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¡Caigan rotos a tierra los adornos festivos,
que el pueblo de Judá se cubra de luto!
¡Ministro de la ira del Dios enojado,
el rey de Asiria se desplomó ya sobre nosotros!
¡El atroz aullido de bárbaras hordas
resonó en el santo templo de Dios!
Desgarrad, muchachas, los blancos velos,
elevad gritando los brazos suplicantes.
La ferviente plegaria de labios inocentes
es dulce perfume que asciende hacia el Señor.
¡Rezad, muchachas!
¡Aplacad el furor
de la fiera falange enemiga!
Gran Dios, que vuelas sobre las alas de los vientos,
que liberas el fulgor de los nubarrones temblorosos,
¡dispersa, destruye a las hordas de Asiria,
devuelve la dicha a la hija de David!
¡Pecamos! ¡Pero que en el Cielo
nuestras plegarias obtengan piedad, las faltas perdón!
¡Ah! Que no grite el impío con blasfemias intrépidas:
«¿Se esconde por miedo el Dios de Israel?».
¡No dejes que tus hijos acaben siendo presa
de un loco que desprecia el poder eterno!
¡No dejes que se siente en el trono davídico,
entre sus necios ídolos, el asirio extranjero!
¡Esperad, hijos!
Dios ofreció un signo de su poder.
Puso en mi poder una prenda preciosa.
La prole del rey enemigo puede traernos la paz.
¡El sol de un día dichoso despuntó quizá para nosotros!
¡Reprimid los temores!
Confiad en la eterna ayuda de Dios.
En las costas de Egipto, dio vida a Moisés.
Un día, volvió invictos a los cien de Gedeón.
¿Quién, en la hora postrera, confiando en él murió?
¡Qué estruendo!
Furibundo, avanza el rey de Asiria.
¡Parece desafiar al mundo entero con su fiera arrogancia!
Quizás el Cielo pondrá fin a su audacia impía.
Sobre las ruinas de Sión, no se asentará el extranjero.
A ti te la confío, la primera entre las asirias.
¡Oh Dios, piedad!
Como noche ante el re fulgente sol, como polvo presa del viento,
desaparecerás en la gran lucha, falso dios de Baal.
Tú, poderoso Dios de Abraham, desciende a luchar con nosotros.
Enciende en tus siervos un ardor que sea muerte...
...para el extranjero.
Enciende en tus siervos un ardor que sea muerte para el extranjero.
Como noche ante el re fulgente sol, como polvo presa del viento,
desaparecerás en la gran lucha, falso dios de Baal.
¡Fenena! ¡Oh, amada mía!
En el día de la venganza, ¿quién habló nunca de amor?
¡Infeliz!
¡Oh, cuán más hermosa refulges a mis ojos ahora
que cuando llegué como embajador de Judá en Babilonia!
¡Me sacaste de la prisión con grave peligro para ti,
no te turbó ni la ínvida y cruel vigilancia de tu hermana,
que me perseguía con furioso amor!
¡Ay! ¡Qué cosas recuerdas! ¡Aquí soy ahora una esclava!
¡Pero quiero abrirte el camino hacia la libertad!
¡Miserable! ¡Traicionas ahora un sagrado deber!
¡Ven! Tú también lo infringiste por mí.
¡Ven!
Mi pecho te abrirá el camino...
entre miles.
¡Guerreros, está tomado el templo!
¡Abigail!
¡Valiente guerrero!
¿No conoces otras armas que las del amor?
¡En el corazón de una asiria
impía tal llama me parece ahora!
¿Qué dios os salvará?
La tumba será vuestro lecho nupcial.
¡El rayo de mi venganza ya pende sobre vosotros!
¡Yo te amaba!
¡El reino, el corazón habría dado por tu corazón!
Este amor es una furia,
puede darte la vida o la muerte.
¡Si me amas, aún podría salvar a tu pueblo!
¡Ah, no! Renuncio a la vida,
pero no puedo darte el corazón.
Contento estoy de mi suerte,
pero no sé temer por mí.
¡Ah! Ya te invoco, ya te siento, ¡verdadero Dios de Israel!
Este amor es una furia.
Pero que mi llanto pueda hablarte por mi pueblo.
¡Se clemente! No es para mí que imploro tu bondad.
¡Ah! ¡Si me amaras, aún podría salvar a tu pueblo!
¡Protege sólo a mi hermano, y condéname a llorar!
¿Lo viste? ¡Irrumpe como el trueno entre la muchedumbre!
¡Blandiendo su espada sangrienta, hacia aquí se encamina!
¡En vano el pecho de los soldados sirve de escudo del templo santo!
¡Para el Eterno, son malditas nuestras plegarias, nuestro llanto!
¡Oh, feliz quien murió antes de que llegara este día!
¡Aquí está el rey! Sobre el corcel, se encamina hacia el templo
como un torbellino que negra ruina lleva por doquier.
¡Oh, qué arrogancia! ¡Ni siquiera desciende del fiero corcel!
¡Qué desgracia! ¿Quién defiende ahora el templo del Señor?
¡Viva Nabucodonosor!
¡Viva!
¿Quién abría paso a los impíos?
¡Falsos atuendos!
El orgullo es vano: ¡el rey avanza!
¿Qué intentas?
¡Tiembla, insensato!
¡Ésta es la morada de Dios!
¿De Dios, dices?
¡Antes de que profanes el templo,
estrago en tu hija este puñal hará!
Si finjo,
mi ira estallará con más fuerza.
¡Que tiemblen los locos con mi furor!
¡Todos caerán ahora como víctimas!
¡En un mar de sangre, entre llantos y gemidos,
la impía Sión se hundirá!
¡Padre, piedad!
Aplaca la vehemencia de mi furor...
Por ti, estoy ya cerca de la muerte.
¡Oh, gran Dios, socórrenos!
...nueva esperanza que resplandece ante mí.
¡Aquella que me disputa mi único bien
caerá quizá víctima de la venganza!
¡Socórrenos!
¡Padre, que la piedad hable a tu corazón!
Por ti, estoy ya cerca de la muerte.
¡Venganza!
¡Concede el perdón a los infelices,
y tu hija será salvada!
¡En un mar de sangre, entre llantos y gemidos, la impía Sión se hundirá!
¡Cabeza a tierra, vencidos! Yo soy el vencedor.
En la guerra, lo llamé, pero, ¿acudió vuestro dios?
Me teme.
¿Quién podrá nunca hacerme frente, insensatos?
¡Malvado, mira! Ella será la primera víctima a la que daré muerte.
¿Tienes sed de sangre?
¡Que mane del seno de tu hija!
- ¡Detente! - ¡No, muera!
¡Desdichada!
¡El amor te salvará!
Que mi furor, sin ataduras, atroz estrago haga de los vencidos.
Saquead y quemad el templo; ¡la piedad será un crimen!
¡Desgraciado! ¡Un ardiente amor ha puesto sobre sus ojos un velo!
Saquead y quemad el templo; ¡la piedad será un crimen!
¡No maldigáis al pobre desgraciado, por piedad!
¡Sé rechazado por tu pueblo, traidor de tus hermanos!
Horror despierta tu nombre, ¡será el oprobio eternamente!
¡«Oh, alejaos del maldito», Tierra y Cielo gritarán!
¡Por suerte, te encontré, escrito fatal!
¡Mal te ocultaba el rey en su pecho,
donde sería una afrenta para mí!
¡Abigail, prole de esclavos!
¡Bien! ¡Así sea!
Hija de Nabucodonosor, tal me creen los asirios,
¿qué soy yo aquí?
¡Peor que esclava!
¡El trono confía el rey a la menor Fenena,
mientras que, entre armas, se dispone a exterminar Judea!
¡Me envía aquí desde el campo a mirar los amores de otros!
¡Oh, malvados todos!
¡Y más insensatos aún!
¡Mal conocéis el corazón de Abigail!
¡Veréis caer sobre todos mi furor!
¡Ah, sí! ¡Caiga Fenena,
el padre fingido, el reino!
¡Y la ruina sobre mí misma!
¡Oh, desprecio fatal!
Yo también había abierto un día
el corazón a la dicha.
Todo oía hablar a mi alrededor
del santo amor.
Lloraba por el llanto de otros,
sufría con el dolor de otros.
¿Quién, del perdido encanto,
me devolverá sólo un día?
¿Quién se acerca?
¡Una escena horrenda se muestra ante mis ojos!
¡Oh! ¿Qué dices?
¡Fenena es una impía, está liberando a los hebreos!
A esta turba maldita, ¿quién podrá ahora frenarla?
El poderte espera.
¿Cómo?
Todo está listo.
Ya hemos hecho correr el rumor de que el rey cayó en combate.
Reina, te llama el pueblo para salvar la tierra asiria.
Sólo un paso... ¡la suerte es tuya!
¡Estoy contigo! ¡Vete!
¡Oh fiel, menos fuerte que tú
no será esta mujer!
Subo ya al asiento ensangrentado del trono dorado.
Bien sabrá mi venganza fulminar desde ese sitial.
¡Que el cetro vuelve a mí lo verán todos los pueblos!
Hijas regias vendrán aquí a suplicar a la humilde esclava.
Y la venganza de Baal sabrá retronar con la tuya.
¡Ven, oh Levita!
¡Entrega el santo códice!
¡De un nuevo portento,
Dios me quiere ministro!
Me envía como siervo para la gloria de Israel
a disipar las tinieblas de un infiel.
¡Por labios de los profetas
has fulminado, oh Dios supremo!
¡A Asiria con fuertes acentos
habla ahora con mis labios!
Y con cantos consagrados a ti
resonarán todos los templos.
Sobre los ídolos despedazados
se elevará tu ley.
¿Qué quieren? ¿Quién nos llama
de noche a este lugar sospechoso?
- El Pontífice os reclama. - ¡Ismael!
- ¡Hermanos! - ¡Horror! ¡Huye! ¡Vete!
- ¡Invoco piedad! - ¡Maldito por el Señor!
¡El maldito no tiene hermanos, no hay mortal que le hable!
¡Por doquier surge amargo lamento, a oídos impíos lo lleva el viento!
¡Sobre su frente, como el rayo, reluce la fatal marca divina!
¡En vano lleva el veneno a sus labios, en vano lanza el puñal al corazón!
¡Por amor del Dios vivo, poned fin al anatema!
¡El terror me hace enloquecer! ¡Oh! ¡La muerte, por piedad!
¡Oh hermanos, perdonad!
¡Ha salvado a una hebrea!
¡Oh! ¿Qué dices?
¡Elevad himnos al Eterno!
¡Es cierto!
Pero, ¡qué tumulto se levanta!
¡Oh, Cielos! ¿Qué será?
¡Mujer regia! ¡Ah, huye!
¡Un grito infausto anuncia la muerte de mi rey!
¡Oh, padre!
¡Huye!
El pueblo llama ahora a Abigail,
y a ellos los condena.
¿Por qué me demoro? ¡No debo permanecer aquí!
¡Correré en medio de los impíos rebeldes!
¡Para! ¡Qué desgracia!
¡Gloria a Abigail!
¡Muerte a los hebreos!
¡Entrega ahora esa corona!
¡Antes moriré!
¡Cógela de mi cabeza!
Se acercan los momentos de una ira fatal.
¡Sobre mudos semblantes ya desciende el terror!
¡Los rayos alrededor ya abren las alas!
¡Se acerca un día de luto y desolación!
Se acercan los momentos de una ira fatal.
¡Sobre mudos semblantes ya desciende el terror!
¡Los rayos alrededor ya abren las alas!
¡Se acerca un día de luto y desolación!
¡Oídme ahora!
¡Babilonios, arrojo a tierra a vuestro dios!
Os ha hecho traidores,
quería arrebataros a mi poder.
Estúpidos hebreos, ha caído el vuestro
luchando contra mí.
Escuchad mis palabras,
hay un solo Dios: ¡vuestro rey!
- ¡Cielos! - ¡Qué oigo! - ¡Ah, insensato!
¡Viva Nabucodonosor!
¡Inclinad ahora el rostro a tierra!
¡Adoradme a mí como Dios!
¡Insensato! A tierra caiga tu loco orgullo.
¡Dios te agarrará del cabello, ya te roba el trono!
¿A tanto osas?
Oh, fieles, a los pies del ídolo conducid ahora a este viejo.
Que muera con su pueblo.
Hebrea, con ellos moriré.
¡Mientes! ¡Malvada, póstrate ante mi imagen!
¡Soy hebrea!
¡Abajo! ¡Póstrate!
¡Ya no soy rey,
soy Dios!
¡Oh, cómo fulminó al audaz el Cielo vengador!
¿Quién me arrebató el cetro real?
¿Qué horrible espectro me persigue?
¿Quién me agarra, ay, del pelo?
¿Quién me oprime? ¿Quién me derriba?
¡Oh! ¡Mi hija!
¿Tampoco tú
me socorres en mi debilidad?
¡Ah, sólo me rodean fantasmas, tienen espadas de ardientes llamas!
¡Y el Cielo rojo de sangre ha caído sobre mi cabeza!
¿Por qué brotó una lágrima de mi ojo?
¿Quién me sostiene?
¡Desfallezco!
¡El Cielo ha castigado al jactancioso!
¡Pero el esplendor del pueblo de Baal no se apagará!
Asiria es una reina
igual en poder a Baal sobre la tierra.
Lleva la ruina por doquier
si el extranjero le declara la guerra.
Ahora, entre las dichas de la paz,
digno premio del valor,
pasará sus días sonrientes
en la felicidad y en el amor.
Excelsa mujer, que riges el destino de Asiria,
¡escucha las plegarias de tus fieles!
Que perezcan todos los impíos fieles de Judá,
y antes que nadie esa que no oso llamar tu hermana.
Ella traicionó a Baal.
¡Qué me pedís!
Pero, ¿quién se acerca?
¿Qué audaz infringe mi alta prohibición?
¡Llevad al viejo a sus aposentos!
¿Quién se atreve a hablar donde está Nabucodonosor?
¡Ah! Señor, ¡sígueme!
¿Dónde quieres llevarme? ¡Déjame!
Esta es la sala del consejo.
Quédate. ¿No ves?
Me esperan.
¿Por qué me apoyas?
¡Soy débil, es cierto,
pero ay si alguno lo sabe!
Quiero que todos me crean siempre fuerte.
Deja, sabré encontrar mi trono.
¿Quién es esta mujer?
¡Oh, qué arrogancia!
¡Salid, oh mis fieles!
Mujer, ¿quién eres?
¡Vine aquí como custodia de tu trono!
¿Tú? ¿De mi trono? ¡Oh, engaño!
¿De mí recibiste la orden?
Enfermo yacías. El pueblo gritaba contra los hebreos rebeldes.
¡Debes poner el sello real a su decisión!
Decreta la muerte para los traidores.
- ¿Qué dices? - ¡Firma!
¡Un pensamiento me angustia!
¿Te niegas?
¡Levantaos y regocijaos, hebreos!
¡Elevad himnos de gloria a vuestro Dios!
¿Qué oigo?
¡Preso de vil temor no está ya Nabucodonosor!
¡Mentira!
¡A la muerte sea llevado todo Israel!
- ¡Dame! - ¡Oh, mi suerte dichosa!
¡Oh, mi suerte dichosa! ¡Superado está el último obstáculo!
- ¡Oh! Pero, ¿y Fenena? - ¡Pérfida! Se entregó al falso dios.
- ¡Oh, que muera! - ¡Es mi sangre!
¡Nadie puede salvarla!
- ¡Horror! - Otra hija...
¡Póstrate, oh esclava, ante tu señor!
¡Insensato!
¡Aquí quería esperarte!
¿Esclava yo?
Aprende la verdad.
¡Así te devuelvo, oh miserable, el mentiroso escrito!
¡Oh, qué vergüenza oprime mi cabello cano!
¡En vano la diestra frígida corre a la temida espada!
¡Ah, viejo miserable!
¡Eres la sombra del rey!
¡Oh, día de la gloria anhelada, has venido!
¡El trono vale mucho más que un padre perdido!
Al fin caerán los pueblos a los pies de una vil esclava.
¡Ah, qué sonido!
¡Es la señal de la muerte para los hebreos que condenaste!
¡Aquí, guardias! ¡Soy traicionado!
¡Oh, insensato! ¿Aún te resistes?
¡A estos guardias los reservaba para ti sólo, oh prisionero!
- ¿Prisionero? - ¡Sí!
¡De una esclava
que desprecia tu poder!
- ¿Prisionero? - ¡Sí!
¡Ah, perdona a un padre que delira!
¡Ah, devuélveme a la hija,
no se la arrebates al padre!
Que el pueblo asirio te llame reina y señora.
¡Este viejo no implora más que la vida de su corazón!
¡Sal! En vano me pides paz, no me conmueve tu llanto ***ío.
No eras así, viejo temerario, cuando me destinaste al deshonor.
¡Oh, verán si a esta esclava mal le sienta el regio manto!
¡Ah, perdona!
¡Ahora verán si yo mancillaba el esplendor de Asiria!
Ve, pensamiento, sobre alas doradas.
¡Ve, pósate sobre pendientes y colinas,
donde, suaves y tibias, despiden fragancias
las dulces brisas del suelo natal!
Saluda a las riberas del Jordán,
a las torres derribadas de Sión.
¡Oh, mi patria tan bella y perdida!
¡Oh, recuerdo tan querido y fatal!
Arpa de oro de los vates fatídicos,
¿por qué cuelgas muda del sauce?
¡Prende de nuevo los recuerdos en el pecho,
háblanos del tiempo que fue!
¡Oh, semejante a la suerte de Jerusalén,
trae un sonido de triste lamento,
o que el Señor te inspire un canto armonioso
que nos insufle fuerza al sufrir!
Oh, ¿quién llora?
¿Quién eleva lamentos al Eterno
de medrosas mujeres?
¡Oh, levantaos,
hermanos angustiados!
¡Por mis labios habla el Señor!
Discierno el futuro en la oscuridad.
¡Aquí está rota la indigna cadena!
¡Cae ya sobre la pérfida arena
el furor del león de Judá!
¡Oh, futuro!
A posarse sobre los cráneos, sobre los huesos,
aquí vendrán las hienas, las serpientes.
¡Entre el polvo agitado por el viento,
un silencio fatal reinará!
Sólo el búho sus tristes lamentos extenderá
cuando llegue la noche.
¡Ni una piedra dirá al extraño dónde se elevaba la altiva Babilonia!
¡Oh, qué fuego arde en el viejo!
¡Por sus labios habla el Señor!
¡Sí, que se rompa la indigna cadena!
¡Se agita el valor de Judá!
¿Son estos mis miembros?
¡Ah! ¿No huía jadeando por el bosque
como fiera perseguida?
¡Ah! ¡Fue un sueño, un sueño terrible!
¡Aquí está el grito de guerra! ¡Oh, mi espada!
¡Mi corcel, anhelante de batallas como la muchacha de bailar!
¡Oh, mis valientes!
Sión, la ciudad soberbia, mirad cómo descuella.
¡Nuestra sea, caiga en cenizas!
¡Fenena!
¡Oh, en los labios de mis fieles,
el nombre de la hija resuena!
¡Ahí está!
¡Va corriendo entre las filas de soldados!
¡Ay! ¿Qué es lo que veo?
¿Por qué tiene encadenadas las manos?
¡Llora!
¡A la muerte con Fenena!
¡Ah, soy prisionero!
¡Dios de los hebreos, perdón!
¡Dios de Judá!
El altar, el templo a ti consagrado te haré levantar de nuevo.
¡Ah, líbrame de tanta angustia!
Ah, líbrame de tanta angustia y destruiré mis ritos.
¡Tú, óyeme!
¡La mente enferma ya se libera del impío que fui!
Dios verdadero, omnipotente, siempre sabré adorarte.
¡Te abriré, oh puerta fatal!
- Señor, ¿adónde corres? - ¡Déjame!
¿Quieres salir para que sea insultado tu espíritu herido?
¡Oh, todos nosotros estamos aquí para defenderte!
¿Qué dices? La mente no está ya extraviada.
Abdal, mi espada.
¡Hela aquí para conquistar el trono, oh rey!
Quiero salvar a Fenena.
¡Caerán, caerán los malvados al suelo como langostas!
¡Gracias a ti, veremos refulgir el sol sobre Asiria!
Oh, valientes míos, seguidme, el día se abre a mi mente.
¡Ardo con insólita llama, vuelvo a ser el rey de Asiria!
Con el ímpetu de esta espada, caerán los impíos al suelo.
Todo veremos re fulgir al sol de mi corona.
Gracias a ti, veremos re fulgir...
...al sol de mi corona.
¡Ve! Ve a conquistar la palma del martirio, jovencita.
El exilio fue demasiado largo.
¡El Cielo es tu patria!
¡Date prisa!
¡Oh, se ha abierto el firmamento!
Mi alma anhela al Señor.
¡Él me sonríe y me revela
cientos y cientos de dichas eternas!
¡Oh, esplendor de los astros, adiós!
¡Dios me baña con su luz!
¡Del frágil cuerpo, que aquí me retiene como plomo,
huye el alma y vuela al Cielo!
¡Viva Nabucodonosor!
¡Qué grito es ese!
¡Viva Nabucodonosor!
¡Que se consume el rito!
¡Impíos, deteneos!
¡El ídolo funesto, guerreros, destrozad como polvo en el suelo!
¡Prodigio divino!
¡Ah, Israel, vuelve a las dichas del suelo patrio!
Eleva a tu Dios un templo nuevo.
¡Sólo Él es grande!
¡Sólo Él es fuerte!
Al tirano impío castigó con demencia,
al rey arrepentido regaló paz de espíritu.
La mente de Abigail turbó,
¡y la sacrílega el veneno bebió!
¡Sólo Él es grande!
¡Sólo Él es fuerte!
¡Hija, postrémonos ante Él para adorarle!
Inmenso Jehová,
¿quién no te siente?
¿Quién no es polvo
en tu presencia?
Inmenso Jehová, ¿quién no te siente?
¿Quién no es polvo en tu presencia?
¿Despliegas un arco iris?
Todo sonríe.
¿Desatas el rayo?
El hombre no es nada.
Inmenso Jehová, ¿quién no te siente?
¿Quién no es polvo en tu presencia?
¡Oh! ¿A quién veo?
¿Por qué se arrastra ahora la miserable hasta aquí?
¡Sobre mí, moribunda, exánime,
descienda tu perdón!
¡Fenena! Fui culpable.
¡Ahora soy castigada por ello!
¡Ven! Estos se amaban.
¡En ti ponen sus esperanzas!
¿Quién me librará de la férrea carga de mi delito?
Tú has dicho, oh pueblo:
«Dios consuela...»
«Dios consuela al afligido».
Te llamo, Dios, te venero.
¡Que no sea maldita!
¡Muerta!
¡Sirviendo a Jehová, serás el rey de reyes! �