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1er Adendo. Jugando palillos chinos con combustible atómico japonés.
Quien ha jugado palillos chinos, sabe que este divertimento de destrezas consiste en
aventar a una superficie un mazo de palillos de varios colores con suficiente fuerza para
que caigan mezclados, pero no con tanta como para que pierdan todos el contacto entre ellos.
Después los van retirando los jugadores uno tras otro. Los palillos valen de acuerdo a
su color, y quien mueve un poco el palillo que no le corresponde con aquel que está
retirando, pierde su turno.
En Fukushima el equivalente a los palillos son las barras de combustible encendidas que
quedaron de los núcleos de los reactores destruidos a raíz del terremoto y su tsunami.
Quien al retirarlas pegue una con otra podría iniciar una reacción explosiva en cadena
que contaminará al mundo de tal forma que lo dejaría inhabitable. Jamás se ha intentado
un rescate así, ni siquiera en Chernobyl, porque Chernobyl y Fukushima no son iguales.
Fukushima es bastantes veces peor en "órdenes de magnitud" (así le dicen, para otorgarle
nueva sonoridad y destacar el punto), y no hay tierra firme que la contenga, pues se
encuentra a la vera del mar y en el vértice de una gigantesca corriente marina y pluvial
cuyo reflujo baña la costa oeste de nuestro continente por mar y cielo. Y ***ón se está
quedando sin operarios para sus palillos al rojo vivo por la sencilla razón de que pronto
(si no es que hace tiempo) todos los que tiene habrán recibido ya los picos máximos de
radiación a la que alguien en su situación puede exponerse, en teoría. Pero no se preocupe,
estamos plenamente seguros de que siguiendo una tradición centenaria, la empresa Tepco
ha inmolado al estilo Kamikaze a cualquier persona que contrató para esta faena heroica;
es una lástima que sus empleados ignoren el sacrificio al que les obligan, porque así
les han robado el grado de la percatación a sus martirios. Y es una lástima también
que ni siquiera receten para estos héroes el similar a las anfetaminas con las que obnubilaban
las mentes de sus aviadores suicidas en la WW2, porque el mareo y el vómito radiante
los agarrarán sobrios.
¿Por qué los rescatistas nucleares que diariamente mantienen templados los reactores fundentes
carecen de contadores personales de exposición radioactiva fiables? Si uno de ellos ha sido
expuesto a dosis letales de rayos no podría saberlo, porque una vez que llega su contador
a la dosis máxima permitida, allí se estanca su conteo, cosa sumamente conveniente para
mantenerlos trabajando aún si en un descuido reciben (como ya ocurrió) dosis masivas y
mortales de las emisiones.
¿Por qué no han instalado sensores completos de boya a ancla para tener datos exactos de
las corrientes superiores e inferiores del mar adyacente a la planta, y así conocer
de primera mano la cantidad de materiales tóxicos que la riada de agua marina está
regresando a los mares de la Tierra?
¿Por qué no han adaptado y contratado a los 2 millones de robots chinos que maquilan
a Apple Macintosh sus iPhones, iPads y iPods, como operarios automatizados en el proceso
de extracción de las barras de combustible y en el de refrigeración a chorro?