Tip:
Highlight text to annotate it
X
Fenómenos
No les mentimos, amigos.
Les dijimos
que teníamos monstruos vivientes.
TRAGASABLES
Ustedes se rieron de ellos
y se asustaron de ellos...
pero es sólo por casualidad...
que no nacieron como ellos.
Ellos no pidieron
que los trajeran a este mundo...
pero los trajeron de todos modos.
Poseen un código propio con peso de ley.
Ofender a uno de ellos...
es como ofenderlos a todos.
Y ahora, amigos, si pasan por aquí...
verán con sus propios ojos
al monstruo viviente...
más sorprendente y asombroso...
de todos los tiempos.
Amigos...
ella era una mujer hermosa.
Un príncipe se mató de un tiro
por amor a ella.
Se la conocía como "faisán del aire".
Es la mujer alta más linda que he visto.
No digas esas cosas, Hans.
Me voy a poner celosa.
- No seas tonta.
- ¿Que no sea tonta?
He visto a mujeres como ella
mirando con deseo a mi Hans.
Pero claro que no estoy celosa.
Frieda, cariño...
sólo tengo ojos para una mujer...
y ésa es mi prometida.
¿Fräulein Frieda?
¿Se está riendo de mí?
- Claro que no, monsieur.
- Gracias. Me alegro.
- ¿Por qué iba a reírme de usted?
- La gente alta suele hacerlo.
No se dan cuenta de que soy un hombre
que siente lo mismo que ellos.
Gracias.
Usted es muy amable, monsieur.
- Me gusta.
- No.
Venga a verme algún día
y tomaremos unas copas de vino juntos.
Gracias, Fräulein Cleo.
Te estás poniendo viejo, Jean.
Tal vez anoche cenaste algo pesado
y ahora tu imaginación está...
Pero, Monsieur Duval,
al principio no lo podía creer.
Un grupo de seres espantosos, retorcidos,
arrastrándose, gimoteando, riendo...
Ya basta, Jean. ¿Qué bebiste anoche?
Nada, monsieur, se lo juro.
Debería haber una ley en Francia
que ordenara asfixiarlos al nacer...
- o encerrarlos.
- Vamos, Jean.
Si hay algo de esas características
en mis tierras, lo haremos quitar.
- Vamos, corran.
- ¡Todos! ¡De inmediato!
¡Váyanse todos!
¿No saben que entrar ilegalmente
es como robar?
Perdón, Monsieur.
Mi nombre es Madame Tetrallini.
Estos niños pertenecen a mi circo.
¿Niños? Son monstruos.
Un circo, comprendo.
Verá, monsieur,
cuando tengo la oportunidad...
me gusta sacarlos al sol...
y dejar que jueguen como... niños.
La mayoría lo son.
Son niños.
Olvídelo, por favor, madame.
Pueden quedarse.
Au revoir. Vamos, Jean.
Mil gracias, monsieur.
Gracias mil, monsieur.
¡Qué vergüenza!
¿Cuántas veces les dije que no se asusten?
¿No les he dicho...
que Dios protege a todos sus niños?
HNOS. ROLLO
ACRÓBATAS NORTEAMERICANOS
- Buenas noches, Madame Tetrallini.
- ¿Cómo le va, Madame Tetrallini?
Hoy vino mucha gente.
Allá va, los lleva a hacer ejercicio.
La niñera de un puñado
de sucios monstruos.
"Así como los ven en los carteles...
"los verán en el espectáculo.
"Monstruos vivientes.
"Josephine Joseph,
mitad hombre y mitad mujer."
Toma un cigarro, Joseph.
Se te cayó el lápiz labial, Josephine.
No la hagas enojar
o él te romperá la nariz.
Vamos, rápido. Así se hace.
Te equivocas. No hice eso.
¿Tratas de hacerte el gracioso?
No entiendes.
Una dama romana...
Te bajaste del toro para rascarte.
¿A las damas romanas
nunca les pica nada?
- ¿Por qué no te bañas?
- Lo hice, pero hay que bañar al toro.
Creo que ella te quiere...
pero él no.
Esas flores que me mandaste
eran hermosas.
Pero no tanto como tú.
Gracias.
Hans, no me gusta pedirlo...
pero, ¿podrías prestarme
otros 1.000 francos...
hasta que llegue mi dinero de París?
- Será un placer, Fräulein.
- Gracias.
Lo llevaré a su carromato esta noche.
Olvídalo.
- Quizás estaba bromeando.
- ¿Bromeando?
"Ven, pequeña, yo me ocuparé de ti."
Y yo te creí.
Olvídalo.
Entonces te vas.
¿Eso es todo?
Quizás estoy bromeando.
¡No me vas a dejar!
¡Porque yo te voy a echar!
No te lo llevas. Yo te lo regalé.
¡Eres un tacaño!
No vuelvas esta noche llorando
a pedirme que te abra la puerta.
Me cansé de perder tiempo y dinero...
con cosas como tú.
Sí. Tu tiempo y mi dinero.
Ramera desagradecida.
Está bien.
¿Qué miras?
¿Nunca viste a una mujer mudándose?
Supongo que escuchaste todo lo que dijo.
Está bien.
Puedes reírte. Es muy gracioso, ¿no?
Sí. Las mujeres son graciosas, ¿no?
Son todas rameras, ¿no?
Sí. Salvo cuando puedes quitarles
el dinero.
Qué diablos...
¿Quién crees que eres para gritar así?
Estás hablando con Phroso.
No soy uno de esos patanes
con los que andas tú.
- Ahora escúchame.
- No me refería a ti.
- Necesitaba descargarme con alguien.
- Todas las mujeres son iguales.
Atacan por sorpresa, se rebajan...
y cuando les dan lo que se merecen,
se quejan.
Calma, linda. ¡Basta!
Es mi culpa.
Lo que me hace enojar conmigo misma...
es haberme enamorado de ese forzudo.
Y por fin te diste cuenta
de lo que pasaba, ¿no?
Es gracioso. Las mujeres casi siempre
se dan cuenta cuando ya es tarde.
Esperan a ser tan viejas
que nadie las quiere.
De todos modos, casi nadie me quiere.
Tendrías que estar feliz
de haber acabado con él.
No eres fea.
Date una oportunidad. Te irá bien.
- Tu oportunidad viene en camino.
- ¿Qué? Querrás decir que la perdí.
Ahora te quedarás ahí sentada,
sintiendo lástima.
No. Nunca me acuses de eso.
Está bien.
Pero recuerda algo.
No vayas a emborracharte para festejar...
porque esa clase de diversión
no le hace bien a nadie.
¿Entiendes?
Te entiendo.
Eres un buen chico.
Claro que lo soy. Debiste haberme visto
antes de la operación.
- Hola, Phroso.
- Vaya, vaya.
- ¿Mañana es la gran noche, Daisy?
- Sí, se casa mi hermana.
- Y estoy muy emocionada.
- Ella se emociona por cualquier cosa.
- Roscoe es un buen muchacho.
- Ella bromeaba.
Le caerá muy bien
cuando lo conozca mejor.
Eso me recuerda algo.
Cierra los ojos, Violet. Vamos, ciérralos.
- ¿Qué hice?
- Pellizcaste a Daisy en el brazo.
¿Cómo puede ser?
Oye la voz del amo.
¿Están jugueteando?
No me gusta para nada...
Vamos, hay que apurarse.
No tenemos mucho tiempo.
¿Estabas coqueteando
con ese payaso sin gracia?
- No.
- Estaba haciendo un truco conmigo.
Tú cállate.
Me voy a casar con tu hermana,
no contigo.
- Él estaba seduciéndote, lo vi.
- Vamos, Daisy.
No, no te vas. Ella se quedará aquí.
No. Tengo que irme.
Siempre usas eso de...
De coartada.
¿Adónde vas?
No te fijas mucho en los demás, ¿no?
Sí, a ti te he visto.
Entonces la cosa es así.
Hay que atraparte.
¿Y bien?
Adelante, pasa.
Sírvete un trago.
Está bien.
¿Tienes ganas de comer algo?
Siempre.
Salud.
¿Cuántos?
No tengo mucho hambre. Usa seis.
¿Te gustan?
No están mal.
Eres muy fuerte. Me estás aplastando.
Y te gusta.
Me quitas el aliento.
Tú...
¿Por qué no miras este puño?
Pero, Hans, cariño, no escuchaste...
una palabra de lo que dije.
- Hans.
- ¿Sí, Frieda?
- No me estabas escuchando.
- Sí, Frieda. Te escuché.
¿Qué te dije?
Dijiste... ¿Qué dijiste?
Te dije que esta noche no fumes
un cigarro tan grande.
En el espectáculo de esta noche
tenías mal la voz.
Por favor, Frieda, no me digas qué hacer.
Cuando quiero un cigarro, lo fumo.
No recibiré órdenes de una mujer.
Desde que nos comprometimos,
es la primera vez...
que me hablas así.
¿Por qué?
Cariño, lo lamento. Yo...
- Llegó el café.
- Tomen.
- Cinco terrones de azúcar para cada uno.
- ¿Qué? ¿Cinco?
¿Ese pequeñín te las hizo traer de París?
Sí, de París. Nos llevamos muy bien.
Pero no me gusta la fruta.
Tienes que comer mucha fruta. Hace bien.
La próxima vez,
le diré que me gusta el champaña.
- ¿Quién es?
- Hans.
- ¿Quién?
- Hans.
Querido, la canasta de frutas
estaba hermosa.
Pero ahora... me estoy bañando.
- ¿Puedes volver más tarde?
- Sí, Fräulein.
Gracias, cariño.
Si te escucha, arruinarás todo.
¿Qué pasa?
No estás cantando como siempre.
Esta mañana tengo mucho para lavar.
¿Cómo está Hans?
Pregunté cómo estaba Hans.
Hans está bien. Danke, está bien.
Frieda, algo te pasa. ¿Qué es?
Nada. Sólo...
Esa tal Cleopatra... y mi Hans...
- No puedo decirlo.
- Ella sigue tras él, ¿no?
Sí. Ella siempre le sonríe.
Bueno, si le sonríe a alguien que yo sé...
va a tener que comprarse
unos dientes nuevos.
¿Por qué las mujeres
siempre tenemos que preocuparnos?
Siempre fue así
y creo que siempre lo será.
Sí. Y, al lado mío, es una desvergonzada.
Cuando yo estoy escuchando, le dice...
"Muchas gracias por las flores, cariño.
"Gracias, querido", por una cosa...
y "gracias, querido", por la otra.
Siempre por algo que él le regaló.
No te preocupes, Frieda.
No está enamorado de ella.
De esa yegua enorme.
Sí, pero ella anda tras él.
Eso es lo que me preocupa.
¿Y unas mallas color rosa?
Ya sabes, con lentejuelas en los bordes.
Eso resaltará su figura.
Nein. Mallas no.
Sin mallas.
Esa tela suave y fina, no sé cómo se llama.
La que trasluce la figura.
¿Y qué tal un estilo Lady Godiva?
Ja, eso es. Y la contrataré
para que monte sobre mi toro.
¡Idiotas! ¿Qué tienen en la cabeza?
¿Basura?
- ¿Qué pasa, Cleo?
- Creo que anoche me lesioné el hombro.
¿Me darías un masaje?
Más allá.
Más abajo.
Por ahí.
¡Qué lindos son los masajes!
- Sírvase, señorita.
- ¿Para qué?
Somos masajistas de Berlín.
Ahora recuerdo que anoche soñé contigo,
fue un lindo sueño.
- ¿En serio?
- Sí.
Estabas parada sobre una piedra,
en traje de baño. Como una estatua.
El viento hacía volar tu cabello
y las olas rompían a tu alrededor.
Y tu figura se destacaba.
Estabas hermosa.
Tienes una linda figura.
¿Te parece?
- Claro.
- Phroso.
¿Probaste el número que te enseñé?
Sí, lo hice, y fue todo un éxito.
Ven, Johnny. Te lo mostraré.
Hice lo que me dijiste
y se revolcaron de risa.
Mira esto, Venus.
- Hola, Venus.
- Hola, Johnny.
Phroso, ¿qué más soñaste?
Después el sueño cambiaba
y estábamos en París.
- ¿En París?
- Sí, en la ópera, en el palco principal.
- Estábamos muy elegantes.
- ¿Qué llevaba puesto yo?
Y yo estaba muy guapo.
Todos me señalaban con el dedo.
Y decían: "Ése es el payaso Phroso."
Y me daba vergüenza.
- ¿Decían algo de mí?
- Claro.
- ¿Qué decían?
- Golpéame.
Vamos, golpéame.
En la cabeza. Golpéame.
Es así. A ti no te parece gracioso.
Es triste, ¿verdad? Es tan triste
que a ellos los hace morir de risa.
No.
¿Cuándo? ¡Vamos!
Vamos, Venus.
¡Nació el bebé de la mujer barbuda!
- ¿No es una belleza? ¿Qué es?
- Una niña.
Vaya, eso es genial. Va a tener barba.
- ¿Cómo está el padre?
- Bien.
- ¿Qué fue?
- Una niña.
Será la próxima vez.
Tal vez tengas un par de barbuditos.
Eso intento.
Por favor, Violet, no pelees más con él.
Si quiere decir algo, que lo diga.
No dejes que tartamudee una hora.
Vas a hacer lo que yo diga.
En mi casa mando yo.
- En la mitad, querrás decir.
- Por favor, Violet.
Escucha. No quiero
que esas fulanas amigas tuyas...
anden con mi esposa.
Cállate y abróchanos el vestido.
Cuando no estoy abrochando tu vestido,
es otra cosa.
Y hay algo más. Quiero que dejes
de emborracharte todas las noches.
- ¿En serio?
- Sí.
No permitiré que mi esposa pase
la mitad del día en cama por tu resaca.
Daisy, salgamos de aquí.
No, ella no se va. Se queda aquí.
Vamos. Tengo que irme.
Siempre usas eso de... De coartada.
Cleopatra no es una de nosotros.
Para ella somos seres inmundos.
Si Hans no le hiciera regalos, lo escupiría.
Que lo intente.
Que intente hacerle algo
a uno de nosotros.
Tienes razón.
No nos conoce, pero ya va a conocernos.
Aquí tienes.
Miré de reojo...
y vi a Madame Tetrallini espiándonos.
Creo que sabe que tiene
un buen número. Uno de los mejores.
No sólo el número los atrae.
Tenemos personalidad. Sabemos venderlo.
En la última ciudad fue igual.
Nunca había oído semejante aplauso.
Te voy a decir algo
que nadie sabe por aquí.
Con este circo sólo matamos el tiempo.
Nos esperan grandes logros
y podemos alcanzarlos.
Mira nuestro número mañana
por la noche. Hay una novedad.
¿Sí? ¿Puedes hacer algo con las cejas?
Schlitze, ¡qué lindo vestido!
Esta noche estás hermosa.
Eres la mujer perfecta.
¿Me entiendes? Tú.
Si te portas bien, en París
te compraré un sombrero grande...
con una pluma larga y hermosa.
- Hola, Elvira.
- Hola.
Hola, Jennie Lee. Mira.
¿No es hermoso el vestido de Schlitze?
¿No es una belleza?
Cuando vaya a París, le traeré
un sombrero grande con una pluma larga.
Y si ustedes se portan bien, también
les compraré uno con pluma más grande.
Schlitze, ¿qué pasa?
Perdón, Schlitze.
¿Lo viste? Estuvo de nuevo anoche.
Te siguió desde la última ciudad.
Ya lo sé, y si Eddie lo ve, habrá una pelea.
- No es tu culpa.
- Aquí estabas, Frances.
- Creí que te habías ido a la cama.
- Hola, Rollo.
¿Oyeron al público otra vez esta noche?
Habrán creído que se estaba incendiando
la carpa. Pero no fue así.
Sólo fuimos los hermanos Rollo,
los hicimos estremecer.
Es lo que hacemos en todos lados.
Estamos tan acostumbrados
que se torna monótono.
Miren nuestro número
mañana por la noche.
Con cuidado, no desperdicies nada.
- Mira cómo brilla.
- Como tus ojos.
Bailan felices, como burbujas.
Es deliciosa.
¡Muy buena!
Viene de los mejores viñedos de Francia.
¿Y la hiciste traer especialmente para mí?
Para la mujer más bella de todo el mundo.
Querido.
Hola, linda. ¿Dónde te habías metido?
Eres muy gracioso, Phroso.
- A veces me haces morir de risa.
- Ya lo sé.
Todos se mueren de risa conmigo,
porque uso la sesera.
Se me ocurren chistes graciosos.
Hago reír al mundo.
Para mí, ser payaso es un arte.
¿Para qué el sombrero?
¿Tienes frío en la cabeza?
- Pensé que me habías invitado a salir.
- Lo había olvidado.
Bueno, ahora estoy con esto.
Tengo que terminar.
Apúrate, ¿quieres?
Me vestí para la ocasión.
Perdóname, linda. Ahora no puedo.
Mejor otro día.
No te pongas mal.
De repente se me ocurrió esta idea.
Tengo que terminar.
- Es gracioso, ¿no?
- Sí, no sabes cuánto.
Vamos.
Vamos, cariño.
Cálmate.
Así está mejor.
Es la primera vez que haces eso.
- No es la primera vez que me dan ganas.
- ¿En serio?
A decir verdad,
hace mucho que quiero hacerlo.
- ¿Ahora está todo bien, Venus?
- Sí.
- Todo bien.
- Sí.
Por favor.
¿Quieres hacerme feliz?
- Sí, pero no sé qué decir.
- Dime que sí, cariño.
¿Aceptas?
- Sí.
- Violet.
¿De qué te quejas?
Tienes una buena mujer. Eres feliz.
El problema es mi cuñada.
Quiere pasarse
la mitad de la noche leyendo.
- Eso es duro.
- ¿Duro? Ya lo...
- Buenas noches, cariño.
- Buenas noches, Fräulein.
Cleo está haciendo dieta.
- Es muy tierno de tu parte decir eso.
- Y sé que Violet se pondrá contenta.
Aquí está Roscoe.
- Hola.
- Roscoe, él es el Sr. Rogers.
Encantado.
- Violet y él se han comprometido.
- ¿En serio?
Sí, y debe venir a vernos algún día.
Gracias.
Y usted tiene que venir a visitarnos...
A vernos algún día.
Lo haré. Gracias.
¿Quién es?
Soy yo, Frieda, Hans.
¿Puedo pasar?
Sí, Frieda.
Ahora que estoy aquí,
no sé cómo decirlo...
cómo hacerte entender.
Si supieras cómo me siento, Hans...
por venir a hablarte de ella.
Frieda, lo siento mucho.
No quiero lastimarte,
pero no puedo evitarlo.
Si pudieras ser feliz, Hans...
no me importaría.
Pero soy feliz, Frieda.
Nunca en mi vida fui tan feliz.
No, Hans. Eso es lo que crees.
Ella no puede darte felicidad.
Frieda, tú no lo sabes.
Sí que lo sé, Hans.
Crees que porque ella es hermosa
y yo soy...
No, Hans, por favor.
Para mí, eres un hombre.
Pero para ella eres un ser que causa risa.
Todo el circo se burla de ti y de ella.
Que se rían esos cerdos.
Yo la amo, no pueden lastimarme.
Pero me lastiman a mí.
Frieda, me porté como un cobarde.
Debí hablar contigo al principio.
Por favor, perdóname.
Sí, Hans, te perdono.
Sólo quiero que seas feliz.
Ya no vas a preocuparte, ¿verdad?
No, ya no voy a preocuparme.
Lindo. Muy lindo.
Es de platino.
Dime, ¿de dónde crees que saca el dinero
el pequeño renacuajo?
Escuchen eso. Se pone quisquilloso.
¿Qué te importa de dónde saca el dinero?
¿Cuánto vale?
Por la pulsera nos dieron $500,
pero esto debe valer miles.
Creo que la próxima vez pediré
un abrigo de piel.
Ese monito tiene pretensiones contigo.
- ¿Estás celoso?
- ¿Yo?
Podría aplastarlo como un insecto.
Así golpea él. Me lo quitaré de encima.
Vete rápido.
Adelante.
¿Qué quieres?
Se trata de Hans.
¿Y bien? Te escucho.
Vengo sin que él lo sepa.
Todos se burlan de él
porque está enamorado de ti.
Continúa.
Sé que lo tuyo no va en serio...
pero Hans no lo sabe.
Si se enterara...
nunca volverá a ser feliz.
¿Por qué piensas
que lo mío no va en serio?
Tú eres alta. Eres tan bella...
Y Hans es tan pequeño...
y tan tierno.
Bueno, tal vez me case con él.
Si se casan,
todo el mundo se burlará de ti.
Eso me gusta. Lo mejor es ser diferente.
Cleopatra...
la reina del aire, casada con un inano.
- Un enano.
- ¡Un inano!
Entonces no es Hans quien te importa.
- Es el dinero.
- ¿El dinero?
Eres una pequeña adivina.
Te dijo que ha heredado una fortuna.
Siempre me juró...
que no se lo diría a nadie
hasta irse del circo conmigo.
¿Una fortuna?
Me sorprende que te lo haya contado
también a ti.
Bueno, no puedo enojarme con él por eso.
No. No puedes hacer esto.
Espera y verás.
Por favor. No puedes.
Una fortuna.
¡Apuesto a que el monito vale millones!
Una fortuna. ¿Te imaginas?
Una fortuna. Y lo tengo en el puño.
¡Qué astuto el pequeñín!
Sabía que debía callarse la boca.
Podría casarme con él.
Sí, él se casaría conmigo.
Los enanos no son fuertes.
Podría enfermarse.
¿Cómo?
Se podría hacer.
Sí. Ya lo tengo.
Banquete de casamiento.
Vamos, cariñito. Vamos a beber un poco.
Un buen trago por la felicidad. Vamos.
¡Silencio! Silencio, por favor.
Oye, Koo Koo, deja participar
también a los demás.
¡Está bien!
Muy bien, profesor.
Un vals, por favor.
Enséñale, volcán. Incéndialo.
Nuestra noche de bodas.
¡Qué emoción!
Nunca pensé que iba a tener tanta suerte.
¿Suerte?
La suerte es mía.
Mi pequeño Hans.
Mi Cleo está contenta.
- Contenta.
- ¿Contenta?
Estoy muy contenta.
Hasta podría besarte, grandulón bruto.
Mi pequeño celoso.
Mi esposo está celoso.
Me quiere.
Vamos, pequeño amante.
Brinda por la felicidad
de tu amada esposa.
¡Atención!
Será una más de nosotros.
La copa del amor.
La aceptamos como una de nosotros
La aceptamos
Como una de nosotros
Te van a hacer una más. ¡Qué suerte!
¡La aceptamos!
¡Como una de nosotros!
Te van a hacer una más, querida.
¡Sucios...
asquerosos monstruos!
¡Váyanse de aquí!
¡Todos! ¡Váyanse!
¡Fuera! ¡Ya la oyeron! ¡Fuera!
¡Asquerosos!
¿Quieren hacer que sea una más?
¿Y cómo van a hacerlo?
¿Qué eres tú? ¿Un hombre o un bebé?
Por favor, me estás avergonzando.
¿Tú? ¿Avergonzado?
¡Por todos los cielos!
¿Qué debo hacer? ¿Debo jugar contigo?
¿Quieres que mamá te lleve en andas?
Eso es. En andas.
Ven, excremento de mosca.
Mamá te va a llevar en andas.
- Vamos.
- Arre, caballo.
Olvídalo, Hans.
Ella lo lamenta y yo también.
¿No te dije que estaba borracha?
¿No te dije
que sólo nos estábamos divirtiendo?
Por favor.
Ya entiendo.
- Todo.
- No, no entiendes.
Te digo que no hay nada entre Cleo y yo.
¡Oh, cállate!
¿No hiciste suficiente daño esta noche?
¿No ves de qué me están acusando?
No permitiré que me culpen
por algo que no hice.
No te culpo, Cleo.
Tampoco culpo a Hércules.
Sólo a mí.
Es mi culpa.
Así se habla.
- Como un hombre.
- Idiota.
Debí saber desde el principio...
que se iban a burlar de mí.
Cariño, preferiría caerme del trapecio
y romperme el cuello...
antes que lastimarte.
¿Ahora entiendes? Fue sólo una broma.
¿Nuestra boda?
¿Una broma?
Ahora veo qué gracioso que es.
Hans, el enano.
Hans... ¡el idiota!
En el tribunal de divorcios se reirán.
En todos lados se ríen.
- Le diste demasiado.
- No.
Yo sé lo que hago.
Vamos, levántalo.
Doctor, ¿qué tiene?
¿Cuál fue la causa?
Envenenamiento.
Es un caso grave
de envenenamiento por tomaínas.
Doctor, ¿entonces me equivoqué?
Le di agua de mostaza.
No. Tal vez le salvó la vida.
Él nunca había bebido tanto...
pero ella seguía obligándolo y obligándolo.
¿A beber?
Mejor logras que Cleo le diga al doctor
qué puso en el vino anoche.
- ¿De qué hablas?
- Lo que puso en el vino.
Estás loca.
No puedes salirte con la tuya.
Se lo diré a la policía.
¿Vas a delatar a los tuyos?
Los míos son gente decente del circo.
No ratas traidoras capaces de matar
a un deforme para quitarle dinero.
Maldita...
Tu imaginación te está volviendo loca.
Sí, puede ser.
Pero los policías no tienen imaginación,
por lo que me dicen.
No me obligues a hablar con ellos.
- Cleo.
- ¿Qué?
Hoy se cumple una semana...
de nuestro casamiento.
Una semana desde el día en que te dije...
- todas esas cosas.
- ¡No lo digas!
No podré perdonarme por lo que te dije.
Yo ya lo olvidé.
Lo único que importa es que te mejores.
Eres muy buena conmigo, Cleo.
Debo prepararte el medicamento,
o se hará tarde.
Ya vuelvo, pequeño mío.
No te sientas solo.
Nunca olvidaré lo que haces por mí, Cleo.
Pero lo hago porque quiero, querido.
Ahora debo apurarme.
- Cleo.
- ¿Sí?
¿Podrías dejar la puerta abierta, por favor?
Sí, querido.
- Esta noche.
- Estarán listos.
Muy bien. Ven a mi carromato.
"Debo apurarme
y prepararte el medicamento...
"o se hará tarde."
"¡Sucios...
"asquerosos monstruos!"
- Está esperando.
- Bien.
Iremos pronto.
- Estás imaginando cosas.
- No.
Luego oí que Hércules le decía a Cleo:
"Venus sabe demasiado."
- ¿Hércules? ¿Venus?
- Sí.
Gracias, Frieda.
Debes irte a dormir, cariño.
Mejor que tus amigos se vayan.
- Quiero que se queden.
- No, Hans.
Pueden volver mañana.
Te daré tu medicamento
y te ayudaré a dormir.
Váyanse, todos. Vamos.
- ¿Qué es esto?
- Dame esa botellita negra.
La botella.
Compraste esta botella de veneno...
para matar.
¡Phroso!
¡Vete, Venus!
¿Tengo que golpearte para que salgas?
¡Vete, Venus!
¡Auxilio!
¡Sra. T!
¡Socorro! ¡Auxilio!
Nunca se sabrá cómo terminó así.
Algunos dicen
que fue un amante celoso. Otros...
que fue el código de los deformes.
Otros, que fue la tormenta.
Créase o no, aquí la tienen.
Pero, señor, insisten con verlo.
En tantos años no he visto a nadie.
¿No te lo dije?
- Que se vayan.
- Muy bien, señor.
- No puedo ver a nadie.
- Disculpe, señor. No puede entrar.
- No, señor. Tengo órdenes.
- ¿Quién me va a detener? Ya entré, ¿no?
Sí, tú puedes, pequeño Hans.
Aquí hay alguien que debes ver.
¿Por qué viniste?
Por favor, Hans. No te enojes.
Venus y Phroso fueron
muy buenos conmigo.
Por favor, vete.
No puedo ver a nadie.
Pero, Hans, tú trataste de detenerlos.
Sólo querías el veneno.
No fue tu culpa.
No llores, Hans.
Ven conmigo, mi amor.
No llores.
No, Hans.
No llores.
Te amo.
Fin