Tip:
Highlight text to annotate it
X
Cuando las personas dicen que el tiempo cura todas las heridas, no es cierto.
Puedes taparlo por un tiempo, pero
no se va.
Está ahí dentro, supurando.
Es como menear una botella de refresco,
eventualmente la tapa va a estallar.
Alguien desde afuera puede ver mi vida y pensar,
cielos, ella lo tiene todo.
Pero, realmente estaba muerta por dentro.
Y creo que así fue como aprendí a usar la máscara.
Crecí en el campo, en Wisconsin, donde estaba rodeada
de cosas motorizadas todo el tiempo.
Y supongo, cuando las cosas estaban bastante descontroladas, podía salir en
mi motocicleta.
Podía cantar.
Podía reír.
Podía llorar.
Y a mi motocicleta no le importaba.
Simplemente era el poder sentir control sobre algo, cuando todo
lo demás estaba fuera de control.
En ese entonces, las cosas estaban bastante descontroladas.
Siempre sentía que yo no fui planeada,
que era un error.
Pensaba que era mi culpa que mis padres peleaban.
Pensaba que era mi culpa que mi padre bebía, porque
suponía que yo era alguien, o algo con lo que ellos tenían que
lidiar, porque eran aun muy jóvenes.
Pero escondí todo esto porque no quería molestarlos.
Entonces tapé muchos sentimientos.
Ahogué todas mis necesidades.
No sabía cómo pedir ayuda.
No siempre sabía lo que necesitaba.
Descubrí que si bebía alcohol era más divertida.
Sentía, en aquel entonces, que me ayudaba a no ser tan tímida.
Podía ser esta otra persona que yo sentía que
era realmente por dentro.
Pero no entendía que yo podía ser esa persona
sin tomar alcohol.
Entonces, de alguna manera, era algo que hacía calladamente.
Eso, por supuesto, empeoró se convirtió en algo
que hacía cada vez más y más.
Aun siendo porrista, jugadora de baloncesto, obteniendo
buenas notas en la escuela y realmente ocultando mi dolor, era
muy buena para usar máscaras.
Comencé a vivir una vida doble completamente a
una edad muy joven.
A los 16 años, quedé embarazada.
Y, sin entender lo que el aborto significa, y lo que
verdaderamente es, finalicé el embarazo sin contarle
a mi madre sobre eso.
Fui ese día y tomé la decisión.
Vi al bebé, lo cual no creo que uno debe de hacer,
y comencé a llorar.
Y cuando el doctor volvió a entrar, me preguntó si
lloraba porque sentía dolor o si lloraba porque
ahora era una mujer.
No sabía qué decir.
Nada de eso tenía sentido para mí.
Lo escondí y oculté.
Lo que no entendía es que no puedes tapar algo así
como si nada.
Finalmente, a medida que crecía, me daba cuenta de que esa decisión
era el motivo principal de un gran sentimiento de culpa, vergüenza y baja
autoestima con el que había lidiado casi toda mi vida.
Así continué y atravesé la escuela secundaria, nunca sintiéndome
lo suficientemente buena, ni suficientemente bonita, ni suficientemente inteligente,
porque nada de lo que hacía parecía cambiar mi situación.
Para cuando ingresé a la universidad,
fui introducida a las drogas.
Pasé de una droga a otra, de una relación a otra,
nada de lo que probaba me hacía sentir
mejor con respecto a mí misma.
Nunca nada era suficiente.
A medida que crecía y una vez que fui madre, se hizo cada vez
más difícil llevar una doble vida.
Ocultándolo de las niñas, siempre disimulando diciendo,
quédense con la abuela este fin de semana.
Y eso me daba la oportunidad de empezar el
viernes y bebía hasta el domingo por la noche.
De repente, las niñas me veían ebria de vez en cuando.
Comenzaba a perder el control en cuanto a
mantenerlos realmente separados.
Comencé a darme cuenta de que realmente no estaba ocultando
nada de nadie.
Quizás no pueda mantener este ritmo por mucho más tiempo.
Quizás tenga que parar y enfrentarlo.
En ese entonces, había conocido a quien ahora es mi esposo, Brian.
Y Brian me invitó a su iglesia.
Él iba de vez en cuando.
Decía que siempre se sentía mejor después de haber ido.
Pero él me invitó y yo pensé, bueno, sí, iré.
Es decir, no había vivido las mejores experiencias en cuanto a encontrar una iglesia
o conocer algo sobre Dios o algo de eso.
Y fui a la iglesia con él ese día.
Y me senté allí, en lágrimas ese día.
Nunca olvidaré ese sermón.
Ese sermón fue-
ciertas partes me hablaban a mí, habló
sobre un Padre celestial que se preocupa por ti y te ama
sin importar lo que has hecho o dónde has estado.
Y que Él es perdón.
Y que todo lo que tenemos que hacer es aceptar ese amor.
Qué concepto.
Él podía amarme a mí.
Hay una razón para todo esto.
Ahí es cuando verdaderamente entregué mi vida a Dios.
Simplemente dije, me doy por vencida.
Me rindo.
Eso fue verdaderamente -
Me gusta decir que el cielo se abrió y bajo la luz
y todo eso.
Pero realmente tuve una sensación de paz inmediatamente, como si...
sabes, no tengo control de las cosas,
no lo he tenido durante todo este tiempo.
Y estoy aprendiendo sobre este Dios nuestro,
quien sí tiene el control.
Y no tengo que cargar todo esto en mis hombros.
No tengo que preocuparme sobre la vida de mi padre, y la vida de mi madre
y la vida de mis hijos.
Es decir, Dios tiene el control de eso.
Aprendí enseguida que existe un plan para mi vida.
Hay un propósito para mí.
Que fui planeada.
No fui un error.
Y que Dios tenía la intención de demostrarme eso.
Ni siquiera puedo describir la sensación de alivio.
Era como si me levantaran el peso del mundo
de mis hombros.
Justo en ese entonces, tuvimos la oportunidad de armar una motocicleta
para el programa "Biker Build-Off" del Discovery Channel.
Y pusimos un motor veloz en la motocicleta y decidimos, que como
promoción, que quizás debíamos correrla en una carrera.
Y que sería una buena idea poner a una mujer en la motocicleta.
Y sentí como si esto fuera una puerta que se abrió.
Entonces aproveché la oportunidad, sin nunca antes haber corrido carreras pero
habiendo manejado motocicletas casi toda mi vida.
La primera vez que estuve en la línea de largada de
Bonneville Salt Flats, me senté allí por un momento.
Y oré porque estaba aprendiendo a orar.
Y simplemente dije, bueno, Dios, aquí es donde me tienes el día de hoy.
Déjame hacer tu voluntad.
Pensé por un minuto acerca de todos los caminos en los que había
estado y todos los senderos descontrolados y enredados que
me habían llevado a ese punto.
Pero allí estaba.
Y estaba haciendo algo que nadie había hecho antes.
Y nadie había competido este tipo de motocicleta antes.
Y allí estaban mis hijas conmigo, viéndome hacerlo.
Y era algo bueno.
Era algo positivo.
Era algo saludable.
No se trataba de fiestas, ni bebidas.
No había nada de eso involucrado.
Esto era algo nuevo.
Y esto era algo que nunca antes habíamos hecho.
Y tenía esta oportunidad asombrosa.
Y entonces se lo entregué a Dios y partí.
Laura completo su primera carrera
estableciendo un nuevo récord de velocidad en tierra.
Laura y sus hijas Erika y Karlee son el primer trío de madre e hijas, en la historia, que han sostenido los registros de velocidad en tierra al mismo tiempo.
No tengo que tener toda la fuerza.
Puedo apoyarme en Dios cuando siento que estoy enfrentando algo
que no puedo hacer.
No tengo que hacerlo sola.
Nunca estoy sola.
Ya no tengo que sentirme sola.
Él siempre está allí.
Soy Laura Klock y Yo Soy Segundo.