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Caperucita Roja
Érase una vez...
una niña que vivía en un pueblo pequeñito.
Su abuela, que vivía al otro lado del pueblo
le había hecho una bonita caperucita roja.
A ella le gustaba tanto que la llevaba a todas partes.
La gente del pueblo estaba tan acostumbrada a verla con la caperucita puesta
que empezaron a llamarla Caperucita Roja.
Un día, su madre la llamó.
Caperucita,
por favor lleva esta cesta a casa de la abuela.
Hmm, qué bien huele.
Está muy enferma y no puede levantarse de la cama.
Tomando la cesta, Caperucita Roja se dirigió hacia el camino.
¡Date prisa, cariño! La abuela debe de estar muy hambrienta.
¡Vale, mamá!
Recuerda que no debes hablar con extraños por el camino.
y siempre debes permanecer en el camino principal.
¡No te preocupes mamá, me acordaré!
... y así, Caperucita Roja se alejó en dirección a la casa de su abuelita con la cesta en la mano.
Caperucita Roja siguió el camino hasta que llegó a un bosque.
Mientras cruzaba el bosque, un lobo apareció por detrás de los arbustos.
Hola, Caperucita Roja.
Hola. ¿Qué tal estás?
¿Dónde vas con tanta prisa?
Voy a visitar a mi abuelita.
Oh, ya veo. ¿Qué llevas en esa cesta?
Pan y vino para mi abuelita. Está muy enferma.
¿Ah sí?
Debes de ser una niña muy buena. ¿Vive lejos tu abuelita?
Realmente no; su casa está justo sobre la colina, al lado de los tres robles.
Al lobo se le hacía la boca agua mientras pensaba en un plan malvado
Hmmm...
primero puedo zamparme a la abuelita, y después me tragaré a Caperucita Roja
¡y después bajaré la comida con los dulces que hay en la cesta!
¡Je je je je!
El lobo siguió a Caperucita Roja por el camino y pronto empezó a hablar con ella de nuevo ...
Mira hacia allí, Caperucita.
¿Ves esas hermosas flores amarillas?
¡Oh, es verdad! ¡Son preciosas!
Distraída por las bonitas flores,
Caperucita Roja se olvidó de las advertencias de su madre
y se alejó del camino para mirarlas más de cerca.
¡Ja, ja! Voy a dejar que la tonta de Caperucita Roja disfrute de sus flores.
¡Mientras tanto, voy a ir la casa de la abuelita!
Cuando el lobo llamó a la puerta de la casa de la abuelita
una voz débil le respondió desde el interior de la casa...
¿Quién es?
Soy yo abuelita, Caperucita Roja. Por favor, déjame entrar.
He venido a traerte un poco de pan recién horneado y un delicioso vino.
¡Oh, qué amable! Entra, la puerta está abierta. Vamos, entra.
Abriendo la puerta de par en par, el lobo entré en la casa. La abuelita gritó ...
¡Tú no eres mi nieta, eres un lobo!
Con una risa malvada, el lobo se abalanzó sobre ella y se la tragó de un solo bocado.
Disfrazándose con el camisón, el gorro y las gafas de la abuelita, el lobo se tumbó en la cama y se tapó con las sábanas.
Je je. ¡Pronto me comeré a Caperucita Roja también!
¡Casi puedo saborearla ya!
Finalmente, Caperucita Roja llegó a la casa de su abuelita.
Hola abuelita. Soy yo, Caperucita Roja. ¿Puedo entrar?
Entra, la puerta está abierta.
Cuando Caperucita Roja entró en la casa, al instante sintió que algo había cambiado en el aspecto de su abuela.
¡Oh, abuelita! ¡Qué orejas más grandes tienes!
Para escuchar mejor tu dulce voz, querida.
¿Y qué les ha pasado a tus ojos? ¿Por qué son tan grandes y escalofriantes?
Para ver tu hermoso rostro mejor, cariño.
¿Por qué tus dientes son tan largos y afilados?
Para masticar mejor, querida ... ¡cuando te coma!
Antes de que Caperucita Roja pudiera moverse, el lobo salió de la cama,
se abalanzó sobre ella y se la tragó de un bocado, igual que había hecho con la abuelita.
Hmmm. Está delicioso.
Ah, ahora todo lo que necesito después de un aperitivo tan agradable es una buena siesta ...
El lobo había comido mucho. Su estómago estaba lleno
... y se quedó dormido, roncando ruidosamente.
En ese mismo momento, un cazador pasaba por la casa de la abuelita.
Se sorprendió al escuchar los fuertes ronquidos y empezó a sospechar que algo raro estaba pasando...
¡Eso no suena como la abuelita en absoluto! Suena como una bestia salvaje.
El cazador se asomó por la ventana y vio al lobo.
¡Ajá! Ese monstruo debe de haberse comido a la pobre abuelita!
El cazador entró a hurtadillas en la casa, y apuntó con su rifle al lobo, que seguía durmiendo.
Pero justo cuando estaba a punto de disparar, el vientre abultado del lobo comenzó a moverse.
¡Oh! Parece que la abuelita todavía está atrapada en el estómago del lobo!
El cazador trajo un par de tijeras y abrió el estómago del lobo.
La abuelita y Caperucita Roja salieron sanas y salvas.
¡Gracias por salvarnos, señor cazador!
¡Estoy tan contento de que las dos estéis bien!
Pero, ¿qué deberíamos hacer con este lobo?
¡Demos una lección a este malvado lobo y llenemos su estómago de rocas!
Caperucita Roja trajo algunas piedras pesadas que había cogido fuera de la casa y las metió en el estómago del lobo.
Cuando terminó, la abuelita cosió el estómago del lobo.
¡Uff.... mi estómago! ¿Qué le ha pasado a mi estómago?
¿Por qué me duele tanto?
Las rocas del estómago del lobo eran tan pesadas que no podía levantarse de la cama.
Se revolvió hasta que cayó al suelo por un lado de la cama, muerto.
Todos se alegraron.
¡Hurra!
Ese día, Caperucita Roja también aprendió una lección importante.
Prometió que a partir de ese momento, siempre escucharía a su madre y nunca hablaría con extraños.