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Martín Gastellu. "Diversidad divino tesoro"
Lo que más abunda en la naturaleza es la diversidad.
De hecho, ¿qué distintos que somos todos no? Digo, está claro.
Pero no nosotros. Nosotros, ustedes, todos los seres humanos.
De hecho, cada uno de nosotros es único e irrepetible.
A mí, mi abuela me decía que era único, así que era una visionaria.
También me decía mi abuela que yo tenía todo para triunfar,
hasta la voz.
Digamos, qué carajo tiene que ver la voz para triunfar en un banco.
Hace 25 años que trabajo en un banco, hubiese estudiado para locutor u otra cosa.
Lo malo de las abuelas es que no hablan mucho con los jefes, si no la verdad es que eso estaría bueno.
Los seres humanos somos muy diversos, somos muy distintos,
y lo somos desde la etnia, desde las culturas, desde la apariencia física,
desde las religiones.
Hasta las pasiones que nos convocan nos diferencian.
Está la pesca, está la música, está el fútbol. Está Boca, está River.
Y la verdad que no hay mucha gente que no convive bien con la diversidad.
De hecho se cometen hasta atrocidades en función de diferencias
que parecieran tan triviales como las que acabo de enunciar:
de qué club sos hincha.
A mí la diversidad me encanta.
A mí me parece que el distinto a uno nos enriquece, nos desafía,
nos complementa.
Y uno pensó alguna vez: menos mal que existe alguien que se dedica a hacer esto,
porque si fuera por mí nadie lo haría, ¿no?
Entonces, la verdad que no hay nada más rico que la diversidad,
para mí los distintos a uno tienen un valor enorme.
De hecho yo no soy una persona "naïve" que se lleva bien con todo el mundo,
hay gente que me cae mejor, y hay gente que no me cae tan bien.
Pero nunca lo hacen por las características que acabo de describir, digamos la religión, el color de la piel. Absolutamente no.
Hace unos cuantos años, trabajaba en una compañía,
la verdad que yo soy una persona sociable, tenía en general,
buena relación con las personas que trabajaban.
Y en particular con una tenía una relación bastante buena.
Hasta que pasó a ser mi jefe.
A partir de ahí, sucedió algo extraño,
con el equipo que yo lideraba trabajábamos hacía muchos años en algo,
y él nos empezó a decir cómo teníamos que hacer las cosas.
Y yo trataba de explicarle que habíamos hecho muchos de los intentos que él nos pedía,
y habíamos obtenido resultados que la verdad que no estaban buenos.
Y se empezó a encarajinar, se empezó a complicar mi relación con él.
De hecho, cada vez peor, cada vez peor. Se tornó muy difícil.
El criticaba que yo hablaba cuando nadie me preguntaba,
que yo daba opiniones cuando era innecesario.
Y hasta me llegó a decir:
"Vos lo que tenés que hacer para llevarte bien conmigo
es hacer lo que yo te digo. Es obedecer."
La verdad es que eso complicaba mucho más.
Bueno, la verdad es que tenía que resolver, tenía que saltar ese escollo,
tenía que resolver esa situación.
Me aboqué a charlar con algunos coach que yo había elegido, con los que charlaba mis problemas,
y terminé llegando a una conclusión, que venía elaborando,
que tiene que ver con que uno, siempre y sin ninguna duda,
es responsable, por lo menos en parte, de los problemas que tiene.
Y además es más responsable, uno tiene más para hacer, en la búsqueda de la solución.
Porque si uno lo único que hace es pretender que el otro cambie,
o que el contexto cambie porque sí,
por obra y gracia del Espíritu Santo,
se pone en un lugar de muchísima impotencia, porque lo único que nos queda
es esperar que eso pase,
y hasta ese entonces
estamos en la situación de disconfort o de angustia en la que yo estaba.
Entonces, me puse manos a la obra, y decidí que lo mejor que podía hacer
era tratar de resolver yo el problema.
Decidí que lo que tenía que hacer, en vez de tratar de dividir responsabilidades con mi jefe,
que la verdad que es muy complicado decir:
mirá yo metí la gamba en esto, pero vos también en esto. Imagínense, no...
Decidí tratar de entenderlo mejor, tratar de indagar, tratar de empatizar de alguna forma
lo más profunda posible con él para entender realmente qué era lo que le molestaba de mí,
y tratar de solucionarlo.
Un tiempo después,
decidí tomar toda la responsabilidad de las diferencias que teníamos entre nosotros.
Le había propuesto varias veces ir a tomar un café, hasta que me aceptó y le dije:
"Yo había tenido un problema particular, y" le dije, "la verdad que esto que nos está pasando,
estos mails... Yo veo que vos estás enojado conmigo. No estamos bien.
Esto es toda responsabilidad mía, lo que me pasó me tiene mal,
no me reconozco ni a mí mismo en los mails que te escribo, te pido mil disculpas."
Era en principio sólo una estrategia para zafar de la situación, para bajar los decibeles.
De hecho, yo pensaba que él era:
inseguro, que en realidad todo eso que le pasaba conmigo tenía que ver con
que yo no representaba el estereotipo o el arquetipo de profesional que en esa compañía era valorado,
que eso a veces pasa en las compañías "garpa" como se dice hoy, ser de determinada manera,
y si sos como de otro palo entonces no va tan fácil la cosa.
Y además, no tenía lo que se llama un spónsor,
o alguien que me banque desde una posición de poder de la compañía,
entonces yo sencillamente pensaba que me ponía en la vara más alta con todo esto
y que era injusto, entonces seguía trabado en la angustia.
Pero bueno, me había puesto a trabajar en eso.
Nos fuimos a tomar un café, y como les dije antes, le dije: "Esto es toda responsabilidad mía."
Esto que había sido una táctica, una estrategia para solamente bajar los decibeles,
resultó, que era mucho más que eso.
No siempre pasa así. Pero de inmediato,
cuando yo le dije todo esto es...
Lo que me dijo es: "Bueno no, pará, no es para tanto,
no te flageles tanto. Tranquilo, arranquemos de nuevo."
Yo dije: Wow
Qué poder que tiene el hacerse cargo.
No importa cuánto yo creía que era mi responsabilidad,
pero yo lo hice.
Digo, a veces no hay que esperar a que el otro lo haga,
si uno puede, no importa dónde está la jerarquía.
La verdad que nuestra relación cambió de una cosa totalmente insoportable,
un clima prácticamente insoportable,
de meses,
a una relación bastante buena, donde me empezó a preguntar qué opinaba de ciertas cosas.
De hecho, me parece que la conclusión que yo había sacado antes
que era que había visto demasiadas películas americanas,
donde el protagonista tiene tres ideas brillantes,
y viene uno y le dice: "Che, qué buena idea" y de repente "pum" y explotan.
La verdad es que Hollywood es una desgracia,
porque después la realidad toca a tu puerta y te das cuanta
que nada que ver.
Por lo menos a mí, la varita mágica no me tocó.
Saqué muchísimas conclusiones de eso,
me parece que crecí un montón.
De hecho, poco tiempo después dejó de ser mi jefe, pero para mí
haber podido desactivar esa bomba me marcó para toda la vida.
Realmente, yo creo que
esta actitud
la mantuve después durante muchísimos años,
en el plano personal, en el plano laboral,
y nunca volví atrás.
Por supuesto que sigo aprendiendo todos los días,
pero, no saben la potencia que tuvo liderar, entender al otro, empatizar,
ponerme en el lugar del otro.
Hoy en la vida, yo disfruto mucho del trabajo que hago,
pero mucho más disfruto de trabajar con gente distinta, lo más diversa posible.
Y cuanto más distintos a mí son, más tengo que aprender yo de ellos.
Más me desafían, más me complementan.
Esa es la virtud del distinto de uno.
Qué más distinto, digo yo, que Guillermo Barros Schelotto
y Martín Palermo.
Para los que no saben de fútbol,
uno es alto como yo y el doble de ancho,
el otro es petiso y no parecía jugador de fútbol.
Uno jugaba en Estudiantes de La Plata,
uno jugaba en Gimnasia y Esgrima de La Plata.
Eran los dos iconos, o representantes de dos pasiones totalmente enfrentadas.
De hecho, los cuadros de una misma ciudad se suelen odiar de una forma inexplicable.
Se caían sumamente antipáticos,
tenían habilidades distintas: la de Palermo era meter la pelota en el arco,
medio de cualquier manera. La de Guillermo era la de ser muy hábil,
y poner la pelota en un lugar determinado.
Fueron los dos transferidos a Boca,
cuando los pusieron a dormir juntos para que arreglen sus problemas,
terminaron siendo mejores amigos,
terminaron siendo probablemente una de las duplas más productivas
históricas del fútbol argentino.
Más allá de que Palermo siguió haciendo goles sin Guillermo,
y Guillermo siguió siendo muy buen jugador sin Palermo.
Pero tipos que no se bancaban y eran distintos desde la estatura hasta las pasiones que defendían,
terminaron siendo súper exitosos.
Yo creo que cuando uno tiene un problema
en cualquier linea jerárquica y en cualquier ámbito,
digo social, familiar, laboral,
el entender que las diferencias no son responsabilidades de uno sino de todos,
o de nadie, que a veces es más o menos lo mismo,
y que hay que ponerse en el lugar del otro y tratar de conocerlo,
y hacerse cargo de la parte que nos toca,
es sumamente importante.
A mí me cambió la vida,
logré revertir situaciones bastante complejas,
como ésta y alguna otra,
y logré construir relaciones bastante más virtuosas.
A veces me pregunto
qué tipo de mundo, qué tipo de sociedad tendríamos
si este enfoque se pudiera masificar un poco más.
Muchas gracias.
(Aplausos)