Tip:
Highlight text to annotate it
X
Hace más de diez mil años, la Revolución Neolítica
dio un giro radical al rumbo de la historia de la humanidad.
Las primeras comunidades humanas,
de escasa población y muy dispersas entre sí,
fueron abandonando su tradición nómada de cazadores-recolectores
y empezaron a cultivar la tierra.
Si bien hallazgos arqueológicos recientes barajan la existencia
de prácticas agrícolas anteriores a la última glaciación,
el consenso científico sigue apuntando al Creciente Fértil,
como la primera región en transitar de una economía depredadora
a una economía productiva, en la que el trigo, el arroz,
el lino y otras especies leguminosas fueron extendiéndose hacia Asia,
África y Europa, convirtiéndose en los cultivos fundadores agrícolas.
Desde entonces hasta hace solo unas décadas,
una gran diversidad de técnicas agrícolas,
de cultivos y de costumbres asociadas al trabajo con la tierra,
han ido pasando de generación en generación,
depurándose y adaptándose a las nuevas condiciones ambientales,
políticas, económicas y sociales.
Pero el fenómeno mundial que aceleró la estrategia
de la revolución verde de los 50
y de la revolución biotecnológica de los 80,
puso en marcha una transformación sin precedentes
de las estructuras agrarias,
provocando la pérdida de control sobre los recursos productivos
y la amenaza a la supervivencia de numerosas comunidades campesinas.
Durante miles de años las comunidades rurales
vienen trabajando con sus técnicas, con sus conocimientos,
y de distinta manera viven domesticando el entorno,
domesticando el medio ambiente.
Esto no quiere decir sin embargo, que las comunidades agrícolas,
las comunidades tradicionales, tengan siempre un uso sostenible
y un manejo sostenible de los recursos naturales,
pero sí implica que en circunstancias normales,
donde el mercado no es necesariamente la pieza fundamental
que determina las economías familiares,
se puede dejar un espacio, se puede proteger un conjunto
de prácticas culturales que tienen que ver con el medio ambiente,
que implican recursos propios y que implican, además,
una cierta sostenibilidad.
Entonces, desde ese punto de vista es que podemos hablar de sostenibilidad,
cuando se manejan conocimientos tradicionales
respecto a los cultivos, respecto al mundo rural.
El impulso decisivo de los movimientos ecologistas
en las Cumbres Mundiales de la Tierra
y la Convención del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad,
han venido a reconocer la contribución
de generaciones de campesinos y agricultores,
con sus conocimientos y prácticas,
a la conservación de la tierra en la que viven y trabajan.
Estos conocimientos pasan, muchas veces, de generación en generación,
de padres a hijos, sin que exista un soporte material,
o por ejemplo escrito, que permita acceder a esos conocimientos.
De forma que, si no tienen otro tipo de reconocimiento y, sobre todo,
un apoyo para que las actividades se puedan seguir realizando,
no solo se perderían los conocimientos, las tradiciones,
las formas de cultivar, se perderían los propios paisajes,
los propios lugares, en donde se realiza la agricultura,
se perderían sus valores, se perdería el espacio como tal,
sus valores patrimoniales.
La defensa del patrimonio agrario, su adecuado reconocimiento,
caracterización y protección debería convertirse en un desafío global.
Máxime en un momento en que la agricultura capitalista
ha estrechado los márgenes de acción
y en el que las viejas generaciones
poseedoras de los saberes tradicionales,
están prontas a desaparecer.
El patrimonio agrario, nosotros, en principio, hacemos una definición
en la que incluimos aquellos bienes culturales o naturales
generados por la actividad agraria,
agrícola o ganadera, a lo largo de la historia.
Lo novedoso de la definición que nosotros hacemos es que, hasta ahora,
lo agrario, o los bienes generados por la actividad agraria,
eran valorados parcialmente o fragmentariamente,
o descontextualizados de su actividad agraria.
En el ámbito natural, pues a lo mejor se están valorando
las especies locales de los diferentes cultivos,
en el ámbito patrimonial se valoran cortijos
o elementos arquitectónicos populares,
pero desde una perspectiva etnológica,
muy desvinculados de la actividad agraria.
Lo que nosotros queremos proponer
es que haya un reconocimiento del patrimonio agrario en su conjunto,
que tenga entidad, que tenga singularidad,
porque creemos que merece que se reconozca.
El elemento esencial de ese patrimonio agrario para nosotros,
es la actividad agraria.
Hace poco tiempo me dijeron que me hiciera agricultor ecológico.
Yo digo que ya con la edad que tiene uno,
agricultor ecológico pues no,
pero luego he visto que esto es lo que yo he hecho toda la vida,
agricultura ecológica.
Porque a mí nunca me ha gustado echar herbicidas ni pesticidas
y me ha gustado más bien echar abono,
o estiércol que es como lo llamamos aquí,
para criar mis plantas, porque yo siempre he tenido
muchos animales y en vez de vender el estiércol lo echaba a la tierra.
He criado buenos frutos y me ha dado buen resultado.
Ahora, con la agricultura ecológica veo que es exactamente igual
que lo que hacía mi abuelo, lo que hacía mi padre y lo que hago yo.
Partiendo de una reivindicación científica y social
que reclama la valoración de los bienes generados
por la actividad agraria de la Vega de Granada,
un grupo de investigadores y agricultores locales,
trabaja en la definición de este patrimonio agrario singular;
poniendo el acento en los valores intangibles obviados
por las sucesivas legislaciones relativas al patrimonio.
El Patrimonio Agrario no se ha reconocido como tal patrimonio
multidimensional, transversal, que alberga diferentes tipos de bienes,
de valores y de ámbitos, materiales e inmateriales,
en ninguna legislación nacional,
ni tampoco en el ámbito internacional.
Lo que sí se han dado son algunas iniciativas aisladas
que empiezan a relacionarse entre sí,
que reconocen algunos de los bienes y valores,
que nosotros, dentro del proyecto PAGO,
consideramos que integran el concepto de patrimonio agrario,
y que deberían sistematizarse un poco más,
de cara a reconocer este patrimonio,
tanto en los ámbitos nacionales como internacionales,
de una forma más perfecta y más efectiva y, sobre todo,
que incluya toda la diversidad de bienes y valores
que habría que considerar dentro de él.
La Vega de Granada, la relevancia o significación que tiene,
es que es un espacio agrario construido, creado en el siglo XI,
en época Zirí, y que se ha mantenido activo,
productivo, y con la estructura territorial desde esa época,
y por tanto, dispone de actividad y de productividad,
que es el elemento fundamental que tiene que tener
el patrimonio agrario, y luego,
conserva muchos elementos desde el punto de vista
de la arquitectura agraria, de cultivos, de fábricas, es decir,
dispone de una diversidad de bienes que resultan
muy identificadores de lo que es el Patrimonio Agrario.
En el año 2006, Salvemos la Vega,
el Observatorio para el Patrimonio Histórico Español
y Ecologistas en Acción, entre otros actores sociales,
solicitaban a la Delegación de Cultura que la Vega de Granada
fuera protegida como Bien de Interés Cultural,
bajo la categoría de Sitio Histórico.
La solicitud, que se empezó a estudiar
en pleno periodo de especulación urbanística
y contra la voluntad de la mayoría de los ayuntamientos
tuvo un desarrollo muy lento y poco fructuoso.
Y fundamentalmente también lo hemos elegido porque La Vega de Granada,
es uno de los lugares, en el cual, desde hace un tiempo,
diferentes colectivos, ciudadanos, también de la administración,
de las instituciones, se lleva luchando, peleando, estudiando,
por una consideración de La Vega, por una protección de La Vega,
y entonces nos parece, no solamente que es un espacio agrario importante,
sino que es un espacio agrario
que tiene ya un soporte de reconocimiento, de reivindicación,
y eso nos ayuda a proponer o a hacer nuestra propuesta
sobre cómo debe protegerse el Patrimonio Agrario.
A mí me gustaría que sí, que hubiera una persona digamos del gobierno,
que se interesara un poco más por la agricultura porque es también triste,
de que un poner, un kilo de tomates que se venda aquí en La Vega,
digamos a veinte céntimos,
y estamos viendo, que los mismos tuyos,
lo están vendiendo por encima de 1 euro.
Eso es lo que a mí me gustaría que ahí entrara una mano que dijera,
vamos a controlar esto de forma que haya un poco más de margen
para los agricultores que hay.
Tras años de estudio sobre el terreno
y con un meticuloso ejercicio de puesta en valor
de los conocimientos de los agricultores locales,
el grupo de investigación dirigido por Pepe Castillo
ha abierto una vía desconocida
para la protección patrimonial de la Vega de Granada,
incidiendo en la importancia del conjunto y su protección cultural.
Una de las experiencias más interesantes de reconocimiento
del Patrimonio Agrícola Mundial es la iniciativa promovida por UNESCO
y otras instituciones internacionales a partir de 2002,
en la Cumbre Mundial sobre desarrollo sostenible de Johanesburgo.
En esta cumbre mundial, la FAO, junto a UNESCO,
junto al Fondo Interamericano de Desarrollo Agrícola,
promueven la iniciativa
de Sistemas Ingeniosos del Patrimonio Agrícola Mundial.
Los Sistemas Ingeniosos del Patrimonio Agrícola Mundial
han sido definidos como sistemas de uso de la tierra
y ambientes extraordinarios,
ricos en diversidad biológica globalmente significativa,
que han evolucionado
desde la adaptación de una comunidad a su ambiente,
a sus necesidades, a sus aspiraciones futuras,
y hacia un desarrollo sostenible.
En África, tenemos el Sistema de Oasis en el Magreb,
entre Túnez y Argelia.
También el sistema de pastores nómadas y seminómadas en Tanzania.
Tenemos en Asia también experiencias declaradas como SIPAM,
Sistemas Ingeniosos del Patrimonio Agrícola Mundial,
en Filipinas, en China y en ***ón,
básicamente concentrado en el cultivo integrado de terrazas
de arroz y peces en algunos casos.
Y en América Latina tenemos 2 experiencias,
una en Chiloé, al sur de Chile, un conjunto de islas,
y otra en el sur andino peruano,
en Cuzco, en 2 departamentos que concentran
una alta variedad fitogenética de papas y otros cultivos nativos.
Estos sistemas agro-culturales,
construidos sobre la experiencia local,
han permitido la conservación de la diversidad ecológica,
de los conocimientos y técnicas empleados
y de formas de vida hondamente enraizadas a la tierra.
La Convención del Patrimonio Mundial y la Lista del Patrimonio Mundial
donde se inscriben los bienes
que tienen un valor universal excepcional,
básicamente en el caso del patrimonio agrario,
aportan el prestigio que puede tener para los países
el hecho de que sus bienes pertenecientes a este patrimonio,
-un patrimonio muy desconsiderado asociado al atraso y la pobreza-
el hecho de que se incluyan estos bienes en el patrimonio mundial,
les aporta una visibilidad,
tanto a los países como a los propios bienes, muy positiva.
Otro aspecto sería, hasta qué punto,
los bienes incluidos en la lista del patrimonio mundial,
se han reconocido conforme a criterios
que se relacionan específicamente con lo agrario o no.
Resulta contradictorio, por ejemplo,
a nivel internacional hay una serie de espacios,
como el paisaje agavero, por ejemplo, de Tequila en México,
los arrozales de Filipinas,
o los paisajes de vides de la Isla de Picos en Portugal,
que tienen un reconocimiento máximo a nivel internacional
porque están declaradas patrimonio mundial,
y son paisajes agrarios porque la actividad agraria es fundamental,
aunque no se hace exactamente desde la dimensión agraria,
sino que se ve más desde una dimensión estética,
desde el punto de vista del paisaje, pero supone un gran reconocimiento,
por lo tanto estamos al máximo nivel internacional de reconocimiento.
En España tenemos dos bienes agrarios de carácter intangible
declarados Patrimonio Histórico de la Humanidad:
el Consejo de Hombres Buenos de Murcia
y el Tribunal de las Aguas de Valencia.
Bienes que comparten este reconocimiento,
porque son los tribunales que gestionan el sistema de riego
de la huerta valenciana y murciana, y que son por tanto,
bienes agrícolas protegidos, aunque no desde una perspectiva agraria.
El reconocimiento del Patrimonio Agrícola Mundial
y de los conocimientos y prácticas culturales que vienen asociados
da un paso más allá y pretende reconocer in situ,
las formas de conservación, de uso de agua y manejo de suelos
que durante generaciones han tenido los agricultores.
En parte como un manejo sostenible y ecológico del medio ambiente,
en parte como guardianes de una diversidad biológica y cultural
que está en gran medida al borde del abismo.
Pero también es un conjunto de prácticas
que no siempre entran en el contexto del mercado
y en el contexto de lo que puede ser, por tanto, comprado y vendido.
En el año 2003 se impulsó la Convención para la salvaguarda
del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad,
y sus respectivas listas, dentro de las cuales,
hoy día se engloban algunos bienes, pocos,
directamente relacionados con la actividad agraria.
En el caso del patrimonio agrario,
el reconocimiento, la protección y la difusión de sus valores intangibles
es especialmente importante,
porque más aún que en otras masas y en otras categorías de bienes,
en el patrimonio agrario, el reconocimiento de lo intangible,
de las costumbres, de los ritos, de las creencias que permiten
que la actividad agraria se siga llevando a cabo, es fundamental.
A pesar de la complejidad que supone el proceso de presentación
de candidaturas para un reconocimiento patrimonial,
el hecho de que un bien sea inscrito en la lista del patrimonio mundial,
supone que instituciones y ciudadanos
empiecen a tener en cuenta la existencia singular de este bien,
sus relaciones con otros tipos de bienes, y sobre todo,
la presencia de un sistema supranacional
que vele por su efectiva protección.
Otra cosa que estamos consiguiendo, creo que interesante,
con la definición de patrimonio agrario,
es unir todas esas dimensiones que hasta ahora están fragmentadas,
por ejemplo, la natural y la cultural,
pues estamos analizando los cultivos no sólo desde su perspectiva
de que son variedades locales sino desde su visión histórica, social,
qué aperos, por ejemplo, de labranza se utilizan,
cuál es su dimensión paisajística, incorporando valores, por ejemplo,
valores estéticos, que también son muy importantes,
y lo que pretendemos además, con todo esto es que exista,
en el fondo, el objetivo principal que queremos transmitir
a la ciudadanía es que el patrimonio agrario es importante y relevante.
Algo que ya recoge en cierta medida la idea de paisaje cultural
que incide en la construcción cultural del territorio.
El patrimonio agrícola mundial implica además,
un paso adelante en ese reconocimiento
y en el papel que los conocimientos agrícolas,
tradicionales de las comunidades locales,
vienen desarrollando a lo largo del tiempo.
De manera que podemos aunar el discurso ecológico actual
con las prácticas tradicionales agrícolas relacionadas
con la naturaleza y la agricultura,
que para muchas comunidades significa un modo de vida,
una forma de entender el mundo y una forma de relacionarse con los demás.
Los criterios específicos tomados en consideración
a la hora de proponer una candidatura
como Sistema Ingenioso del Patrimonio Agrícola Mundial,
han sido consensuados internacionalmente
con el fin de equiparar las posibilidades
de acceso de todos los países.
No obstante la variada distribución geográfica,
temática y tipológica de estos paisajes,
las listas de bienes patrimoniales
siguen estando profundamente descompensadas.
Digamos que, aún a pesar del esfuerzo,
que yo reconozco que ha sido fuerte,
que ha hecho la UNESCO para que se vayan inscribiendo
bienes de otros países, de otras regiones mundiales,
lo cierto es que siguen apareciendo, en una predominancia importante,
bienes que pertenecen al continente europeo.
Evidentemente, los países más desarrollados
tienen muchas más posibilidades
de presentar candidaturas que puedan llegar a buen fin.
Teniendo en cuenta que la lista se acerca a mil bienes,
teniendo en cuenta que el hecho de que un bien
se incluya en la lista del patrimonio mundial
reporta beneficios económicos,
de prestigio y de visibilidad internacional,
hay una competición muy feroz
entre diversos países para inscribir nuevos tipos de bienes.
Para llegar a una definición justa y precisa del patrimonio agrario,
este grupo de investigación
ha llevado a cabo un minucioso ejercicio de revisión
de la documentación patrimonial de la Unesco,
estudiando y analizando los más de mil bienes
declarados patrimonio de la humanidad,
e identificando las características
más positivamente valoradas en cada caso.
La clave del patrimonio agrario, el elemento constitutivo fundamental
es siempre la actividad agraria, por tanto, todos los principios,
iniciativas, propuestas, criterios, tienen que basarse en eso.
Lo que a través del proyecto estamos proponiendo
es que la manera de protegerlo tiene que ser desde una
perspectiva territorial, con un carácter territorial.
Por lo tanto hay que definir ámbitos,
que pueden ser espacios de riego,
paisajes, como la dehesa, o espacios como cultivos del olivo,
que sean definidos, delimitados y que el elemento constitutivo
y definitorio de eso sea la actividad agraria.
El patrimonio agrícola mundial y su reconocimiento implican
en primer lugar una estrategia
para que las comunidades rurales de agricultores,
sobre todo en el caso de los agricultores o campesinos
de América Latina, África y Asia, que son agricultores de subsistencia
y por lo tanto tienen en la agricultura,
en su actividad agrícola, su principal fuente de ingresos,
este sistema y este reconocimiento implica sobre todo, como digo,
una estrategia de cara a protegerse por ejemplo,
de la entrada de multinacionales extranjeras como mineras, petroleras,
que quieren utilizar este territorio para la extracción de recursos
y materias primas, que luego son exportadas al extranjero.
En 2º lugar, implica la necesidad de reconocer,
con una normativa patrimonial más adecuada,
los conocimientos tradicionales asociados a las prácticas agrícolas
que durante siglos han sido menospreciados.
Para ello, sería conveniente habilitar lógicas
de actuación y dispositivos que permitan la codificación
de estos saberes, en trance de desaparición.
Si queremos seguir manteniendo esta actividad agraria
necesitamos hacer actuaciones que fomenten
ese relevo generacional.
¿Cómo?, lo primero cambiando la imagen
que tiene la propia agricultura.
La agricultura no puede ser simplemente un lugar
en el cual los alumnos, los niños que fracasen
en otros ámbitos se vayan a la agricultura.
Hay que dignificarlo, hay que hacerlo más atractivo,
hay que darle formación y en definitiva considerarlo
como una actividad productiva más.
Pues me gustaría que de las nuevas generaciones
algunos se dedicaran a esto, porque de esto es de donde sale
el plato diario que se pone en la mesa, de la vega.
No hay mucho futuro porque los jóvenes están acostumbrados,
y hemos estado acostumbrados,
a ganar unos dineros que ahora no se ganan,
pero ahora que no se ganan vienen muchos muchachos a que los enseñe.
Todo el tema de ritos, de representaciones teatrales,
carnavales, todo lo que es el conocimiento tradicional,
técnicas tradicionales, que ahora está muy concentrado
en algunas cuestiones muy de tipo ritual, de fiesta,
pero que sin embargo,
es la base para trasladarlo al ámbito productivo.
Esto es patrimonio intangible, patrimonio inmaterial,
el que se construye año a año, con la implicación de la ciudadanía.
Y asociado a esta visión holística de la protección patrimonial,
se define también un nuevo órgano de gestión,
el Parque Cultural,
como un concepto-red que contempla la relación esencial y constante
de los distintos elementos vinculados a todo bien
susceptible de ser reconocido.
Por lo tanto, no es un espacio
en el que solamente se impongan limitaciones, controles,
esto no se puede hacer o aquí no se puede construir,
sino que iría asociado a la gestión,
habría un organismo municipal dotado de su infraestructura económica,
de su infraestructura humana,
que permitiría gestionar esto de manera unitaria.
El hecho de que un bien se inscriba en la lista del patrimonio mundial
o al menos se intente inscribir,
implica obligaciones para los países que presentan las candidaturas,
implica que tienen que tener un buen plan de gestión,
indica que tienen que tener unas medidas de protección legal,
unos buenos límites o zonas de protección o de amortiguamiento
que asegure la efectiva conservación de los bienes.
Para mí la vega es mi segunda madre.
Mientras tenga un minuto de vida estoy dispuesto a defenderla
aunque sea a muerte, pero la voy a defender todo lo que pueda.
Me da un gran dolor cuando hacen una carretera.
Lo mismo que otros han conservado siglos atrás la vega
para que ahora la tengamos los demás y nos esté dando de comer,
pues lo mismo podemos conservarla nosotros
para que otros que vengan después,
otras generaciones, puedan disfrutar de ello.
Ahora bien, si la llenamos de cemento,
asfalto y ladrillo poco vamos a comer.
En este sentido y considerando el momento de crisis global
que estamos viviendo, se hace necesaria más que nunca,
la imbricación de estrategias, a nivel institucional,
cultural y social, que permitan transformar la visión de lo agrario.
Y desde esta sustancia base de conciencia colectiva
y de conocimiento cintífico,
proponemos la habilitación de políticas de protección,
más acordes con una perspectiva cultural integradora,
capaz de salvaguardar el legado de las generaciones futuras.