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(Música)
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Vivimos en un mundo interconectado, cada vez más globalizado.
Gracias a los viajes internacionales aéreos,
la gente y las enfermedades que portan
pueden estar en cualquier ciudad del planeta en cuestión de horas.
Una vez que un virus aterriza,
a veces todo lo que necesita es un estornudo para diseminar
la infección a lo largo de la comunidad.
Cuando los humanos fuimos cazadores, recorríamos las sabanas silvestres,
nunca estábamos en un sitio por mucho tiempo,
y los asentamientos no eran tan grandes,
como para permitir la transmisión de microbios infecciosos.
Pero con la llegada de la revolución agrícola,
hace 10 000 años, y el arribo de asentamientos permanentes
en Oriente Medio, la gente empezó a vivir lado a lado con animales,
facilitando la diseminación de bacterias y virus
entre ganado y humanos.
Las epidemias y las pandemias vienen en muchas figuras y formas.
Por ejemplo en 2010,
un sismo devastador en Haití
obligó a miles de personas a vivir en campos de refugio temporal.
En semanas, los campos se convirtieron en tierra fértil para el cólera,
una bacteria que se disemina en agua contaminada,
disparando una epidemia nacional.
Pero la causa más común de epidemias son los virus,
tales como el sarampión, la influenza y el VIH.
Y cuando se vuelven globales, les llamamos pandemias.
Las pandemias han ocurrido a lo largo de la historia humana,
algunas han dejado cicatrices en la piel y el hueso de sus víctimas,
mientras que la evidencia de otras proviene de ADN preservado.
Por ejemplo, los científicos han recobrado ADN
de la bacteria que trasmite la tuberculosis
de restos de momias egipcias antiguas.
Y en el 2011,
científicos que investigaban un brote de plaga en la ciudad de Londres
pudieron reconstruir el genoma de la Yersinia pestis,
la bacteria responsable de la Peste Negra del siglo XIV.
Se cree que la peste se originó en China
alrededor del 1340,
diseminándose al oeste por la Ruta de la Seda,
por la ruta de caravanas que corría de Mongolia a Crimea.
En 1347, la peste alcanzó el Mediterráneo,
y para el 1400, había matado a más de
34 millones de europeos, ganándose el título de
la Gran Muerte.
Fue más tarde que los historiadores le llamaron la Muerte Negra.
Sin embargo, por mucho la peor pandemia
es la influenza.
La gripe está constantemente circulando entre los hemisferios norte y sur.
En Norteamérica y Europa,
las gripes estacionales ocurren cada otoño e invierno.
Dado que la mayoría de los niños y adultos habrán estado expuestos al virus en estaciones anteriores,
estas enfermedades en general son moderadas.
Sin embargo, cada 20 a 40 años más o menos,
el virus sufre una mutación drástica.
A menudo esto ocurre cuando un virus de la gripe salvaje
circula en granjas avícolas y de patos,
se encuentran un virus del cerdo e intercambian genes.
Este proceso se conoce como cambio antigénico
y ha ocurrido a lo largo de la historia humana.
La primera pandemia registrada ocurrió en 1580.
En los siglos XVIII y XIX
vimos al menos otras seis pandemias.
En términos de mortalidad,
ninguna se puede comparar con la Gran Pandemia de Influenza de 1928.
El primer indicio de la pandemia
sucedió en la primavera, cuando las tropas estadounidenses en el norte de Francia
empezaron a quejarse de escalofríos, dolores de cabeza y fiebre.
Luego en el septiembre próximo, en el cuartel de la Armada de EE UU cerca de Boston,
los soldados empezaron a desmayarse en un desfile,
urgiendo llevarlos a la enfermería del cuartel.
Según recuerda el médico en turno,
dos horas antes del ingreso, tenían manchas caobas en los pómulos
y pocas horas después
se empezaba a ver que la cianosis se extendía de las orejas
y por toda la cara.
Era cuestión de unas horas para que la muerte llegara,
pues simplemente les faltaba aire y se sofocaban.
En el navío S.S. Leviathan,
un enorme transporte estadounidense de camino a Bordeaux,
los enfermos tenían hemorragias nasales,
y las cubiertas entre sus literas quedaban manchadas de líquidos corporales.
Mientras tanto, los soldados británicos que regresaban del norte de Francia de la licencia
introdujeron la influenza por Dover y los puertos del canal,
de ahí el virus se llevó a Londres por tren.
Para cuando la pandemia tomó su curso
en abril de 1919,
se estima que 675 000 estadounidenses
y 230 000 británicos habían muerto.
Solo en la India, murieron como 10 millones
y en el mundo entero el número de víctimas llegó a 50 millones.
Pero eso fue en aquel entonces.
Hoy en día, los aviones pueden transportar los virus
a cualquier país del planeta
en una fracción del tiempo que le tomó en 1918.
En febrero del 2003, por ejemplo,
un médico chino llegó al Hotel Metropole de Hong Kong
sintiéndose mal.
Sin saberlo, estaba albergando un nuevo virus de origen animal llamado SARS,
de Síndrome Respiratorio Agudo Severo.
A las 24 horas de ingresar al cuarto 913,
otros 16 huéspedes se habían infectado
y en los días siguientes, cinco abordaron aviones a destinos internacionales,
diseminando el virus a Vietnam, Singapur y Canadá.
Vuelos entre Hong Kong, Toronto y otras ciudades internacionales pronto quedaron en tierra
y gracias a otras medidas de emergencia,
se evitó una pandemia.
Para cuando el brote fue controlado 4 meses después,
el SARS había infectado a 29 países
y más de mil personas murieron.
A pesar de que se contuvo al virus rápidamente,
poco se podía hacer sobre las noticias alarmantes
difundidas por los canales de noticias e Internet.
Entre tanto blogueros aumentaron la histeria
con su difusión infundada de conspiraciones,
paralizando el turismo de Hong Kong y otras ciudades afectadas,
ocasionando pérdidas por más de USD 10 mil millones.
No obstante, a un negocio le fue bien.
Sobre todo, el SARS es un recordatorio de que las pandemias siempre han estado asociadas con el pánico.
Si la historia nos enseña algo,
es que si bien las pandemias comienzan pequeñas
sus impactos puede ser tan drásticos como las guerras y los desastres naturales.
Hoy la diferencia es
que la ciencia nos da la capacidad de detectar las pandemias
justo cuando comienzan
y tomar acciones para mitigar su impacto
antes de que se diseminen demasiado.
(Música)