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Hay quienes dicen que estoy loca; yo creo que tengo suerte.
Mi pasión me impulsa cada día:
soy corredora de ultra fondo.
¿Qué es una corredora de ultra fondo? Ultra fondo:
corro distancias que son más largas que un maratón típico.
50 kilómetros, 100 millas, rangos que varían entre esas distancias,
eso es lo que me pone en marcha cada mañana.
Además, no corro en los caminos, sino que prefiero los senderos.
Este es mi patio de recreo.
Aquí es donde me entreno diariamente.
No es un camino pavimentado. Está lleno de piedras, raíces,
existe la posibilidad de caer,
pero existe también esta maravillosa capacidad de llegar a lugares,
con tus propios pies, y que nadie más conseguirá ver jamás.
Esas hermosas praderas de alta montaña,
lagos, vistas que me dejan sin aliento.
Terminé mi 12ª carrera de 100 millas el fin de semana pasado.
Sí, fue bastante alucinante.
(Aplausos)
Quiero compartir hoy con Uds. dos historias que viví en pruebas de 100 millas
en el verano de 2009. Tuve la oportunidad
de competir en dos de las pruebas de 100 millas más competitivas del mundo.
A finales de junio, viajé a California para las 100 millas de Western States
y a finales de agosto, 8 semanas después, viajé a Francia,
para la Ultra-Trail du Mont Blanc que consiste en 103 millas alrededor del macizo del Mont Blanc.
Así que la Western States, empieza en la base del Squaw Valley,
es una estación de esquí increíble, elevas la mirada hacia este ascenso de 6.5 km
como 900 m de subida y esa es la salida de tu carrera,
cuando llegas a la cima, tienes 155 km por delante.
Y cuando llegué a esta carrera, ya había estado corriendo durante 10 años.
Esta es la salida de mi 10ª carrera de 100 millas,
y decidí abandonar mi estrategia fundamental.
Mi estrategia fundamental es antes que nada, sonreír,
me encanta lo que hago, me encanta correr,
así que ¿por qué estar por ahí malhumorada?
Pero, yo sonrío, eso es lo primero.
Mi 2ª estrategia es asegurame que los demás a mi alrededor disfrutan lo que hago,
porque esta no es solo una oportunidad para motivarme a mí misma
sino con un poco de suerte, de motivar a otros.
Y la 3ª, y solo una vez que las primeras dos se han cumplido,
es ser competitiva, no puedo evitarlo, es simplemente parte de mi carácter.
No puedo evitar contar las coletas que ascienden la cuesta.
(Risas)
asegurar que todavía estoy allá arriba.
Así que empecé la Western States 100, hay una cuenta atrás espectacular,
toda esta energía acumulándose en la línea de salida de estas 100 millas,
estos corredores, 400 personas empiezan la Western States 100.
Y es este pulso alucinante, imaginen el latido de su corazón,
como mi latido se acelera ahora,
palpitando junto con 400 personas
que no tienen ni idea de cómo va a ser su primer paso
o el paso de la milla 86 o cuando lleguen por la pista a la meta de Auburn.
Y esa incógnita es bastante increíble. La cuenta regresiva, del 10 al 1, y allá fuimos.
Y no sonreía, porque estaba tan concentrada, quería ganar la Western States 100.
Y pensé que para lograrlo, tenía que ser competitiva,
tenía que ir directa al puesto 3
desde el primer momento, y corrí por la montaña
y en la milla 30 me sentí completamente agotada.
Mi equipo, se reunió conmigo en la milla 30. En una carrera de ultrafondo, un equipo
es un grupo de personas que están ahí para apoyarte
y el mío es como un equipo de mecánicos en NASCAR.
Con los brazos extendidos, me reposté de botellas de agua en cada mano, gel nuevo,
barras energéticas en mis bolsillos, una palmadita en el trasero, y allá voy.
(Risas)
Es realmente alucinante, pero me marché,
y toda la energía que me habían dado no la pude aprovechar
porque había corrido tan fuerte, tan competitivamente,
no había sonreído, me perdí el precioso amanecer esa mañana.
No era la manera correcta de hacerlo, pero tenía que seguir hacia delante.
Ellos estaban ahí por mi, mi madre estaba esperando a verme más tarde al final de la pista,
así que seguí avanzando. Desde esta milla 30 tienes 20 millas hacia abajo
a través de estos increíbles cañones calurosos.
Es como un secador de pelo directo a tu garganta.
Y sin tener la nutrición y la hidratación adecuadas
en mi cuerpo, sentía mis cuádriceps como si estuvieran siendo desgarrados
en cada zancada que daba bajando estos cañones,
después tenía que volver a subir por el otro lado.
Llegué a la milla 50 y en mi cabeza estaba montándome una súper fiesta autocompasiva.
(Risas)
Caminaba con el ceño fruncido, pero vi a mi equipo dando saltos de alegría.
Estaban tan entusiasmados porque iba en el tercer puesto
y la segunda mujer acababa de abandonar y tenía una pinta horrible,
según ellos veían. (Risas)
Quería sentarme en una silla, quería un masaje en las piernas
para hacerme sentir mejor pero no lo hicieron.
Me metieron 2 helados, un pañuelo congelado alrededor de mi cuello
camiseta nueva y a seguir adelante por la pista.
En la milla 68, te puede acompañar alguien que te marca el paso,
así que uno de los miembros de mi equipo, un buen amigo mío,
que se llama Rock, se unió a mí en las siguientes 20 millas bajando hacia el río,
y me volvió a levantar en una pieza.
Tengo que admitir que tomé un de Advil, el cual no recomiendo,
pero redujo el dolor de mis cuádriceps. Consiguió que comiera otra vez,
que bebiera y cuando llegué al American River
y al cruzarlo de hecho, estaba bastante hecha polvo,
y el agua me revitalizó.
Fue como sacarme todo ese dolor y lanzarlo al otro lado del río
y hay 3 millas de subida hasta la siguiente estación en la milla 80, donde mi amigo Devin
me estaba esperando para llevarme a casa.
Y corrimos realmente bien las siguientes 10 millas,
y fue entonces cuando tuve conciencia de lo que me había hecho a mí misma
y esas últimas 10 millas, le había dicho antes que no me escuchara,
que le dijera lo que le dijera, me animara a correr.
Y eso hizo, fue impresionante.
Las dos gritábamos que siguiera corriendo, y mi cuerpo estaba realmente fallando.
El momento que llegue a la línea de meta arrastraba patéticamente los pies,
y mis amigos estaban ahí corriendo conmigo la última milla.
Y me animaban y trataban de correr conmigo, incluso sin ser ya una carrera,
Conseguí avanzar por el camino y básicamente me desplomé sobre el instructor de la carrera,
con, ya saben, los hombros caídos, me puso una medalla al cuello y suavemente me llevó
a mi madre. Y de hecho parecía como si sonriera
pero creo que estaba cerca de desmayarme en ese momento.
El siguiente paso fue a la tienda de atención médica,
donde pasé las siguientes 6 horas tumbada de espaldas en una camilla.
Recibí 3 litros de suero intravenoso. Me levanté un momento para comprobar
que estaba bien y me desmayé, perdí el conocimiento, llamaron a una ambulancia.
Fue una noche dramática que no quiero repetir.
Me llevó semanas. Pasé las siguientes dos semanas
sentada en mi sofá con las piernas levantadas sobre un par de almohadas
mi portátil mirándome fijamente, se suponía que tenía que trabajar
pero no conseguía hacer nada. Y finalmente tuve algo de tiempo para reflexionar
sobre lo que me había hecho a mí misma.
Y esa noche cuando estaba ahí acostada en el catre
hubo un momento en el que pensé que podría no volver a correr,
como si hubiera hecho algo completamente estúpido,
que quizá ni siquiera podría volver a correr
y sobre lo que es correr para mí, lo importante que es.
Necesito correr en mi día a día, es algo que siento así
incluso si es solo una carrera, he logrado algo.
Entonces cuando hago algo por encima de eso, soy capaz de hacer mucho más.
Correr es también una oportunidad para compartir.
Cuando aparezco al principio de la pista y me encuentro con mis colegas.
como al estar parada en la salida de la carrera con otras 400 personas,
todos llevamos pantalones cortos y una camiseta o en mi caso, un vestido o falda.
Y todos somos iguales, no importa de dónde venimos,
si somos abogados, médicos, secretarias o enfermeros,
todos estamos ahí, todos somos iguales, estamos reducidos
a lo más real, profundo, crudo y puro de nuestro ser.
8 semanas más tarde aparecí en Francia
en la salida del Ultra-Trail du Mont Blanc.
2500 corredores comienzan esta carrera, gente de todas partes del mundo,
y recuerden esa palpitación de la que hablaba...
era increíble estar de pie aquí y no solo por los corredores,
las calles están repletas de gente animando,
era como la protagonista del Tour de Francia.
Salen corriendo delante de ti haciendo fotos
y de repente desaparecen dejándote seguir tu camino.
Creo que mi parte favorita de esta carrera
fue esa energía que venía de toda la gente
y además la posibilidad de estar en lugares como este.
La soledad, el tiempo conmigo misma y en esta carrera,
yo estaba ahí, presente, escuchando, mientras me movía a través de la ciudad
y a través de la gente sentanda en las calles bebiéndose una cerveza
y chocándote los cinco cuando pasabas corriendo. Les oía gritar, algo como:
"Esa chica lleva una falda".
Y luego me fui a la montaña misma,
esta carrera rodea el macizo del Mont Blanc.
Hay 9000 metros de desnivel.
Para ponerlo en perspectiva, es como subir al Monte Everest
y después volver al nivel del mar en un día.
Necesitas correr a través de 3 países, por lo que el idioma cambia
y tú estás ahí fuera. Es alucinante.
Era mi momento para brillar. Sonreía.
De ese modo estaba segura de que las chicas que me acompañaban ese día
la estaban pasando bien.
Llegué al km 110 de la carrera y tenía hambre.
Debo admitir que es embarazoso lo mucho que puedo comer
y lo rápido que puedo comer cuando hago alguna de estas cosas.
Me estoy "inhalando" un tazón de pasta y casi me lo quitan de las manos
y tratan de ponerme en movimiento, vamos, "Sal del puesto de socorro'.
"¿Cómo le va al resto? Mi amiga Jenny Uehisa,
está corriendo su primer carrera internacional, ¿cómo le va?"
Supe que estaba un poco más atrás.
Y finalmente me dicen, "Krissy, sigue, ¡estás encabezando la carrera!"
Y no sé si tire el tazón o si se lo di a mi equipo,
me puse en marcha, usaba bastones para ayudarme con el equilibrio
mientras corría alrededor del macizo del Mont Blanc.
Tenía que concentrarme en los 3 ascensos para llegar a la meta,
y cuando llegué a la cima del tercer ascenso
hice este largo zigzag, miré sobre mi hombro,
pero no vi a nadie no permití que eso me desanimara.
Estaba en pleno sprint, los tendones de mi rótula dolían como no imaginan,
pero fui capaz de ignorar el dolor.
Y recuerdo a este fotógrafo, bajaba conmigo dando saltos por el camino
y me hizo la foto, luego salto hacia delante.
Y cuando alcanzó el final de camino que se abría a la carretera,
y pude ver las tiendas de Chamonix delante de mí,
él tenía su cámara preparada, pero entonces la bajo, y levantó su mano
para chocarme los cinco de la forma más increíble en toda mi vida.
Las lágrimas corrían por mi cara porque la realidad de poner todo eso junto,
mi fracaso, todo ese dolor que sentí en la Western States,
no fue en vano, aprendí de esa experiencia,
y lo apliqué, y corrí hasta la última media milla a través
de las calles de Chamonix donde 6 filas de gente
se asomaban sobre el pasillo de la línea de llegada para chocarme los cinco.
Esa es probablemente una de mis fotos favoritas de la carrera.
Tenía esta sensación abrumadora cuando entré en el pasillo de meta
y a los brazos de estas chicas.
Pero se puede aprender de uno mismo cuando se está en una situación
de hacer algo que primero piensas que es imposible y luego lo haces posible.
Te abres a esta pura, real, cruda y creativa forma de ti mismo.
En ese punto te descubres, ves como reaccionas ante el mundo.
De vuelta al ejemplo de la Western States, estaba de mal humor,
pero a toda esa gente que tenía toda esa energía y me la dio ese día,
les podría haber dicho, "No, me voy a sentar en esta silla".
Seguí con ellos, así vi como reacciono en el mundo.
Y si puedes sacar eso del contexto del movimiento físico
y luego aplicarlo a tu vida diaria cuando te relacionas
interactuando con tus amigos, colegas.
Incluso hoy, y puedes ser esa persona real, segura de sí misma,
¿Qué hermoso podría ser este mundo?
Me siento muy privilegiada de estar aquí hoy y de compartir estas ideas de aprendizaje.
He aprendido mucho de esta gente,
les agradezco su tiempo.
(Aplausos)