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Toca concluir estas jornadas apasionantes de diálogos entre profesores de diferentes disciplinas y
conservadores del Museo del Prado, que han tratado de unir algo que, muchas veces, lo vemos separado: el arte y la ciencia.
Creo que si se le despoja a lo artístico de su capacidad de conocimiento del mundo, se le despoja de algo importante,
y más si decimos esto en el centro del Prado, en la sala 12, donde se presenta a Velázquez
y una de sus obras maestras, como es «Las meninas».
En esta sala y delante de Velázquez, se puede decir que la belleza es valiosa, sin duda, pero lo es más la sabiduría.
Entender a Velázquez sin el conocimiento y el pensamiento de su época, sin los avances científicos que se estaban produciendo,
creo que es quedarnos solo en la piel de Velázquez,
sin llegar a profundizar en su verdadera aportación histórica.
A lo largo de estas semanas y de estas largas conversaciones, creo que hemos
tratado de realizar algo que corresponde a la misión de cualquier museo, que es hacer públicas
sus colecciones, las obras de arte que conserva,
y trasladar el máximo conocimiento que nos aportan hoy en día estas magníficas obras de arte.
Me resta invitar a todos a volver al Museo y a entrar cada uno por la puerta que quiera,
por el conocimiento que más le apetezca, para disfrutar de esta extraordinaria colección
y de sus magníficos creadores.