria es, mmm...
abrumador, diría, al principio,
pero la profesora de matemáticas me alentó
a seguir estudiando.
Ella siempre me dijo que veía algo en mí.
Decía: "Sé que hay algo dentro de ti
que quiere luchar por lograrlo".
Siempre me alienta,
siempre me plantea cuestiones difíciles
porque ella sabe que mi materia favorita es la matemática.
Siempre dice: "Melissa, resuelve esto.
Melissa, resuelve aquello".
Y yo digo: "Bien, bien".
Me gusta eso de ella
porque siempre trata de alentarme.
Thelma es la primera profesora
que me ha tratado,
ya saben,
de manera especial.
Después de tener a mi bebé, me aboqué a este tema
y terminé con éxito mis clases.
Ser mamá a temprana edad
te mata o te hace más fuerte,
y en mi caso, me hizo más fuerte.
Me hizo tener una visión totalmente diferente de mi futuro.
Soy la primera integrante de mi familia
que termina la secundaria.