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El Prado tiene la mayor colección que existe en el mundo de cuadros de Rubens
y lo que hemos decidido hacer en el museo, durante tres meses, es lucir la colección,
instalarla en las salas de exposiciones temporales
y animar a la gente a que se acerque y vea al pintor que con diferencia fue el más conocido,
el más afamado, el más influyente en Europa durante la primera mitad del siglo XVII.
El montaje es inusual. Es inusual porque los cuadros se cuelgan de una forma más compacta de lo que suele ser habitual actualmente.
Históricamente muchos cuadros se colgaban en pocos metros de pared.
Es una cosa relativamente reciente colgar los cuadros con más espacios, el darles jerarquía, darles espacio en las paredes y hacer que se vean mejor, digamos.
Muchos de los últimos cuadros de Rubens los protagonizan ninfas y sátiros. Personajes contradictorios de cuya tensión surge la vida.
Las ninfas son mujeres jóvenes, hermosas, pero también castas. Los sátiros son personajes, medio animales medio humanos,
que habitan los bosques y que son lascivos y que van persiguiendo constantemente a las castas ninfas. De esa contradicción surge la vida, de esa tensión entre belleza- amor por un lado,
belleza y amor que generan deseo y castidad, por otro, surge la vida. Y eso es lo que nos propone Rubens con su pintura en última instancia y sobre todo en la última época de su vida.
Una exaltación fundamentalmente a través del amor, de la vida, de la vida como una constante que se va generando continuamente .