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Un relato, una historia, puede estar escrita con una única trama, con un sólo hilo conductor
de lo narrado (como por ejemplo La Metamorfosis de Kafka), o con una multitud de historias
que se suceden o se entrecruzan (Don Quijote, Las mil y una noches, Los cuentos de Canterbury).
El hecho de que haya una sola historia no quiere decir que haya un único personaje
o un único espacio. Siempre se requiere más de un personaje —aunque solo sea en la mente
del único habitante del relato— para crear fricciones, conflictos y oposiciones. Habrá
siempre uno o dos protagonistas que soporten el peso central de la historia, pero los personajes
secundarios no están sólo de adorno: se pueden contar algunos sucesos o escenas que
los definan a ellos y al mundo en el que vive el protagonista. Esas son las historias secundarias.
Las historias secundarias son importantísimas en toda narración. Son ellas, especialmente,
las que hacen creíble un relato, porque muestran un mundo imaginario que tiene varias facetas,
al igual que el nuestro. Dos historias cruzadas pueden sucederle simultáneamente
a un sólo personaje: En el cuento Enemigos, de Chéjov, el doctor Kirilov tiene que visitar
a un paciente falso cuando su propio hijo acaba de morir. O se pueden cruzar las historias
de dos personas distintas: dos hermanos, o dos amigas, se cuentan, interrumpiéndose
mutuamente, dos aventuras muy diferentes que han vivido cada uno por su cuenta durante
las vacaciones. Hay un altísimo porcentaje de novelas que
están construidas a partir de una coelcción de historias secundarias. Pueden ser historias
o aventuras que le suceden a un mismo personaje. Un caso significativo es el de El Quijote
que, acompañado de Sancho, va teniendo aventura tras aventura. La primera intención de Cervantes,
al escribir las primeras páginas de las aventuras de Alonso Quijano, parece ser que fue la de
escribir una novela corta, un relato breve, y este terminaría justamente cuando don Quijote
regresa de su primera salida, que la hizo sin compañía de Sancho. Al decidirse a continuar
la historia con una segunda salida, la que le lleva a recorrer toda la Mancha en un sin
fin de aventuras caballerescas, Cervantes se da cuenta de que don Quijote precisa de
un compañero, de un alter ego, un contrapunto que permita crecer y avanzar la historia,
que le permita escribir quinientas páginas y un segundo tomo de otras tantas sin que
la historia decaiga. Ya no son sólo las aventuras de don Quijote, sino también las de Sancho
con Teresa, o en la ínsula de Barataria, y hasta del propio Cervantes tras un traductor
que descifre los manuscritos de Cide Hamete. En todo caso, es la estructura de multitud
de historias concentradas la que da origen a la novela propiamente dicha en la mayoría
de las lenguas indoeuropeas. Las novelas de caballerías, justamente parodiadas por Cervantes,
no son sino otra acumulación de aventuras.
Las historias pueden ser de varios personajes, y narradas por uno sólo —el caso de Las
mil y una noches y la fabuladora Sherezade, o El conde Lucanor y Petronio—, o narradas
por diversos personajes que se encuentran en el camino —como los peregrinos de los
Cuentos de Canterbury, que se van dando la voz unos a otros a lo largo del viaje—.
La Odisea de Homero, El Decamerón de Bocaccio y Cien años de soledad de García Márquez
podrían ser tres ejemplos más, cruzando veinticinco siglos de historia, donde las
historias secundarias son la historia. Quiero insistir en la conveniencia de mantener
los argumentos entrecruzados, pero independientes, y evitar reducirlos a uno sólo mediante el
artificio de un único personaje protagonista de dos historias sucesivas. Para preservar
la autonomía de dos argumentos, a veces será útil (eso es parte de la elección del autor)
inventar un nuevo personaje que los narre intercalándolos. Puede ser un narrador que
observa o escucha ambas historias, un vecino, un amigo común, o un periodista investigador.
Cuando en una historia hay dos argumentos cruzados, cada uno de ellos debe influir en
el otro. Tiene que haber alguna conexión entre ambos (aunque sólo sea mental), y el
desenlace de uno debe modificar la resolución del otro. Uno de los argumentos puede ser
el principal (se narra con mayor extensión) y el otro secundario, pero también puedes
llegar a equilibrarlos, y que ambos sean principales.
AHORA TE TOCA A TI.
Escribe un relato con dos historias cruzadas. Cuando más distintas sean las dos historias,
mejor. No enlaces las dos historias con la primera idea que te venga a la cabeza (esa
suele ser la más fácil, la más obvia y tópica). Dale dos vueltas de tuerca al entramado.
Puedes escribir en primera o en tercera persona. Por ejemplo: Un personaje cuenta la historia
de alguien que conoció (o está leyendo un libro donde se cuenta la historia de otro).
De cuando en cuando deja caer algunas pistas por las que conocemos la realidad de su vida
actual. Otro: Estás jugando al Trivial en casa de una amiga, pero a través del fino
tabique oyes sin querer cómo el hermano mayor discute con su novia.
Ánimo, que tú puedes.
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Nos vemos en el próximo vídeo.
Hasta luego.