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Por colinas y valles, entre arbustos y zarzales,
por parques y cercados, atravesando agua y fuego
vamos errando.
Más veloces que la esfera de la luna
servimos a la Reina de las hadas
rociando la hierba con sus esferillas.
Altas prímulas la reciben.
En sus áureas levitas se ven manchas;
son rubíes, mágicas prendas,
rojos lunares aromáticos.
Vayamos a buscar gotas de rocío;
prenderemos una perla en cada prímula.
¿Cómo os va, espíritus?
Tú debes de ser Robín,
aquel espíritu malicioso y burlón.
¿No eres tú quien asusta a las muchachas de la aldea?
¿No enredas tú el molinillo,
enojando a las amas de casa cuando baten mantequilla?
A veces impides que fermente la cerveza. . .
De noche extravías a los caminantes y te burlas de ellos. . .
Y a los que te llaman «buen duende»
les traes fortuna.
¡Abrid paso! ¡Llega Oberón!
¡Y también nuestra señora!
¡Ojalá él no hubiera venido! . . .
Oberón está furioso
porque ella tiene un niño encantador
robado a un rey de la India,
y Oberón, celoso, quisiera tener al niño.
¡Mal encuentro en este claro de luna!
- ¡Orgullosa Titania! - ¡Celoso Oberón!
Hadas, vámonos,
he renunciado a su compañía.
Por eso los vientos
han absorbido del mar contagiosas nieblas.
Por eso el buey arrastra el yugo en vano.
Los campos están anegados.
Los cuervos se ceban en el rebaño apestado.
Cambian las estaciones:
la primavera,
el estío,
- el fértil otoño - el huraño invierno
se intercambian las libreas.
El mundo
ya no distingue
una de otra.
Y esta progenie de males
proviene
de nuestras disputas.
Nosotros somos su origen.
¡Somos nosotros!
De ti depende:
sólo pido un niño robado para convertirlo en mi paje.
Apacigua tu corazón.
No lo vendería ni siquiera por todo el reino de las hadas.
Su madre había ingresado en mi orden,
pero murió
al dar a luz.
Y por amor a ella no quiero separarme de él.
¡Dame al niño y partiré contigo!
- No por todo el reino de las hadas. - ¡Me iré contigo, iré!
¡Vámonos, hadas!
Sigue tu camino.
No saldrás de este bosque
hasta que no te haya castigado por esta ofensa.
Puck, ven acá.
¿Recuerdas la hierba que un día te mostré?
Su jugo hace que hombres y mujeres
se enamoren perdidamente
del primer ser vivo que ven,
aunque sea un león, un oso, un lobo,
una mona presumida
o un simio atareado.
Ve a buscar esa hierba
y vuelve
antes de que el Leviatán haya nadado una legua.
Puedo poner un cinturón a la tierra
en cuarenta minutos.
Cuando tenga ese jugo,
esperaré a que Titania duerma
y verteré una gota sobre sus ojos,
y antes de liberarlos del encanto,
la obligaré a que me entregue el niño.
Amor mío,
¿por qué estás tan pálida?
¿Por qué se marchitan las rosas de tus mejillas?
Quizá por falta de lluvia,
aunque podría regarlas
con la tempestad de mis ojos.
¡Ay de mí! Por lo que he podido oír,
sea fantasía o realidad,
el amor auténtico nunca tiene el camino fácil,
y a menudo es por diferencias de sangre.
¡Qué cruz!
Demasiado alto para encadenarse a lo bajo.
O demasiada disparidad de edad.
¡Oh, rencor! Demasiado viejo para unirse a la juventud.
O dependió de la elección de los amigos.
¡Qué infierno elegir amor con ojos ajenos!
Será decreto del destino
que los amantes hallen
tantas contrariedades.
Soportémoslo con paciencia.
Un buen consejo.
Escúchame, Hermia :
tengo una tía viuda,
que tiene una enorme fortuna,
pero no tiene hijos.
Su casa se encuentra a siete leguas de Atenas,
y me respeta como a un hijo.
Allí podré desposarte;
la ley que te obliga
a casarte con Demetrio
no podrá perseguirnos.
Si me quieres,
ven conmigo.
Mi buen Lisandro,
si me quieres,
te lo juro por el arco de Cupido,
yo te lo juro por su mejor flecha,
te lo juro por el candor de las palomas de Venus,
yo te lo juro
por todo lo que favorece los amores.
Yo te lo juro
por el fuego que abrasó
a la reina de Cartago
cuando vio zarpar
al falso troyano.
Yo te lo juro
por los votos que los hombres han roto,
más numerosos que los que las mujeres han pronunciado.
Yo te lo juro.
Aunque sea un león, un oso, un lobo,
una mona presumida
o un simio atareado. . .
Pero ¿quién llega?
Soy invisible,
escucharé su conversación.
¡No te amo, no me persigas!
¿Dónde están Lisandro
y la bella Hermia?
A él lo mataré.
Ella a mí me mata.
Me dijiste que estaban aquí
y aquí estoy, furioso
porque no hallo a mi Hermia.
¡Vete! ¡No me sigas más!
Me atraes, imán de corazón de piedra.
Pierde la fuerza de atracción,
que yo perderé el impulso de seguirte.
¿Te seduzco acaso yo?
¿No estoy diciendo
que no te amo
ni puedo amarte?
Por eso mismo te amo más.
Soy como tu perrito,
y, Demetrio,
cuanto más me pegues,
más te adularé.
Trátame como a tu perrito,
a puntapiés,
aléjame, olvídame.
Pero déjame,
no soy digno
de seguir tus pasos.
No tientes más a mi aversión ;
sólo con verte me pongo enfermo.
Yo me pongo enferma cuando no te veo.
Huiré dejándote
a merced de las fieras.
Quiero seguirte. . .
¡Adiós, ninfa!
- . . .y morir - ¡Adiós!
- en los brazos - ¡Vete!
de quien tanto amo.
Pronto serás tú quien huya y él quien te busque.
¡Bienvenido, vagabundo!
¿Traes la flor?
Conozco un lugar
donde crece el tomillo,
donde crecen
las prímulas
y las violetas,
cubierto por un dosel
de olorosa madreselva,
cubierto de eglantinas
y rosas de almizcle.
Allí duerme Titania,
duerme,
mecida por esas flores,
entre danzas,
danzas y regocijo.
Allí se desprende la serpiente
de su piel esmaltada,
y de ella sale un vestido
para envolver a un hada.
Untaré sus ojos con este líquido
y la llenaré
de odiosas fantasías.
Toma tú también un poco
y busca por el bosque
a una dulce dama enamorada
de un desdeñoso joven.
Unta sus ojos,
pero asegúrate de que sea la dama
lo primero que él vea.
Reconocerás al hombre
por sus ropajes atenienses.
- ¿Está aquí todo el grupo? - Sí.
Mejor sería que los llamaras
uno a uno.
Primero, querido Pedro Cartabón,
decidnos de qué trata la obra.
Se trata de «La muy dolorosa comedia»
«y cruelísima muerte»
«de Píramo y Tisbe».
«De Píramo y Tisbe».
Una obra maestra
muy divertida.
Cartabón,
llama a los actores por orden de lista.
¡Señores, alineaos!
Responded cuando os llame.
Colás Lanzadera, el tejedor.
Listo; ¿qué papel que me toca?
Harás de Píramo.
Y ese Píramo
¿es un enamorado o un tirano?
Un enamorado que se suicida por amor.
Mi fuerte es el papel de tirano.
Podría representar un Hércules extraordinario
o cualquier papel de rompe y rasga.
Las furiosas rocas
romperán las puertas
de las prisiones,
y el carro de Febo brillará,
decidiendo. . .
decidiendo sobre los destinos.
¡Eso sí que es sublime!
Ahora llama a los demás actores.
Francisco Flauta. . .
¡Éste es el estilo de Hércules!
- Francisco Flauta, el remiendafuelles. - Un amante es más sentimental.
Presente.
Interpretarás el papel de Tisbe.
¿Qué es Tisbe,
un caballero errante?
Es la dama a quien debe amar Píramo.
No me des
un papel de mujer,
me está saliendo la barba.
Actuarás con una máscara.
Y podréis fingir la voz cuanto queráis.
Si puedo ocultar el rostro,
déjame hacer también de Tisbe:
hablaré con voz muy aguda.
« ¡Tisbe, Tisbe!».
« ¡Ah, Píramo,»
«amor mío!».
« ¡Tu querida Tisbe. . . !».
¡No! Tú harás de Píramo,
y tú, Flauta, de Tisbe.
Bueno, sigue.
« ¡Ah, Píramo,»
- «amor mío!». - Ruperto Hambrón,
- « ¡Tu querida Tisbe. . . !». - el sastre.
- Presente. - Ruperto Hambrón,
tú serás la madre de Tisbe.
- Tomás Hocico, el calderero. - Presente.
Tú, el padre de Píramo. Yo, el padre de Tisbe.
Berbiquí, el ebanista,
tú representarás
al León. Espero que sea
una pieza bien ajustada.
¿Tienes escrita la parte del León?
Te ruego que me la des,
porque soy lento para aprender.
Improvisa :
sólo tienes que rugir.
Déjame hacer de León también.
Rugiré a gusto
de todos.
Incluso el duque va a decir:
« ¡Que vuelva a rugir!»
Sería terrible;
asustarías a las damas
hasta el punto de gritar;
y nos ahorcarían.
¡Nos ahorcarían
a todos!
Agravaré la voz de tal manera
que parecerá el arrullo
de un tierno pichón.
Rugiré
y parecerá que soy un ruiseñor. . .
No puedes hacer más que de Píramo.
Píramo es muy apuesto,
un gentilhombre
encantador.
Por tanto, es necesario que hagas de Píramo.
Bueno, ya me encargaré de él.
Aquí tenéis los papeles.
Os ruego que os los aprendáis
esta misma noche.
Ensayaremos en breve.
Aquí
nos encontraremos
para ensayar.
Poned empeño.
Poned empeño, adiós.
Adiós.
Nos reuniremos junto al roble del Duque.
Amor mío,
estás agotada de caminar,
y, a decir verdad,
no recuerdo el camino.
Aquí reposaremos,
Hermia, y aguardaremos
el consuelo del día.
Sea, Lisandro;
búscate un lecho.
Yo reposaré la cabeza aquí.
Un mismo césped servirá
a los dos de almohada.
Un corazón, un lecho, dos pechos y una fe.
No, buen Lisandro.
Por amor a mí, querido,
ve a echarte más lejos.
No reposes tan cerca.
Acomódate a más distancia.
Buenas noches, dulce amigo,
que tu amor no se altere
mientras vivas.
¡Amén! Amén contesto a esta bella oración,
y que se acabe mi vida
si se acaba mi lealtad.
Amén, amén.
He recorrido todo el bosque,
pero no logro hallar al ateniense
en cuyos ojos debo probar
el poder de la flor que inspira amor.
¡Noche y silencio!
¿Quién hay aquí?
Lleva los ropajes de Atenas:
ése debe de ser el que desprecia
a la doncella ateniense.
Que sobre tus ojos actúe
el poder de este hechizo.
Despiértate cuando yo me haya ido.
Ahora debo ver a Oberón.
Amén, amén a esta bella oración. . .
¡Detente aunque me mates,
Demetrio!
Te ruego que te quedes y no me importunes así.
¿Me abandonas en la oscuridad?
¡No lo hagas!
Quédate con tus peligros.
¡Me he quedado sin aliento!
Cuanto más rezo,
menos gracia obtengo.
Hermia es feliz,
tiene unos ojos benditos y atractivos.
Hermia es feliz.
Yo debo de ser fea como una osa,
pues las fieras que me encuentran huyen despavoridas.
¿Quién está aquí?
¡Lisandro!
¿Muerto o dormido?
No veo sangre ni heridas. . .
Lisandro, si vives,
despierta.
Por tu amor atravesaría el fuego.
Helena, la naturaleza
me muestra tu corazón.
¿Dónde está Demetrio?
¡Que perezca ese vil
por mi espada!
¡No digas eso, Lisandro!
¡No digas eso!
¿Qué importa si él ama a Hermia?
Ella sólo te quiere a ti; puedes estar contento.
¿Contento con Hermia?
No. Me arrepiento de los tediosos minutos que pasé con ella.
No es ella a quien amo,
sino a Helena.
¿Quién no cambiaría un cuervo por una paloma?
¿He nacido para sufrir tal burla?
¿Cuándo he merecido tu escarnio?
Me agravias cortejándome
de este modo.
Pero adiós en buena hora ;
confieso que os creía
un caballero mucho más amable.
Ella ho ve a Hermia.
Hermia, sigue durmiendo.
No te acerques jamás a Lisandro.
Sigue durmiendo.
Dirigiré mi amor
a honrar a Helena
y a ser su caballero.
¡Lisandro, ayúdame!
¡Qué sueño he tenido!
¡Lisandro, mira, Lisandro!
¡Tiemblo de espanto!
Soñaba que una serpiente me devoraba el corazón
y que tú sonreías ante su crueldad.
Lisandro, ¿dónde estás?
¡Lisandro, señor!
¿Puedes oírme?
¿Ni una palabra?
Lisandro, ¿dónde estás?
Habla si me oyes.
Casi desfallezco de terror.
¡Lisandro,
señor!
¡Vamos!
¡Vamos! ¡Formad un círculo
y entonad una canción de hadas!
Después id
a matar los gusanos
de las rosas de almizcle,
y a luchar contra los murciélagos para hacer con su piel
abrigos para mis duendes.
Mantened alejado al búho
que no cesa de ulular, maravillado
por nuestros frágiles espíritus.
Adormecedme con cantos,
y luego, a vuestras tareas, mientras yo reposo.
Sierpes viperinas, erizos espinosos,
no os dejéis ver;
tritones y gusanos, no os equivoquéis;
no os acerquéis a la Reina de las hadas.
Ruiseñor, acompaña
nuestra canción de cuna.
Canción de cuna. . .
¡Que ningún maleficio perturbe
a nuestra adorable señora!
Reposad con la canción de cuna.
¡Arañas, fuera de aquí
vuestras largas patas;
escarabajos, no os acerquéis,
no os acerquéis!
Ruiseñor, acompaña nuestra canción de cuna.
Canción de cuna. . .
¡Que ningún maleficio perturbe
a nuestra señora!
Reposad con la canción de cuna.
Vámonos, todo va bien,
que una se quede de centinela.
Que a quien veas cuando despiertes
tomes por tu verdadero amante.
Ama y languidece por él.
Sea lince, gato,
oso, leopardo
o jabalí,
que lo que aparezca ante tus ojos al despertar
sea tu amante.
Despierta si se acerca algo vil.
- ¿Estamos todos? - ¡Sí!
¡Un lugar muy adecuado para nuestro ensayo!
- Pedro Cartabón. . . - ¿Qué quieres?
Hay cosas en esta comedia
que no me gustan. Píramo se suicida
con su espada, y eso las damas no lo soportarán.
¡Les dará un miedo terrible!
Deberíamos omitir
la matanza. . .
¡Nada de eso!
Lo arreglaremos.
Escribe un prólogo:
di que yo no soy Píramo,
sino Lanzadera, el tejedor,
eso les quitará el miedo.
¿Y no tendrán miedo del León
las mujeres?
Me temo
que sí.
Pues
hará falta otro prólogo
diciendo que no es un león,
sino Berbiquí, el ebanista.
Será difícil
llevar la luz de la luna,
porque Píramo y Tisbe se encuentran en el claro de luna.
¿Y brillará la luna cuando actuemos?
Un calendario, un calendario:
buscad la luna llena.
La luna llena.
Puede salir alguien con un farol
que represente el personaje Claro de Luna.
Necesitamos también
una pared en mitad de la sala.
No podrás poner ahí una pared.
¿Qué opinas tú?
Alguien deberá representar la Pared.
Y que abra los dedos así
para que Píramo y Tisbe puedan hablar a través de ella.
Entonces, todo en orden.
Venga, sentaos.
¡Vamos, a ensayar!
Cada cual a su sitio.
Píramo, tú empiezas.
¿Qué hacen esos tunantes
tan cerca de donde duerme la reina?
Habla, Píramo;
Tisbe, adelante.
Tisbe,
las flores de dulces perfumes odiosos. . .
Olorosos, olorosos.
. . .de dulces perfumes olorosos
son como tu aliento.
Escucha : ¡una voz!
Espérame un instante
y me tendrás junto a ti.
Te seguiré
y te llevaré de ronda.
¿Ya me toca hablar?
Sí, caramba, te toca.
Ha ido a ver
qué era ese ruido,
pero ahora mismo volverá.
Radiante Píramo, ¡blanco como el más blanco lirio!
Eres como la rosa roja del zarzal triunfante.
Joven encantador
y fiel como el caballo infatigable,
me reúno contigo. . .
No debías decirlo aún ;
es la respuesta a Píramo,
te has saltado las réplicas.
¡Entra, Píramo! Has dejado pasar tu entrada
que era «nunca fatigada».
¡Ah! Como el caballo infatigable.
Si fuera hermoso,
Tisbe, sólo sería para ti.
¡Monstruoso! ¡Prodigioso!
¡Es cosa de magia!
¡Rezad, señores!
¡Amigos, huyamos!
¡Socorro! ¡Socorro!
¿Por qué se van?
Es una broma para infundirme miedo.
¡Oh, Lanzadera, cómo has cambiado!
¿Qué veo?
¿Qué ves?
Una cabeza de asno como la tuya, ¿no es así?
¡Dios te bendiga, Lanzadera!
Has cambiado de aspecto.
Ya veo la broma :
quieren hacer de mí un asno
para asustarme.
Pero no pienso moverme, cantaré
para demostrar
que no les temo.
El mirlo con su pico anaranjado. . .
El tordo, de nota ajustada. . .
¿Qué ángel me despierta
en mi lecho de flores?
¡El pinzón, la alondra,
el cuco con su canto llano
que muchos bien conocen
sin dar contestación!
Te lo ruego, vuelve a cantar.
Mi oído se ha enamorado de tu voz.
Has cautivado mis ojos con tu aspecto.
Eres tan sabio como apuesto.
No soy ni lo uno ni lo otro,
pero me iría bien la inteligencia
para salir de aquí. . .
No quieras
salir de aquí ;
aquí te quedarás,
te guste o no.
Soy un espíritu poco común ;
te voy a dar hadas para que te sirvan :
¡Flor de Guisante!
¡Aquí me tienes!
¡Telaraña!
¡Y a mí también!
¡Polilla!
¡Aquí estoy!
¡Grano de Mostaza!
¡Estoy aquí!
¿Adónde vamos?
Sed amables con este gentilhombre,
bailad ante él. Saltad a su paso
y retozad ante sus ojos.
Alimentadlo con albaricoques y frambuesas,
uvas moradas,
higos verdes y moras.
Robad miel
a las abejas,
y con su cera elaborad cirios
que prenderéis
con los ojos ardientes de las luciérnagas.
De este modo mi amado tendrá luz al levantarse.
Inclinaos, rendidle honores.
¡Salve, mortal!
¡Imploro merced!
¡Salve, mortal!
¡Imploro merced!
¿Cómo se llama Vuestra Reverencia?
Telaraña. ¡Salve, mortal!
Con gusto haré amistad con vos,
Telaraña.
¿Y vuestro nombre, honesto gentilhombre?
Flor de Guisante. ¡Salve, mortal!
Mis respetos a vuestra madre
y a vuestro padre, el señor Guisante.
¿Puedo saber vuestro nombre?
Grano de Mostaza. Salve, mortal!
Vuestros parientes me han hecho llorar a menudo,
Grano de Mostaza.
Tendré gusto en conoceros.
- ¿Y vuestro nombre? - Po. . .
Siéntate en este lecho de flores,
mientras acaricio tus mejillas,
te corono con rosas
y beso tus preciosas largas orejas.
¡Tesoro mío!
¿Dónde está Flor de Guisante?
Aquí me tienes.
Ráscame la cabeza, Flor de Guisante.
- ¿Dónde está Telaraña? - Aquí.
Telaraña, empuña vuestras armas,
matad a este abejorro
y traedme su saco de miel.
- ¿Dónde está Grano de Mostaza? - Aquí.
Acariciadme la mano,
Grano de Mostaza.
Por favor, nada de cumplidos.
¿Qué deseáis?
Podéis ayudar al caballero Telaraña a rascarme.
Soy un asno tan delicado
que por poco que me pique el pelo,
tengo que rascarme.
¿Dónde está Polilla?
- Estoy. . . - ¿Qué,
no quieres oír música,
amor mío?
Tengo un oído bastante bueno para la música.
¡Dadme cencerros y castañuelas!
Tengo un oído bastante bueno para la música.
Os suplico
que vuestra gente no me moleste,
me está entrando un gran sopor. . .
Duerme, yo te abrazaré.
¡Hadas, marchaos!
Así como la enredadera
se enlaza con la madreselva,
también la femenina hiedra rodea la corteza del olmo.
¡Oh, cuánto te amo!
¡Me enloqueces!
¿Cómo os va, espíritus?
¿Qué peripecias nocturnas ha habido aquí?
Mi señora se ha enamorado de un monstruo.
Esto es mucho mejor
de lo que había imaginado.
¿Has untado ya los ojos del ateniense
con el filtro del amor?
Mira, ahí tenemos al ateniense.
La dama es la misma, pero ése no es el hombre.
¿Por qué me rechazas?
Si has matado a Lisandro
mátame a mí también.
¡Demetrio, vas a devolvérmelo?
Antes daría sus huesos a mis perros.
¡Monstruo,
lo has matado!
- No soy culpable. - ¿Está bien,
está bien, entonces.
¿Qué ganaría con decirlo?
El privilegio de no verme más.
Y que me aparte de tu odiada presencia.
No me verás más, esté muerto o vivo.
Es inútil seguirla.
Reposaré aquí un rato.
El peso de la tristeza
se vuelve pesado.
¿Qué has hecho? Te has equivocado por completo.
Vertiste el jugo en los ojos de un amante fiel.
¡Recorre el bosque más veloz que el viento,
corre a buscar a Helena!
Ya voy,
más rápido que una flecha.
Flor de púrpura,
herida por el arco de Cupido,
penetra en sus ojos
para que cuando contemple a su amor,
brille ella tan espléndida
como Venus.
Si al despertar ella está frente a ti,
suplícale el remedio.
Capitán de nuestras huestes etéreas,
Helena está con el joven que he encantado por error.
¡Veremos qué ocurre ahora!
¡Qué insensatos son estos mortales!
¿Por qué crees que me burlo de ti?
Esos juramentos son de Hermia.
¿A ella se los quieres dar?
No sabía lo que hacía cuando le juraba amor.
Ahora tampoco.
Demetrio la ama ella,
y no te ama a ti.
¡Helena, ninfa divina!
¿Con qué podría comparar tus ojos?
El cristal a su lado es turbio.
¡Oh, tus labios
son cerezas maduras para el beso!
La nieve del Tauro
se vuelve negra cual cuervo
cuando levantas tu mano.
¡Déjame besar esta princesa
de blancura!
- ¡Oh Helena! ¡Diosa! - ¡Oh oprobio! ¡Oh infierno!
- ¡Ninfa divina! - ¡Oh oprobio! ¡Oh infierno!
¡Os habéis conjurado
- Demetrio, - para burlaros de mí!
tú amas a Hermia.
Mira, aquí llega tu amada.
- Y sabes que lo sé. - Aquí llega tu amada.
Ah, Lisandro,
¿por qué me has abandonado?
Injuriosa Hermia,
ingratísima doncella,
¿has conspirado
con ellos para hacerme
objeto de burla?
Nuestras confidencias,
nuestros juramentos, las horas que hemos pasado juntas,
cuando acusábamos al tiempo, de ágiles pies, de separarnos.
¿Has olvidado todo eso?
¿Nuestra amistad,
nuestra inocente infancia? Nosotras, Hermia,
rivalizando como diosas,
tejimos juntas una misma flor
ante el mismo modelo, sentadas en el mismo almohadón,
canturreando la misma canción
y en el mismo tono.
Somos dos frutos
colgando de una misma rama,
dos cuerpos
con un solo corazón.
¿Y quieres romper nuestro afecto
uniéndote a ellos para burlarte?
Eso no es propio de una amiga.
Me asombran tus palabras:
eres tú quien se burla de mí.
Vamos, hazme muecas
cuando te dé la espalda,
guiñaos el ojo, continuad la burla.
- Pero adiós. - ¡Quédate, gentil Helena!
- En parte es culpa mía. - Escucha mis excusas.
- La muerte o la ausencia lo repararán. - ¡Vida mía!
- ¡Es admirable! - Deja de escarnecerla.
Si ella no sabe rogar, yo sé obligar.
Ni tú puedes forzar, ni ella rogar.
La amo más que tú.
¡Ven y demuéstralo!
¡Rápido, vamos!
- Lisandro, ¿adónde va a parar esto? - ¡Déjame, etíope! - No, señor.
Finges querer librarte. Eres un hombre prudente, vamos.
¡Suéltame, gata insoportable!
¡O te arrojo lejos de mí como a una serpiente!
¿Qué es este cambio, dulce amor mío?
- ¡Dulce amor mío! - ¡Fuera, tártara negra!
¡Odiosa poción, aléjate de mí!
- ¿Bromeas? - Sí, cierto,
- y tú también. - Desearía que cumplieras la promesa.
- No creo en tu palabra. - ¿He de pegarla?
Por mucho que la odie,
no le haré ningún daño.
¿Qué mayor daño puedes causarme que odiarme?
Lisandro, quédate con Hermia ; no la quiero.
¿No soy Hermia? ¿No eres Lisandro?
Ambos sois rivales y amáis a Hermia ; y ahora rivalizáis burlándoos de Helena.
¡Impostora! ¡Cáncer de las flores!
¡Ladrona de amor!
¡Hipócrita!
¡Títere!
¡Títere! ¿Por qué?
Sí, por ahí va el juego:
Ahora veo que ella debe de haber comparado
nuestras estaturas
y ha ganado su altura.
Y con su talla,
tan alta,
lo ha atraído hacia sí.
¿Has subido tanto en su estima
porque yo soy baja?
¿Cuán baja soy, palo de cucaña?
¡Di!
No lo soy tanto
como para no poder llegarte a los ojos con mis uñas.
Señores, no dejéis
que me haga daño;
no creáis
porque sea más baja que yo,
pueda habérmelas con ella.
¿Más baja? ¡Oídla bien!
Oh, cuando se enoja
es astuta y maligna.
Era una arpía
cuando iba a la escuela,
y aunque es pequeñita. . .
«Baja» y «pequeñita». . .
- ¡Lárgate de aquí, enana! - ¿No la oís?
Cabo de mujer, desecho de alforfón.
¿Vas a tolerar que me insulte así?
- ¡Abalorio! ¡Bellota! - ¿No la oís? ¡Dejadme que me acerque a ella!
- ¿Vas a tolerar que me insulte así? - ¡Lárgate de aquí, enana!
No temas, no te hará nada, Helena.
No, señor,
aunque vos la ayudéis.
No seáis tan solícito:
ella os rehúye.
Dejadla sola. No habléis de Helena.
Sígueme, si te atreves.
No, iré a tu lado. . .
Veremos quién de los dos
tiene más derechos sobre Helena.
¡Todo es por tu culpa!
- No, no te vuelvas atrás. - No confío en ti.
¡No quiero volver a verte!
No, no te vuelvas atrás.
Tienes mejores manos que yo parar luchar,
pero yo tengo piernas más largas para huir.
Es descuido tuyo. Siempre te equivocas,
a no ser que lo hagas deliberadamente.
Creedme, ha sido un error. . .
Los amantes buscan dónde batirse.
Robín, oscurece la noche,
y no permitas
que se encuentren el uno al otro.
Que el sueño los invada
con pies de plomo
y alas de murciélago.
Después frota esta hierba por los ojos de Lisandro.
Cuando se despierten toda esa burla
les parecerá un sueño.
No pierdas tiempo.
Hagámoslo antes del amanecer.
Tengo que llevarlos
arriba y abajo.
Soy temido en campos y villas.
¡Llévalos arriba y abajo!
- Aquí hay uno. - ¿Dónde estás,
orgulloso Demetrio?
Responde ahora.
¡Aquí, armado y a punto!
¿Dónde estás?
Sígueme a un terreno más llano.
¡Lisandro, vuelve a hablar!
Fugitivo, cobarde.
¿Dónde te has metido?
¿Desafías a las estrellas en lugar de venir?
¿Estás ahí?
¡Sigue mi voz! Aquí no probaremos nuestra hombría.
Está ante mí
y encima me desafía.
¡Lisandro!
Cuando llego a donde me llama, ya se ha ido,
y ahora me encuentro en un camino oscuro.
Aquí descansaré.
¡Ven, día gentil!
En cuanto salga el sol
buscaré a Demetrio y castigaré su insolencia.
Cobarde, ¿por qué no vienes?
¡Espérame!
¿Dónde estás ahora?
¡Ven aquí!
¡Te burlas de mí!
Lo pagarás caro cuando te vea
a la luz del día.
¡Ve donde quieras!
La fatiga me obliga
a acostarme
en este frío lecho.
Cuando llegue el día, ya recibirás mi visita.
¡Oh noche fatigosa!
¡Oh, larga y tediosa noche!
Abrevia tus horas,
tráeme de Oriente el consuelo.
Y tú, sueño, que cierras los ojos del dolor,
róbame por un rato mi propia compañía.
¿Sólo tres?
Que venga uno más:
dos de cada suman cuatro.
Ya viene la otra,
abatida y triste.
Cupido vuelve locas
a estas mujeres.
¡Nunca había estado
tan abatida!
Empapada de rocío y destrozada por los zarzales,
no puedo seguir ni a rastras.
Mis pies no pueden ir más lejos.
Aquí me quedaré hasta que despunte el día.
Que el cielo proteja a Lisandro,
si se baten.
Duerme
profundamente.
Él aplicará en tus ojos, gentil amante, un buen remedio.
Cuando despiertes tendrás
el placer de ver nuevamente
a tu primera amante.
Y lo que dice el proverbio
se cumplirá al despertarte:
Cada oveja con su pareja.
Y serán todos felices.
Y todo será como debe ser.
Todo será como debe ser.
Gentil Robín. . .
¿Ves esta dulce escena?
Ahora empiezo a sentir lástima de su locura.
Y ahora que me ha cedido el niño,
pondré fin a esa odiosa imperfección de sus ojos.
Vuelve a ser como solías ser,
vuelve a ver lo que solías ver.
Diana tiene sobre Cupido
este bendito poder.
Vuelve a ser como solías ser.
Ahora, Titania, despierta,
dulce reina mía.
¡Oberón,
qué visiones he tenido!
¡Me ha parecido estar enamorada de un asno!
Pues aquí yace tu amor.
¿Cómo ha podido pasar?
¡Cómo lo desprecian ahora mis ojos!
¡Silencio!
Robín, quítale esa cabeza.
Titania, pide música,
y deja sus sentidos adormecidos,
como si estuvieran muertos.
¡Música!
¡Música!
¡Música para invocar al sueño!
Vamos, reina mía, dame la mano
y mezamos los lechos
donde yacen esos durmientes.
Ahora volvemos a ser amigos,
y a medianoche
bailaremos triunfantes en casa del duque Teseo,
bendiciéndola para su ventura.
Allí estas parejas se casarán
al mismo tiempo que Teseo y con igual regocijo.
¡Rey de las hadas, atención y escucha!
¡He oído a la alondra de la mañana!
¡Helena!
¡Hermia!
¡Demetrio!
¡Lisandro!
¿Estáis seguros de estar despiertos?
Me parece continuar
soñando.
Tengo la sensación de que no puedo fijar la vista,
como si viera doble. . .
Parece que todo se desdibuja,
como las montañas se confunden
con las nubes en la lejanía.
¡Eso parece!
Yo he encontrado a Demetrio como una joya
que es mía, sin serlo.
Y yo he hallado a la preciosa Helena
como una joya
que es mía, sin serlo.
Y yo he encontrado a Lisandro como una joya
- que es mía, sin serlo. - Y yo he hallado a Hermia
como una joya
que es mía, sin serlo.
¡Estamos despiertos!
¡Vámonos! Por el camino
nos contaremos nuestros sueños.
Cuando me toque la réplica,
llamadme y contestaré.
El pie es
«gentilísimo Píramo».
¡Caramba!
¿Pedro Cartabón?
¿Flauta, el remiendafuelles?
¿Hocico, el calderero? ¿Y Hambrón?
¡Dios me ampare!
Todos se han marchado mientras yo dormía.
He tenido un sueño que no hay ingenio humano
capaz de decir qué ha sido.
Me pareció que era. . .
nadie puede decir qué.
Me ha parecido que era. . . Me ha parecido que tenía. . .
Sería un asno si intentara decir
qué me pareció que tenía.
Jamás ojo humano ha oído,
jamás oído humano ha visto,
jamás mano alguna ha gustado,
jamás un corazón ha expresado
lo que ha sido mi sueño.
¡Mi sueño!
Encargaré a Pedro Cartabón
que componga una balada sobre este sueño, que se llamará
«El sueño de Lanzadera»,
porque no tiene fondo.
La cantaré al final,
ante el duque.
Quizá podría cantarla incluso
cuando ella muere.
¿Habéis ido a casa de Lanzadera?
¿No ha llegado aún?
Nada saben de él.
Sin duda está embrujado.
¡Si no viene, adiós comedia!
No se podrá hacer, ¿no es verdad?
No es posible.
Sólo él es capaz de representar a Píramo.
Él tiene más ingenio que ninguno.
Y es también el más apuesto.
Señores,
el duque regresa del templo.
Si pudiéramos representar el divertimento, saldríamos ganando.
¡Lanzadera va a perder una pensión
de seis peniques diarios!
Que me ahorquen si el duque no le habría dado
seis peniques diarios por hacer de Píramo.
Seis peniques diarios o nada.
No se habría llevado menos.
- Seis peniques diarios. . . - Seis peniques o nada.
¿Dónde están los muchachos?
¡Lanzadera!
¿Dónde están los muchachos?
¡Oh, grandiosísimo día!
¡Señores!
¡Lanzadera!
Tengo que contaros maravillas,
pero no me preguntéis cuáles.
- Te escuchamos. - De mí, ni una palabra.
El duque ya ha cenado;
debemos representar nuestra pieza.
¡Debemos representar nuestra pieza!
Queridos actores,
¡id a vestiros!
Cintas nuevas en los zapatos
y todos a repasar los papeles.
Y que cada cual atienda a su papel.
Que Tisbe tenga ropa limpia.
Que el León no se recorte las uñas.
No comáis ajo ni cebolla, que todos puedan decir:
- «Es una dulce comedia.» - ¡Basta de palabras!
- «Es una dulce comedia.» - ¡Vamos, a palacio!
Bella Hipólita,
nuestras nupcias se acercan.
Ese día vendrá con la nueva luna.
¡Cuán lenta me parece decrecer la presente!
Retrasa mis deseos como una madrastra
que consume las rentas del joven heredero.
Este día se encamina rápidamente a su noche,
esta noche disipará veloz en sueños el tiempo,
y entonces la luna,
como un arco de plata, contemplará
nuestras solemnidades.
Hipólita, te cortejé con la espada,
y gané tu amor con violencia,
pero ahora quiero desposarte
con triunfo y festejos.
Perdón, señor.
Levantaos.
¿No erais enemigos?
¿De dónde ha salido tanta concordia?
Señor, responderé aún atónito:
He venido aquí con Hermia.
Queríamos huir de Atenas
para poder, sin caer en la ley ateniense. . .
La bella Helena me contó su huida
y yo les seguí.
Helena me perseguía. . .
Pero, mi buen señor. . .
Buenos amantes,
ya oiremos más tarde tales discursos.
Hermia, seguiré la voluntad de tu padre.
Estas parejas se unirán en el templo
junto con nosotros.
¡Felicidad, queridos amigos!
Que la alegría y los días de amor
acompañen vuestros corazones.
Veamos qué máscaras y danzas tenemos
para pasar estas tres largas horas
antes de ir a dormir.
«Una tediosa escena del joven Píramo y de su amada Tisbe:»
«farsa muy trágica».
¿Comedia y tragedia?
¿Tediosa y breve?
Eso es hielo caliente. . .
¿Quién la representa?
Hombres de duro trabajo
que hasta ahora jamás habían usado la cabeza.
Quiero oír esa obra.
Nada malo puede haber en ella
si está inspirada en la sencillez.
Acomodaos.
Si os ofendemos, es con nuestra mejor intención.
Pensad que no venimos a ofender, sino de buena voluntad.
Y con poco arte nos presentamos,
que es el principio de nuestro fin.
Nuestra intención es
que todos estén contentos,
no estamos aquí para que lo lamentéis.
Los actores están dispuestos,
y a través de la pieza sabréis lo que queréis saber.
Éstos no saben donde tienen los puntos.
El discurso ha sido un completo desorden.
Ha pasado por su prólogo como un potro desbocado.
En efecto, ha ejecutado su prólogo cual niño sobre un caramillo:
notas, pero sin compás.
Hay que hablar con propiedad.
- Señores. . . - ¿Qué sigue ahora?
Quizás os extrañará el espectáculo,
pero al final la verdad lo revelará todo.
Este hombre es Píramo,
la dama es Tisbe.
Este hombre
representa la Pared
que separa a los amantes.
Este hombre representa
el Claro de Luna.
Esta terrible bestia es el León.
En cuanto al resto, los amantes, el Claro de Luna y la Pared
os contarán la historia
mientras estén en escena.
Me pregunto si el león hablará.
No sería extraño:
un león puede hablar, si tantos asnos pueden.
En el interludio
yo represento una pared :
una pared, imaginaos,
con grietas y agujeros.
Y ésta es la grieta
por la que hablan los amantes.
¿Pueden cantar mejor la cal y el pelo?
¡Una pared
muy espiritual!
Píramo se acerca,
silencio.
¡Oh, noche sombría,
noche ennegrecida!
¡Noche que estás donde no hay día!
¡Oh, noche!
Espero que Tisbe no olvide su promesa.
¡Y tú, oh dulce y amable Pared,
que te alzas entre el terreno de su padre y el mío!
¡Tú, oh dulce y amable Pared,
muéstrame la grieta por donde pasar la mirada!
¡Gracias, cortés Pared!
¡Que Júpiter te proteja!
¡Pero qué veo!
¡Tisbe no está aquí!
¡Vil Pared, malditas
sean tus piedras por haberme decepcionado!
Quizá la Pared debería devolverle la maldición. . . .
Imposible:
«Haberme decepcionado»
es el pie para Tisbe,
y aquí llega.
¡Oh, Pared, que a menudo has oído mis lamentos
por tenerme separada de mi hermoso Píramo!
¡Cuántas veces mis labios
han besado tus piedras!
Veo una voz: a través de la grieta
escucharé la cara de mi Tisbe.
¡Tisbe!
Eres mi amor, supongo. . .
Piensa lo que quieras.
¿No eres mi amor. . .?
Piensa lo que quieras. ¡Oh, bésame
a través del agujero de la pared!
- ¡Oh, bésame! - Mi amor. . .
He besado el agujero de la pared,
no tus labios.
¿Quieres que nos veamos en la tumba de Nino?
Por mi vida, ahí voy sin. . .
- ¡«Dilación»! - . . .dilación.
Yo ya he cumplido mi papel;
ahora la Pared se va.
¡Qué pieza más absurda!
No es tan mala
si le ponemos imaginación.
Ahí vienen dos bestias nobles: un hombre y un león.
Damas
que os espantáis
ante el más pequeño ratón,
debéis saber que soy Berbiquí, el ebanista,
haciendo de León.
Una bestia gentil.
La mejor que he visto jamás.
Oigamos a la Luna. . .
Esta linterna representa los cuernos de la luna.
Debería llevarlos sobre la cabeza.
Y yo soy el hombre de la luna.
Debería de estar dentro de la linterna :
¿cómo, si no, puede ser el hombre de la luna?
Esta linterna. . .
Debe de tener miedo de la vela.
Prosigue, Luna.
Todo lo que tengo que decir es que la linterna es la luna.
Yo soy el hombre de la luna ;
este manojo de espinos es mío; y éste es mi perro.
¡Me aburre esta Luna!
Ojalá cambiara.
¡Silencio,
llega Tisbe!
Ésta es la tumba de Nino.
¿Dónde está mi amor?
¡Bien rugido, León!
¡Buena huida, Tisbe!
¡Buena caza, León!
¡Buena huida, Tisbe!
¡Bien alumbrado, Luna!
La Luna brilla con mucho encanto.
Dulce luna,
agradezco tus rayos solares,
agradezco
tu magnífico esplendor.
¡Pero espera! ¡Pobre caballero,
qué desgracia! Ojos, ¿veis?
¿Cómo puede ser esto?
¡Ànade encantadora!
¡Oh amada mía! ¡Tu manto, manchado de sangre!
¡Venid, terribles furias!
¡Cortad cuerdas y tendones!
¡Agostad, aplastad, concluid y matad!
Me da lástima
este hombre.
¡Oh! ¿Por qué forjaste al león, Naturaleza?
¡Un león infame ha desflorado
a mi amada!
¡Lágrimas, consumidme! ¡Espada,
hiere el pecho de Píramo!
¡Así muero! ¡Así, así, así!
Ahora ya estoy muerto,
mi alma ha volado al cielo.
¡Lengua, pierde tu fuego!
¡Luna, sigue tu vuelo!
Ahora muero. . .
Un cirujano podría salvarlo
y convertirlo en un asno.
Ya viene Tisbe para concluir la obra.
Espero que sea breve.
¿Duermes, amor mío?
¿Cómo? ¿Muerto mi palomo?
¡Oh, Píramo, levántate!
¡Habla! ¿Te has vuelto mudo?
¿Has muerto?
Una tumba cubrirá tus dulces ojos.
¡Estos labios de lirio, estas mejillas amarillas
como prímulas
se han ido!
Amantes, lamentaos: sus ojos eran verdes como puerros.
¡Lengua, ni una palabra más!
¡Fiel espada,
húndete en mi pecho!
¡Adiós, amigos!
¡Así acaba Tisbe!
¡Adiós! . . .
El León y la Luna enterrarán a los muertos.
Sí, y también la Pared.
No, la pared ya está derribada.
¿Queréis ver el epílogo
o escuchar una danza?
¡Nada de epílogos, por Dios!
¡Veamos vuestra danza!
La lengua de hierro de la medianoche ha dado las doce.
Es la hora de las hadas.
Temo que al amanecer nuestro sueño se prolongará tanto
como larga ha sido la noche.
¡Queridos amigos, a la cama!
He aquí el momento en que el lobo aúlla a la luna.
Ronca cansado el labrador, abrumado por la ruda tarea.
He aquí el momento en que crepitan los últimos tizones,
mientras el búho se lamenta.
He aquí el momento
en que de las tumbas
salen los espectros.
Y nosotras, las hadas, que corremos en el carro de Hécate
huyendo de la presencia del sol,
nos regocijamos,
y nada perturbará esta casa.
Me han enviado para barrer el polvo de detrás de la puerta.
¡Esparce luz por toda partes,
y que los elfos canten conmigo
esta canción!
Atención : a cada palabra
corresponde una nota.
Cantaremos y bendeciremos
este lugar.
Que hasta el alba
las hadas ronden por esta casa.
Bendeciremos
el tálamo nupcial
para que la prole que de allí salga
engendrada sea afortunada.
Estas parejas
se amarán siempre fielmente.
Hadas,
esparcid perlas de rocío
y bendecid cada una de las habitaciones,
llenando el palacio de dulce paz.
¡Que la seguridad
reine aquí siempre!
¡Apresuraos!
Al rayar el día nos encontraremos.
Si os hemos defraudado,
pensad que todo tiene su lado positivo:
Habéis dormido una buena siesta
mientras habéis tenido estas visiones.
Buena gente, no nos riñáis.
Si nos perdonáis, mejoraremos. O decid que Puck es un mentiroso.
Buenas noches tengáis.
Dadme las manos,
y Robín os lo pagará con creces.