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Hoy cuando venía para acá me pregunté muchas veces a qué venía
Mucha ciencia, mucha tecnología, mucho pensamiento científico
y yo decía ¿qué tengo para hacer acá?
La verdad que creo en el destino
y siento que algo me puso en estas tablas hoy.
Nací en Montevideo, hace unos cuantos años
y quiero compartir una historia con ustedes
Cuando tenía 18 años
era una joven muy activa, como quizás muchos de ustedes que tienen 18 ahora.
Nadaba por la mañana, entraba temprano a trabajar
trabajaba jornada completa e iba a estudiar por la noche
estaba enamorada
estaba enamorada de un joven de 19 años,
que se llamaba Guillermo,
que era jugador de basket profesional
y que tenía unos ojos verdes increíbles.
Llegó el verano, planeamos vacaciones
y decidimos irnos a un campamento en la costa, en la ciudad de Piriápolis
con sus hermanas
Lo estábamos pasando bárbaro
Y uno de los días del campamento decidimos salir juntos, solos
a conocer un pueblo cercano, en la frontera con Brasil
Fuimos, pasamos un día maravilloso
Volvimos...
Era 7 de enero.
Era un día de mucho sol, con un cielo celeste y 40 grados
Viajábamos en una moto
y cuando estábamos a dos kilómetros del campamento, de regreso
paramos en el cruce de unas rutas
porque vimos que en una de las rutas venía un micro de larga distancia.
Ese día se apagó la luz para mí
Y cuando me encontré de nuevo conmigo, tuve que tomar una decisión...
elegir cómo vivir esta vida nueva,
esta vida que estaba teniendo como oportunidad, casi como un regalo.
Y el día que me pusieron de pie por primera vez,
el médico que colocó la prótesis que llevo puesta me dijo:
todo lo que viene ahora está en tus manos,
todo lo que viene de ahora en adelante, para el resto de tu vida...
Nunca me imaginé que esas palabras, que recuerdo tan claramente,
iban a tener un símbolo tan fuerte en lo que pasó después.
Bueno, un buen día me dieron de alta, volví a mi trabajo
y ahí fue el otro gran impacto que recibí, un impacto para el que no estaba preparada
un impacto que tenía que ver con la mirada de los otros.
Volver a mi lugar de trabajo y sentir la mirada de pena,
la lástima con la que mis compañeros me recibían
una mirada puesta en mis bastones canadienses
y no en mis 18 años, en mis ganas de superar o de volver a vivir.
Cambió mi vida y por eso muchos años después
decidí dedicarme a pensar, a trabajar y a invitar a otros para trabajar y pensar
sobre el peso social de la discapacidad.
Un peso social que no está puesto en la situación de discapacidad misma
con la que conviven más de 2 millones de personas con discapacidad en este país,
sino en el peso social más grosero, permítanme decirlo así
con el que nos encontramos a diario
que es esa mirada que devalúa la diferencia
Un peso social absolutamente contundente.
Y cuando nosotros hablamos de discapacidad
pensamos siempre que el problema son las escaleras,
el problema es la falta de accesibilidad al medio físico,
el problema es...
todas las barreras que ustedes pueden imaginar cuando yo hablo de este tema.
Es verdad, esas barreras son un problema,
sí, en lo cotidiano.
Pero ese no es el problema principal,
el problema principal de las personas con discapacidad
está en las mentes de ustedes,
está en la cabeza de todas las personas
que creen a priori que no tienen nada que ver con esto
cuando cada día miran a una persona desde el déficit
Y como me dijo una compañera mía :
en vez de mirarme los lindos ojos que tengo
me miran los bastones o las muletas.
Entonces, ocupa mucha parte de mi tiempo pensar en esta conducta.
A veces todo el mundo cree que trabajo directamente con personas con discapacidad.
Parte de mi trabajo tiene que ver con eso,
pero en realidad mi preocupación está en el universo de personas sin discapacidad.
Porque tengo un sueño,
tengo un sueño que es salir a la calle todos los días
y encontrarme con los 2 millones de personas con discapacidad
viviendo la vida libremente.
Ser libre implica elegir,
elegir dónde estar, elegir quién ser
cómo crecer, cómo desarrollarse, cómo vivir...
Y les aseguro que ese nivel de libertad
está muy lejos de la realidad para las personas que viven en este país hoy.
Cuando decimos discapacidad
en el imaginario, en cada una de nuestras mentes
en nuestra cultura, aparecen varias palabras:
feos, pobrecitos
excluídos
marginados, perdedores...
En verdad conozco muchas personas con discapacidad felices
y descubrí y coincidiremos,
que la felicidad es una sensación subjetiva, es una construcción única
lo que me hace feliz seguramente no los hace felices a ustedes.
Entonces eso me lleva a otra pregunta
¿Por qué dictamos sentencia sobre los otros?
¿Desde qué lugar, desde qué poderosa mirada
cada día de nuestra vida dictamos una sentencia
sobre una persona que es diferente a mí?
Me preocupa el problema de la diferencia
porque no puedo creer realmente que estemos en el tiempo que estamos
todavía comportándonos...con comportamientos primitivos
¿Qué hacía el hombre frente a aquello que no conocía?
Huía, y seguimos huyendo
sólo que ahora somos un poco más sofisticados
porque ignoramos, ese es el mejor mecanismo de huída que tenemos hoy
o atacamos
sólo que ahora atacamos desde la más cruda segregación.
Tenemos ese poder implícito
en nuestra mirada, en nuestras acciones de cada día.
Me hago muchas preguntas
muchas tienen que ver con...
cómo se siente una persona que no entra en el modelo de estética
que nos propone la sociedad en la que vivimos;
cómo se construye un parámetro de éxito;
cuáles son las cosas que hacen que uno pertenezca o no,
se sienta reconocido por el otro o no;
cómo eso incide en mi capacidad de estar.
Pienso mucho sobre esto y no tengo muchas respuestas
pero me gustaría que ustedes también lo piensen.
Trabajando en este tema,
observando conductas y pensando sobre esto,
descubro que la cuestión de la discapacidad genera a priori dos percepciones:
una que tiene que ver con el temor, el temor que me paraliza,
el temor que me aleja;
y la otra que tiene que ver con la impotencia.
Me da impotencia, no sé que hacer, no tengo información
no sé qué hacer con la persona que tengo adelante.
Y realmente quiero decirles que ninguna de estas dos cuestiones
nos están facilitando lo más maravilloso que nos puede ocurrir
cuando nos encontramos con alguien diferente a nosotros,
que es reconocerlo, descubrirlo, explorarlo...
Esa maravillosa singularidad que nos hace únicos,
un evento realmente.
Parece ser que nosotros los humanos nos estamos tomando demasiado tiempo les diría
para darnos cuenta
de lo importante que es celebrar ese encuentro
y ese descubrimiento que propone la relación con otro, con otro que es distinto a mí.
Me gustaría pedirles que... si podemos encender la luz,
que levanten la mano las personas que tienen una persona con discapacidad en sus familias,
que se sientan libres de hacerlo.
Muchas gracias.
Así como ustedes,
en uno de cada cinco hogares de nuestro país vive hoy una persona con discapacidad.
Sin embargo, salimos a la calle y no los vemos
Muchos de ustedes estarán en la universidad
y seguramente no tendrán un compañero con discapacidad,
o un compañero en sus lugares de trabajo,
o un profesional que atienda la salud de sus hijos, o que los eduque
¿Dónde están las personas con discapacidad?
Todavía están en su casa,
todavía están esperando una oportunidad
o un entorno que facilite su permanencia y su integración verdadera
para poder aportar toda la riqueza que una persona con discapacidad puede aportar
en la construcción de este país.
No sólo social, económica, cultural...
desde su propia singularidad y desde su diversidad.
Tenemos un pendiente enorme en este sentido
y el pendiente está en nuestras manos
No va a bajar una nave espacial
y nos va a convertir a todos en personas abiertas,
interesadas en el otro.
Es un trabajo personal.
Yo soy obrera de la construcción,
en realidad en vez de trabajar con ladrillos, trabajo con la palabra;
me dedico a construir "rampas culturales", así me gusta llamar mi trabajo.
Realmente creo que tenemos una oportunidad por delante maravillosa
y que no podemos desaprovecharla.
En siglo XXI, tantos avances, tanta ciencia, tanto desarrollo
y estamos perdiendo el valor de la humanidad misma
Tengo poquito tiempo.
Sólo quiero decirles que en esta construcción necesitamos muchas manos
Esto no puede quedar en manos de un ente celeste.
Algo tiene que ocurrir...
Algo tiene que ocurrir para que todos los niños puedan ir a la escuela,
a una escuela cualquiera, no a la escuela especial.
Algo tiene que ocurrir para que todos los jóvenes puedan ir al secundario
en igualdad de condiciones
y todas las personas puedan encontrar un trabajo
y no tengamos los niveles de desempleo que tenemos en Argentina
para personas con discapacidad en edad económicamente activa.
Algo tiene que ocurrir, y ese algo está en nuestras manos...
Entonces, quiero invitarlos en un evento como este
un evento de encuentro, de pensamiento y de celebración
quiero invitarlos a celebrar la diversidad.
Que no es más ni menos que celebrar la vida misma ¿Verdad?
Para terminar,
quiero pedirles que me acompañen y cierren los ojos
Y no hagan trampas, porque de acá los estoy viendo
Cierren los ojos...
Imaginen, les voy a describir algo..
Es morocha
tiene ojos oscuros, muy brillantes
es hija,
es hermana,
es esposa,
es mamá de dos hijos,
es una trabajadora, es una profesional,
es una ciudadana,
es una persona interesada en construir la Argentina,
en poner su valor para la construcción de este país.
Les voy a presentar a Laura, una mujer con futuro.
Ella es Laura.
Y simplemente quiero convocarlos a todos para que a partir de hoy
se comprometan, junto con nosotros,
a celebrar esta nueva forma de estar en este mundo
y a hacer desde cada lugar en el que están
un país mejor para todos, CON todos
aplicando todos sus talentos al servicio de la inclusión.
Muchas gracias.