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Ya hemos visto que es en el siglo XV cuando culmina la consolidación progresiva de la economía,
la cultura y la literatura catalana
Después de aquellos siglos de explendor, la unión dinástica del Reino de Aragón y de Castilla,
a finales del siglo XV, comportará unos cambios sociopolíticos y culturales de grandes dimensiones.
A partir de este momento, y sobre todo después de la Guerra de Succesión,
la minorización del pueblo catalán se acelera.
A principios del siglo XVIII, los Borbones conquistan la Corona de Aragón
y imponen el castellano.
A la vez, se hace desaparecer el catalán de todos los usos públicos.
En los siglos XIX y XX las clases sociales altas se castellanizan
de forma generalizada.
La lengua catalana queda relegada a los usos coloquiales.
Aún así, la industrialización de finales del XIX hace aparecer una burguesía
en el Principado de Cataluña que reinvindica una opción nacionalista.
Este periodo se conoce con el nombre de renacimiento.
Poco tiempo después, Pompeu Fabra, el 1913 pone los fundamentos de una reforma lingüística
que fijó las bases de la gramática catalana actual.
Es un momento importante para la cultura catalana, porque la voluntad política tiene
en estos momentos un objetivo claro: la normalización de la lengua.
Y quizás se habría conseguido plenamente si no fuera porque a partir del año 1939
llega el franquismo y decapita con vehemencia todos aquellos intentos de salvar la cultura.
Los últimos casi cuarenta años de democracia se han caracterizado por una lucha constante
entre dos tendencias: el esfuerzo por la recuperación cultural y lingüística frente a la inercia demoledora
iniciada a principios de los siglos XVIII y agudizada durante el franquismo
que no se ha podido frenar con eficacia.
La España democrática no ha acabado de encajar el hecho nacional catalán
en la estructura del estado.
Esta discrepancia ha reavivado en los últimos tiempos un movimiento independentista
que ha tomado vuelo en el Principado de Cataluña.
A pesar de todos estos descalabros históricos, la lengua catalana tiene todavía una vitalidad sorprendente,
una literatura reconocida internacionalmente y con un gran apoyo entre los sectores académicos, educativos e intelectuales.