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Vuelva a ti, cielo nativo, mi pensamiento con dulce deseo,
entre cánticos y bebidas.
Con cruel deseo, insultan los malvados al suelo nativo entre cánticos y vino.
Con ramas de laurel, con vino y con oro,
premiad el valor del valiente vencedor.
Día de venganza, apresúrate más velozmente,
despierta el valor en el corazón a los vencidos.
¡Viva, viva el gran capitán!
¡Orgullo de Francia, y el primero por su valor!
Es rayo de guerra.
¡Jamás hiere en vano, y los suyos lo aman!
¡Así, de estos muros que llaman Palermo,
lo dijo el general, ¿es cierto?, somos los señores!
¡Ah, ah! Tu pie vacila. ¡Amigo, estás borracho!
¡Estoy borracho de amor! ¡Ah! Me gustan todas las mujeres hermosas.
El siciliano está celoso y orgulloso del corazón de sus mujeres.
Ah, no. ¡No hay corazón que no ceda ante la visión de un uniforme! Ya lo verás.
Pero, ¿y sus maridos?
Mujeres gentiles y esposos afables tendrán en mí a un vencedor generoso.
Con ramas de laurel, con vino y con oro,
premiad el valor del valiente vencedor.
Día de venganza, apresúrate más velozmente,
despierta el valor en el corazón a los vencidos.
¿Qué hermosa estrella del cielo se ofrece a mi mirada?
¿Cuál es, entre nosotros, el nombre de una belleza tan singular?
¡Vestida de luto, es hermana del príncipe
que fue decapitado, y está aquí como rehén!
Ahora, llora con tristeza a su amado hermano.
Amigo del suevo que tanto lo quería.
¡Pagó con su sangre el cariño fatal!
Hoy, recuerda ese día doloroso.
Ruega reposo para el alma fraterna.
¡Y desea que el Cielo vengador nos fulmine!
¡Y tiene razón en que nuestro capitán fue demasiado cruel!
¡Ah! ¡Calla!
¡A un soldado, no le cuadran semejantes palabras!
¡Oh, día fatal, día de dolor, cuando la espada enemiga
privó al suelo materno de sus mejores hijos!
¡Oh, mi hermano Federigo!
¡Oh, noble alma!
¡Flor que arrancó un cruel ciclón
en su primera mañana!
¡Muerte, muerte al cruel
que truncó tu vida!
¡Y aquí se muestran todos indiferentes ante tanta matanza!
Sólo de mí, hermano mío,
obtendrás la venganza.
Ya hemos vaciado bastantes copas. Alégrenos ahora la canción.
¡Que cante el siciliano nuestras glorias!
- ¿Eso piensas? - ¡A fe mía!
¿Cuál de estas hermosas damas entonará ahora una gentil canción?
¡Flor de belleza, vamos, a ti se te espera!
¿Qué va a ser de nosotras?
El derecho de los fuertes hizo de mí el señor.
¡No puedes rehuir al vencedor, mujer!
¡Basta de tardanzas! ¡Venga!
Soldado, ¿a tanto te atreves?
¡Vas a cantar! O si no...
Sí.
Cantaré.
En alta mar, y batido por los vientos,
¿ves ese barco a merced de los elementos
y a punto de naufragar?
¿Oyes el llanto del marinero
por su barco estrellado?
¿Oyes el llanto del marinero?
¡Ay! Dios todopoderoso,
calma cielo y mar con tu sonrisa.
¡Ascienda a ti mi ardiente plegaria;
en ti, confía el marinero!
Y Dios responde con su voluntad soberana:
«El Cielo sonríe a quien confía en sí mismo».
«¡Mortales! ¡Vuestro destino está en vuestra mano!»
Tened valor, hijos audaces de la mar.
¡Despréciense los peligros, gemir es una vileza!
Quien carece de valor ofende gravemente al Cielo.
¡Atreveos! ¡Y Dios protegerá la alta empresa!
- ¡Oh, qué palabras! - ¡Qué ardor!
¿Y por qué escucho las plegarias? ¿Por qué están pálidos todos los rostros?
¿En el culmen de la batalla, estáis temblando de miedo?
¡Valor! Responded al bramido de las olas y a los estruendos del trueno.
¡Despiértese por fin vuestro valor, corazones invictos!
Esas palabras han despertado el valor en mi corazón.
¡Suspirar es una vileza!
Venguemos la horrible vergüenza, despreciemos la servidumbre,
y Dios estará con nosotros.
¡Las copas llenas de vino alegran todos los corazones!
Tened valor, hijos audaces de la mar.
¡Despréciense los peligros, Dios os guiará!
Vénguese la ofensa, acábese con la cruel servidumbre.
¡Atreveos! ¡Y Dios protegerá la alta empresa!
¡Vamos! ¡Adelante, valor!
Vénguese el ultraje.
¡Resplandezca la espada en manos del valiente!
¡Ah, corramos, ataquemos!
¡Pero qué estruendo provoca esta canción!
¡El! ¡Oh, Cielos!
¡Oh, furor! ¿Qué es lo que veo?
¡En su presencia, todos se aterrorizan, gran Dios!
Me estremezco de ira ante su aspecto tremendo.
Se estremecen con un odio contenido, tremendo.
Mi alma se espeluzna de horror.
¡Pero mi corazón sonríe de desprecio!
- ¡Oh, hermano! - Ella piensa en su hermano gimiendo.
¡Que se estremezcan, devorando en silencio la vergüenza y el cobarde furor!
¡Y mi corazón sólo anhela venganza!
- ¡Oh, mujer! - ¡Oh, Cielos! ¿Qué veo? ¡Arrigo! ¿Y voy a creerle?
- Tú prisionero... - ¡Entre mis seres queridos, que nada sabían de mi destino,
- soy, en este lugar, un hombre libre! - ¡Oh! ¿Qué es lo que dices?
¡Jueces atemorizados dictaron una sentencia justa!
¡Tanto osaron a pesar de Monforte!
¡Qué alegría! ¿Es eso cierto?
¡Soy del todo libre!
Fue sólo un acto de justicia
y no un perdón.
Tu loca audacia es señal de un corazón desagradecido.
¡Muéstrale tu agradecimiento por ser tan clemente!
¡Di mejor que está débil!
Su brazo es demasiado débil para empuñar la espada, pero su corazón es fuerte.
¡Descansa para luego golpear mejor!
- ¡Ah, calla! - ¡No te atrevas! - ¿Y por qué?
¡Ah! ¡Ojalá la fortuna lo trajese entre estos muros para mi venganza!
¡Ahora lo verás! Contén tu vehemencia.
- ¿Dónde está? - ¡Delante de ti!
¡Cielos!
¡Ay de mí! ¿Qué va a ser de él?
¿No me respondes?
¡Ah! ¡No puedo!
¡Me han arrebatado la espada!
¡Marchaos!
Tú quédate aquí: ¡te lo ordeno!
- ¿Cuál es tu nombre? - ¡Arrigo! - ¿Nada más?
¡Bástele eso a mi enemigo!
- ¿Y tu padre? - ¡No tengo padre!
Sé que acabó sus días errabundo y exiliado,
lejos del techo patrio, lejos de sus seres queridos.
¡Ahora háblame de tu madre!
¡Ah! ¡Ella ya no está!
Ya hace diez meses que, ¡pobre de mí! , la perdí.
¡En breve, volveré a verla!
Sé que, antes de perderla, te acogió el palacio del duque Federigo.
- ¡Sí, me acogió la casa de ese héroe! - ¡De ese traidor!
El me guió, magnánimo, entre sus tropas.
Se dignó a apoyar mis pasos igual que un padre.
Mi gloria fue seguir los nobles ejemplos de honor.
Viví por él e, intrépido, por él quiero morir.
Castiga el atrevimiento de mi audacia juvenil;
¡me siento capaz de odiarte y morir!
¡Lo creo capaz de odiarme y morir!
No me preocupan las cadenas, desprecio el dolor;
¡mi corazón va feliz al encuentro de la muerte!
¡Su corazón no teme!
¡Debería castigarte, pero disculpo una necia osadía!
- ¿Hay piedad en ti? - En una gran alma, las iras se acallan.
Para salvarte, quiero ofrecer a tu valor
una meta más excelsa, joven, digna de un noble corazón.
¡Con sólo pensar en la gloria, tu pecho debería estremecerse!
¿La gloria? ¿Dónde encontrarla?
¡Entre mis banderas!
¡Ven con mis intrépidas tropas, ven, así tendrás perdón!
¡No! ¡No soy tan vil!
- No, castiga la osadía de un audaz. - En él, me agrada esa audacia.
¡Me siento capaz de odiarte y morir!
No me preocupan las cadenas, desprecio el dolor;
¡mi corazón va feliz al encuentro de la muerte!
¡Vete, pues! ¡Y olvida, ingrato, mi clemencia!
Pero escúchame, jovencito, ¡oye antes un consejo!
¿Ves ese albergue? Jamás debes traspasar su umbral.
¿Y por qué?
¡Ya lo sabrás!
¡Teme que tu corazón arda de un amor infausto!
Créeme lo que te digo: ¡El amor te perderá!
¿Quién te lo ha dicho?
Leo en tu pensamiento.
Para mí, no hay secretos.
Todo me resulta ya conocido.
¡Ah, huye! ¡Te lo ordeno!
¿Y con qué derecho?
¡Te he dicho que así lo quiero! ¡Vete!
No respeto tu prohibición.
El corazón no tiene leyes.
¡Temerario! ¡Qué osadía! ¡Muéstrate menos altivo conmigo!
¡No despiertes en mi pecho la ira que caerá sobre nosotros y sobre ti!
¡Soy libre, y, en mí, la audacia de una gran alma es algo innato!
¡Tu ira puede golpearme, pero no tiemblo en tu presencia!
¡Pon freno a tu loca osadía,
y no traspases jamás ese umbral!
¡Te lo ordeno!
¿Tú?
¡Sí!
Mi odio fue siempre mortal.
¡Pero yo lo desprecio!
¡Y habrás de morir!
¡Por ella, no temo a la muerte!
¡Oh, patria,
oh, querida patria, al fin te veo!
El exiliado te saluda tras tan larga ausencia.
Beso tu suelo floreciente
lleno de amor.
¡Te traigo mi promesa
con mi brazo y mi corazón!
¡Oh, Palermo, tierra adorada,
sonrisa de amor tan querida para mí!
¡Levanta esa frente tan ultrajada,
recupera tu esplendor primigenio!
Pedí ayuda a naciones extranjeras,
vagué por castillos y ciudades.
Pero, insensibles a los fervientes ruegos, respondían:
«Sicilianos, ¿dónde está vuestro antiguo valor?»
«¡Arriba, levantaos a la victoria y al honor!»
¡Oh, Palermo, tierra adorada,
sonrisa de amor tan querida para mí!
¡Levanta esa frente tan ultrajada,
recupera tu esplendor primigenio!
Anuncia a nuestros fieles mi llegada
y la esperanza que devuelvo a su corazón.
Tú ve en busca de Arrigo y prevén a él y a la duquesa
de que espero aquí a ambos, ¡y cuanto antes!
Maduremos la venganza en la oscuridad y el silencio.
El cruel opresor ni la teme ni la espera.
Maduremos la venganza en la oscuridad y el silencio.
El cruel opresor ni la teme ni la espera.
Santo amor, que ardes dentro de mí,
habla al corazón de mis hermanos.
Ha llegado el final de tanto dolor, ¡por fin sonó la gran hora!
¡Sea salvado el amado suelo, y después moriré contento!
En la oscuridad y en el silencio, es más segura la venganza.
El cruel opresor ni la teme ni la espera.
- ¡Partid! ¡Prudencia! - ¡Partamos!
- ¡Partid! ¡Y silencio! - ¡Partamos!
¡Silencio! ¡Y valor!
¡Ah! Sea salvado el amado suelo.
¡Después, moriré contento!
¡Mis leales amigos, al fin vuelvo a veros!
¡Duquesa! ¡Arrigo!
¡Es él!
¡Procida, amigo!
- ¡Sí, vuestro siervo! - ¡Nuestra única esperanza!
Y Sicilia, decidme, ¿está ya preparada? ¿A qué esperáis ahora?
¡Nada! Su corazón sometido tiembla impaciente,
pero incierta y lenta, o todo o nada teme.
¡Inflámese su indignación y actuemos juntos como una sola persona!
¡Ya lo he intentado!
¡Escaso de fuerzas, el pueblo aún duda!
¡Muy bien! ¡A su pesar, debemos intentar
un golpe audaz, extremo!
¡Y nazca al fin el día
en que, harto de nuevos ultrajes del yugo francés,
se despertará,
se despertará y armará su mano!
Ojalá llegue tal día...
¡Las parejas de novios que une la ciudad en la iglesia con solemne rito
podrían servir de pretexto!
-Acude una gran multitud. - ¡Y hace leves los peligros!
La masa es fuerte.
¡El ardor del pueblo, encendido por una simple chispa,
estalla en un momento!
¡Manos a la obra! Es una noble empresa.
¡Y necesito un corazón y un brazo nobles
para satisfacer mi deseo!
- ¿Y cuál? - ¡El tuyo!
¡Ordena!
¿Cómo podré agradecer tu valor, valiente?
¡Mi premio está en el homenaje que pongo a tus pies!
¿No te arredra la ira del tirano amenazador?
Su furia no me da miedo.
- ¡Y, en cambio, señora, tiemblo ante ti! - ¿Qué oigo?
¡Ah! Descienda un rayo de esperanza de tus ojos angelicales,
y en esta alma volverá a arder un nuevo valor.
¡Mujer, te amo! Ah, has de saberlo, no deseo otra merced
que el derecho de luchar y de morir por ti.
¿Qué decirle?
¡Junto a la tumba que se abre,
presa de mi cruel tormento,
no sé frenar las palpitaciones
que siento en mi pecho!
Hermano, tú que ves mi dolor
desde las alturas celestiales,
¡ay, hermano, perdóname
si abro mi corazón al amor!
¡Ah! ¿He oído bien?
¡Ah! ¿No me desprecias?
¿A mí, que he osado elevar hasta ti mi mirada?
¿No rechazas
la fidelidad y la miseria de un humilde soldado?
¡Oh, hermano!
¡Ay, perdóname!
¡Venga a mi hermano
y serás para mí más noble que un rey!
¡En esta tierra, pobre de mí, estoy solo y abandonado!
¡Venga a mi hermano, Arrigo, y seré tuya!
¡Sí, lo vengaré!
¿Lo juras?
¡Te lo juro por mi cabeza, te lo juro por mi corazón!
Consagro tu juramento y lo conservo en mi corazón.
¡Caballero, el virrey os envía esta nota!
¡Una invitación al baile!
¡Os concede, señor, un inmenso honor!
Que yo no acepto.
Rechazar tan gran favor es un delito.
Aun así, lo rechazo.
En su nombre, entonces, os lo ordeno.
¡Y seguidnos de inmediato!
¡Ah, no! ¡No toleraré semejante ultraje!
¡Soldados!
Cielos, ¿qué estáis haciendo?
He entregado mi mensaje.
¡Unir tan malvado escarnio a tan atroz insulto!
- Arrigo... - Oh, Cielos, ¿qué ha pasado?
¡Lo conducen al terrible palacio!
¡Un nuevo obstáculo para nuestros planes!
Confiábamos en él, en su valiente corazón.
¡Ahora está perdido con seguridad!
¡Ah, no! Será liberado.
¡Lo quiere el honor!
¡Silencio!
Todo el pueblo está en camino y se dirige hacia aquí.
¡Qué guapas son las esposas! ¡Qué apuestas son!
- ¿Os gustan? - ¡Mucho! - ¡Lo leí en vuestro pensamiento!
- ¿Y tú, quién eres? - Vuestro amigo sincero.
Mira: ¡son realmente preciosas! ¡Van alegres a casarse!
- ¿Qué importa? - ¿Y sus prometidos?
¡Bah! ¡Tonterías! ¡A los vencedores, todo se les permite!
- Recuerdas ese cuadro... - ¡El rapto de las sabinas!
¡Eran romanos!
¡En la batalla y en el amor, el guerrero francés no cede ante nadie!
¡Viva la guerra, viva el amor!
Para nosotros, el dolor está proscrito de la Tierra.
Ahora, ya eres mía: es vano el rigor.
¡Sería una locura sustraerte a mi corazón!
- ¡Ah! ¡Cálmate, preciosa morena! - ¡Ah! ¡Déjame!
Aparta ahora todo temor.
¡Ah! ¡Cálmate! ¡Muy pronto, sabrás adorar a tu guerrero!
¡Ah! ¡Déjame!
¡Ella ha de ser respetada!
Y protegedlo también a él, amigos, que nos dio tan buenos consejos.
¡Ella ha de ser respetada!
¡Ejerces tu fuerza sobre mujeres inermes!
¡Esto que haces infama a un guerrero!
Es bárbaro y despiadado quien se burla del dolor.
¡Es un miserable execrable quien insulta al honor!
¡Me cubre el rubor!
¡El terror invade mi pecho!
¡Callar de nuevo! La infame vergüenza me conviene tragar.
Pero ya me parece sentir
hervir en mi corazón
la furia de un león herido por una flecha.
¡Por él, no padecí ultraje!
¡En ellos, habló el respeto!
¡Es cierto!
- ¡Fue en honor a su valor! - ¡Todos despreciaron a los cobardes!
¡Es cierto!
- ¡Y tú, alma temerosa - y llena de terror,
- ves raptar a tu prometida, - no matas al raptor!
¿Cómo podéis conteneros?
¿Y guardar este ultraje, cobardes, en el corazón,
mientras los vencedores insultan a vuestras mujeres raptándolas?
Ya ha hablado demasiado el dolor en mi pecho.
¡Ya es hora de vengar la infame vergüenza! ¡Calle ya la cobardía!
Ya siento, en mi corazón, hervir la furia terrible de un león.
¡Ah! ¡Sí, ya podía hervir el furor!
¡Se acerca la hora del placer!
¡Con las Gracias, desde tu cielo, desciende ya, dios del amor,
para hacer felices nuestros días!
Con hermoso rostro, y sin velo, como la bella Afrodita,
¡ven a mí, auténtica diosa!
¡Fresco es el viento, y oscurece el día!
¡Se acerca la hora del placer!
¡Con las Gracias, desde tu cielo, desciende ya, dios del amor,
para hacer felices nuestros días!
¿Adónde se dirigen, transportadas portan lujosa nave?
¡Al palacio, a la fiesta!
¡Sigámosles en busca de venganza!
¿Y cómo?
Me disfrazaré para que no me reconozcan:
¡cual rayo veloz, caeré sobre el tirano
entre la multitud festiva, dando rienda suelta a mi furor!
- ¡Y tendrán espadas! - ¡Y nosotros, puñales y valor!
¡Ah! Se acerca la hora del placer...
¡Ya ha hablado demasiado el dolor en su pecho!
¡Ya es hora de vengar la infame vergüenza!
Con hermoso rostro, y sin velo, como la bella Afrodita...
¡Sí, venganza, venganza!
...¡ven a mí, auténtica diosa; fresco es el viento, y oscurece el día!
¡Vamos, deprisa! ¡Venganza!
Ya siento, en mi corazón, hervir la furia terrible de un león.
Ya siento, en mi corazón, hervir el furor.
Ya corren hacia sus armas.
¡Venganza!
¡Sí, me aborrecía, y con razón!
¡Fui tan malvado con ella,
que llegué un día a raptarla!
¡Me odiaba y huyó de mí!
¡Ocultó durante tres lustros al hijo del abrazo paterno
y lo educó en el horror a su padre!
Tú, que eres más cruel que yo,
¿me llamas cruel?
¡Ah! ¡Cerca de su muerte, dictó la mujer fatal
este nuevo insulto al corazón de un padre!
«Tú, para quien nada es sagrado,»
«si el sangriento patíbulo amenaza al valiente Arrigo,»
«honor del suelo patrio,»
«salva, al menos, esa cabeza inocente».
«¡Es la de tu hijo!»
¡Oh, hijo!
¡El caballero, obstinado, se negaba a venir aquí
y fue traído a la fuerza!
¡Está bien!
¿Qué pena le será infligida?
Ninguna; ha de ser respetado y tenido en alto honor.
Ahora, vete, Bethune.
¡Que acuda en mi presencia!
En brazos de riquezas, en el seno de los honores,
un inmenso y horrible vacío reinaba en mi corazón.
¡Un futuro dichoso
luce sonriente para mí
si se me concede, hijo, vivir a tu lado!
El odio le aparta en vano de mí;
su orgulloso corazón será conquistado,
sí, en el fulgor de este palacio,
por el inmenso amor del corazón paterno.
En brazos de riquezas, en el seno de los honores,
un inmenso y horrible vacío reinaba en mi corazón.
¡Un futuro dichoso
luce para mí
si se me concede, hijo, vivir a tu lado!
¿Sueño, o estoy despierto?
¡Todos corren humildes y solícitos a satisfacer mis deseos,
y a una señal mía, contentos se muestran!
¡Esto es un nuevo juego de un tipo realmente extraño,
porque de ti no espero otra cosa que la muerte!
¡En vano la esperas!
¡Y sin temor, libre en este palacio,
puedes llamarme injusto
y tramar contra mí vanas insidias!
Defender su tierra es un noble empeño.
¡Combato contra un tirano!
Pero luchas como un cobarde.
¡Yo hiero con la espada, y tú recurres al puñal!
¡Ni siquiera te atreverías, audaz, a mirarme fijamente a la cara!
¡Mira! ¡Estoy indefenso en tu presencia!
¡Para mi desdicha!
Necio salvado por mi clemencia,
¿ésta es la gratitud que me reservas?
¡Te crees generoso,
pero fuiste ingrato!
Ah, ¿qué va a pasar?
Cuando en mi pecho hablaba por ti la piedad sincera de un ciego error,
cuando te salvé siendo un rebelde,
Arrigo, ¿no te dijo nada el corazón?
¡Con su voz, me estremezco de miedo, en vano ahuyento mi terror!
¡Pobre de mí!
¿Y ante el dolor intenso que me aflige,
no palpitó tu joven alma?
¡Y ya ves, sin embargo, cómo asoman
las lágrimas en mis tristes ojos!
¡A qué nuevo y despiadado tormento me ha condenado el injusto destino!
¡Muy bien, Arrigo! Si mi tormento no conmueve tu duro corazón,
lee las palabras de tu madre.
¿De mi madre?
Sí.
Ingrato.
¡Sí!
Mientras contemplo ese rostro amado, siento cómo brinca de dicha mi corazón.
- Al fin soy feliz en esta tierra - ¡La letra materna! ¡Aquí, en mi corazón!
por poder volver a decir: ¡hijo mío!
¡Cielos! ¿Qué es lo que descubro?
Se me revela un funesto secreto. ¡Tiemblo de horror!
Mientras contemplo ese rostro amado, aunque impregnado de terrible dolor,
el alma está conmovida, pues ya puedo decir:
¡Este es mi hijo, vuelvo a ser padre!
¡Tiemblo de horror!
¡Vuelvo a ser padre!
¡Funesto secreto!
Pero, ¿cómo? ¿Rehúyes, hijo, mi mirada?
¡Ah! ¡Estoy horrorizado!
¡Entonces no sabes quién soy!
¡Ah, mujer! ¡Oh, te he perdido!
¿Acaso te es desconocido mi poder, Arrigo?
¡Yo soy Monforte!
¡Oh, mujer! ¡Te he perdido!
Basta que lo digas, y te será concedido cuanto pidas y esperes.
Bienes, títulos, honor y riquezas:
¡podré darte cuanto desee tu ambición!
¡Déjame en manos de mi destino
y entonces seré feliz!
Pero, ¿es que no sabes de la espléndida fama que me rodea?
Mi nombre es glorioso.
¡Es un nombre detestado!
¡Palabra fatal! ¡Insulto mortal!
¡Ha muerto la esperanza que el alma soñó! ¡Justicia suprema!
¡Terrible anatema cae sobre el hijo que ha injuriado a su padre!
¡Ah! ¡Déjame!
- ¡Déjame, cruel, con mi dolor! - ¡Apláquese ese corazón contumaz!
¡Ah! ¡Hijo, en vano me llamas cruel,
que te venza la súplica de un padre!
Si es cierto que me amas, déjame huir...
¡A otro país!
¡A otra tierra, huir a otra tierra!
¡Ah! Me gustaría lanzarme sobre tu pecho.
- ¡Pero no puedo! - ¿Quién te lo impide, ingrato?
La imagen de mi madre,
que se interpone entre nosotros.
Tú fuiste su verdugo.
¡Hijo mío!
¡Y me avergüenzo de que el corazón pudiera vacilar entre vosotros dos!
¡Oh! ¡Hijo mío!
Sombra amada, que reposas en el Cielo,
devuélveme la fuerza que perdió el corazón.
¡Que tu mirada piadosa vele sobre mí
y ruega por mí, madre!
¡Ah! ¡Entrégate a un padre, hijo!
¡Abre tu pecho a un amor santo!
¡Oh, espléndidas fiestas! ¡Noches llenas de alegres bailes y raras bellezas!
¡Esos esplendores son rayos celestiales que infunden amor y voluptuosidad!
Aquí, entre los alegres remolinos de las danzas entrelazadas...
...nuestros fieles esconden sus rostros bajo las máscaras.
¡Que todos se den a conocer con estos lazos!
¡Esos fuertes e intrépidos brazos no golpearán en vano!
Y, en breves instantes, vengadores brillarán aquí las espadas.
¡Monforte morirá entre sus feroces esbirros!
¡Dios santo! (¿Quién lo salvará?)
¿Palideces?
- Alguien podría oírte. - ¿Y quién? - ¡El mismo!
- ¡Oh, día infausto! - ¡Aquí, dentro de un momento!
¡Oh, espléndidas fiestas! ¡Noches llenas de alegres bailes y raras bellezas!
¡Esos esplendores son rayos celestiales que infunden amor y voluptuosidad!
Son placeres nuevos para ti. ¿No estás contento?
Aquí sopla para ti un aire fatal, ¡vete!
¿Qué habría de temer?
¿Temer el qué en mi propia casa?
No puedo decirlo... Pero... ¡Te lo ruego!
¡Vete! ¡Temo por tu vida!
¿Velas ahora por mi salvación y tiemblas por mí?
¡Ah, al fin se abre esa alma a mi amor paternal!
Olvido tus pasados errores, ¡ven que te estreche contra mi pecho!
¡Ah, no! ¡Retrocede!
¡Entonces me quedaré!
¡Incauto! ¡Caerás presa de su venganza!
¡No se atreverán jamás!
Yo también juré sobre este símbolo...
¡En vano!
¡Símbolo del deshonor! ¡Yo te lo arranco, insensato!
¿Tiemblas? Sientes todo el horror de las traiciones.
¡Lo veo, la sangre francesa sigue hirviéndote en el pecho!
¡Ah, no, no es culpable quien sirve al suelo patrio!
Pero tú, ¡ay!, óyeme, sálvate. ¡Cede a mis ruegos, vamos!
- ¡En vano lo esperas! - ¡Mira, ya se acercan hacia aquí!
¡Mira cómo te rodean! ¡Las espadas brillan sobre ti!
¡Es el último día para los franceses! ¡Ataquemos!
- ¡A nosotros, Sicilia! - ¡Detente!
¡Vamos, Francia, a mí!
Detened a todos los que lleven un adorno igual.
¡Y acabad con ellos!
¡Este ha de salvarse!
¡Él ha sido un leal enemigo!
¡Oh, traición!
¡El protegió mi vida,
desveló la malvada intriga que acabará con la vida
de esos infames!
¡Qué golpe tremendo e inesperado!
¡Tan pérfido y tan ingrato!
¡Dios todopoderoso, salvaste el pecho del valiente!
¡En mi pecho estupefacto, cesaron los latidos del corazón!
¡Que la infamia sea su castigo!
¡Vergüenza al miserable, al traidor!
¡Patria adorada, mi primer suspiro,
te dejo postrada en la sangre y en el dolor!
¡Que tu santo espíritu se ilumine más hermoso
y oscura brille para él la luz del sol!
¡Vuelve ahora, agradecido, tus suspiros hacia Francia!
¡Presa del delirio, he bañado de sangre mi suelo patrio!
¡Su suelo es un espejo del dichoso Edén!
¡Ah, mujer! ¡Piedad, amigos!
¡Conmoveos con mi dolor!
No, no; está mintiendo, ¡atrás, traidor!
¡Yo sabré defenderte, conmigo vivirás feliz!
- ¡No! ¡Jamás! ¡Apártate! - ¡Atrás, traidor!
Ahora que te escuda ese malvado, caerá sobre ti una doble infamia.
¡Para mí, la gloria; para mí, la muerte!
¡Sí, para nosotros, la gloria! ¡La infamia para ti!
¡Vuelve ahora, agradecido, tus suspiros hacia Francia!
¡Oh, patria adorada, mi primer suspiro,
te dejo postrada en la sangre y el dolor!
¡Su suelo es un espejo del dichoso Edén!
¡Que tu santo espíritu se ilumine más hermoso!
¡No veo, no siento; qué luto, qué dolor!
¡Más brillante resplandezca para ti la luz del sol!
¡Para vosotros, la infamia; la gloria para nosotros!
Es una orden de Monforte. Me ha concedido verlos
por su voluntad suprema.
¡Condúcelos hasta mí!
¡Estáis aquí gimiendo en horrible prisión,
queridos míos!
¡Mientras que yo, el causante de vuestros males, no estoy apresado!
¡Víctima del destino, mal podría sustraerme
al beneficio que me angustia!
¡Clemencia injuriosa!
¡Favor insultante!
¡Me es más caro el honor que la vida!
Vengo a defenderme de una indigna sospecha.
Pero, ¿querrán ellos verme?
¿Oír cómo me defiendo?
Todos me creen un malvado,
ella me ha rechazado,
todos me odian.
¡Yo, que moriría por ellos!
¡Día de llanto, de terrible dolor!
¡Cuando el amor me sonreía,
el Cielo desvaneció ese sueño dorado,
mi corazón herido lo ha perdido todo!
¡Pensar en su cruel desdén
hace que sea más terrible el horrendo dolor!
¡Tu desprecio, Elena mía,
es una pena terrible y cruel para mi corazón!
¿Quién viene?
¡Estoy temblando!
¡Apenas puedo respirar, ay!
¡Es ella! ¡Llega dispuesta a maldecirme!
¡A maldecirme!
¡Ah! ¡Tiemblo de terror!
¡Todo, ay, todo me abandona ahora!
¡Gracia, ah, gracia, perdón! ¡Gracia, piedad!
¡Mi bien, perdón!
¡La muerte es menos cruel que tu desprecio!
¡Calla, desdén mío! Siento palpitar el corazón.
¡Quizás el traidor me tiene reservado un nuevo tormento!
Ah, vuelve tu serena mirada hacia mí
y apiádate de mis plegarias.
¡Perdóname, o déjame al menos que pueda morir a tus pies!
¡La gracia por tu delito será el remordimiento en tu corazón!
¿Perdonarte a ti? ¡Jamás!
¡Que no lo espere un traidor!
¡No soy culpable! El tremendo destino me cubrió de vergüenza y de luto.
¡Fui sólo un desdichado, pero mi corazón jamás traicionó!
No eres culpable, pero acusas al destino del oprobio que te cubrió.
¡Ruega al Cielo, desdichado, tú que has entristecido nuestros días!
¿No fue tu mano, indigno,
la que desarmó mi brazo
cuando la espada se retorcía en el pecho del cruel tirano?
¡Mi padre!
¡Tu padre!
¡Este es un vínculo horrible, un lazo fatal!
Mortal y horrible vínculo,
siempre funesto para mí,
que, para mi perdición eterna, me fue revelado por el Cielo.
¿Qué debía hacer, pobre de mí, ante una disyuntiva tan cruel?
Tú misma te ofreciste en vano en memoria de tu hermano.
Yo hice más:
¡a un padre cruel, sacrifiqué mi honor!
¡Qué secreto funesto! ¡Con él, se redobla mi dolor!
Si es sincero lo que dice, ¡conmuévete con su dolor...
Sinceras son mis palabras, él es hijo del dolor.
...tú, que estás viendo su tormento, tú, que lees en el fondo del corazón!
¡Sólo Dios conoce mi tormento, él que lee en el fondo de los corazones!
Pero, ¿y el vínculo aborrecido?
¡Mi corazón ya lo rompió! Ya he devuelto a mi padre la vida que él me dio.
Ahora soy ya libre; ¡retomo el antiguo odio!
Pero, ¿y tu nombre, y las riquezas?
¡Todo desprecia Arrigo!
A él, sólo quiero pedirle, como recompensa a mi sufrimiento,
el don de poder vivir o de morir contigo.
¡Arrigo!
Ah, hablas a un corazón que ya está dispuesto a perdonar.
¡Mi más grande dolor era tenerte que odiar!
Una brisa de alegría calma ahora mi tormento.
¡Yo te amo, te amo!
¡Y estas palabras hacen que mi muerte sea dichosa!
El odio fue ya fatal para el corazón que espera en vano.
¡Tu origen levanta entre nosotros una barrera de sangre!
¡Adiós! ¡Me espera el Cielo!
¡Adiós! ¡Mantente fiel a mí!
¡Me muero, me muero!
Y me desprendo del mortal velo pensando en ti.
¡Mantente fiel a mí!
¡Me espera el Cielo!
¡Pensando en mí!
Es un dulce rayo, un regalo celestial,
tu perdón para mi arrepentimiento.
¡Quiero desafiar a los rayos del destino
si puedo morir a tu lado!
Ahora resuena en mi alma una dulce voz,
pues el Cielo te perdona por tu arrepentimiento.
¡Quiero desafiar a los rayos del destino
si puedo morir a tu lado!
¡Ah, me perdonas por mi arrepentimiento!
¡Sí!
¡Una mano amiga, alivio de nuestros padecimientos,
entregó esta nota desde el otro lado de los muros de la prisión!
"¡Un barco de Aragón surcó vuestras aguas,"
“y ya está cerca del puerto, cargado de oro y de armas! ”
¡Y yo languidezco en prisión!
¡Si pudiera salir al precio de mi sangre! ¡Un día, una hora!
¡Santo Dios, que se cumpla mi deseo, y luego, que muera!
Pero, ¿qué veo? ¿Qué hace este hombre a tu lado?
¡Su arrepentimiento lo condujo hasta aquí!
¡Una nueva traición!
¡Ahí ves a su cómplice!
¿Cuáles son tus órdenes, señor?
¡Un sacerdote, y que sean ejecutados!
¡El pueblo se inquieta amenazante!
Que se preparen las tropas armadas, dispuestas a cumplir mis órdenes.
Tras el primer grito de los rebeldes, ¡que empiece la matanza!
¿Has comprendido?
¡Sí, he comprendido!
¿Por qué esas órdenes?
En breves instantes, llegará la última hora para ellos.
¡La muerte!
¡Oh, patria mía! ¡La muerte!
¡Ahora, que de mi vida depende tu suerte!
¡Perdona a los prisioneros, señor! ¡Concédeles la gracia!
¡O mátame con ellos!
¿Has oído?
¡Aquél que nos traicionó merece morir!
Pero no por su país.
¡Ah, vete!
¡Te declaro indigno de tanto honor!
¡Tanto ultraje te esperaba de ellos, Arrigo!
¡A ti, mi sangre!
¿Qué?
¡Es su hijo!
¡Tú que, ingrato, eliges antes la muerte
que la gloria conmigo!
¡El! ¡Su hijo!
¡Ya se ha cumplido nuestro destino!
¡Adiós, patria mía, emprendo el vuelo
hacia otra esfera sin quedar vengado!
¡Muero por ti,
pero desesperado
de abandonarte entre tanto dolor!
Sí, con sus cabezas, se verá cortado el vuelo de esa furiosa osadía.
¡En tu tumba se mudó para mí el suelo patrio!
Hermosa Sicilia, tu bello suelo se verá despojado de rebeldes.
¡Pero no morirás, mujer adorada, o juro que moriré contigo de dolor!
¡Adiós, mi patria amada, adiós, suelo floreciente!
¡En tu tumba se mudó para mí el suelo patrio!
¡Desconsolada, emprendo el vuelo hacia otra esfera!
¡No vas a morir, mujer adorada!
De profundis clamavi.
De profundis clamavi ad te, Domine!
¡Atierra, hija! ¡Postrémonos en presencia de Dios!
Ya veo sonreír al Cielo.
¡Mi hermano está esperándome!
¡Ten piedad de ellos!
¡Revoca la orden, o moriré aquí con ellos!
¡Tú, también culpable, audaz cometido emprendes!
¿Y con qué derecho te eriges en intercesor de tus cómplices?
Pero, aunque ingrato, todo concedo y doy a mi hijo.
¡Llámame padre, Arrigo,
- y, a ellos y a ti, os perdono! - ¡Oh, Cielo!
¡En vano caería ahora a mis pies todo un pueblo suplicante!
¡Con sólo que digas "padre mío”,
obtendrán de mí la gracia!
¡No lo digas jamás!
¡Y déjame morir!
- ¡Ah! ¡Mujer! - ¡Mantente fiel a mí al menos en el arrepentimiento!
¡Llámame padre, y obtendrán de mí la gracia!
¡Di “padre mío"! Dilo...
¡No lo digas jamás!
¡Y obtendrás de mí el perdón!
¡Guíame tú, Dios todopoderoso!
¿Qué es lo que veo?
¡El verdugo tiene el hacha en la mano y está aguardando mi orden!
¡Palabra cruel, orden sanguinaria!
Os seguimos.
¡Ven a la muerte!
¡A la gloria!
¡Oh, mujer!
¡Oh, patria mía!
De profundis!
¡Oh, patria mía!
¡Oh, terror!
¡Oh, Cielo!
De profundis!
- ¡Gracia! - De profundis!
¡Oh, patria mía!
¡Adiós para siempre!
¡Oh, padre!
¡Oh, dicha! ¿Será esto verdad?
¡Oh, padre!
¡Ministro de la muerte, detente!
¡Los perdono!
Que no baste mi clemencia.
Como sello de amistad entre pueblos rivales,
bendigo la unión entre Arrigo y esta mujer.
- ¡Jamás! - ¡Debes aceptar!
¡Así lo quieren, oh mujer, la patria, el hermano!
¡Te lo aconsejo!
¡Paz y perdón para todos!
¡Recupero a un hijo!
¡Oh, sorpresa mía! ¡Oh, júbilo mayor que toda alegría!
Mis labios carecen de palabras para poder expresarlo.
Palabras de paz resonarán por doquier.
Pensamientos dichosos llenan de éxtasis todos los corazones.
Que la guirnalda del amor corone la amistad.
Celébrese por fin, entre cantos y flores, la unión y el fin de tanto dolor.
El arco iris de la paz es prenda del amor. ¡Viva el fuego que encendió su corazón!
¡Viva el fuego que encendió su corazón!
¡Viva, viva la gloria, viva, viva el amor!
¡Brillas como una estrella resplandeciente!
Eres pura, eres hermosa como una blanca flor.
¡Eres el arco iris de la paz, eres la prenda del amor!
¡El cariño que inspiras seduce a todos los corazones!
Celébrese por fin, entre cantos y flores, la unión y el fin de tanto dolor.
Es el arco iris de la paz, es la prenda del amor.
¡Viva el fuego que encendió su corazón!
¡Eres el arco iris de la paz, eres la prenda del amor!
¡El cariño que inspiras seduce a todos los corazones!
¡Viva, viva la gloria, viva el amor!
¡La guirnalda del amor es una guirnalda de gloria!
Gracias, queridas amigas, por estas hermosas flores.
¡Vuestro regalo es reflejo de vuestro hermoso candor!
¡Oh! ¡Afortunado el vínculo que me prepara Amor
si sois mensajeras de felicidad para el corazón!
¡Gracias por vuestro regalo!
¡Oh, querido sueño, dulce ebriedad! ¡El corazón me brinca con un amor ignoto!
Ya respiro un aire celestial que ha embriagado mis sentidos.
¡Viva la gloria, viva el amor!
Oh, costas de Sicilia, resplandezca hoy un día sereno.
¡Demasiadas venganzas horribles te han traspasado el pecho!
Hoy se llena de esperanza, olvidando cuanto sufrió el corazón:
que el día de mi júbilo sea el día de tu gloria.
¡Agradezco, sí, el regalo de estas flores!
¡Oh, querido sueño, dulce ebriedad! ¡El corazón me brinca con un amor ignoto!
Ya respiro un aire celestial que ha embriagado mis sentidos.
¡Viva el fuego que encendió su corazón!
¡A tu corazón generoso, mujer, debe ser grata nuestra tierra!
¿Por qué?
El enemigo confía plenamente en nosotros y abandona indefenso el palacio.
Ricamente engalanados y sumidos en una loca alegría,
todos se entregan al placer, alegre y festivo.
¿Qué nos tiene reservado el destino?
¡Nada ha de serte ocultado!
En cuanto hayas dicho el ardiente "sí”,
y cuando las sagradas campanas anuncien que la boda ha concluido,
al instante, en Palermo y toda Sicilia, comenzará la masacre.
¡Al pie del altar!
Aquí... ¡En presencia del Cielo!
¿Y la fidelidad jurada?
¿Acaso es más sagrada para ti
que el suelo patrio?
¡Ah! ¡Todo daría yo por él!
- ¿También el honor? - ¡También eso!
Pero en tu corazón, donde ya se ha apagado el odio,
dime, ¿tan poderoso es el amor por un francés?
- Tu amado es el hijo de un tirano. - ¡Es mi prometido!
- ¿Y tú lo defiendes? - ¡Sí! - ¿A tanto te atreves?
¡Me atrevo a ello!
¡Mira, ahí llega!
Mujer, ¿qué es lo que te detiene? ¡Corre, denúnciame!
¡El precio es mi cabeza!
¿Yo, traicionar a mis amigos? No, no.
Pero, ¿acaso debería matar a mi esposo?
¡Ah! ¡No, no podría!
¡El precio es mi cabeza!
Corre, vamos.
Mira cómo ondea al viento
la gran bandera de Francia.
¡El eco repite el sonido jubiloso
de las fanfarrias marciales!
“En cuanto hayas dicho el ardiente ‘sí'...”
Ya ha llegado el momento anhelado.
"...y cuando las sagradas campanas..."
¡Los esponsales nos llaman al altar!
"...anuncien que la boda ha concluido,"
"comenzará la masacre”.
¡Oh, Cielos! ¿De qué lado me decantaré?
¡Ella está temblando!
¡Tiene la frente pálida!
¿Qué motivos ocultos tienes para semejante terror?
- ¡Ah! ¡Habla! - ¡Sí, habla!
¡Si te atreves!
¡Suerte fatal!
¡Ah! ¡Habla!
¡Oh, cruel conflicto!
¡Ah! Cede ante mi tormento.
¡Deja que en este trance te hable el santo amor del suelo natal!
Ten piedad de mi dolor.
¡Piedad, hermano, de mi tormento;
ilumina mi espíritu, calma mi sufrimiento!
, ¡Piensa en el hermano! ¡Él te enseñó el camino del honor!
Ten piedad de mi dolor.
Una sola mirada, una sola palabra
pueden liberarme de tanto horror.
¡Habla, cede a mi tormento!
¡Ten piedad de mi dolor!
¡Una barrera eterna se interpone entre nosotros!
Se me ha aparecido el terrible espectro de mi hermano.
¡Lo veo!
¡Está delante de mí!
¡Gracia, perdón,
Arrigo!
¡No, no, ya no soy más tuya!
- ¿Qué has dicho? - ¡Dios santo!
¡Esta boda no se celebrará jamás!
- ¡Oh, mi amor desilusionado! - ¡Oh, venganza traicionada!
¡Vete, vete! ¡Apresúrate al altar!
- ¡Oh, mi amor desilusionado! - ¡Oh, venganza traicionada!
¡Moriré, pero lo he salvado de un destino cruel y terrible!
Me engañaste, traidora, sobre la sinceridad de tu amor.
¡Ahora, infeliz, no me resta otra cosa que poderte maldecir!
¡Perjura, desleal, me arrojaste en el dolor!
¡Adiós, pues, belleza fatal!
¡Me mata el dolor!
¡No puedo soportar más tiempo tu desdén! ¡Vas a saberlo todo!
Por ti, desafío y desdeño...
La infamia y el desprecio.
¡Sigue, quiero saber!
¡Sigue! ¡Ahora vendes a Sicilia y a tus amigos a los fratricidas!
¡No, no, no puedo!
¡No estaba mintiéndote cuando te juré amor!
Arrigo, te amo, pero ser tuya...
¡No, no, jamás podré!
Me engañaste, traidora, sobre la sinceridad de tu amor.
¡Ahora, infeliz, no me resta otra cosa que poderte maldecir!
¡Vergüenza, desleal, que traicionaste fidelidad y honor!
¡No morirá, yo lo salvaré del cruel furor!
¡Adiós, pues, belleza fatal!
¡Callen las campanas para mí fatales!
¡Ah, ven, padre, que te conmueva mi dolor mortal!
¡La amada unión que yo tanto anhelaba,
por lealtad al hermano,
Elena rompe!
¡Es un error!
En vano te empeñas en luchar contra tu corazón.
¡Sé lo que se esconde en él, créeme!
Tú lo amas, él te adora.
Y yo, al que nombraste tirano, quiero volver a serlo para vosotros.
¡Dadme las manos, hijos!
¡Yo os uno, noble pareja!
¡Repicad, campanas, la dichosa nueva!
¡No, es imposible!
Por este alegre sonido que recorre el aire, ¡jura!
¡No, jamás! ¡No puedo!
¡Ah! Estáis perdidos! ¡Aléjate! ¡Vete, huye!
- ¿Y por qué? - ¿No oyes los gritos?
Es el pueblo que nos espera.
- Son las campanas que anuncian... - ¡Venganza!
¡Venganza! ¡Venganza!
¡Muerte, terror!
¡Venganza es el grito del corazón!
¡Venganza! ¡Venganza! ¡Venganza!