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LIBRO SEGUNDO DE LA TIERRA EN EL CAPÍTULO CINCO EL SILENCIO MARCIANOS
Mi primer acto antes de ir a la despensa era para sujetar la puerta entre la cocina
y el fregadero. Sin embargo, la despensa estaba vacía, todos los desechos de
la comida se había ido.
Al parecer, el marciano se había tomado todo el día anterior.
En ese descubrimiento me desesperaba por primera vez.
Me tomó ningún alimento o bebida no sea, en el undécimo o el duodécimo día.
Al principio, mi boca y la garganta reseca, y mi fuerza menguó sensiblemente.
Me senté en la oscuridad de la despensa, en un estado de abatido
miseria. Mi mente corría en comer.
Pensé que se había convertido en sordos, por los ruidos de movimiento que se había acostumbrado a oír
de la fosa había cesado totalmente.
No me sentía lo suficientemente fuerte como para arrastrarse silenciosamente a la mirilla, o me
han ido allí.
En el duodécimo día mi garganta era tan dolorosa que, teniendo la posibilidad de que la alarmante
Marcianos, me atacó el crujido de la bomba de agua de lluvia que estaba al lado del fregadero, y se
un par de vasos de agua de lluvia ennegrecida y contaminado.
Que se actualizó en gran medida por esto, y envalentonado por el hecho de que no preguntar
tentáculo siguió el ruido de mi bombeo.
Durante estos días, de una manera incoherente, no concluyentes, pensé que gran parte de la
cura y de la forma de su muerte.
En el decimotercer día bebí el agua un poco más, y me quedé dormido y pensé inconexa
de comer y de vagos planes imposibles de escape.
Cada vez que me dormía soñaba con fantasmas horribles, de la muerte del cura, o
de las cenas suntuosas, pero, dormido o despierto, sentí un dolor agudo me impulsaba a beber
una y otra vez.
La luz que entró en la despensa ya no era gris, pero de color rojo.
A mi imaginación desordenada parecía que el color de la sangre.
En el decimocuarto día que fui a la cocina, y me sorprendí al encontrar que
las frondas de la hierba roja había crecido derecha a través del agujero en la pared, girando el
a media luz del lugar en una oscuridad de color carmesí.
Fue a principios de los quince días que escuché una curiosa secuencia, familiar de
sonidos en la cocina, y, escuchar, lo identificó como el rapé y el
rasguño de un perro.
Al entrar en la cocina, vi la nariz de un perro mirando a través de una ruptura entre el rubio
frondas. Esto me sorprendió mucho.
En el aroma de mi ladró en breve.
Pensé que si podía inducirle a entrar en el lugar en silencio yo debería ser capaz,
tal vez, para matar y comer a él, y en todo caso, sería recomendable para matarlo,
para que sus acciones atrajo la atención de los marcianos.
Me arrastré hacia adelante, diciendo: "¡Buen perro!" En voz muy baja, pero de repente se retiró la cabeza
y desapareció.
He escuchado - que no era sordo -, pero sin duda el pozo estaba en calma.
Oí un sonido como el aleteo de las alas de un pájaro, y un graznido ronco, pero
eso era todo.
Durante mucho tiempo me quedé cerca de la mirilla, pero audaz que no se mueva de lado la
plantas rojas que se oscurecían.
Una o dos veces he oído un leve repiqueteo como las patas de los perros que van de aquí para
hasta allí en la arena hasta debajo de mí, y hubo más sonidos similares a las aves, pero es que
todos.
Al fin, animado por el silencio, miró hacia afuera.
Excepto en la esquina, donde una multitud de cuervos saltó y se pelearon por los esqueletos
de los muertos de los marcianos habían consumido, no era un ser vivo en el hoyo.
Me quedé mirando por mí, apenas creer mis ojos.
Toda la maquinaria se había ido.
Salvo el gran montículo de azul grisáceo en polvo en un rincón, algunos bares de
de aluminio en otro, los pájaros negros, y los esqueletos de los muertos, el lugar era
más que un pozo vacío circular en la arena.
Poco a poco me empujó a través de la hierba roja, y se puso sobre el montón de escombros.
Pude ver en cualquier dirección salvar a mis espaldas, hacia el norte, y ninguno, ni los marcianos
signo de los marcianos estaban a la vista.
El pozo se redujo Sheerly de mis pies, pero un poco a lo largo de la basura que ofrece una
pendiente de lo posible a la cima de las ruinas.
Mi oportunidad de escapar había llegado.
Empecé a temblar.
Dudé durante un tiempo, y luego, en una ráfaga de la resolución desesperada, y con un
corazón que latía con violencia, trepé a la cima del montículo en el que había sido
enterrados durante tanto tiempo.
Me miró a su alrededor otra vez. Hacia el norte, también, no era Marte
visibles.
Cuando yo había visto por última vez esta parte de Sheen en la luz del día había sido un desordenado
calle de confortables casas blancas y rojas, intercaladas con abundantes árboles de sombra.
Ahora me encontraba en un montículo de ladrillo roto, arcilla y grava, sobre la cual
difundir una gran cantidad de cactus rojos en forma de plantas, altura de la rodilla, sin un solitario
el crecimiento terrestre a disputar su equilibrio.
Los árboles cercanos habían muerto y marrón, pero a escala mayor de una red de hilo rojo de la
que aún viven los tallos.
Las casas vecinas habían sido destruidos, pero no se habían quemado, su
paredes en pie, a veces hasta el segundo piso, con ventanas rotas y puertas destrozadas.
La hierba roja crecía tumultuosamente en sus habitaciones sin techo.
Debajo de mí estaba el gran pozo, con los cuervos que luchan por su basura.
Un número de otras aves saltaban entre las ruinas.
A lo lejos vi a un gato flaco slink lacayuna lo largo de una pared, pero las huellas de los hombres
no había ninguno.
El día se hizo, a diferencia de mi encierro reciente, asombrosamente brillante, el cielo de un
azul brillante.
Una suave brisa mantenía la hierba roja que cubría cada pedacito de tierra desocupada
meciéndose suavemente. Y, ¡oh! la dulzura del aire!