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Dicen que el fútbol es la vida en el oeste de Texas.
Dicen que ser un buen deportista es la vida.
¿Pero qué sucede cuando se acaba?
Qué sucede cuando el fútbol termina?
¿Qué sucede si ya no puedes jugar?
Si esa es tu vida, ¿qué pasa entonces?
Cuando yo era pequeño, las cosas eran difíciles.
Mi madre fue diagnosticada con esclerosis múltiple cuando yo tenía
alrededor de diez años de edad.
Ella murió cuando yo estaba en el noveno grado.
Tengo tres hermanos y una hermana.
Tuvimos que crearnos solos, y como que de allí es de donde
viene mi terquedad.
Viene de, nadie me puede decir nada porque lo he
hecho todo por mi cuenta.
Jugué al fútbol en la escuela secundaria y jugaba bien.
Jugaba bien.
Lo suficientemente bien como para conseguir atención, y recibir ofertas para becas de
varias universidades, y decidí ir a Texas Tech.
Cuando llegué allí hombre, yo tenía un temperamento, pensando que
tenía al mundo resuelto.
Estaba trayendo lo mejor de mí en la vida, y seguro que yo sabía lo que estaba haciendo.
Yo sabía que lo estaba haciendo correctamente.
Sinceramente, creía que el éxito que había logrado, sólo se iba a mejorar
si sigue haciéndolo, en la manera en que yo pensaba que se debía hacer, y eso
definitivamente no era verdad.
Me gusta simplemente compararlo así.
Que si estas a 1,000 pasos de Dios, lo cual yo lo estaba, Dios tomará 999
pasos solo para que tu tomes uno.
18 de octubre del 2006, estoy bloqueando un jugador durante ejercicios de equipo, y alguien
rueda sobre mi tobillo, y [TRUENA]
así, estoy caído.
Me llevaron adentro, llegaron los rayos X, y así de rápido, todo termina.
No hay arreglarlo.
Tienes que tener cirugía.
Por lo tanto, después de que tuve mi primera cirugía
la hinchazón nunca bajo.
Entre por mi segunda cirugía, seis semanas después de la primera, y me despierto,
y vuelvo en sí, y el doctor me está mirando.
Yo le digo, ¿Cómo estuvo la cirugía?
Él dijo, no, nos fue bien.
Yo dije, bueno ¿qué significa eso?
¿Qué significa eso?
¿Qué estás tratando de decirme?
Él dijo, bueno tenemos que hacer otra cirugía y limpiarla por dentro.
Y sabes, lo mismo pasó otras cinco veces.
Cada vez despertaba, esperando que la pesadilla hubiera terminado.
Yo estaba listo para darme por vencido.
Estaba listo para darme por vencido.
Mi identidad se había ido.
Dios había tomado mi identidad, y la persona que yo decía que yo era,
un atleta de la universidad, me lo quitó.
Quito la alfombra de debajo de mis pies.
Todos mis amigos, que yo pensaba que eran mis amigos, nunca vinieron a verme, nunca
vinieron y realmente compartieron conmigo.
Fueron dos muchachos del equipo con los cuales realmente no hablaba mucho que vinieron, y
dijeron, Baron, Dios tiene un plan para ti.
Yo era escéptico.
Estaba enojado con Dios.
Todavía no quería acabar de entender que Dios había puesto un obstáculo en el camino.
Dios había eliminado todas las distracciones, y la más grande distracción que
me mantenía fuera de él, que era el fútbol.
Eventualmente comencé a ir a la iglesia, empecé a ir a los estudios bíblicos, y
a cambiar mi vida en pequeñas maneras.
Empecé a leer la palabra, entrando en la palabra más,
y comenzó de a poco a poco.
Empecé con pequeños pasos.
Finalmente el tobillo mejoró.
La infección se fue.
No fue una transformación de noche a la mañana.
No fue una de esas situaciones que te despiertas y tu pierna está curada, y
te pones a bailar alrededor, diciendo Dios, Tú me curaste.
No fue nada de eso.
Hombre, después de eso, las cosas se pusieron más difíciles después de eso.
Pero poco a poco, las cosas empezaron a cambiar en mi vida.
Le dije, Dios, Yo sé que falle.
Sé que falle.
Tú sabes que falle.
Entiendo que tú me diste estos talentos y habilidades, y
escupe sobre ellos.
Escupe sobre todo.
No respete las cosas que me diste y trató de clamarlas para
mí mismo, para traerme a mí gloria.
Recuerdo la primera vez que me puse de nuevo en mis tacos de fútbol y volví
a jugar, la sensación que tuve, sabiendo que la única razón por la que estaba allí
era porque Dios me había puesto de vuelta allí.
Para mí, la muerte de Jesús en la cruz es el máximo acto de amor, y el máximo
acto de obediencia.
Por eso que cuando anoto touchdowns, ya no golpeo mi pecho.
No golpeo mi pecho, o apunto a mi camiseta para que la gente pueda ver mi número o
el nombre en la parte de atrás de mi camiseta.
Yo no lo hago.
Todo lo que puedo hacer, cada vez que me meto en la zona de anotación, es apuntar hacia arriba.
Señalar hacia arriba y decir, gracias, Dios.
Gracias, Dios, porque eres tan, tan, tan, tan, fiel.
Tú fuiste fiel, cuando yo no lo era.
Fuiste fiel, cuando me reía de Ti.
Fuiste fiel, cuando te decía que yo no quería tener parte de Ti.
Sin embargo, de alguna manera, Tú convertiste a todo eso en un testimonio poderoso.
Tengo dos cicatrices en el tobillo, en el lado izquierdo y derecho.
Creo que Dios nos da a veces cicatrices para recordarnos dónde
hemos estado, y más importante aún, recordarnos que Él nos curo.
Y entonces una vez que tenemos esas cicatrices, podemos mostrarle a la gente, y decir, mira
esto es lo que ha hecho Dios por mí.
Mi nombre es Baron Batch, y Yo Soy Segundo.