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Estuve pensando mucho tiempo qué podía contarles.
Y, evidentemente, pasaron por mi mente cosas muy interesantes
que me enriquecieron mucho.
No tengo imágenes para proyectar,
por eso los invito simplemente a imaginar un vasto desierto.
Un desierto muy grande de arena y rocas,
lo que llamo un "abismo horizontal",
es decir, la infinitud por doquier,
y el silencio, y en medio de esa infinitud y ese silencio,
una manchita verde,
un pequeño biotopo, un pequeño ecosistema llamado oasis.
Uno de esos oasis construidos por el hombre,
en las zonas más áridas, donde nací.
El silencio, el minarete, las cinco plegarias, la jornada,
uno diría que ese páramo en medio del desierto estaría allí desde siempre,
y desde el principio de la vida.
Todo estaba bien.
Un padre herrero, que es a la vez poeta y músico,
y encanta a la gente con su música,
y, al mismo tiempo, en toda la jornada forja el metal
y hace cantar al yunque.
El yunque canta en la ciudad, la gente viene, se sienta, conversa.
Esta ciudad fue creada en el siglo XVII por un taumaturgo sufí
que pregonaba la no-violencia.
Había comprendido que la violencia engendra más violencia.
Luego, de repente, un gran revuelo.
De pronto ese país es colonizado por Francia.
Después los geólogos, o no sé quién,
encuentran carbón.
Y con el carbón, claro, se produjo un gran cambio: surgió la modernidad.
Surge así una población de mineros asalariados;
esa materia negra extraída,
que yacía bajo nuestros pies, nos era desconocida.
Luego, mi padre pierde el empleo
porque la gente para la cual forjaba herramientas,
de repente ya no requiere sus servicios,
y él se hizo minero.
Así, pues, llega a su fin el canto del yunque.
Veo a ese padre, que tenía cierta nobleza,
volver a casa cada noche cubierto de carbón,
y sentí muy profundamente
como si fuese humillado por el destino.
Llegaba la modernidad.
Y más o menos al mismo tiempo muere mi madre.
Mi padre empieza a preguntarse sobre el futuro y finalmente dice:
"La regla del juego ya no está en nuestras manos".
Y me deja al cuidado de una pareja francesa -un ingeniero y una maestra-
que habían migrado a este país por el trabajo en las minas.
Así, a los 5 años entré a la modernidad, sin haber conocido a mi madre.
Y entro en esta modernidad, a la que voy,
salto de la tradición a la modernidad,
del islam al cristianismo,
del fogón en el centro del lugar al cepillo de dientes, etc.
Y me encuentro, digamos, preso entre dos culturas
si bien entre ambas hay elementos convergentes
que son muy poco convergentes,
tienen muchas divergencias
en la visión, en los modos y en la cultura.
Asumo esta cuestión pero al final me desconcierta.
Voy a la escuela, soy un alumno normal para agradar a mis padres,
pero finalmente me cuestiono mi verdadera identidad.
¿Quién soy?
¿Quién tiene razón?
¿La población tradicional? ¿La población moderna?
Con este discurso contradictorio empiezo a cuestionarme
y, claro, se me da más...
en vez de ser brillante en química y en matemática o algo así,
leo mucho a los filósofos,
que, en definitiva, se preguntan profundamente sobre el destino
y el sentido que podría tener la humanidad.
Llega la guerra de Argelia, yo dejo Argelia,
no es que lo hubiese decidido,
simplemente tenía que venir aquí.
Baste recordar que en la escuela
me enseñaron que mis ancestros eran galos.
Solo hay que verme para descubrir lo obvio,
a menos que yo sea el único galo.
(Risas)
¿Qué quiere decir eso?
Quiere decir condicionamiento, quiere decir asimilación,
quiere decir integración de la persona a una ideología.
Llego a París, excluido de ambas culturas,
y me doy cuenta de que, bueno, buscaba trabajo
y me doy cuenta de que nono estaba preparado.
Quizá podía escribir un buen ensayo sobre Sócrates, a quien amaba,
pero a mi empleador no parecía interesarle eso.
Y me vuelvo lo que en francés se llama OS,
"obrero especializado".
¿Por qué se lama obrero especializado?
Porque en realidad es alguien que no se especializa en nada.
Tenía un salario que no era malo, si se quiere.
Estoy en este microcosmos laboral,
y trato, dado que estudiaba filosofía de la historia, de la antropología, etc.,
trato de darle una configuración a este sistema en el que estaba
y era siempre la gran pirámide dominante.
Hay personas importantes en lo alto de la pirámide
y personas nada importantes en la base.
Hay una jerarquía: el DGE,
el gerente general, los estamentos superiores,
los ejecutivos no tan importantes,
y luego estamos nosotros, los obreros especializados,
que, como diría Fernand Reynaud,
no tenemos a quien ofender, así que aquí estamos,
éramos el estrato más bajo.
(Aplausos)
Y en este mundo hiperactivo, en el que finalmente se ha dado el trabajo,
el trabajo es una virtud, siguen repitiendo que el trabajo es virtud,
así que, un hombre trabajador es alguien que elige en el sistema social.
Pero, ¿qué es lo que constituye esta efervescencia interna del sistema?
Somos nosotros al producir cada vez más,
al ser buenos trabajadores,
quienes, al final, terminamos aumentando el PBI
con esa efervescencia,
pero sin la equidad que nos habría gustado ver.
Luego, la gran proclama de la modernidad,
era que el progreso de algún modo
liberaría al ser humano.
Pero al seguir el itinerario del ser humano a la modernidad,
encontré una serie de encarcelamientos.
Bien o mal, desde el preescolar hasta la universidad
estamos atrapados en un "cofre" (como dicen los franceses, un 'bahut').
Todos trabajamos en cajas,
cajas pequeñas, cajas grandes cajas, etc.
Ir a la discoteca es "aller en boite" [ir a una caja].
(Risas)
Vamos en auto, en una "caisse" [caja]
(Risas)
Y, la última caja, donde ponemos las cosas viejas,
(Aplausos)
mientras esperamos la caja final, que dejaré que adivinen.
(Risas)
Por eso hago esta pregunta:
"¿Hay vida antes de la muerte?"
Porque si vivir es estar encarcelado de por vida,
hasta el momento en el que el sistema finalmente nos rechaza
para pasar la transición antes de desaparecer,
bueno, ¿qué significa?
Alienación.
La alienación fundamental del ser humano.
De allí, obviamente,
comprenderán que no lo comparto en absoluto,
y me digo a mi mismo: debo encontrar
otro tiempo, otro espacio.
Es decir, reconquistar de algún modo
la libertad de hacer lo que quiero con mi vida,
que no lo determine un sistema impuesto.
Por eso regresé a la tierra
con mi esposa, a Ardèche del sur.
Y allí viene mi encuentro con la agricultura.
Y elegimos un lugar;
como si fuéramos estúpidos
elegimos una tierra degradada
difícil, sin agua, ni electricidad,
ni teléfono, ni nada de nada.
Y en el banco al que fui, me dijeron:
"Ud. está loco si se instala allí".
No sería fácil explicarles
que había un motivo importante en nuestra elección.
Y era la belleza del lugar, no sólo la rentabilidad.
Es la belleza, no queríamos renunciar a esta belleza del lugar.
En la segunda etapa soy agricultor
y aprendo agricultura moderna
que, por supuesto, incluye fertilizantes químicos, pesticidas,
uno pasa el tiempo matando y contaminando.
Al mismo tiempo, en el suelo,
ponemos fertilizantes que lo deterioran,
y eso contaminará las napas freáticas, etc.
Así que suscribir esa lógica estaba fuera de discusión.
Eso me llevó a la agricultura orgánica
y desde ese momento comprendí
que perfectamente se le podía pedir alimento a la tierra
en cantidad, calidad y al mismo tiempo
mejorarla, mejorar su calidad,
y pasarla en mejor estado a las próximas generaciones
en mejor estado del que la recibimos.
Así que en cierta forma hacíamos un acto de sanación,
un acto de responsabilidad,
hacia esta vida.
Luego me dijeron: "Nunca triunfarás",
pero lo hicimos.
Pudimos criar cinco hijos,
todos músicos, etc.
Si me permiten, no hemos vivido
en la miseria, pero encontramos el equilibrio;
o sea, integrar la vida en un equilibrio,
es decir, si uno pone demasiado exceso
eso es alienación, y si nos apegamos a la moderación
esa moderación pone las cosas en nuestra justa medida
y nos da equilibrio, y por ende la alegría de ser,
respondiendo, claro, a nuestras necesidades más elementales,
y dejando incluso un margen muy importante
y lo que concierne a la promoción del propio ser humano,
para que la vida no sea simplemente
una vida de trabajo sino también un tiempo
en el que florezcamos
en el que tengamos el espacio necesario
para ocuparnos de nosotros, nuestra fibra íntima,
de desarrollar competencias y no solo
competencias mercantiles,
o habilidades que reporten valor financiero;
liberarnos de lo superfluo tanto como podamos,
para poder recuperar la libertad de un desarrollo personal.
Al hacerlo, la agricultura orgánica muestra
su capacidad para regenerar suelos,
y me invitan de países africanos
a los cuales llevo la agricultura orgánica como alternativa
a agricultores que han sufrido sequías desastrosas,
y que, al mismo tiempo, no pueden alimentarse como corresponde,
dado que los fertilizantes son muy costosos,
contaminan el suelo, etc.
Por eso yo propongo la agro-ecología
y creé el primer centro de formación en agro-ecología
y hoy existen 100 000 agricultores que usan esos métodos,
de manera más o menos apropiada, pero, como sea, podemos decir
que hay 100 000 agricultores conscientes de este principio
de que perfectamente se puede tomar un suelo degradado
regenerarlo, hacerlo fértil y al mismo tiempo responder
mejor a las propias necesidades alimenticias
que son necesidades básicas sin las cuales no puede existir nada más.
Funciona y la idea general,
la reflexión sobre ecología cobra una cierta dimensión
y, en efecto, en el 2002
unos amigos me instaron a presentarme a las elecciones presidenciales...
estuvieron a punto de tener su Obama,
(Risas)
pero la idea fue no entrar en política partidaria
en sentido clásico, si bien tuve que subir al escenario,
pero la idea era decir que hay una emergencia absoluta:
poner a los humanos y la naturaleza en el centro de las preocupaciones
por delante de cualquier cosa, quitando todo lo demás.
Hoy, se trata del hombre y la naturaleza.
Porque mi idea es saber
si, por ejemplo, si nos observaran unos extraterrestres
para estudiarnos, concluirían:
"son superdotados, pero poco inteligentes".
Porque ser superdotados de conocimientos, etc.
no implica organizar el mundo como debería ser.
Además, las discrepancias y la tremenda injusticia
en la que 4/5 de la población mundial
apenas satisface sus necesidades básicas
y 1/5 que gasta, y obviamente festeja,
luego del saqueo, por cierto, aún continúa saqueando
el territorio de otros.
De repente, esta inequidad, y esta...
cómo decirlo,
esta disparidad me parece que es la primer cuestión a ordenar.
Si no resolvemos la subordinación de la mujer,
la mujer subordinada...
no, no debe subordinarse a la mujer.
Ellas deben ser el elemento que nos permita
el equilibrio masculino-femenino que devolverá a nuestra sociedad
otra sensibilidad y reequilibrará lo todo,
y durante mi campaña electoral
por supuesto, insistí mucho en la necesidad de educación,
en la necesidad de volver a la economía local,
no subordinada al transporte de alimentos, etc.
Tengo poco tiempo para explicarles todas estas cosas,
pero en todo caso, se constituyen, si se quiere
en una especie de enfoque que cada vez se confirma más,
y, finalmente, la gran pregunta...
tomé la frase de Dostoievski:
"La belleza salvará al mundo"
o "la belleza puede salvar al mundo".
No recuerdo exactamente,
he reflexionado mucho en esta noción de belleza que salva el mundo.
Me dije, bueno...
tenemos mucha música, muchas pinturas,
muchos monumentos extraordinarios,
pero, ¿salvan al mundo?
No.
Hoy debemos preguntarnos: "¿Cuál es la belleza que puede salvar al mundo?"
Está dentro nuestro.
La belleza que salvará al mundo es la generosidad,
el compartir, la compasión,
todos esos valores que consideramos anticuados
y que, ¿a dónde nos llevan?
Nos llevan a la tremenda energía; la energía del amor.
Sin amor, nada existe.
El otro elemento a la que nos lleva,
me dicen, son las alternativas; de acuerdo,
pero yo le digo a la gente:
comer orgánico, reciclar el agua, usar energía solar
y explotar al prójimo, ¿no es incompatible?
(Risas)
No es cuestión de alternativas, ¿lo ven?
(Aplausos)
Hay que prestar atención y no confundirse
en las sustituciones de algo que rechazamos
y olvidar que la primera sustitución que debemos hacer
debe hacerse partiendo desde el corazón humano
de la visión que tenemos de la vida.
Si no nos forjamos una visión como esa,
bueno, quizá terminemos desapareciendo.
Bueno, en conclusión,
si se quiere, me he preguntado mucho:
"¿Cuál es el propósito del ser humano en la Tierra?"
Desafortunadamente, tenemos una visión de un planeta magnífico
pero que no percibimos como un don extraordinario del destino.
Es un diminuto planeta, perdido en un desierto sideral.
Y no hacemos más que tratarlo
como a un depósito de recursos a saquear
hasta el último pez, hasta el último árbol, etc.
Ahí yace la desinteligencia radical y profunda,
si no reconsideramos y cambiamos esa visión.
Para concluir, les contaré una anécdota que ilustra lo que quiero decir
y veo que se agotó el tiempo.
(Risas)
Bueno, ahora debo...
(Aplausos)
voy a transgredir un poco
falta un pelín para terminar.
La agricultura orgánica ha demostrado ser una vía válida,
como una pequeña terapia para la Tierra,
para que se recupere.
La nutrimos, y eso es lo que hay que desarrollar.
Aparte, citaré otra anécdota
que he visto en Ardèche, donde teníamos nuestra granja,
nuestro rebaño de cabras, etc.
Allí construimos nuestra pequeña libertad,
con acciones que tenían sentido para nosotros
y que nos dieron mucha felicidad,
pero respetando el principio de sobriedad.
Vale decir, que el principio de sobriedad y moderación
es liberador, inmediatamente liberador.
Porque el problema de la sociedad humana
es que no se ha resuelto lo esencial
y que lo superfluo no tiene límites.
Y como lo superfluo no tiene límites,
estamos en este crecimiento económico exponencial
que no se impone límites, lo que hace
que evidentemente, en mi campaña electoral,
planteé una blasfemia: el decrecimiento.
Y lo que entiendo por decrecimiento
no es retroceder,
me refiero a una civilización de la moderación.
Porque hoy estamos viviendo una experiencia formidable
de cosas que hemos heredado, en verdad formidables,
que ya he citado, hemos adquirido.
Pero, ¿en función de qué?
¿A qué paradigma responden esos beneficios?
Seguramente no tenemos en cuenta la opción
de una civilización de la moderación;
si no transformamos nuestra sociedad mediante un cambio humano,
si no optamos por el valor inestimable de la vida...
la vida tiene tanto valor puede tener precio.
Si se le pone un precio, se la profana.
Si analizamos nuestro comportamiento global en este magnífico planeta,
ciertamente se puede concluir
que nuestra especie es un accidente.
(Aplausos)