Tip:
Highlight text to annotate it
X
JULIA OTERO - Mis chicos, sentaros, por favor.
J.O. - Bueno, cuánto tiempo sin sentaros juntos, ¿no?
LUÍS FIGO - Desde la escuela. LUIS ENRIQUE - No, en la escuela no,
en la escuela seguro que no; pero sí, hace mucho. Hace muchos años.
J.O. - Hace mucho que no os veíais, ¿no?
L.F. - Vernos hace bastante, pero hablar hace poco que hablamos por
teléfono. J.O. - Pero entrevista juntos, ¿la
primera? L.E. - Hoy debutamos.
J.O. - Los capitanes. Porque os llamaban los capitanes, a Luís Figo y
a Luis Enrique, y a alguno más. Erais los capitanes. ¿Seguís siendo
capitanes? L.F. - Ya no tengo el mando de nada,
poca cosa. L.E. - Los capitanes, sí… Ahora, en lo
que compete a mi profesión o a lo que me dedico, sí que hay veces que
tienes que hacer un poco de… no de capitán, porque para eso ya hay un
grupo de jugadores, pero sí de líder, o al menos saber que tienes que dar
unas indicaciones a tu grupo de jugadores o a tu grupo de
compañeros para que las cosas vayan de una manera consensuada.
J.O. - Saber perder no es fácil, ¿eh? L.E. - No, no es fácil. Y se ven
muchos casos, cada día se ven. Yo creo que saber perder forma parte de
la mentalidad adecuada que tiene que tener un deportista y hay que
saber reconocer que el rival también te puede ganar. Cuando lo hace de
una manera lógica y de una manera que consideras que es justa, creo
que está bien también felicitarle. L.F. - Sí, en el fútbol por encima de
todo el eslogan que se defiende siempre es el fair play. Entonces yo
creo que a pesar de haber derrotas y momentos muy duros, yo creo que lo
consigues ultrapasar con otros objetivos. Si el contrario es mejor,
pues hay que felicitarlo, independientemente de que sea tu
rival directo o no. Yo creo que es así el fair play, a pesar de ser difícil para
mucha gente hacerlo. J.O. - Será difícil, pero hay gente que
no sabe hacerlo. L.F. - Esto es lo que hay que
cambiar. J.O. - Ríes más, Luís, la imagen de
Luís Figo serio... L.F. - Ha sido el cambio de tener
estrés a no tener. L.E. - Es un cambio importante.
L.F. - Yo creo que dentro del campo normalmente estás tenso, estás
concentrado en lo que estás haciendo, en tu objetivo. Entonces es
normal que no estés tanto de cachondeo y das una imagen
totalmente diferente, supongo, de lo que es convivir y pasar un rato
diferente de cuando estás en competición.
J.O. - La decisión más valiente que habéis tomado nunca, ¿cuál creéis
que es? L.E. - La mía está por llegar. No lo
sé… J.O. - «Lo bueno está por venir», eso,
cuando un futbolista ha acabado su vida activa, es muy raro escucharlo.
La mayoría tiende a pensar que lo mejor pasó.
L.E. - Hombre, no nos engañemos, Julia, jugar a fútbol a este nivel al
que jugamos nosotros y disfrutarlo como creo que tuvimos la
oportunidad es muy bonito, es que no hay cosa igual. En el momento en
que decides cambiar y se acabó el fútbol, en mi caso lo tenía muy claro
y tenía muchas ganas de hacer otras cosas, y es cierto que esas cosas me
están llenando cantidad y me siguen llenando. De hecho compatibilizo el
ser entrenador de fútbol con, cada vez que descanso, dedicarme a mi
familia, a mis deportes y a las cosas que me gustan. Pero hay que
reconocer que tener la suerte de poder vivir una vida dedicándote a lo
que más te gusta, siendo reconocido a nivel público, teniendo esas
mejoras económicas y sintiéndote realizado es una cosa única.
J.O. - ¿Y tu decisión más complicada, Luís?
L.F. - No sé, yo creo que a lo largo de mis cuarenta años siempre tomas
decisiones que piensas que son difíciles, porque no sabes lo que va a
pasar. Todos los cambios han sido siempre con la expectativa de poder
alcanzar algo que no había obtenido. Felizmente, intento no arrepentirme
de las decisiones que he tomado, pero alguna, pues, seguramente me
ha costado más que otra. J.O. - ¿Mejor arrepentirse de una
decisión tomada que de una que no se tomó por miedo?
L.E. - Sin ninguna duda. Y es mejor intentarlo. Hablando de deporte, es
mejor tirar el penalti que no se atreve a tirar nadie y fallarlo, que no tirarlo,
porque te vas a quedar con esa pena siempre.
J.O. - Qué momento ese, ¿no?, por cierto.
L.E. - Pero para muchos momentos de la vida, cada cambio significa un
momento de incertidumbre, significa salir de tu zona de seguridad para
ver lo que te vas a encontrar. La mentalidad con la que lo afrontes es
básica. Esto es como cuando tu novia o tu mujer está embarazada
que solo ves embarazadas, pues esto lo mismo: si voy a cambiar y pienso
en lo positivo y veo los lados positivos, se refuerza seguro. Y los
negativos, que también habrá seguramente, los dejas de lado.
J.O. - Claro, es que en vuestro caso habéis protagonizado un cruce de
caminos espectacular. L.E. - Bueno, pero yo diferenciaría
muchísimo: en mi caso, yo hice el puente aéreo, que fui más solo que la
una, a mí no me vino a esperar nadie, no tuve ningún problema. Es más,
era como: «Se te abre una puerta, vete a donde quieras», y creo que
hay una diferencia muy grande en ese sentido. Luego el rendimiento
deportivo, en este caso mío, pudo hacer que se me quisiera poner como
el niño malo que cambia porque le apetece; en el caso de Luis, es
totalmente diferente. J.O. - No hace falta que pregunte por
el cambio más dramático en el caso de Luís Figo, porque todos sabemos
cuál fue. ¿Eso pesa o ya no? L.F. - No, sinceramente. Yo creo que,
como digo, la vida está hecha de oportunidades y en cierta forma uno
tiene que pensar si la coge, porque siempre cuando hay una mudanza
piensas que será para mejor o por algún motivo será: porque vas a
encontrar alguna cosa mejor, o el objetivo o proyecto te entusiasma
tanto que será así, o por alguna mejora en términos económicos, o
porque no te sientes seguramente valorado de la forma que debería
ser… Entonces, a mí no me pesa, porque creo que di un paso muy
importante en un momento de mi vida que me sirvió para ganar
muchas cosas en términos de prestigio, seguramente he perdido
muchas otras. Pero yo creo que uno no se debe arrepentir. Además
porque la consciencia de que lo he dado todo siempre, en términos
profesionales, donde he estado hace que esté tranquilo y que no lo
recuerde como una mala etapa, al contrario, creo que hay que disfrutar
de cada etapa de la vida, y es lo que intento hacer.
L.E. - Nosotros que somos profesionales siempre pensamos que
cualquier cambio si supone y significa, que lo has pensado con tu
familia, que vas a mejorar y tú estás convencido de ello, pues adelante, y
hay que aceptar muchas veces que las consecuencias... Cualquier
cambio implica la posibilidad de cambiar a bien, pero también tiene
alguna circunstancia negativa que hay que saber asimilar.
J.O. - ¿Vuestra relación ha dado tanto de sí como para consultaros el
uno al otro algún cambio que estabais barajando en algún
momento de vuestra vida? L.E. - Hombre, hemos tenido, yo
creo, una muy buena relación. Y en ese momento que ahora comentas
–todavía me duele ese momento–, porque no solo perdimos un gran
jugador, el mejor jugador de nuestro equipo, sino..., no lo perdimos, sino
que dejamos de disfrutarlo en nuestro equipo y se fue al rival
directo. J.O. - Supongo que en el terreno
sentimental, el gran cambio debe ser el paso de un sentimiento como el
amor entregado al odio. ¿Eso cómo se gestiona, Luís?
L.F. - Bueno, yo creo que todas las etapas son como empezar de nuevo,
aprendes a enamorarte y a conocer los valores del proyecto, a querer
identificarte con el mismo proyecto. Siempre hay el riesgo, lógicamente,
en un cambio, de que las cosas vayan a tener éxito o no, pero eso
también pienso yo que es la belleza de no saber el futuro y lo que va a
suceder. L.E. - La palabra no es odiar, porque
no odias cuando pasas de un equipo a otro al equipo anterior, aunque
sean eternos rivales en este caso. La palabra no es odiar, es evidente que
ahí hablo a nivel particular, la motivación está ahí y el saber que
ahora mismo defiendes otros colores te hace sentir muy orgulloso de lo
que haces, significa siempre un cambio, pero un cambio que tú te lo
planteas como un cambio que va a suponer algo muy positivo en tu
vida. Y jamás diría la palabra «odiar», porque es una palabra que suena
muy fea, y mucho menos en el ámbito deportivo. Sí que es cierto
que te sirve como estímulo y como motivación.
J.O. - Pasado el tiempo, Luís, la época de desamor que hubo con toda
una afición, ¿ha vuelto a la normalidad?
L.F. - No lo sé, no lo sé. J.O. - Porque el respeto nunca se
perdió, ¿no? L.F. - No lo sé. Yo no he tenido nunca
ningún problema. Yo no pienso en lo negativo, al contrario, siempre he
pensado en los momentos buenos que he disfrutado y lo que he vivido.
Fue una etapa importantísima en mi vida y hubo un cambio, pero yo
guardo las cosas buenas. Cada uno es libre de opinar y pensar lo que
quiera y yo lo respeto de cualquier forma, como tienen que respetar
cómo yo soy y lo que he hecho. J.O. - Pero, ¿te sientes bien en todas
partes, supongo? L.F. - Sí, yo me siento bien. Si no me
tratan mal, yo me siento bien, con respeto.
J.O. - Respeto. L.E. - Buena palabra, bonita, ¿eh?
J.O. - ¿Nunca habéis sentido que os lo han perdido?
L.E. - Bueno, ¿sabes lo que pasa?, que dedicarse a algo profesional
significa que toda la gente tiene una opinión sobre ti, y cuando defiendes
los colores de un equipo, el fútbol es pasión y nosotros lo entendemos.
Cuando la pasión se convierte en algo cercano a la violencia es algo ya
negativo y que no gusta a nadie, porque después del futbolista, y
antes del futbolista, está la persona, la familia… Esto hay gente que no lo
entiende, pero son los menos, yo creo que la gente reconoce a la
persona que estuvo, en el caso de Luís o en el mío, y al profesional que
se dedica a su profesión al máximo y lo respeta, por lo menos yo lo siento
así. J.O. - Y cuando uno ha sido
compañero de vestuario y de pronto se convierte en adversario, ¿qué
pasa? Imagino que está muy mitificado y no pasa nada, cada uno
juega… L.F. - Creo que defiendes los
intereses de tu equipo, independientemente, de que cuando
entras en el campo eres lo máximo profesional posible y juegas para
ganar. A fin de cuentas intentas ganar respetando; si es tu amigo,
lógico, no le vas a dar una patada así sin más.
L.E. - O sí. L.F. - O sí.
J.O. - Salvo que se la merezca. L.F. - O la das más fácilmente.
J.O. - ¿Qué es peor, resistir todo un estadio coreando tu nombre para mal
o todo un estadio apoyándote y dándote el máximo afecto? Porque
yo he oído a deportistas decirme las dos cosas, que se crecen…
L.F. - Yo creo que es un poquito mejor jugar con la gente a favor.
Pero yo creo que es una buena experiencia en todos los sentidos. En
los dos sentidos es una buena experiencia que te queda para la
vida, te hace crecer y te ayuda a madurar, no solamente quedarte con
los aspectos buenos, porque jugar con cien mil a favor es muy fácil. Yo
creo que es peor sentir tu propia afición que te pita, porque los otros
ya vas esperando ese momento, ya estás preparado para ese momento.
Ahora, que tu propia afición te pite, creo que es lo peor.
J.O. - Eso es un riesgo que no habéis querido correr ninguno de los dos.
Diría que los dos habéis sabido marchar en el momento adecuado,
cuando habéis decidido. En el caso de Luís Figo, yo te he leído decir:
«Me hubiera podido quedar a cobrar solamente, pero no es mi estilo».
L.F. - No, yo lo que siempre he pretendido en mi vida ha sido tomar
las decisiones siendo yo quien decidiera cuándo debía cambiar o no.
Que no fuera el momento de llegar alguna persona y hacerme cambiar
cuando yo no quería o echarme cuando yo no quería, porque si tú no
tienes el rendimiento necesario en cualquier equipo, pues llega A, B o C,
no está contento y te echa, independientemente de llevar cinco,
diez, quince o veinte años en un club. Es la realidad. Entonces, yo
siempre he pensado involucrarme al máximo en los clubes en los que he
estado, dando lo mejor, y cuando no sirviese o cuando no me sintiese
bien, pues tomar yo la propia decisión de cambiar, que no me
«emporrasen» a mí…, que no esté contento y estar solo por estar.
J.O. - Los dos sois de familia trabajadora, podemos decir, ¿no?
Ese cambio de pronto de haber estado en una familia con las
«justezas» de la época, pero también de la situación económica, a de
pronto poder comprarse el mejor coche, la mejor casa…
L.F. - Los bienes materiales, lo que puedes adquirir, eso todo es
superficial, lo que cuenta, pienso yo, es la seguridad que te puede dar
poder escoger y tomar tus propias decisiones en el futuro y no
depender de nadie ni de quién sea para hacer lo que tú quieres hacer.
J.O. - O sea, lo más importante no se puede comprar.
L.E. - Para mí una de las cosas más bonitas que hay y que tuve la
oportunidad de vivir es, viniendo de una familia humilde y trabajadora de
la que me siento súper orgulloso y que me ha dado unos valores, porque
he visto lo que cuesta ganar el dinero, tener la oportunidad, de una
manera progresiva, de poder ayudar a mi familia a mejorar en cuanto a
situación, en cuanto a vivienda, en cuanto a posibilidades de educación,
pues es una de las cosas más gratificantes que le puede pasar a un
ser humano. A partir de ahí, la posibilidad no solo de tener una
buena casa y un buen coche, sino de saber que eres dueño de tu futuro o
puedes ser dueño de tu futuro y vas a poder dar una educación muy
buena a tus hijos, vas a poder disfrutar de cosas que la mayoría de
gente en muchos momentos no lo puede hacer, o casi nunca. Es esto lo
que te da. Pero es de una manera progresiva, no es «hoy no tengo nada
y mañana gano…», por lo menos en mi caso, ha sido de una manera
claramente progresiva. J.O. - ¿Y como padres, padres de
tres cada uno…? L.E. - Sí, sí, hat trick.
L.E. - Es otro de los cambios, ¿eh?, cuando no tienes hijos y estás con tu
pareja, que está todo de maravilla y, de repente, el cambio en la vida:
aparecen tus hijos, que es el mayor sueño a lo que aspirabas a nivel
personal, formar una familia como habías tenido cuando eras un crío o
cuando yo vivía en Gijón, y nadie te enseña, o sea, tienes referencias de
tus padres pero en otro tipo de contexto.
J.O. - No hay entrenador. L.E. - No. Y nadie te dice lo que hay
que hacer a las tres de la mañana cuando no come o cuando no sé qué,
tiene fiebre o cuando… Sucede. Es un cambio muy grande al que tienes
que adaptarte, y gestionar eso no es fácil.
J.O. - Porque además ni Luís Figo ni Luis Enrique han cambiado de
familia. L.E. - Por ahora nos aguantan.
J.O. - Lleváis casados toda la vida L.F. - Ese es el único cambio que no
quiero hacer. J.O. - Qué bien, ¿no? Eso quiere
decir que… L.E. - Sí, que no es muy común
tampoco, pero, bueno, yo creo que aquí gran parte del mérito lo tienen
nuestras mujeres, ¿eh? J.O. - ¿En qué diríais que sois más
diferentes? L.F. - ¿Los dos?
J.O. - Sí. L.F. - Bueno, él es asturiano y yo soy
portugués. L.E. - Somos muy diferentes.
J.O. - Ah, buena diferencia. J.O. - ¿Y algún toque gamberro en el
vestuario? L.E. - Por supuesto. Él, ¿eh?
J.O. - ¿Luis? ¿Más que tú? L.E. - Hemos hecho de todo, nos
hemos divertido mucho, y como hemos disfrutado mucho de nuestra
profesión, lo hemos pasado bien. Es más, muchas veces he pensado en
escribir, porque además me gusta escribir, cosas y momentos, a lo
mejor cambiando nombres, momentos que quedan ahí que son
maravillosos, de cuando nos vemos grupos de amigos, ex jugadores, que
son mucho más importantes para nosotros que cualquier partido que
un aficionado pueda tener en la retina o que tiene mayor importancia.
Las vivencias esas que a lo largo de unos años vas asimilando y que vas
viviendo te hacen recordarlas con muchísimo cariño y empiezas a
hablar y a hablar de cosas… Pero creo que le pasa a todo el mundo.
J.O. - Os reunís, por tanto, de vez en cuando.
L.F. - Ahora menos porque cada uno también tiene su vida y sus horarios
y sus programas. Pero creo que la amistad, independientemente de si tú
eres blanco, ***, azul, rojo…, las buenas amistades son, en mi caso,
para siempre, independientemente de si estás en el norte, si hablas todas
las semanas o si hablas en un mes una vez… Esto es lo bueno. A Luis lo
tengo como un muy buen amigo, y viene no solamente de lo que hemos
vivido en términos profesionales sino –lo que él estaba hablando– de
la convivencia que hemos tenido y que hace que la relación salga
fortalecida. J.O. - ¿Dormíais juntos?
L.F. - No era mi compañero de habitación.
L.E. - No. J.O. - Eso todavía debe unir más,
¿no? L.E. - Hombre, el mío era el Pitu
Abelardo y antes de casarme…, bueno, antes de casarme
evidentemente, pero cuando ya llevaba unos años casado, había
dormido muchas más veces con el Pitu que con mi mujer. Y el tuyo era
Pep, ¿no? L.F. - Sí, era Pep.
J.O. - ¿Pep? ¿Y os veis? L.F. - No, ahora no.
L.E. - Ahora es imposible. J.O. - ¿Pero hay alguna llamada?
L.F. - Me tiene abandonado. J.O. - Pero hay alguna relación,
supongo, habláis. L.F. - Pep es el padrino de mi hija y
somos buenos amigos. L.E. - Es cierto, hay una serie de
amigos que han formado parte de tu vida…
L.F. - Y eso no cambia. L.E. - ... –exacto– a los que guardas
un cariño *** y por diferentes situaciones te ves menos, pero que
sigue habiendo un cariño grande y un reconocimiento mutuo, y ya
cuando juntas familias y demás, pues todavía mayor.
J.O. - ¿Además, juntáis familias? L.E. - Ahora ya no se conocen, claro,
ahora ya no; cuando eran pequeños, sí.
L.F. - Ahora tenemos que presentar otra vez a los niños.
L.E. - Peligroso porque tengo uno de catorce años, ten cuidado, que tienes
tres hijas. J.O. - ¿Quién es más volcánico de
los dos? L.E. - Yo, creo, yo.
L.F. - Volcánico, creo que Luis, Luis es más caliente.
J.O. - ¿Más discreto? L.E. - Los dos.
J.O. - ¿Exagerado? L.E. - Bueno, igual mi mujer te dice
aquí, te empieza a sacar adjetivos y alucinas.
J.O. - ¿Quién juega mejor a las cartas?
L.F. - Seguramente Luis. L.E. - Yo.
J.O. - ¿Quién ligaba más? L.F. - No ligábamos.
L.E. - No ligábamos. J.O. - ¿No ligabais?
L.F. - No, teníamos pareja ya. J.O. - ¿Y la mala reputación que
tenían los futbolistas como entrevistados antes y lo interesantes
que sois ahora? ¿Esto ha cambiado, no?
L.E. - Somos ex futbolistas. J.O. - Pues ha sido estupendo
sentarme con dos ex futbolistas como vosotros.
L.F. - Muchas gracias, igualmente. L.E. - Gracias, igualmente.
J.O. - Me ha encantado entrevistaros juntos a los dos.
L.F. - Gracias. L.E. - Gracias.
J.O. - Suerte.