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La óptica, o la mejora de nuestra visión natural,
ha sido uno de los mayores catalizadores para la ciencia en los últimos 500 años.
Curiosamente, no fue el interés científico sino cuestiones más prácticas, las que condujeron a los avances iniciales en la óptica,
que comenzaron alrededor de 1440 cuando Johannes Gutenberg inventó la imprenta.
En poco tiempo, los libros, los cuales eran una rareza,
se empezaron a convertir en un fenómeno ampliamente extendido.
Todo este nuevo material de lectura significaba que más conocimiento estaba circulando,
pero también implicaba que más gente estaba forzando la vista,
probablemente mientras leían a la luz de las velas.
Y pese a que las gafas se habían inventado en Italia alrededor de 1286,
la necesidad de gafas para leer aumentó sustancialmente.
Ahora que la gente podía usar lentes para ver las cosas más claramente,
empezaron a preguntarse si la visión podía ser aumentada para ver cosas que el ojo humano no podía percibir por sus propios medios.
Robert Hooke se dedicó al estudio del microscopio, y en 1665 publicó sus descubrimientos sobre mundo dentro de otros mundos,
que llamó "células" en el libro "Micrographia".
En el otro extremo,
Galileo innovó con sus lentes para telescopios,
y en 1609, había perfeccionado el telescopio hasta tener un instrumento suficientemente poderoso para ver objetos lejanos en el cielo
con una precisión que nadie antes había tenido.
Descubrió que la luna tenía cráteres y montañas,
que Júpiter tenía sus propias lunas, y todo el sistema que gobernaba los cielos y la tierra fue puesto en duda.
Sin embargo, no todo el mundo estaba encantado con lo que Galileo vio.
Por ejemplo, en esa época se enseñaba que la luna era una perfecta y lisa esfera.
Sin embargo, aquí estaba una prueba visual que era muy difícil de descartar.
Al encontrar lunas alrededor de Júpiter, también verificó lo que Johannes Kepler había supuesto:
que la Tierra no era el centro del universo,
disipando otro dogma central de la época de Galileo.
Entonces, casi exactamente un año después de la muerte de Galileo,
Isaac Newton nació.
Mucho de lo que era desconocido ya era visible,
pero la mayoría fue simplemente la base para más preguntas.
¿Qué era la luz? Y si vamos al caso, ¿qué era el color?
¿Cuáles eran las leyes que gobernaban los cielos y la tierra?
¿Y podríamos descubrirlas mediante atenta observación?
Newton experimentó ampliamente con la óptica,
y llegó a entender la luz como una sustancia,
y los colores como componentes de la luz en diferentes frecuencias.
Antes de Newton, la gente creía que el color se debía a diferentes cantidades de luz,
el rojo tenía lugar cuando había mucha luz, y el azul cuando había poca.
Los experimentos de Newton con prismas mostraron que la luz blanca no solo podía ser descompuesta en los colores que la formaban gracias a un prisma,
sino que una segunda lente podía recomponer estos colores creando de nuevo luz blanca,
demostrando así que el color era una cuestión de refracción de la luz más que de intensidad luminosa.
Los estudios de Newton sobre óptica llevaron al desarrollo del telescopio reflector.
Esto, junto con sus estudios sobre el movimiento de los planetas, condujo a su teoría de la gravitación,
uno de los mayores ejemplos de aprender a ver lo invisible
mediante la observación de sus efectos sobre cosas que sí son visibles.
Así que avancemos rápidamente unos pocos cientos de años, y aquí estamos.
Hemos evolucionado desde una sola lente hasta la capacidad de ver el nacimiento de una estrella en otra galaxia.
o a un niño gestándose en el vientre materno,
o un electrón girando alrededor de un átomo.
En una época en la que tantas cosas son visibles, cómo vemos el mundo que nos rodea, importa incluso más que lo que vemos.
¿Veremos un mundo en donde todo lo que importa ha sido ya descubierto?
¿O veremos uno en el que los descubrimientos de ayer no son más que una puerta de entrada a los grandes avances del mañana?