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VI. Tezcatlipoca, el Dragón del Infierno. Quetzalcóatl, el Dragón del Paraíso.
En América también persiste la leyenda del Dragón, aunque se escondiera de forma sutil
el número que indica cuántas cabezas debemos contar a la hora de explicarla. Además, aquí
su existencia fue escindida claramente entre dos principios, el del mal y el del bien.
El principio maléfico está representado por Tezcatlipoca, la serpiente de fuego que
baja por el lado izquierdo del Cuauhxicalli (llamado coloquialmente calendario solar),
y su pertenencia al lado oscuro queda clara también en la lengua náhuatl, pues la palabra
"pochtli", usada para designar la siniestra o lado izquierdo, también se enuncia para
referirse a una gente mala, como también su opuesta, "yectli" o diestra, se le aplica
a una persona que es "derecha", es decir buena u honrada. Incluso la palabra "yectli" bautiza
con excelente augurio a los que corrieron la fortuna de que sus padres les pusieran
ese nombre tan socorrido en antaño. Desafortunadamente los conceptos del bien
y del mal, explicitados tan claramente en las palabras "yectli" y "pochtli", fueron
desarraigados recientemente por la ola filosófica del relativismo, en su versión ética o moral,
justamente. Los foráneos que se incorporaron a las culturas indias, no sólo tomaron de
ellas lo que generosamente les brindaron, también incidieron con tendencias amorales
y actos inmorales en las cosmovisiones y comunidades nativas. Primero al "hippie" le inyectaron
la idea de que nada es bueno o malo, sino que depende de cómo se le juzgue y luego,
siendo ya un adepto al indigenismo, terminaría adjudicándoselo a todas las corrientes de
pensamiento indias, de las que diría que carecen de concepciones del bien o mal, lo
cual además de ser un evidente exceso y una absurda generalización, es producto de occidente,
no de las Naciones Amerindias. Y como culminación de este infiltramiento, los indígenas e indigenistas
que al conocerle eran niños y terminarían naturalmente convertidos en jefes de sus grupos,
repetirían al arribar a la cima jerárquica de sus rebaños la misma insensatez, lo cual
cerró el ciclo de esta idea perversa que es urgente erradicar. Ahora cualquier seguidor
de estos credos repite como disco rayado este indoctrinamiento, tan útil a la hora de impedirnos
juzgar a los que nos han tiranizado, o más sutilmente, a nosotros mismos. Y tan llamativo,
por cierto, a los que desean pertenecer a un colectivo, sin las incomodidades que produce
un código moralizante. A aquellos que todavía con lo expuesto desean
permanecer con esta carcoma del corazón, les hemos de preguntar: ¿dónde se inscribe
en el visionario indio la enfermedad inducida, la contaminación profunda, la sed y el hambre
nacidos del egoismo, el envenenamiento de todos los seres, el asesinato y la tortura
al inocente, el engaño y sus ilusionistas, etcétera? Si se atreve a decir que en ningún
lado, estará disminuyendo la capacidad expresiva de nuestros legados simbólicos a ser un cascarón
hiero. Entonces será un traidor de aquello que dice seguir. Y si se arriesga a pensar
y declara que sí existe la ética en esta cosmovisión, que nos informe en qué talla
se plasmó, con qué glifo se expresa, cuál es la palabra que la declara. Así retornará
a aquello que estamos señalando, si Dios se lo permite. Así, entonces, recobrará
el juicio. Como dijimos al principio, el Cuauhxicalli
tiene dos Dragones o Serpientes de Fuego (Xiuhcóatl) descendiendo cada una por el lado que le corresponde.
Tezcatlipoca, el principio oscuro o nocturno, baja desde el lado izquierdo. Quetzalcóatl,
la luminosidad diurna, lo hace desde la derecha. Ambos enmarcan los poderes entregados al hombre
y utilizados en ambos polos de las acción. Tezcatlipoca actúa en el espectro maligno
más extremo, y Quetzalcóatl en la bondad absoluta. Adentro del círculo que sus cuerpos
contienen se encuentra la gradación humana en sus diversas manifestaciones: ahora buenas,
ahora malas, en esto bondadosas, en aquello malévolas. Es la intermitencia moral del
ámbito humano descrita con sus fascetas características: aquel que como buitre se enriquece de las
almas caídas, éste que como venado se alimenta en la atenta precaución, el de más allá
que esconde sus actos como la discreta víbora, el de más acá que es hogareño y nutricio
para todos. Y dándoles a todos el campo fenomenológico donde se desenvuelven, la dupla de principios
que las Xiuhcóatls indician: la inspiración angélica convertida en un acto meritorio
y paradisiaco, y el susurro diabólico transformado en un boleto al infierno, de ida solamente.
Hemos explicado anteriormente que los amates trenzados que tienen en sus colas estas serpientes
fabulosas están para indicar la existencia de cuatro legados proféticos particulares
señalados por cada uno de los cuatro nudos que los componen. A saber: el Antiguo Testamento,
el Nuevo Testamento, el Sagrado Corán, y las revelaciones posteriores que confirmarían
de forma perfecta al inmaculado Corán y desmentirían de los Testamentos aquello que les adulteraron,
como el mito de la muerte de Jesús y su primer milagro. También dijimos que un sello característico
de la profecía divina es que tiene varios niveles de interpretación, e incluso en cada
nivel se pueden derivar múltiples significados, cual es el caso. Faltó decir, antes de continuar,
que los amates derechos implican las 4 revelaciones impólutas, y los izquierdos advierten, por
la boca enmascarada de Tezcatlipoca al final de esta sierpe, de la contaminación de estos
mensajes y sus correspondientes interpretaciones malversadas. De esto la historia puede dar
fe. Afortunadamente Dios ha dejado como mecanismo de discernimiento tanto al Sagrado Corán,
que sigue siendo el mismo y lo será hasta el fin de la Creación y eternamente, como
a la expresión diamantina de Quetzalcóatl y sus once antecesores, mismos que están
inscritos en los recuadros de Atl-Tlachinol.li que le dan cuerpo.
Empero, al nivel personal, los amates explican un principio fundamental de la Justicia Divina:
los actos de los condenados se inscriben en el Libro de los habitantes del Infierno, y
los actuares de los salvos, en el otro tomo, la lista de miembros del Paraíso. Esta escritura
es natural de Dios, pues Él conoce cada partícula elemental que conforma nuestras acciones,
ya que es omnisciente y se encuentra más allá del tiempo al ser su Creador. En este
punto la gente suele inquirir por qué nos deja obrar mal si sabe que lo haremos, y la
respuesta es sencilla: porque nos dotó de libre albedrío. Si nuestros actos fueran
como los de los ángeles, que obedecen sin objeciones al Señor, esto sería la negación
de ese soplo con el cual nos insufló, y en el que somos idénticos a Dios, si se me permite
expresarlo así. En su infinito poder, Dios es libre de hacer cualquier cosa, incluso
el mal, sin embargo en Su Perfección Sublime, su obra es el bien supremo. Esta es la invitación
que nos extiende: emularlo, y obtener de su mano la eternidad empírea, o desobedecerlo,
y conseguir Su ira y Su castigo permanente, concediendo que ambos destinos son inimaginables
con estas mentes e indescriptibles con estas bocas.
Queda por explicar que la lucha principal que destaca entre las serpientes flamígeras
se lleva a cabo en lo más bajo de la circunferencia del monolito. Allí, sus lenguas se encuentran
enfrentadas, cada una blandiendo símbolos que le son característicos. No hay dentelladas,
colmillos clavados, garras que se hinquen. Sólo dos lenguas de fuera que se aprestan
al contacto entre ellas. Cada una tiene una garra hacia el interior de la boca y un ojo
o cuenta hacia el exterior. Estos elementos simbolizan cómo nuestras palabras nos apresan
el alma, y quien haya dicho algo de lo cual quedó arrepentido para siempre, tuvo un adelanto
de este asunto. Y el ojo, clama que lo expresado es testimonio de la realidad que tiene enfrente,
ante la cual responde oponiéndosele. Quetzalcóatl atestigua la existencia del mal y le confronta
con una guerra intelectual, en este caso, y Tezcatlipoca reacciona intentando emparejarle
el discurso que le anule, que le enmascare, que engañe sobre el principio celestial de
su enemigo. Esta batalla interiorizada y a título individual se lleva a cabo conforme
obramos o no en concordancia con nuestros corazones y en acuerdo con nuestros juicios.
Y en el plano de los personajes, Tezcatlipoca es el Anticristo, o Dajjal, para judeocristianos
y musulmanes, y Quetzalcóatl el Mesías, o Mahdi.
En este Fin de Era que protagonizamos todos, desde la abeja hasta el astronauta, el plano
más sutil y elevado de la lucha entre los partidos de Dios y de Satanás, es el mental.
Una mente de la cual se ha hurtado la existencia de Dios, es por necesidad una mente al servicio
directo del Diablo. Incluso una mente teísta, pero con una doctrina adulterada, colabora
en mayor o menor medida con los intereses de Shaytán. Por esto se ha resaltado en esta
piedra monumental que el contacto bélico está centrado en la palabra y su mundo: el
del pensamiento, el de los conceptos y sus representaciones, el de la consciencia (de
allí los ojos de las lenguas, los ojos de los gemelos serpentinos, y los ojos de las
Xiuhcóatls, tanto los dos evidentes como la multiplicación por siete que implica la
séptupla de cuentas adosada a sus cabezas). Este es el campo principal de la batalla mitológica
que se está realizando ante nuestras vidas. Es la lucha a término entre la vida y la
muerte, es el sendero bifurcado que lleva a la peor o mejor de las eternidades posibles.
Y no es solamente en nuestras cabezas. Es, como las lenguas lo indican, algo que debe
proclamarse ante las fauces del mal más extremo. La verdad debe ser dicha por todos los medios.
La guía debe ser expresada con todas las voces. El camino se debe enseñar a todos
los que escuchen y vean. Él es Dios. Continuaremos, inshAlláh.
"...¡No! La Escritura de los pecadores está ciertamente, en Sichchín. Y ¿cómo sabrás
qué es Sichchín? Es una Escritura marcada. ...¡No! La Escritura de los justos está,
ciertamente, en Illiyyun.Y ¿cómo sabrás qué es Illiyyun? Es una Escritura marcada,..."
Sagrado Corán, Sura 83, Aleyas 7, 8, 9, 18, 19, y 20.