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Piensen en los alimentos producidos en el mundo cada año.
¿Difícil de imaginar?
Imaginen que son toda la humanidad,
y que en el plato que tienen en frente
está toda su comida del año.
Han hecho todo tipo de trabajo para llevar la comida a la mesa.
Deben estar ansiosos por consumir el fruto de su trabajo.
Y las verduras,
las carnes,
y los wafles de su trabajo, también, ¿no?
Bueno, por extraño que parezca, un tercio de esa comida
termina en la basura.
Un tercio de la comida del mundo,
se estima que unos 1300 millones de toneladas
terminan en la basura.
Todo el trabajo empleado en la producción del alimento se desperdicia.
Y, para colmo de males, nos cuesta.
Solo EE.UU. gasta un estimado
de USD 165 000 millones al año
gestionando residuos.
Desperdiciamos alimentos,
energía
y dinero.
Quizá lo peor de todo,
desperdiciamos la oportunidad de cambio,
de hacer más eficiente el sistema de consumo de alimentos.
Si queremos lograr ese cambio,
deberíamos conocer a una aliada
humilde pero diligente y siempre crucial:
la lombriz.
Las lombrices convierten los residuos orgánicos
y otros productos compostables en fertilizantes naturales.
Hasta el 75% de lo que arrojamos a la basura
puede volverse alimento y material
de vermicompostaje.
Pueden crear un lumbricario en casa
para ver el proceso de compostaje en acción.
En primer lugar, necesitamos lombrices
no las lombrices de tierra típicas.
Necesitamos lombrices rojas,
Eisenia foetida,
la especie responsable de la mayor parte
del vermicompostaje en América del Norte.
Viven cerca de la superficie,
no cavan demasiado profundo,
funcionan muy bien a temperatura ambiente,
y son muy apropiadas para convertir residuos orgánicos
en abono usable.
Ahora, las lombrices puede que sean alimañas
pero necesitan un espacio cómodo para vivir y trabajar:
algunos materiales donde reposar,
papel triturado o cartón,
un poco de humedad,
y, por supuesto, comida.
Sobre todo, restos de comida,
sobras de alimentos en leve descomposición.
Las lombrices descomponen los residuos de alimentos
y otra materia orgánica en "castings",
un sinónimo elegante de "*** de lombriz".
Su excremento está absolutamente lleno de microbios,
que continúan el proceso de descomposición
y hacen que todos los nutrientes, que antes se perdían,
estén disponibles de nuevo como fertilizante.
El cronograma del proceso varía
en función de la cantidad de lombrices,
de la temperatura
y de la cantidad de residuos del lumbricario.
Y hay otro calendario a tener en cuenta.
En un lumbricario sano,
la reproducción de lombrices ocurrirá
cuando las lombrices alcancen la madurez ***,
indicada por un alargamiento de los segmentos
en una estructura bulbosa.
Las lombrices de tres meses pueden producir
de 2 a 3 capullos amarillos semitranslúcidos por semana.
¿Pensaban que de los capullos solo salen
polillas y mariposas?
Bueno, ¡no todo puede ser majestuoso!
Los bebés salen del cascarón en unas 11 semanas.
Cuando el lumbricario parece estar lleno de fideos vermicelli
es momento de compartir el botín con los amigos
y crear un club de vermicompostaje.
O quedarse con las lombrices
y montar un negocio.
El vermicompostaje no se limita
solo a pequeños lumbricarios,
es un negocio emergente.
Hay grandes instalaciones que convierten
residuos orgánicos a granel, e incluso estiércol,
en rico "casting" ***, llamado oro ***.
Su valor como aditivo para el suelo no tiene parangón,
y puede ayudar a las plantas a resistir patógenos dañinos.
La falta de tierra disponible en el medio urbano,
sumado al creciente interés por la agricultura a pequeña escala
indica que hay un mercado para el vermicompostaje.
Muchas comunidades usan compostaje
como parte de las estrategias de cero residuo,
y pueden vender sus sobras bioprocesadas
a granjas locales, ávidas de fertilizantes.
Así, en lugar de gastar dinero,
arrojando residuos al vertedero,
podemos transformar residuos en activos,
reingresándolos al sistema alimentario
para que sea más sostenible,
todo ello con la ayuda de la humilde lombriz,
el diminuto organismo que nos puede ayudar
a cambiar la forma de mirar el lugar de la comida en nuestras vidas
y nuestro lugar en el mundo,
siempre que le demos a este pequeño ser
un lugar en la mesa.
Bueno, no un asiento real en la mesa.
Un lumbricario en el cobertizo está bien.