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Al hablar del lenguaje, a menudo nos fijamos en las categorías universales
como sustantivos y verbos, vocales y consonantes, sintagmas y oraciones.
Resultan ser conceptos metalingüísticos sobre los cuales se construyen las lenguas
específicas.
Es como si la diversidad vívida de los idiomas del mundo sólo fuera
el glaseado de la fuerte unidad del pastel lingüístico.
Además el lenguaje se basa en nuestra manera de pensar y procesar información
que son en sí universales entre los seres humanos. Así que los idiomas y las cultures son
superficiales pero el lenguaje y la cognición son profundos.
Pero ésta no es la única manera de reflexionar sobre el lenguaje.
¿Qué pasa si nuestra lengua materna de hecho se relaciona con nuestra manera de
concebir la realidad?
Desde este punto de vista un idioma es un modo particular de conceptualizar el
mundo, y tiene lazos íntimos con la cultura.
Benjamin Lee Whorf habló así del lenguaje en los años 1930.
Argumentó que los distintos idiomas representan distintas maneras de pensar en
el mundo que nos rodea.
Este punto de vista ha acabado llamándose la Relatividad Lingüística.
Al explorar la gramática del idioma hopi, concluyó que
los hopi tienen un concepto del tiempo completamente diferente al de los
idiomas europeos
y que los conceptos europeos del tiempo y la materia
están realmente condicionados por el idioma en sí.
Una consecuencia práctica de la
relatividad lingüística: la traducción directa entre los idiomas no es siempre posible.
Como el hopi y el inglés no son simplemente
dos maneras de expresar el mismo significado en diversas palabras,
los pensamientos o los puntos de vista no se preservan durante la traducción.
La relatividad lingüística en su máxima expresión, que es la idea de que los puntos
de vista varían de idioma a idioma, depende del Determinismo Lingüístico, que es
la idea de que el lenguaje determina el pensamiento.
Dicho de otro modo, la manera en que la gente piensa no sólo varía según su idioma materno
sino también se basa en y está determinado por el idioma específico de su comunidad.
La relatividad lingüística
se ha criticado y abandonado a lo largo de los decenios.
Sus críticos aspiran a demostrar que la percepción y la cognición son universales,
no atadas al lenguaje y a la cultura,
pero algunos psicólogos y antropólogos siguen argumentando que las
diferencias en la estructura y en las palabras de un idioma tal vez jueguen un papel en
la determinación de nuestro pensamiento.
Experimentos sobre cómo los hablantes de distintos idiomas abordan
las tareas no lingüísticas siguen provocando el debate.
Gracias por acompañarme en este rápido recorrido por la relatividad lingüística y
el determinismo lingüístico.
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