Tip:
Highlight text to annotate it
X
(Música)
Hoy básicamente voy a hablar del sentir.
Porque
nací y me crié en una familia adinerada.
Estudié en buenas escuelas.
Y tuve las condiciones para desarrollar
la razón con mucha información.
Escuelas muy caras.
Sentía una gran diferencia
porque en ese entorno era muy común
la situación que se encontraban.
Y yo miraba alrededor y veía mucha pobreza, mucha miseria,
aquello me incomodaba mucho,
pero no podía hablar de eso con ellos,
porque incomodaba.
Y me volví un tipo medio raro
en medio de ellos.
Sentía que algo estaba mal.
Me decían estudia, arréglatelas solo, atesora ese conocimiento
para aplicarlo en la vida y conseguir ayudas.
Yo decía: pero, ¿por qué yo?
¿Por qué tanta gente no tiene?
Nadie me lo decía, nadie lo explicaba.
Es así, siempre fue así.
Y la intuición me decía que eso estaba mal.
El mundo es extremadamente racionalista,
la gente vive en una sociedad racionalista,
y eso es muy masculino,
el sentir es extremadamente femenino.
Yo siempre tuve esa parte en mí muy fuerte.
Hoy hasta las mujeres se masculinizan
para sobrevivir en el mercado laboral.
Todo es competición.
La competición es algo masculino.
La cooperación es algo femenino.
Y esa diferencia se fue acentuando.
Primero me convencí de que tenía algo mal.
No es posible que no acepte lo que todo el mundo acepta.
Yo tengo algo raro.
Intenté por las vías convencionales: fui militar,
fui bancario, en Banco do Brasil.
Estudié derecho. Pensé en estudiar bellas artes pero provocó
un escándalo tan grande en mi familia que preferí estudiar derecho,
para que todos se tranquilizaran.
(Risas)
Hasta que un día tuve un sueño.
No soportaba más, pensaba que mi vida era aburrida, sin valor, una porquería.
Pero un día tuve un sueño.
En ese sueño yo corría por los tejados;
de repente se acaban los tejados. Ya no corría por algo en particular,
no huía de nada, solo estaba corriendo,
quizá fuera atleta, corría mucho.
De repente ya no había casas y empecé a caer.
Miré para abajo y vi kilómetros allá abajo,
campos, riachos, y me dije:
"Genial, desde esta altura no corro el riesgo de quedar inválido.
Voy a impactar y morir. ¡Genial!"
(Risas)
Algo nuevo en la vida, ¿no?
Y fui cayendo.
Ahora sabré cómo es del otro lado,
siempre quise saber.
Ya sé todo lo que hay que saber en la vida
y no lo quiero, es aburrido. Viene algo nuevo.
Cuando estaba por impactar, abrí los ojos y desperté.
"Dios mío, ¿qué hago vivo?"
(Risas)
Ya sé todo lo que voy a hacer hoy, no quiero nada de eso.
Ya sé a quienes voy a encontrar, no quiero encontrar a nadie.
Tengo que hacer algo.
Estoy prefiriendo la muerte a la vida.
Ese día fui a la universidad, abandoné, recuperé mis documentos.
No me creían.
—Vine a buscar mis documentos.
—¿Quieres ir a otra universidad?
—No, no, solo quiero mis documentos.
—Tienes que tener la aceptación en otra universidad.
— No quiero ir a otra universidad, solo quiero mis documentos.
El tipo me miró con rabia:
—Entonces tendrás que firmar los términos de responsabilidad.
— Deme los términos.
Firmé, tomé los documentos y se los llevé a mi papá.
Porque en casa siempre me presionaron mucho.
"Siempre te dimos lo mejor,
las mejores condiciones, tienes que valerte de eso".
Entonces, tomé los documentos y se los llevé a mi papá.
—Mira, ya te pagué la deuda.
Me diste condiciones, entré a la universidad,
y no voy a terminar; no porque no pueda sino porque no quiero.
La vida no tiene sentido. Y voy a buscar un sentido a la vida.
Me quedaré sin nada.
No quiero tener nada.
Eso no me asustaba
porque en el ejército había practicado guerra en la selva,
sobrevivencia,
había tenido muchas experiencias,
sufrido el gas lacrimógeno.
Entonces, no tenía miedo de quedarme sin nada.
Podía dormir en el piso tranquilamente.
Incluso en los intervalos de la facultad,
en vacaciones, me calzaba la mochila a la espalda
y salía de viaje.
Me acercaba a los más pobres,
porque tenía mucha curiosidad por entender sus códigos.
Yo quería sentir igualdad.
Cuando salía con amigos, a esos buenos lugares que íbamos,
al ver a un tipo tratar con arrogancia al empleado,
me ponía muy incómodo.
Empecé a darme cuenta de que por un lado existe un sentimiento implantado de superioridad.
Y por el otro, existe también un sentimiento implantado de inferioridad.
A la gente le cuesta mucho sentir igualdad.
Yo trataba de acercarme a los mozos, a los cocineros,
iba a las cocinas. Era común encontrarme en la cocina.
Todos me trataban muy bien.
Pero para ellos yo era un rico simpático.
No había igualdad, porque yo veía que ellos se trataban entre sí de un modo,
y conmigo era de otro modo.
Y yo quería igualdad.
Por eso decidí no tener nada.
Yo quiero no tener nada.
Quiero sentir igualdad.
Así que salí a pie, a hacer dedo,
sin dinero, ni trabajo.
Barría el piso por un plato de comida.
Pintaba una cerca, un plato de comida.
Lavaba un baño, un plato de comida.
Un plato de comida al día estaba bien,
y seguía adelante.
Empecé a darme cuenta de que me recibían mucho mejor en las zonas pobres
que en las ricas.
Para dar un ejemplo, o dos:
Estaba en Recife
y dije: no voy a pedir un plato de comida en la zona pobre.
voy a pedir donde sobra. Así que fui al barrio más rico,
vi una puerta abierta y que había una fiesta.
Me acerqué a la puerta:
—Disculpe
Veo que tienen mucha comida allí,
tengo hambre, no tengo dinero, ¿me daría un plato de comida?
Me dieron un plato con un poco de comida.
Salí y me senté en la acera. Estoy comiendo,
de repente para un patrullero.
El tipo me dio la comida y llamó a la policía.
estoy comiendo, para el patrullero.
El sargento me miró así:
—¿Qué está haciendo ahí?
—¿Yo? Masticando.
(Risas)
Le mostré el tenedor: comiendo.
—¿Pidió comida allí?
—Fui y me dieron.
—Bien, a ellos no les gusta verlo aquí,
es mejor que se vaya.
—¡Ah! Muy bien.
Me levanté y salí, comiendo.
Ya en la zona pobre, en zonas alejadas, anduve mucho en el monte.
Anocheció y yo solo quería dormir
y había una casita con techo de paja.
El techo sobrepasaba la pared y se podía dormir allí abajo.
Golpeé la puerta.
Atendió una viejecita y le dije:
—Mire, estoy viajando a pie por esta calle
y seguiré viaje mañana por la mañana.
¿Le molestaría si durmiera aquí debajo de esa paja?
—De ningún modo.
No podía creerlo.
—Entra, dormirás aquí dentro, en ese sofá.
Y me llevó para que durmiera dentro.
—¿Ya comiste?
Es otro trato.
Ahí empecé a sentir igualdad.
Empecé a aprender su lengua.
Averigüé entre los mendigos de Recife.
Traté de hacerme mendigo y me llevó tres días lograrlo.
(Risas)
Trataba de acercarme y ellos me repelían.
Trataba de acercarme y me repelían.
(Risas)
Quedé bien sucio, encontré una...
en esa época, solo Carlton venía en caja de cigarros.
Conseguí muchos cigarros.
De filtro blanco, de filtro amarillo, los puse allí dentro.
Por la noche fui a la fogata.
Siempre había una fogata debajo de un puente de hierro que hay allá.
Llegué a la fogata, sin mirar a nadie,
quité la tapa del paquete, lo tiré en el piso,
tomé un cigarro, lo encendí en el fuego y me alejé.
Uno fue, tomó el atado de cigarros, me miró, encendió un cigarro.
Fue otro, y me dije: me aceptaron.
Pasaron tres días, tres días.
Ahí empecé a darme cuenta de que la gente
gran parte de la población
sufre un proceso de sabotaje educativo.
Se les bloquea el desarrollo de la racionalidad.
Pasa lo mismo que cuando perdemos cualquier sentido,
se agudizan los otros.
Estos muchachos desarrollaron la intuición de manera impresionante.
Yo voy mucho a las favelas,
voy mucho a las favelas,
hablo allí, voy a fiestas, me llaman.
Y cuando uno entra en una favela y viene de afuera
la gente no pregunta quién es uno.
Se te quedan mirando, observan tu comportamiento.
Te sienten en vez de cuestionarte.
Desarrollan ese lado y no se dan cuenta de eso.
Yo sí me di cuenta.
Cuando era morador de la calle, me sentía privilegiado.
Era gracioso porque algunas pocas veces encontré personas
de mi vida social anterior.
Y, al verme, se mostraban desolados:
—Dios mío, ¿qué te pasó?
Yo trataba de mostrar que estaba muy bien,
muy feliz, aprendiendo mucho,
que aquello no me molestaba para nada
y al advertir que yo estaba contento,
se molestaban.
y desaparecían, no querían encontrarme más.
¿Por qué? Porque racionalmente, para ellos, yo estaba en un estado deplorable.
Pero cuando veían mi felicidad,
mi alegría de vivir,
se manifestaba su intuición.
—Quizá todo eso en lo que creo sea incorrecto.
No querían boicotearse,
no querían arriesgar,
—no quiero cruzarme más con este tipo.
Tuve la oportunidad de encontrarme a dos excolegas del ejército, que son coroneles.
Tres coroneles.
Una vez, y nunca más.
Uno de ellos lo dijo así:
—Hombre, estás igual.
Y yo le dije: —Caray, tú pareces otra persona,
de encontrarte no te reconocería.
Porque se boicotean todo el tiempo.
La gente boicotea su conciencia para adecuarse a las exigencias del mundo.
Un mundo racionalista que creó un dios macho.
Recuerdo que me castigaron en catequesis
porque pregunté si Dios tenía pito.
(Risas)
Hereje.
Dije: "¿No puedo preguntar?"
No bromeo.
Qué atrevimiento.
Nos explican un poquito y con eso queremos explicar el universo.
No conocemos ni un pedacito.
Conocemos el electrón,
y con eso, ¿conocemos al creador de todo?
Ni siquiera conocemos todo eso,
pero ya sabemos qué le gusta al creador.
En verdad, fabricaron un Dios superhombre,
que es vengativo.
¡Te manda al infierno!
Ama a los chupamedias.
Tiene que ser alabado, alabado, alabado, alabado.
No puedo creer eso.
Pueden convencerme de eso por la razón, pero jamás por la intuición.
Es algo que está fuera de mi alcance,
falta un poquito de humildad.
Habitamos ese electrón...
de cara a las interpretaciones absurdas que,
en mi opinión, dan las religiones,
creé las propias.
Creo que el sistema solar es un átomo,
una galaxia es una molécula,
y que formamos parte de algo que no podemos ni imaginar.
¿Podemos hablar de Dios?
¡No!
¡Podemos sentir! Lo llevamos dentro.
La conciencia está dentro.
Llevamos una parte infinitesimal de la divinidad.
¿Y eso qué es?
Es un atrevimiento.
Hay que usar el lado femenino, porque es ese el lado que nos acerca a la realidad.
La razón separa.
La razón es muy objetiva, es muy masculina.
El mundo es extremadamente masculino,
no en vano la mujer está tan oprimida.
Ahora, lo femenino y lo masculino no es propiedad exclusiva ni de la mujer ni del hombre.
Ambos están dentro de los dos.
Yo, al quedar solo con tres hijos pequeños,
—al separarme me quedé con mis tres hijos, por elección de ellos—
(Risas)
Con el tiempo empecé a sentir la falta que les hacía lo materno.
Y empecé a buscar en mí lo femenino.
Y dejé de hacer aquello de...
porque cuando los hijos pelean, la tendencia del papá es a decir tú acá y tú allá.
La tendencia de la mamá es a decir, momento, ¿qué está pasando?
Se sienta allí un poquito, arreglen la discordia.
Cuando se levanta, los niños están juntos jugando.
Eso es lo femenino.
Lo femenino es el cariño, la bienvenida, el abrazo.
Es la comprensión...
Yo hice artes marciales.
Es una comparación entre el judo y el karate.
El judo aprovecha la fuerza del oponente para quitarlo del camino.
El karate bloquea y reacciona, eso es lo masculino.
Hay que desarrollar el lado femenino y se está desarrollando.
El proceso es largo y lento, pero en cada lugar al que voy
encuentro gente trabajando.
Muchos no toman conciencia del trabajo que están haciendo.
En las favelas, en las comunidades pobres —-que de afuera parece algo falso—
hay mucha gente trabajando.
Hay mucha sensibilidad.
Y es una sensibilidad que no está ligada al conocimiento académico,
no está ligada al acontecimiento escolar, a la educación.
Porque la educación de esa gente es saboteada.
Cuando salí del ejército, hice un curso de ingreso a la universidad
y tenía colegas que estudiaron en la escuela pública.
Los tipos no sabían las cosas más elementales.
Y un día un tipo me trae una prueba de tercer año de la escuela pública,
y yo pensé que era una broma.
Muy superficial, no es educación,
es solo apariencia.
Ahí es que fui sintiendo, fui intuyendo,
que hay un sabotaje sobre la mayoría de la población
para beneficiar a una minoría ínfima
que usa parte de la clase, digamos, iluminada
que trabaja para ellos imponiendo valores.
Ellos controlan el currículo escolar
e ingresan la televisión a la casa formando valores.
Uno vale por lo que tiene.
Y vemos los síntomas de eso en la sociedad.
Quien está en la universidad sabe muy bien
cómo se trata un curso de ciencias sociales
y cómo se trata un curso de ciencias tecnológicas.
Si miramos las delegaciones policiales,
y comparamos una unidad de crímenes contra la propiedad
con una unidad de homicidios
claramente la propiedad, en nuestra sociedad, vale más que la vida.
La vida de uno vale algo si uno tiene patrimonio,
si uno no tiene nada, su vida no vale nada.
Uno puede morirse tranquilamente.
Las fuerzas de seguridad siempre van contra la gente pobre.
Yo estaba en un barrio rico de Rio, hablando con gente de Aitigais
que me invitó a un evento.
Y yo...
de sandalias, diferente del resto que estaba muy bien vestido, paró un auto de policíal.
Bajó un sargento y dijo:
"Buenas noches, disculpe, documentación.
Solo a mí, a los otros no.
"Documentación, por favor".
Nunca me habían tratado de ese modo.
En la zona donde vivo te apuntan con un arma y dicen:
"¡A la pared, a la pared!"
¿Quieren ver papeles?
No quieren ver papeles, quieren revisarte.
Entonces cuando el tipo me dijo eso yo quedé mirándolo a la cara,
como sin entender, no entendí lo que me dijo, ¿qué dijo?
— Documentación.
— ¿Ud. quiere ver mi documento? ¡Guau!
Le msotré el documento.
Y me dejó en paz, no me empujó ni nada.
En mi zona es muy diferente.
No puedo explicar eso con la razón.
Puedo sentir esa diferencia.
Al desarrollar la intuición,
nos acercamos tanto a la verdad
que comenzamos a sentir a las personas.
Me di cuenta de que las personas tienen una frecuencia vibracional.
Esa frecuencia vibracional está formada por la parte abstracta del ser.
Son los deseos, las visiones del mundo, los objetivos,
los sentimientos, las opiniones.
Eso forma una frecuencia vibracional.
Anduve mucho en medio de bandidos, de delincuentes,
los amo, solo que no confío en ellos.
Puedo disfrutar de ellos, pero no confío en ellos.
Y lo saben, por eso nos llevamos bien.
Perdí el hilo de la conversación, ¿me ayudan?
¡Sí, sí!
Conocí unos criminales que querían acercarse a cierto círculo
con los que compartíamos ideas y tal
en un café.
Pero él intentaba acercarse con admiración y era repelido.
Las personas no sabían por qué lo repelían.
Pero cuando el tipo llegaba, su vibración incomodaba.
Eso es lo femenino.
Se siente. No se sabe.
No me llevé bien con ese tipo tampoco, no sintonizamos.
Eso es intuición, y está ocurriendo.
Ahora, cuando eso ocurre se tiene la impresión de que la transición ya está,
de que el salto es inminente.
No hay salto.
Estamos en una fase de transición, en un período crítico,
pero ese período crítico lleva generaciones.
No creo que haya un cambio real
si todo el mundo no se involucra.
Todos, incluso las personas en estado de barbarie, de los márgenes de la sociedad.
Que al final es la clase más imprescindible.
Porque todo lo que miramos, todo lo que vemos,
todo lo que tocamos fue puesto allí por manos pobres.
El que camina la calle, carga los ladrillos, las cajas
los que posibilitan, mantienen y sustentan,
vía impuestos, son los más pobres.
Es la clase más imprescindible que hay en la sociedad.
Y sin embargo es la más desplazada, la más perseguida,
la más vilipendiada, engañada, saboteada y arrojada a un estado de barbarie.
Por un lado es inadmisible,
por otro lado favorece el desarrollo del lado femenino,
del lado intuitivo, del lado no racional del ser.
Es el lado que ahora empieza a aparecer.
y tengo la impresión, tengo la intuición,
de que se va a tornar preponderante
y cuando lo haga
nos daremos cuenta de que somos todos una misma familia.
Es todo.
(Aplausos)
(Música)