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Me estaba muriendo y necesitaba una cura.
Tenía 27 años, mi cuerpo ya no daba para más
y mi cabeza gritaba pidiendo auxilio.
Era agente de préstamos inmobiliarios.
Tenía todo lo que supuestamente quería.
Pero era miserable.
Tenía trajes a la medida, una envidiable colección de corbatas,
un comprador personal e incluso un chofer.
Y cuando despertaba en mi penthouse de un millón de dólares,
calzaba mis pantuflas de Ferragamo y caminaba a la ventana,
llamaba a mi chofer y le decía,
"Oye Tony, no te preocupes si llegas unos minutos más tarde".
Porque eso me daba un poco más de tiempo
para disfrutar de los rayos del sol en mi ventana
antes de salir para la oficina.
Lo llamábamos "el búnker".
Era un complejo laberíntico de paredes de vidrio sin ventanas,
donde me pasaba 11 horas diarias
ofreciendo préstamos por teléfono, parecidos a este, a compradores calificados.
Y me pasaba el tiempo
forjando estas relaciones,
invertía todo mi tiempo y mi pasión
en establecer estas relaciones,
pero que no podía mantener,
porque tan pronto se aprobaban,
se vendían al banco.
Entonces, tenía que comenzar el mes siguiente
a establecer nuevas relaciones.
Me sentía como Sísifo,
el rey griego con el castigo eterno
de empujar una inmensa roca cuesta arriba
para luego verla rodar cuesta abajo,
repitiendo perpetuamente el proceso.
Iniciaba relaciones que no podía mantener;
era un juego de suma cero.
Estaba gastando mi tiempo por dinero
y eso no era suficiente, así que...
¡renuncié!
Tomé esta decisión
mientras estaba junto con mi primo Brandon
en nuestro balcón observando el paisaje citadino de San Francisco,
cuando me dijo algo que nunca olvidaré:
"Oye Brad... hermano, ¿esta vista de veras vale un millón de dólares?"
Luego me dijo:
"Disfrutaba más de la vida cuando vivía
en ese diminuto apartamento en The Tenderloin,
porque aun cuando era diminuto,
por lo menos podía pasarme el tiempo como quería.
Por lo menos podía pasarme el tiempo tocando el saxofón".
Y en ese instante pensé, "¡Eso es!"
Estaba canjeando mi tiempo por las mismas cosas que más quería de vuelta.
Canjeaba mi tiempo por tiempo,
que era exactamente lo que quería.
Así que tengo una pregunta para todos en la audiencia,
¿Cuántos de Uds. quieren de vuelta su tiempo?
¿O quieren ser dueños de su tiempo para hacer lo que quieran?
Veo que la mayoría ha levantado las manos...
Uds. quieren usar el tiempo a su manera...
Y así era como me sentía,
así que al día siguiente en la oficina,
mientras empacaba mi escritorio en una caja
mi jefe Mikey se me acercó con tres clientes potenciales
y me dijo, "Oye Brad, tengo tres clientes potenciales para ti...
Yo mismo los escogí especialmente para ti".
Mikey es una de las personas más generosas,
interesantes y totalmente geniales que haya conocido,
pero miré esos tres clientes potenciales
y pensé, "Estas son tres relaciones
que voy a establecer, pero que no puedo mantener".
Así que abracé a mi jefe Mikey, levanté mi caja
y recorrí ese largo pasillo
de paredes de vidrios sin ventanas por última vez.
Y estaba muy inspirado en ese momento porque había aprendido algo
de un valor increíble.
Aprendí que...
"Puedes usar el tiempo para ganar dinero,
pero no puede usar el dinero para ganar más tiempo".
Solo va en un sentido.
O sea, que el tiempo que invertí
y las relaciones que establecí
eran más valiosas que lo que había recibido a cambio.
Así que renuncié a mi trabajo.
Sin embargo, me sentía atrapado.
Me sentía atrapado porque la vida que llevaba
me costó 11 horas diarias dentro de un búnker sin ventana.
Las cosas que compraba y los pagos mensuales del apartamento
no me permitían hacer las cosas que quería hacer.
Pero sabía que tenía que haber una salida.
Me di cuenta que en vez de ser dueño de mis posesiones,
mis posesiones eran dueñas de mí.
Así que comencé a pedirles consejos
a las personas que me rodeaban.
En ese momento, mi primo Brandon y yo
eramos dueños de nuestro apartamento, él tenía clubs nocturnos y...
¡un cabello espectacular!
¡En serio, que era espectacular!
Y siempre me decía, "Mira Brad, te voy a revelar un secreto...
si estos clubs llegan a quebrar, mi plan de contingencia
es hacerme modelo de cabelleras".(Risas)
Y hablaba en serio y...
Y siempre pensé que era gracioso porque...
viéndolo desde afuera, él tenía una vida fabulosa.
Cuando en realidad era tan miserable como la mía,
porque se pasaba la mayoría de su tiempo en los clubs
en vez de pasarlo haciendo lo que más quería,
que era tocar el saxofón.
Ahora, esto era completamente opuesto a mi primo Matthew,
que compraba productos agrícolas de comida real
a una tienda local de comida orgánica.
Compraba ropa de segunda mano, las enmendaba él mismo,
y se pasaba el tiempo haciendo, pues...
simplemente todo lo que quería...
como montar en bicicletas, pasarla con los amigos...
Me quedé en mi penthouse de lujo pensando,
"¡Hombre, este tiene exactamente lo que ando buscando!"
Matt es dueño de su tiempo
y de su vida.
Tener autonomía y ser dueño de tu tiempo
son las posesiones más valiosas que se pueden tener.
Y en ese momento me di cuenta
que si quería recobrar mi vida
tendía que deshacerme de mi imagen.
Así que empaqué toda mi ropa de invierno en bolsas de basura
y las doné a un albergue de camino al aeropuerto.
Estábamos en las densas junglas de Panamá
de camino al sur desde Oaxaca, México,
a través de bosques tropicales,
en una desquiciada expedición a la selva.
Buscábamos algo que vivía en nuestra memoria,
algo que una vez tuvimos
pero que nos lo quitaron.
Era nuestra granja familiar en el estado de Washington.
Me acuerdo que visitaba a mis primos los veranos
y les ayudaba en sus huertas.
Siempre buscábamos en los pantanos del bosque el árbol perfecto
para construir una casa en ella.
Pero llegaron los constructores,
que acabaron con el bosque, llenaron los pantanos
y destruyeron la casa en el árbol que mi papá había construido.
Pero estábamos haciendo algo que no sería destruido.
Sería construido a partir de lo que ya está en la naturaleza,
basándose en la comunidad
y en la sustentabilidad.
Nos mantendríamos unidos como una familia,
cultivaríamos nuestros alimentos
e invitaríamos a expatriados a visitar,
a vivir en nuestras casas en los árboles y a disfrutar de una vida simple,
todos juntos en nuestra eco-aldea.
Y en el país situado en la parte más al sur,
después de caminar arduamente por 9 meses,
atravesando cada país de Centroamérica,
conseguimos exactamente lo que estábamos buscando.
Las granjas cafeteras de Boquete, Panamá,
que eran un paraíso ecológico.
Sus operaciones estaban diseñadas como los sistemas de organismos vivos.
Los campos donde se cultivaba el café
estaban en la propia selva.
Y se usaba toda la planta del café
en la produccción; nada se desperdiciaba.
Por generaciones...
por generaciones habían trabajado juntos como familias,
cultivando el café, viviendo de la tierra.
Y por un momento, siendo adultos,
en esta selva muy, muy lejana...
volvíamos a ser niños nuevamente.
Pero no duraría.
Porque los campesinos también estaban en peligro.
Aparentemente, conseguir que expatriados visiten el paraíso
no es lo más difícil,
sino ¡hacer que se vayan! (Risas)
Porque bajaban de a cientos,
compraban la tierra
y construían las casas para sus retiros.
Así que una noche en "Mr. George",
un bar de lugareños en Boquete, Panamá,
hicimos un plan,
que nos trajimos de vuelta a casa desde el paraíso.
Esa noche en "Mr. George"
nació "Bicycle Coffee" [Café en Bicicletas].
Esa es nuestra empresa familiar.
Así que regresamos
a un frío y ventoso San Francisco,
y aun cuando la idea de Bicycle Coffee
y la misión que nos inspiraba mantenía cálido mi corazón,
me hubiese gustado haberme quedado con uno de los suéteres
porque en San Francisco hace muchísimo más frío que en Centroamérica.
Mis primos dormían en el sofá de uno de sus amigos,
y tostábamos el café en un wok con una cuchara de madera.
¿Sí?
Digo "tostábamos" aunque en realidad era más quemar el café. (Risas)
Eso era lo que hacíamos.
Pero aun cuando quemábamos el café.
aprendíamos con cada tanda.
Y si nos equivocábamos, pues eran solo unos cuantos granos quemados.
En el pasado, aquí es donde siempre tuve problemas para ir por mis metas,
porque viendo todo el panorama
mis metas siempre lucían demasiadas distantes y abrumadoras.
Por lo que me paralizaba incluso antes de comenzar.
Pero juntos, como un equipo, como un grupo cohesionado,
veíamos todo y en vez de...
ir por toda la carrera o el maratón,
eran solo cien metros a la vez.
Nos divertíamos y nos enfocábamos en alcanzar pequeñas mejoras,
que luego compartíamos con la comunidad a nivel local.
Después del wok y la cuchara de madera, logramos una gran mejora
con esas máquinillas manuales para hacer palomitas de maíz en la cocina, las Whirley Pop.
Tostábamos como 170 gramos a la vez,
molíamos los granos a mano
y así los teníamos listos para nuestro primer café.
Nuestro primer café fue una carretilla alemana
que habíamos convertido en una cafetería móvil en bicicletas.
Recorríamos el vecindario en ella regalando café,
y con cada taza relatábamos nuestra historia.
A la gente le encantó lo que hacíamos,
disfrutaban con nuestra historia
y querían apoyarnos.
Pero necesitábamos promoción y no teníamos dinero.
Así que nos lanzamos al agua con un plan de mercadeo de cero dólares.
Nos llevamos el carrito,
lo paramos frente a nuestro mercado de granjeros favorito,
pusimos un cartel y esperamos.
Y entonces algo maravilloso ocurrió.
La gente vino.
Así que regresamos la semana siguiente.
Teníamos una fila.
Mi amigo Anuk una vez me dijo,
"Brad, trabajarás para tu red de contactos
y luego, llegará un punto
en que tu red de contactos trabajará para tí".
Pues eso fue lo que nos pasó la semana siguiente porque había una fila aquí, aquí y aquí...
y sabíamos que esos Whirley Pop manuales
no serían suficientes.
Así que...
Adicionamos tres carritos más
y construimos un nuevo tostador con un pequeño barril de dos kilogramos
que convertimos en un rostizador de barbacoa.
Recuerdo que mis primos y yo nos turnábamos para dormir afuera
para aseguranos que el café se tostaría a tiempo.
Y cada vez que chocábamos contra una pared,
lo analizábamos y diseñábamos y buscábamos una solución.
Ese es nuestro carrito.
Así que hoy tenemos Bicycle Coffee.
Eso seguramente es de una de las granjas
que visitamos en nuestra expedición juntos.
Tostamos el café en un tostador de nueve kilogramos
que nosotros mismos construimos.
Solo en pequeñas tandas...
de una pequeña tanda a otra; una a la vez.
Creo que un productor de café fue el que lo dijo de la mejor manera.
Dijo: "No es tanto el trabajo que haces,
sino la pasión que le pones".
Y andar en bicicletas y entregar café nos da una ventaja...
nos da una ventaja porque
podemos trabajar y construir dentro de nuestras comunidades locales.
Tuve esta idea y...
Espero que en un futuro no muy lejano
la gente se sienta inspirada por lo que hacen,
de modo que puedan establecerse metas que estén muy, muy lejos
--a veces nuestro café aún está caliente--
y que puedan tomar pasos sucesivos que los lleven a alcanzar esa estrella
que está tan lejos de ellos,
y que no permitan que las posesiones materiales y el dinero se les atraviesen en el camino.
Y que siempre compartan con su comunidad.
Ya me duele la espalda.
Algunos dicen que no se puede.
Algunos de nuestros clientes nos preguntan,
"¿Uds. creen que crezcan hasta el punto
que un día tengan que hacer sus entregas de una manera diferente,
y dejen de hacerlo en bicicletas?"
Mi respuesta es siempre la misma:
"Si no entregamos nuestro café en bicicletas
entonces, ¿cómo podemos ser Bicycle Coffee?" (Risas)
Allá arriba, en uno de esos asientos,
hay uno que está vacío...
Este es mi primo Brandon.
A él le dedico esta charla, mi trabajo y Bicycle Coffee.
Gracias. (Aplausos)