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Las guerras son una parte trágica de nuestra historia
y serán casi seguramente una parte trágica de nuestro futuro.
Desde la fundación de las Naciones Unidas,
se prohibieron las guerras de agresión
y las convenciones multilaterales usan la palabra "conflicto armado"
para referirse a la guerra.
Pero las guerras del futuro
no serán como las guerras del pasado.
Junto a las guerras tradicionales,
nuestro futuro incluirá ciberguerras,
en donde se luchará remotamente con nuestros enemigos
mediante el uso de una nueva clase de armas,
que incluyen virus informáticos
y programas que alteran la habilidad del enemigo para operar.
Y no solo que la ciberguerra no está contemplada
por los marcos legales actuales,
sino que la cuestión de qué constituye exactamente la ciberguerra
sigue siendo ampliamente debatida.
Entonces, ¿cómo podemos lidiar con la ciberguerra
si ni siquiera podemos estar de acuerdo con lo que significa?
Una manera de hacerlo es previendo situaciones
en donde se necesiten nuevas leyes internacionales.
Imagínate un nuevo tipo de asesino,
uno que pudiera cometer un crimen
sin hacer ni un disparo
o incluso sin estar en el mismo país.
Por ejemplo, una persona que trabaja para el gobierno
usa un dispositivo inalámbrico para enviar una señal
al marcapasos de un líder extranjero.
Este dispositivo le ordena al marcapasos que falle,
lo que finalmente conduce a la muerte del líder.
¿Sería este ciber-asesinato
un acto de guerra?
Como segundo ejemplo,
imagina un grupo de naciones aliadas
que se infiltra de manera cooperativa en los sistemas
de un buque nuclear de una nación enemiga.
Como resultado de esto un portaviones nuclear
casi se funde,
se detiene justo antes
de matar a miles de soldados y civiles.
Como medida de defensa,
el país enemigo responde
mediante un ciberataque defensivo
que resulta en un apagón en las redes de electricidad de las naciones aliadas.
Los hospitales ya no pueden tratar pacientes,
regiones enteras sin calefacción o agua potable,
lo que causa, en última instancia, la muerte de decenas de miles de civiles.
El origen del corte de electricidad
fue el contraataque,
pero la infraestructura frágil,
la débil ciberseguridad,
y el estado anticuado de la red de electricidad,
todo contribuyó a la muerte de los civiles.
¿Puede defenderse el país?
¿Con quién lucharían?
¿Se considerarían sus represalias un acto de guerra?
¿Constituyen crímenes de guerra en contra de la humanidad?
¿Quién será el responsable?
¿Los programadores que escribieron el código?
¿El encargado del proyecto militar
que supervisó la creación del código?
¿El comandante que presionó el botón que
dio lugar al suceso?
¿El ingeniero de hardware que creó las computadoras,
a sabiendas de que pensaban usarse para un ataque?
Como la guerra ha estado entre nosotros por tanto tiempo,
tenemos leyes para saber resolver
quién debe ser el responsable
por sus acciones en combate.
Estos marcos legales apuntan a contener
y prevenir que las atrocidades no se tornen aún más atroces.
Apropiarse de aviones civiles
y usarlos como armas,
lanzar bombas nucleares,
usar cámaras de gas o gases venenosos en conflictos armados,
todas estas acciones, en caso de ser cometidas,
constituyen actos de guerra y crímenes de guerra
bajo la costumbre internacional
y las convenciones de La Haya.
Nuevamente, el marco legal presente no se pronuncia
sobre las preguntas hipotéticas y tantas otras
porque no existen respuestas fáciles,
y porque existen solo dos alternativas
para progresar en estas cuestiones:
la paz o nuevas leyes.
Entonces, ¿qué situaciones hipotéticas, pero posibles,
puedes imaginar que entren en
la definición pujante de ciberguerra,
y cómo se podría diseñar
un marco legal internacional
para impedir estas actividades?