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Soy psicóloga clínica y mi especialidad es en el campo del trauma
y el trastorno de estrés postraumático TEPT.
Paso mis días escuchando a personas contar las historias.
de los horrores que han vivido e intento apoyarlos
en sus esfuerzos para recuperarse de esos eventos.
La gente todo el tiempo me pregunta cómo puedo hacerlo,
bajo la suposición predominante de
que escuchar sobre traumas debe ser igualmente traumático.
Yo, sin duda, tomé esa postura hace 15 años,
cuando inicié mi trabajo en este campo.
Mi primer trabajo en la industria me llevó a trabajar con niñas adolescentes
que estaban involucradas en el comercio *** de alguna forma.
Y tomé este puesto con la certeza de que el trabajo y las historias que iba a escuchar
me iban a horrorizar.
La verdad es que muchas veces lo hicieron
y las atrocidades que escuchaba que se habían cometido me dejaban atónita.
Pero esa no fue la impresión predominante
durante mi permanencia en la organización y ni fue la que se quedó conmigo
durante los años en que desarrollé mis competencias en este campo.
Lo que más me impactó entonces, y que ha perdurado,
es la determinación no solo para sobrevivir, sino también para salir adelante,
que he evidenciado en los clientes con los que he trabajado.
Lo que esperaba era que la clientela con la que trabajaba
hubiera sido dañada más allá de toda posibilidad de reparo
y quebrantada por las experiencias que habían tenido que soportar en sus juventudes.
Que no haya sido así fue algo que me procuro descanso
y las conclusiones que saqué al respecto
han influenciado mi trabajo y mis reflexiones en esta área desde entonces
y hasta el día de hoy.
Mi trabajo actual es en programas de salud gubernamentales
con soldados, veteranos y oficiales de la Policía Montada de Canadá,
que han sido expuestos a eventos traumáticos relacionados con el servicio.
Los clientes que visitan nuestra clínica van
desde soldados jóvenes que han sido desplegados en Afganistán y que han regresado recientemente
hasta gente mayor que sirvió en Corea y en la Segunda Guerra Mundial,
por no mencionar a los oficiales de la Policía Montada de Canadá
que han servido y protegido este país de costa a costa.
También pasé tiempo en el campo de lo privado atendiendo civiles
que han vivido eventos problemáticos y traumáticos
y espero compartir con Uds. hoy
algunas de las cosas que he aprendido en este trabajo,
y que me han permitido entender algunas cosas significativas sobre la naturaleza humana
y sobre lo que es ayudar a quienes les ha pasado lo impensable.
Me voy a referir a la naturaleza del trauma y sus efectos, para empezar.
Una de las dudas que enfrenté cuando preparaba esta charla
fue decidir en qué aspecto de mi trabajo hacer énfasis y en cuál no.
Y en este debate que tuve conmigo misma, me decidí por
los aspectos que son relevantes para el colectivo
más que por aquellos relevantes para un subgrupo más pequeño.
Y esta decisión fue motivada por una importante pieza de conocimiento
que he amasado en este trabajo: el trauma es un gran igualador.
Atraviesa todos los estratos socio económicos y no tiene en cuenta el género,
la raza, la religión o la clase; nadie es ajeno a la posibilidad
de vivir experiencias horribles o demoledoras.
Mientras que esta idea da mucho qué pensar,
creo que la conciencia de este hecho puede ser liberadora
si uno se permite aceptarla y ver su significado...
y hablaremos más acerca de este punto un poco más adelante.
Antes de hacer esto, me gustaría esbozar brevemente
algunas de las cosas que he aprendido sobre el trauma
y sus efectos, y empezaré a hacerlo con la descripción de un suceso
que servirá de escenario para las ideas que quiero comunicar.
Imaginen un padre de familia de mediana edad y medianos ingresos
que tiene que trabajar por épocas, como muchos padres hoy en día,
lejos de su familia en comunidades remotas
ya que así hace más dinero
del que podría hacer en el pueblo donde viven.
El lugar en el que se queda mientras está fuera
cuenta con un gimnasio
y esa tarde de sábado en particular
estaba dejándolo para regresar a su habitación
cuando nota que la gente con la que se encuentra
lo mira de una forma extraña.
Inicialmente, él ignora esto recriminándose por su paranoia,
pero luego escucha que lo llaman por el altavoz del lugar
solicitándole que se presente en la administración.
Su corazón se acelera, empieza a sudar
y una sensación de miedo empieza a apoderarse de él.
No puede explicarse por qué reacciona de esta manera,
solo sabe que algo grave va a pasar.
Y resultó ser cierto.
Cuando se presentó en la administración, el supervisor de turno le informó
que había habido un accidente.
Su esposa e hijos iban en auto a visitar un familiar en el norte
y su auto fue embestido por otro.
Su esposa y el menor de sus hijos sobrevivieron,
pero el mayor no.
El trauma parte la vida de quienes lo sobreviven en dos:
la vida antes del trauma y la vida después.
La vida posterior al trauma implica saber cosas
que antes no se sabían en absoluto
o que solo se sabían a medias.
La vida posterior al trauma implica entrar en contacto
con cosas como la brutalidad,
que toda vez que se conoce o experimenta ya no puede negarse u olvidarse.
La experiencia que acabo de describirles impacta a la persona que la sufre
como lo hace un movimiento tectónico.
Si el accidente automovilístico no hubiera ocurrido, aquella tarde de sábado
se hubiera diluido en la irrelevancia
junto con todas las otras tardes de sábado anteriores.
De cara a este accidente
y a la devastación que dejó,
la vida de esta persona queda dividida en la vida anterior a esa tarde de sábado
y todo lo que ocurrió después.
Y lo que comúnmente empieza a suceder en las vidas de estas personas,
si no se les ayuda a recuperarse de este tipo de eventos,
es que, comprensiblemente, tratan de poner distancia
entre ellos mismos y la experiencia de los eventos.
Experimentar algo como lo que describí,
es enfrentar un dolor psicológico y emocional sin paralelo
de cuya fuente nos retiramos de un salto,
como cuando nos quemamos con la estufa.
Desafortunadamente, huir de nuestra experiencia interna
no es tan sencillo como retirarnos del quemador de la estufa.
Y lo que le sucede a las personas tan pronto como empiezan a sustraerse
del dolor emocional, es una profunda alienación,
de ellos mismos, de sus sentimientos y pensamientos, y de los otros.
Y cuando la alienación propia y de otros se presenta, los síntomas emergen.
Surgen cambios de ánimo, una evasión persistente,
la calidad de vida se viene abajo y el bloqueo emocional ocurre.
Los seres humanos somos criaturas sociales por naturaleza
y si se nos priva del contacto y la conexión emocional con nosotros mismos y con los otros,
se pone en peligro nuestra vida; es importante notar el círculo vicioso.
El deseo de retirarse y de evasión es motivado por la enormidad del dolor
que experimenta el individuo que ha sido traumatizado.
Y el retiro busca por lo general evitar que ocurra más dolor,
pero distanciarse de uno mismo y de los otros
en realidad crea más dolor y desilusión
que el que se estaba evitando al principio.
Y el ciclo continúa.
Y para hablar de una manera ligeramente diferente,
un trauma como el que puede sobrevenir en el campo de batalla
o a raíz de la experiencia de una violación o un crimen violento,
involucra fundamentalmente la desconexión.
Lo que la gente está obligada a hacer después de un evento traumático,
es reconstruir su vida y su visión del mundo,
porque lo que solía estar allí ahora está destrozado.
Después del trauma, se pierde la capacidad para dar por hecho
lo que antes se presuponía fácilmente.
Uno de las suposiciones más críticas que pierde validez tiene que ver con el control
y cuando la gente desarrolla el TEPT cuando se exponen al trauma
habrán, inevitablemente, intentos fallidos de reafirmación de un sentido de control,
lo cual, de hecho, perpetúa el problema.
Cuando la gente llega a mi consultorio en busca de tratamiento,
presenta un cuadro de retiro y desconexión profunda del mundo.
Es típico que en un intento
por manejar los sentimientos y pensamientos dolorosos
que quedan en el despertar de un evento traumático,
la gente estreche el rango de su existencia.
Esto, por lo general, significa que la gente rara vez sale de la casa.
Pronto habrán perdido contacto con sus amigos
y, algunas veces, incluso con los miembros de su familia:
"Si controlo mi mundo de esta forma,
estaré física y emocionalmente seguro". Lo que pasa, de hecho,
es que el mundo exterior se vuelve
extremadamente peligroso y fuera de control para ellos.
Y esto fomenta una desconexión mayor y un mayor retiro,
que agravan aún más el cuadro de dolor y alienación que mencioné hace un momento.
Lo que quiero que entiendan de lo que acabo de exponer,
es que el afán de retirarse del dolor es instintivo
y es a lo que se hace referencia con la frase: reacción normal a eventos anormales.
Y, tratándose de lo que es normativo o predecible después del trauma,
estamos listos para explorar lo que es necesario en el proceso de la recuperación.
Hasta donde yo he observado, el antídoto en la lucha que he descrito
radica en la reconexión.
Mi trabajo consiste en ayudarlos a dar los primeros pasos hacia la reconexión,
con ellos mismos, con su mundo interno de sentimientos y pensamientos
y con quienes los rodean.
Y es en el proceso de reconexión que la sanación empieza a ocurrir.
Un par de apuntes acerca de cómo ocurre esta recuperación:
lo que he experimentado en mi trabajo es que hay un poder curativo increible
en nuestras relaciones y en nuestra capacidad para acercarnos y conectarnos con los otros.
El impacto de las relaciones en la sanación ha sido investigado extensamente
y mi experiencia personal ha sido confirmada
por trabajos de investigación una y otra vez.
Esto quiere decir que, al examinar cómo es que la gente mejora,
no es la aplicación de la técnica específica de nadie
lo que parece hacer la diferencia,
sino que la curación se da en el contexto de una conexión con otro ser humano,
cuando las condiciones de seguridad, empatía y genuino entendimiento se dan.
De hecho, la terapia no tendrá éxito,
independientemente de la esperteza del médico
para ofrecer una intervención cualquiera,
si la relacion terapéutica no está presente.
Así que lo que la evidencia sugiere, es que la gente puede
salir avante y recuperarse de la más horrible de las experiencias
si cuenta con al menos una persona a la cual ellos puedan
acercarse y con la cual puedan conectarse a un nivel emocional.
Y si bien esto es de una importancia crucial para el mundo de la terapia,
no deja de constituirse en una lección personal
y un principio guía sobre cómo deberíamos conducirnos en la vida.
La capacidad de las personas para superarse y para mantenerse resistentes
ante las experiencias más horribles,
como la tortura, la violación o la pena por la pérdida de un hijo,
es mitigada por las conexiones humanas que tengan al momento de ocurrir los eventos
y con posterioridad a ellos.
Pero, ¿cómo se relaciona esto con el tema de este evento
y cómo se aplica a comunidades enteras y a las personas que hacen parte de ellas?
Tengo aquí unas cuantas enseñanzas que he amasado a lo largo de mi trabajo
y que quisiera compartir con ustedes con la esperanza de que tengan eco.
La primera es que, dependiendo de las circunstancias,
cualquier persona es capaz de hacer cualquier cosa.
Pienso que esta es una pieza central de conocimiento que hay que tener
si se tiene la intención real de relacionarse empáticamente con nuestros congéneres.
Es fácil proscribir a los que experimentan o llevan a cabo atrocidades
tildándolos de diferentes de alguna manera a nosotros.
Y me preocupa porque si operamos de esta forma,
estaremos siempre operando desde un ángulo de desconexión y aislamiento.
La empatía conlleva que nos pongamos en los zapatos de los otros,
y creo que es importante que todos nos demos a la tarea
de cultivar esta capacidad toda vez que, dadas las circunstancias apropiadas
o las condiciones correctas, todos somos capaces de cualquier cosa.
La segunda enseñanza tiene que ver con la importancia que tiene la lucha y el dolor
para el desarrollo del carácter.
Yo siempre me refiero al proceso de recuperación que observo en mis clientes
como transformador, y similar en mucho
a la transformación de la oruga en mariposa.
Es la lucha por volver a levantarse lo que es crucial en el proceso de la transformación;
sin lucha la nueva entidad no aparecerá.
Y esto resalta, para mí, la importancia
de la lucha y la dificultad en el desarrollo del carácter,
y de cómo frecuentemente se puede obtener
algo potencialmente más significativo y hermoso
si conseguirlo implica desafío y lucha.
Creo que pagamos un alto precio
en cuanto al carácter de los seres humanos, si conseguimos las cosas demasiado fácil.
Y para ir un poco más lejos,
creo que es importante que los individuos y las comunidades
examinen continuamente las creencias que son compartidas colectivamente.
En el último siglo, pareciera como si las culturas occidentales hubieran adoptado cada vez más
lo que se ha denominado "el mito de la felicidad".
La idea subyacente al mito
es que si no somos felices todo el tiempo, algo anda mal.
Y si esta es la creencia, se pueden imaginar el dilema terrible
que enfrenta todo el que atraviesa por un tiempo difícil
o que aguanta un evento traumático.
El mensaje subyacente es que
si usted no es feliz algo está mal con usted,
y si aceptamos de buenas a primeras esta creencia o mito
sin evaluar sus implicaciones,
estaremos corriendo un alto riesgo de fomentar la alienación propia y de otros
a la que me referí hace un momento.
La creencia de que la felicidad o la satisfacción deben siempre estar presentes,
y que su ausencia hablaría mal de nosotros,
nos llevará a negar o a evitar cualquier experiencia interna que vaya en contra
y coloca a individuos y comunidades
en un alto riesgo de sufrir cuando un evento traumático se presenta.
Yo quisiera que a nivel individual y comunitario,
todos procuremos más y más por una integración total,
en la que nuestra capacidad para experimentar el temor, la tristeza o la incertidumbre
pudiera ser tan bien vista como nuestra capacidad para experimentar la felicidad,
el orgullo o la satisfacción.
Creo que si, cotidianamente,
fuéramos, como individuos y como ciudadanos,
más capaces de operar desde una posición
en la que todas las experiencias son valoradas, seríamos más saludables,
y más capaces de enfrentar los desafíos en nuestras vidas
estando dispuestos y siendo capaces de
tener experiencias sin importar los retos que entrañen.
Los dejaré con una de las enseñanzas más difíciles
que he extraído de mi trabajo al día de hoy:
no tenemos control de todo,
las cosas malas también le pasan a la gente buena,
y hay muchas cosas que pasan en nuestras sociedades que no son justas.
Algunas veces, saber esto y elegir participar en este mundo
al mismo tiempo, es un desafío.
Pero en mi opinión, tal y como lo he puesto,
el costo de evadir o negar este hecho es demasiado alto,
por la repercusión potencial que tal negación puede tener
en nuestras conexiones con nosotros mismos y con otros.
Muchas gracias por permitirme hablarles el día de hoy.
(Aplausos)