Tip:
Highlight text to annotate it
X
La Serpiente Simbólica y su significación.- La inestabilidad del equilibrio constitucional.-
El terror en los palacios.- El poder y la ambición.- Las máquinas parlamentarias de
hablar.- Los panfletos.- Los abusos del poder.- La esclavitud económica.- La verdad del Pueblo.
- Los acaparadores y la aristocracia. - El ejército Francmasón-Judío. - La degeneración
de los Gentiles.- El hambre y el derecho del Capital. - La venida y coronación del Amo
Universal -El objeto fundamental del programa de las escuelas populares del porvenir.- El
secreto de la ciencia del orden social.- Crisis económica general - Seguridad de los nuestros.-
El despotismo Francmasónico y la Revolución Francesa o reinado de la razón.-Pérdida
de un guía.- El Rey déspota es de la sangre de Israel.- Causas de la invulnerabilidad
de la Francmasonería.- El papel de los agentes secretos de la misma.- La Libertad.
Hoy puedo anunciaros que nos encontramos ya cerca del fin. Nos queda por recorrer un poco
de camino y el círculo de la Serpiente Simbólica, representación de nuestro pueblo, quedará
cerrado. Cuando esto se verifique, los Estados de Europa quedarán aprisionados como con
un fuerte tornillo. Muy pronto quedará destruido el equilibrio constitucional, pues lo hemos
falseado para que no cese de inclinarse ya a un lado, ya al otro hasta que por fin la
balanza se desgaste.
Los Gentiles creían haber establecido ese equilibrio sólidamente y siempre estaban
esperando que los platillos de la balanza se igualaran. Pero los gobernantes, es decir,
el fiel de la balanza, están protegidos por sus representantes que hacen mil tonterías
y se dejan arrastrar por su poder sin control y sin responsabilidad. Este poder lo deben
al terror que reina en los palacios. Los gobernantes no pueden siquiera acercarse a su pueblo,
ni ponerse de acuerdo con él para defenderse contra los que aspiran al poder.
La fuerza clarividente de los gobernantes y la fuerza ciega del pueblo divididas por
nosotros, han perdido toda su importancia; separadas como están, son tan impotentes
como el ciego sin su bastón.
Para azuzar a los ambiciosos a abusar del poder, hemos enfrentado todas las fuerzas
desarrollando sus tendencias liberales hacia la independencia. Hemos estimulado todo instinto
tendente a este objeto; hemos armado a todos los partidos; hemos hecho del poder el blanco
de todas las ambiciones. Hemos transformado todos los Estados en arenas en que se desarrollan
todas las luchas. Un poco más de tiempo, y los des órdenes y las bancarrotas aparecerán
por dondequiera.
Charlatanes inagotables han transformado las sesiones de los parlamentos y las asambleas
gubernativas en torneos oratorios. Periodistas audaces, panfletistas sin pizca de vergüenza,
atacan todos los días a los gobernantes. Los abusos del poder prepararán finalmente
el derrumbamiento de todas las instituciones y todo caerá destruido a los golpes de las
turbas enloquecidas. Los pueblos están encadenados a un rudo trabajo, más fuertemente de lo
que podrían encadenarlos la servidumbre y la esclavitud.
Sería posible entrar en arreglos con ellos; pero de su miseria nadie puede librarlos.
Los derechos que hemos consignado en las Constituciones son ficticios para las masas, no son reales.
Todos estos llamados Derechos del pueblo no pueden existir sino en la imaginación, pero
nunca en la realidad. ¿Qué puede significar para el proletario, para el obrero que vive
encorvado sobre su rudo trabajo, agobiado por su miseria, el derecho que se concede
al charlatán incansable, al periodista que escribe toda clase de necedades aun de asuntos
serios que no conoce, desde el momento que el proletario no saca otra ventaja de la Constitución
que las miserables migajas que dejamos caer de nuestra mesa como precio de un voto emitido
conforme nuestra consigna en favor de nuestros agentes e intermediarios?.
Los derechos republicanos, para el pobre diablo no son sino una amarga ironía; la necesidad
de un trabajo diario no le permite gozar; pero en cambio, esos derechos le privan de
la garantía de una ganancia constante y segura, y lo entregan atado de pies y manos a las
huelgas, a los patronos o a los compañeros.
Bajo nuestra dirección ha destruido el pueblo la aristocracia, que era su protectora, su
bienhechora natural, porque sus intereses estaban inseparablemente unidos a la prosperidad
del pueblo. Una vez destruida la aristocracia, el pueblo ha caído bajo el yugo de los acaparadores,
de los ladrones enriquecidos que lo oprimen de manera despiadada y cruel. Nosotros debemos
aparecer como libertadores del obrero de ese yugo que lo oprime, proponiéndole que se
aliste en las filas de ese ejército de Socialistas, Anarquistas y Comunistas, que siempre mantenemos
en pie, con el pretexto de solidaridad entre los miembros de nuestra Francmasonería social.
La Aristocracia que disfrutaba, antes, enteramente del derecho al trabajo de los obreros, tenía
interés en que éstos vivieran bien alimentados, sanos y fuertes. A nosotros, por lo contrario,
lo que nos interesa es que los Gentiles degeneren. Nuestra fuerza radica en el hambre crónica,
en la debilidad del obrero, porque éstas lo subyugan a nuestro capricho, y porque así
carecerá en su impotencia de la energía y la fuerza necesarias para oponerse a ese
capricho. El hambre dará al Capital más derechos sobre el obrero que los que jamás
otorgaron a la Aristocracia la ley y el poder de los monarcas (!!!).
Mediante la miseria, el odio y la envidia que ella produce, manejaremos y utilizaremos
sus manos para aplastar a los que se oponen a nuestros designios (!!!). Cuando llegue
el tiempo de que nuestro rey universal sea coronado, esas mismas manos barrerán todo
obstáculo que pudiera atravesarse en el camino a nuestro soberano. Los Gentiles han perdido
la costumbre de pensar por sí mismos algo que sea distinto de lo que nuestros consejeros
científicos les inspiran.
Esta es la razón de que no vean la necesidad urgente de hacer ahora lo que nosotros haremos
al advenimiento de nuestro reinado, esto es, enseñar en las escuelas primarias la única
ciencia verdadera y la primera de todas, la ciencia del orden social, de la vida humana,
de la existencia de las sociedades, que exige imperiosamente la división del trabajo, y
por consecuencia la distinción de los hombres en clases y condiciones.
Es preciso que todos sepan que en virtud de las diferentes actividades a que cada uno
está destinado, la igualdad es imposible, pues no todos pueden ser igualmente responsables
ante la ley. No es la misma, por ejemplo, la responsabilidad del que con sus actos puede
comprometer a toda una clase, que la del que solamente compromete su propio honor. La verdadera
ciencia del orden social, en cuyos secretos no tenemos costumbre de iniciar a los Gentiles,
enseñará a todos que el lugar y el trabajo de cada uno deben ser diferentes, como una
consecuencia de la necesidad de relación que hay entre la educación y el mismo trabajo.
Una vez que los pueblos estudien y aprendan esta ciencia, obedecerán gustosos a los gobiernos
y al orden establecido por ellos en los Estados, y al contrario, en el actual estado de la
ciencia, tal como nosotros la hemos hecho, el pueblo, creyendo ciegamente la palabra
impresa, se alimenta de los errores que en su ignorancia, se le van insinuando por los
iniciados en nuestros secretos, contra las otras clases sociales, que él cree superiores,
porque no comprende la importancia de cada una de ellas.
Cuando el pueblo ve que en nombre de la libertad, se le hacen tantas concesiones, y se tienen
con él tantas complacencias, se imagina que es dueño y señor, y se echa sobre el poder;
pero, naturalmente, tropieza como un ciego con una multitud de obstáculos; entonces
se echa a buscar quien lo conduzca a través de esos obstáculos, y no encontrándolo,
acoge la idea de volver a lo pasado y depone todos sus poderes a nuestros pies.
Acordaos, si no, de la Revolución Francesa, a la que nosotros hemos dado el calificativo
de grande; los secretos de su preparación no son demasiado conocidos, porque esa revolución,
tal como fue, es obra de nuestras manos.
Desde entonces vamos llevando al pueblo de un desengaño a otro, para que, al fin, abdique
en nosotros su poder, en provecho del Rey Déspota de la sangre de Israel, que venimos
preparando al mundo. En la actualidad, como fuerza internacional, somos invulnerables,
porque, cuando se nos ataca en un Estado, en otros se nos defiende. Es la cobardía
inmensa de los pueblos Gentiles, que se arrastran ante la fuerza, que no tienen piedad para
con la debilidad, ni misericordia para las faltas ligeras, pero sí indulgencia para
el crimen; que no quisieran tolerar las contradicciones de la libertad, pero son sufridos hasta el
martirio, ante la violencia de un audaz déspota; todo esto, favorece nuestra independencia.
Toleran y sufren a los primeros ministros de estos tiempos con abusos, por el menor
de los cuales harían rodar ensangrentadas las cabezas de veinte reyes. ¿Cómo explicar
este fenómeno, esta inconsecuencia de las masas populares en presencia de hechos que
parecen de la misma naturaleza? Este fenómeno se explica por el hecho de que estos dictadores-
los primeros ministros- hacen, por medio de sus agentes, decir a sotto voce al pueblo,
que si ellos causan tantos males a los Estados, es con el fin inmediato y último de alcanzar
la felicidad de los pueblos, la fraternidad internacional, la solidaridad, la igualdad
de derechos para todos.
Naturalmente que no se les dice que esta unidad debe hacerse bajo nuestra autoridad. Y aquí
tenéis al pueblo condenando a los justos y absolviendo a los culpables y cada vez más
persuadido de que puede hacer cuanto le plazca. En estas condiciones, el pueblo destruye toda
cosa estable y crea el desorden a cada paso.
La palabra Libertad conduce a las sociedades humanas a la lucha constante contra toda fuerza,
contra todo poder, aunque sea el de Dios y el de la Naturaleza. Aquí tenéis también
por qué a nuestro advenimiento será necesario suprimir del vocabulario humano esta palabra,
como principio de la brutalidad que transforma a las multitudes en bestias feroces. Es verdad
que las fieras se adormecen cuando se las harta de sangre y que así puede encadenárselas
fácilmente.
Pero si no se las da sangre, no se adormecen y sus instintos de lucha se despiertan.