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Esta obra de Frederick Remington es
Viejos Dragones de 1850. Los dragones fueron los hombres de ley de las llanuras desde 1830,
conforme los colonos migraban al oeste. He aquí
un grupo de cinco caballos y cuatro jinetes.
Es un frenesí de actividad.
El caballo que encabeza la avanzada del grupo se encuentra sin jinete. Debemos suponer,
debido a su brida y montura, que ha sido
robado por los indios. Así que los dragones están tratando de
recuperar al caballo. Los dragones parecen tener la ventaja.
Los caballos de los indios están demacrados. El indio
con la piel de búfalo solo tiene este escudo para defenderse.
Y el otro está esquivando este sable. La pieza tiene cualidad sinestésica:
casi se oye el castañeo de los cascos,
los caballos bramando,
el choque de los sables
y las hachas,
los gritos. De los cinco caballos,
solo siete de
los veinte cascos
tocan al suelo,
con el carácter cinemático de un cuadro congelado.
Debido a que no se formó como escultor, constantemente
forzaba los límites. Esta es la más ambiciosa de todas
sus esculturas. Realmente derrumbó todas las barreras:
los sables,
los rifles,
las monturas, los sacos de dormir,
las cantimploras, y las pequeñas alforjas, y
las pieles de búfalo.
Esta fundición llegó a las colecciones del Museo
en 1907, justo dos años después de que Remington la modelara. Y realmente fue
una escultura contemporánea de vanguardia en su momento.
No sabemos cómo se desenlazará la acción. Los observadores
pueden concluir la historia ellos mismos.
Fue casi una de las primeras formas de entretenimiento.
Estos trabajos se creaban para un mercado urbano de la costa oeste, de clase alta y principalmente masculino. Alimentaban
los estereotipos de lo que fuera el viejo oeste,
lo que debe ser, lo que debió ser. La visión mítica de Remington
se ha convertido en la nuestra. Realmente se le ha canonizado. Esta pieza tiene
tal inmediatez, frescura y dinamismo. Pero, ¿es este
el verdadero oeste? ¿Cuál es el verdadero oeste?