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XVIII. Invadido por el hambre, el gran maestro budista Tokuzan entra un día en una tienda
y pide a la dependienta una torta de arroz. como esta se demora en servírsela, Tokuzan
comienza a quejarse en voz alta, exclamando que cómo es posible que se le esté haciendo
esperar de esa manera a él que es un reconocido especialista budista, uno de los más grandes
exegetas del Sutra del Diamante, un famoso maestro sin rival en el mundo. La mujer, impasible,
continúa con sus tareas sin hacerle el menor caso con lo que Tokuzan entra en cólera y
hecho una furia le exige que le atienda inmediatamente. Entonces la dependienta toma una de las tortas
y se la ofrece. "Toma --le dice-- aquí tienes una torta para la mente que no come tortas".
A lo que el maestro le responde: "¡Mi mente no necesita que le vendas ninguna torta!"
XIX. Alejandro Gonzá*** dijo que él nunca moriría de hambre, y se fue tragando todas
sus palabras.
XX. Genro y Fugai discutían un koan que yang-shan había presentado a un monje en su
zen-do o sala de meditación. Las letras agua no pueden saciar la sed, dijo Genro. pero
yo estoy viendo olas gigantes que van creciendo, contestó Fugai. Un dibujo de un pastel de
arroz tampoco sacia el hambre, continuó Genro. Aquí tienes una bandeja llena de pasteles,
concluyó Fugai.
XXI. Luis Felipe comendador buscaba las palabras que resultaran un escondite perfecto; hace
años que nadie sabe de él.
XXII. Tras marcharse todos los que habían acudido aquel domingo a escucharlo, el sabio
Roshi se dirigió a recibir a otro maestro zen llegado desde un monasterio muy lejano,
al elogiar este la gran cantidad de público que había acudido a escucharle, Roshi se
limitó a decir: cuando la gente viene aquí a oírme hablar, les ofrezco un sándwich.
Los tontos escuchan lo que digo, los sabios se comen el sándwich.
XXIII. yo soy poseído por aquello que poseo, había dicho Robert Filliou.
XXIV. Todos debemos esforzarnos en ir más allá de las palabras, sentencia buda en El
Sutra del diamante cortador, porque uno puede sentir apego por ellas, y no debemos sentir
apego por nada. Debes comprender que mis palabras son como una balsa que se emplea para cruzar
un río. cuando su utilidad ha sido satisfecha, debe ser dejada atrás si queremos llegar
más lejos. permite entonces que la nada se aposente en ti. cuando tu mente se llene de
nada, lo sabrás todo.
Antonio Orihuela Mérida, 23-04-2013