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Debo decir que no tengo una opinión
muy fuerte sobre lo que va a pasar en el futuro,
porque, de alguna forma, este nuevo mesianismo
que lleva a guerras humanitarias
- bueno, dichas humanitarias por el mundo -
me parece muy bien instalado, que el populismo xenófobo
que enaltece la exclusión de los extranjeros, pero,
sobre todo, de los musulmanes de Europa, me parece muy bien instalado,
y, sobre el ultraliberalismo en esta nueva forma
de organización de todas las sociedades, me parece
triunfante. Y los Estados Unidos encarnan una forma aún más
radical de ese ultraliberalismo, y, si en las próximas elecciones
norteamericanas tenemos una victoria del candidato
republicano, damos un paso aún más lejano
hacia una destrucción casi definitiva del ingrediente
social de la organización pública, y no sé si
se puede hablar aún de democracia en este caso.
Me parece que, en Europa, hay más resistencia
en contra de ese modelo y en contra de la idea de nuevas
cruzadas por los derechos del hombre y de la democracia
en el resto del mundo que por la destrucción
de todo Estado de bienestar social, de toda la social-democracia,
de toda preocupación con el bien común,
que es profundamente inscrita en la estructura
de los Estados europeos, hasta ahora,
pero que puede que se desmantele.
Lo que el hombre hizo, el hombre puede deshacer.