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Me sentía completamente débil, ni siquiera podía pensar. Ya no podía pensar ni siquiera en mi madre.
Simplemente me dejé caer. Me senté en el suelo.
Tan sólo quería una cosa: solamente quería volver a ver el sol una vez más.
Y realmente no ***é mucho. Me dieron una patada y me tiraron al suelo,...
...me di un golpe en la cabeza, me pisotearon las manos y sólo deseé una cosa:
Volver a ver el sol. Y entonces vi el sol.
Eso para mí fue un consuelo. En ningún momento perdí la esperanza.
Campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, septiembre de 1943.
Erna de Vries, de 19 años, está arrodillada en el patio del barracón 25, por desgracia, conocido como barracón de la muerte.
Esa misma mañana tiene que ser asesinada en la cámara de gas.
Aunque a su alrededor reina la desesperación y el miedo a la muerte,...
...ella todavía piensa en su último deseo:
"Quería volver a ver el sol"
Ciudad de Kaiserlautern en el Palatinado
Aquí viene al mundo Erna Korn el 21 de octubre de 1923.
Ella es la única hija de Jacob y Jeanette Korn.
Su padre es protestante, su madre judía.
A la familia le va bien económicamente. Jacob Korn es co-propietario de una empresa de transportes.
Por eso Erna tiene una infancia feliz.
En 1931 su padre muere.
Su madre tiene que ocuparse entonces del sustento.
Así que continúa dirigiendo la empresa junto al otro propietario.
En 1933 los Nacionalsocialistas suben al poder.
La discriminación de los judíos empieza.
Poco a poco se les va excluyendo de la sociedad.
También la joven Erna Korn empieza a notarlo cada vez más:
Los niños ya no te insultaban con cualquier palabrota, sino que siempre te decían "¡Judía, judía!"
Si había alguna discusión o pelea, siempre decían "¡Judía!".
Bueno, eramos judíos, somos judíos, pero en aquel entonces se usaba como insulto.
Y eso siempre me afectaba.
Eran sobretodo cosas como esas, hum, que otros niños ya no quisieran jugar conmigo.
Ese tipo de cosas eran las nos hacían ver que estábamos excluidos.
"Alemania entera boicotea a los judíos".
Ya en 1933 los Nacionalsocialistas llaman a boicotear los negocios judíos.
También en Kaiserlautern los judíos son excluidos de la economía.
Las empresas de transportes van cada vez peor.
Finalmente, en 1935, Jeanettte Korn es excluida de la asociación de empresas de transporte.
Es obligada a darle su parte de la empresa al co-propietario,...
...por lo que ella y su hija tienen que vivir de los ahorros.
Entre tanto Erna Korn va a la escuela.
Sin embargo, a causa de las circunstancias externas, los profesores le aconsejan que se cambie...
...al instituto de la Franciscanas, una escuela católica privada.
Allí pasa dos tranquilos años.
Pero la matrícula de la escuela es muy cara y sus notas son cada vez peores.
Entonces mi madre dijo que no tenía ningún sentido dejarme en esa escuela,...
...que teníamos que ahorrar cada marco, que quien sabía lo que eso iba a durar...
...y que teníamos que vivir de los ahorros.
Me dolió tanto, tanto, tener que dejar esa escuela a la que le tenía tanto cariño y también a los profesores.
Y entonces fui a la así llamada "clase especial para judíos".
Era una clase en Kaiserlautern en 1937, una clase formada por 28 niños judíos.
28 niños judíos de todas las edades
Con un solo profesor para todos.
Era tan difícil aprender como enseñar.
El profesor tenía que venir cada mañana desde Zweibrücken hasta Kaiserlautern.
Mientras tanto nosotros cada vez estábamos más aislados de los demás, más solos.
Ya no podíamos tener contacto con familias cristianas, bueno, familias no-judías,...
...porque teníamos miedo de que ellos sufrieran.
Además nosotros teníamos que evitarlo.
Los acontecimientos se precipitan.
Ya se empieza en agosto de 1938 en Kaiserlautern con el derribo de la sinagoga.
El edificio 'oriental' debe desaparecer de la fisonomía de la ciudad.
En su lugar los nacionalsocialistas construyeron una zona para realizar desfiles.
El 7 de noviembre se comete un atentado contra el miembro de la embajada alemana en París Ernst vom Rath.
El autor es un judío polaco llamado Herschel Grynspan.
Dos días después la prensa nacionalsocialista agita los ánimos en todo el país:
No sólo Grynspan, sino toda la comunidad judía carga con la culpa.
La muerte de Ernst vom Rath el 9 de noviembre es la excusa para los ataques contra los judíos de todo el país -
la noche del pogromo (conocida como la noche de los cristales rotos)
Hacia las seis de la mañana golpearon nuestra puerta.
Mi madre abrió titubeando porque no sabíamos qué pasaba y porque era muy temprano.
Ante la puerta estaba un antiguo conductor que había trabajado para nosotros en la empresa.
Nos explicó, bastante nervioso, lo que había visto. Mientras caminaba por las calles hacia su lugar de trabajo...
...había visto como la chusma, así lo dijo, había destrozado los escaparates de las tiendas judías con picos y martillos...
...habían tirado todas las mercancías a la calle y algunas personas se las llevaban.
También había visto muebles que salían volando por las ventanas.
Estaba muy nervioso y nos quería avisar, pero nosotras no podíamos hacer nada en absoluto.
A pesar de la advertencia del conductor, ella se va a trabajar.
No ve ningún disturbio.
Sin embargo en el taller de costura reina un ambiente de nerviosismo.
Tras una hora más o menos se oyó: "Todos a formar, salid de la sala en fila".
Y entonces nos colocamos, tuvimos que ponernos en fila en una escalera que bajaba hasta la planta baja.
Nos habíamos colocado allí y de repente llegaron unos hombres y gritaron: "Judíos fuera, judíos fuera".
Éramos quizás seis o siete empleados judíos, naturalmente era una empresa judía, eso no lo había mencionado antes.
Y yo sólo tenía una cosa en la cabeza: "¿Y mi madre? ¿Cómo estará mi madre?"
Sólo pensaba: "Tengo que ir a casa, tengo que ir a casa."
Bajé las escaleras con los otros judíos y cuando llegué abajo,...
...simplemente salí corriendo.
Ella y su madre huyen asustadas hacia el cementerio cristiano.
En la tumba de su padre, esperan poder estar a salvo del populacho.
Al cabo de un rato Erna Korn no aguanta más.
Quiere ver lo que ha pasado con su casa.
Entré en el patio, bueno hubiera preferido darme la vuelta, pero me sentía atraída.
No podía hacer otra cosa, sencillamente, tenía que entrar.
Tuve la mala suerte de entrar a la vez que una mujer, que siempre había sido muy desagradable conmigo.
Donde quiera que estuviera, siempre que me veía, o me escupía o me insultaba.
O si yo yo estaba en una tienda, le preguntaba al dueño: "¿Todavía les vende a los judíos?"
Si yo veía que ella entraba,o me iba fuera o ni siquiera entraba.
Y aquel preciso día aquella mujer estaba justamente allí, a mi lado.
Yo quería ser fuerte, yo no quería que la mirona viera mi punto débil.
No quería que me viera llorar. Pero sin querer, me cayeron las lágrimas.
Entonces aquella mujer gritó: "¡Ahora lloras! ¡Qué gentuza! ¡Qué la echen a la basura!"
Ella siempre solía gritar eso y nadie decía ni pío.
Yo también tenía miedo de que me hiciese daño.
Y tuve que escuchar todo eso, como se derrumbaba todo.
Escuché como la madera crujía, escuché el ruido de la madera y de la vajilla al romperse.
Por eso fue horrible estar ahí fuera sabiendo que estaba totalmente indefensa.
Mi madre estaba hundida.
Era realmente horrible. Lo que había cocinado para comer estaba pegado en la pared.
En el dormitorio encontré lo peor:las camas estaban rajadas.
En las mesillas de noche había como una placa de mármol. Todo estaba destrozado.
Todo lo que se podía romper en el dormitorio, estaba roto.
El armario estaba volcado encima de la cama y la parte de atrás estaba rota.
Era horrible.
No tienen tiempo para asimilar el miedo.
La misma tarde deben abandonar Kaiserlautern.
La ciudad debe estar "limpia" de judíos.
Huyen a casa de unos parientes en Colonia.
Poco tiempo después Jeanette Korn regresa a Kaiserlautern.
Erna Korn se queda en Köln. A partir de 1939 trabaja en una residencia de ancianos.
Su sueño de estudiar Medicina es imposible en su país debido a su condición judía.
En lugar de eso se concentra en sus estudios de enfermería.
En 1941 consigue una plaza en un gran hospital judío -
el Asilo Israelí en Colonia.
A partir del 1 de septiembre de 1941 todos los judíos deben llevar la estrella de David para ser reconocidos y humillados.
También Erna lleva esa estrella. Se la puede ver claramente en su uniforme de enfermera.
Y así me fui un día a caminar por la ciudad.
Cuento esto porque para mí es importante, todavía hoy lo es, y porque para mí fue especialmente importante en aquel momento.
Entré en una tienda... tenía que recoger algo.
La puerta quedaba detrás, a izquierda y derecha había vitrinas y nada más entrar una mujer me miro amablemente.
No era nada extraño, pero cuando acabé con mis compras y salí de la tienda ella aún estaba allí.
Naturalmente eso me conmovió profundamente.
Entonces me cogió fuertemente la muñeca y yo pensé, y ahora que pasará, pero ella me dijo:
"Hermana, lleve usted la estrella con orgullo".
Y debo decir que sucesos como ese son los que me ayudaron a sobrevivir, me han ayudado mucho.
Pensé que no todo el mundo es malo.
Sino que aún hay personas que piensan como personas, que son personas.
En 1941 empiezan las deportaciones.
Los judíos que aún estaban en Alemania son deportados de su patria en trenes.
Como tiene miedo de que la separen de su madre, Erna Korn regresa a Kaiserlautern.
Unos días después recibe allí una carta del Asilo Israelí.
Todo el hospital ha sido desalojado,...
...todos los trabajadores y pacientes judíos han sido detenidos y deportados a un campo de concentración.
Así escapa Erna Korn de su propia deportación.
Nunca finalizará sus estudios.
Por eso me quedé en Kaiserlautern.
Para no quedarme todo el día encerrada en casa, acepté un trabajo...
...en una fundición.
Era un trabajo sucio y aburrido, pero tenía la ventaja de estar cerca de casa.
Estaba tan solo a unos siete minutos a pie.
Eso me bastaba, lo demás me daba igual. Lo importante es que estaba cerca de mi madre.
Siempre me imaginaba...
...que se la llevaban sin que yo me enterara y que yo llegaba horas más tarde a casa.
Y, bueno, trabajé allí desde el verano de 1942 hasta 1943. Hasta que el 6 de julio de 1943 vino un vecino.
Hasta que el 6 de julio de 1943 vino un vecino.
Tengo que decir, que ese vecino también se puso en peligro al estar en contacto con judíos.
Y es una cosa que siempre recuerdo, el que alguien pusiera en peligro su vida de esta manera.
Bueno, ese vecino vino a la fábrica.
El capataz dijo: "Sal rápido, ahí fuera hay un hombre, un vecino que quiere hablar contigo."
Me dijo: "Vete rápido a casa que se llevan a tu madre."
Y me fui corriendo a casa con su bicicleta.
Allí estaban dos personas de la policía crimi…de la policía secreta estatal de Saarbrücken.
Un conductor y un empleado. Entonces vi que no había nada que hacer.
Cogí nuestra maleta del armario.
Teníamos siempre dos maletas preparadas con las cosas que creíamos que nos harían falta.
si se nos llevaban, porque en los momentos de nervios no sabes lo que necesitas
y coges muchas cosas y te olvidas de cosas importantes.
había cogido la maleta, el funcionario me dijo:
"No, usted no, sólo su madre va a ser deportada."
Yo le supliqué que al menos me llevara con ellos hasta Saarbrücken
Al final accedió.
Pude subir al coche con mi madre.
Nos llevaron en un coche, sólo a nosotras dos.
Las dos estuvimos una semana detenidas en la cárcel de Saarbrücken.
No había ningún motivo oficial para nuestra detención.
Die betreffende Zeile wird einfach freigelassen.
Días más tarde llevaron a Erna Korn ante un funcionario de la Gestapo.
Me dijo: "Bueno, así que ¿usted quiere ir con su madre?"
Yo dije: "Sí".
"¿Sabe usted adonde va su madre?"
Yo contesté: "No, no lo sé."
"¡Su madre se va a Auschwitz!"
Y él me preguntó: "¿Aún quiere ir con su madre?"
Y yo contesté: "Yo voy dónde vaya mi madre."
Él dijo cínicamente: "Sería una mala hija si no lo hiciera."
Pero él sabía que eso significaba nuestra muerte.
Lo que él no se imaginaba, lo que ninguno de los dos nos imaginábamos, es que para mí no iba a ser así.
Erna y Jeanette Korn son deportadas.
El transporte en vagones cerrados a cal y canto dura varios días.
A finales de julio de 1943 el tren llega a su destino:
El campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, cerca de Cracovia.
Auschwitz es el campo de concentración y de exterminio más grande del Tercer Reich.
Símbolo del Holocausto, del mayor genocidio de la Historia.
Más de un millón de personas fueron asesinadas allí,...
...la mayoría de las cuales eran judías.
Los restos del campo son hoy lugar de conmemoración y recuerdo para todo el mundo.
Los crímenes que tuvieron lugar allí son inimaginables.
Llegamos a Auschwitz, bajamos del camión por una rampa...
...y entramos en una sala a la que llamaban sauna.
La verdad es que allí no vi nada de agua excepto esa turbia agua sucia con la que poco después nos desinfectaron.
Había mesas y, detrás de éstas, había unas mujeres.
Mujeres vestidas con ropa normal,...
...con ropa de calle marcada con una gran cruz negra,...
...para que no pudieran huir, y, si huían,como pudimos comprobar poco después, fuesen vistas fácilmente.
Tuvimos que poner nuestras maletas encima de la mesa.
Nos preguntaron si eran nuestras cosas, si las habíamos empaquetado nosotras mismas, etc. Bueno, rutina.
Después nos registraron.
Nos afeitaron y nos raparon todo el pelo del cuerpo.
Y...bueno, nos tatuaron. Este es mi número…
Después nos vistieron.
Tuvimos que desprendernos de todo lo que nos pertenecía.
Erna y Jeanette Korn llegan al campo de mujeres de Birkenau.
Tienen que pasar cuatro semanas en cuarentena. Según parece, para prevenir contagios.
Sin embargo esta medida sólo sirve para vejar a los presos.
Duermen en un barracón abarrotado de gente.
Tienen que pasar los días en un prado seco.
En pleno verano.
A pleno sol.
Los prisioneros apenas tienen nada para beber, casi nada para comer.
El hambre y la sed son insoportables.
Tras la cuarentena Erna y Jeanette Korn son obligadas a trabajar...
...en una piscifactoría situada fuera del campo.
Mi madre y yo fuimos obligadas a hacer un trabajo horrible.
Teníamos que andar durante más o menos un kilómetro y medio cada mañana...
...hasta un estanque de peces que estaba en un lugar llamado Harmense.
Cuando llegábamos los juncos ya estaban cortados y flotaban en el agua.
Teníamos que recogerlos y sacarlos con ganchos.
Yo sólo tenía entonces 19 años y mi madre 49.
Y, bueno, nosotras, como éramos jóvenes, entrábamos hasta dentro y el agua nos llegaba a los sobacos.
Las mujeres mayores estaban detrás de nosotras y llevaban las cañas que les pasábamos hacia la orilla.
Lo hicimos durante mucho tiempo.
Desde entonces mis tobillos siempre estaban muy inflamados,...
...porque yo había perdido mis zapatos y tan sólo había conseguido unos zuecos.
Y el barracón estaba lleno de bichos.
Teníamos que taparnos...dormíamos en aquellos catres.
Después de la guerra fueron fotografiados, parecía como si no hubiera sitio para la cabeza y ésta te quedara colgando.
Durante cinco o seis meses tuvimos que dormir en estos catres.
Dormíamos sobre el suelo y para taparnos teníamos una colcha.
Una colcha que antes había sido un edredón. La lana se salía y estaba toda rasgada.
Y todo lleno de bichos...piojos, pulgas, chinches...se podía pillar de todo.
Y yo lo pillé. Estábamos llenas de piojos.
Me rasqué las picadas tan fuerte que se inflamaron.
Cuando tenías una picada se hacía una herida grande.
Y yo me lo rasqué y con el agua sucia, en la que teníamos que trabajar, aún fue peor.
Tenía heridas grandes como una moneda de cinco marcos llenas de pus.
Eran como flemones, como una inflamación purulenta.
No mejoró y no presentí nada bueno.
Regularmente tenían lugar en el campo las temidas selecciones.
Un médico valoraba la capacidad de trabajo de las presas.
Él decidía sobre la vida y la muerte.
Aquellas que eran viejas, débiles o que estaban enfermas, eran asesinadas en la cámara de gas.
Los temores de Erna se hacen realidad:
La seleccionan y la separan de su madre.
La trasladan al barracón 25, conocido como barracón de la muerte.
Aquí se encierra a las reclusas que deben ir a la cámara de gas.
Están separadas del resto del campo de concentración por altos muros.
Algunas de ellas llevan semanas allí, esperando la muerte, hasta que el barracón se llena.
El barracón estaba repleto.
No encontré ningún sitio para poder tumbarme durante la noche.
Ya era casi de noche.
Sabíamos, o sea, había hablado con un par de chicas, que al día siguiente sería el gaseamiento.
¿Cómo pudimos saberlo?
En el barracón y también en el campo, cada noche se apagaban todas las luces posibles.
De manera que apenas podíamos vernos o reconocer los objetos.
Todas las luces se apagaban. Aquel día no, aquel día la luz estuvo encendida toda la noche,
No nos dieron nada más para comer. No nos dejaron ir al baño.
Se repartieron cubos en el barracón para ello, en los cuales 600 mujeres tuvieron que hacer sus necesidades.
Se puede imaginar uno cómo quedó todo después.
Erna Korn vivió allí una noche horrible.
Una noche consciente de que al día siguiente sería gaseada.
A la mañana siguiente las mujeres debían reunirse en el patio.
La puerta se abrió de un empujón.
Unos camiones llegaron.
Los vigilantes empujaron a las mujeres desesperadas hacia la superfície de carga.
Era un caos terrible, era una masa que gritaba, que lloraba, desesperada.
Las mujeres caían de rodillas, se tiraban de los pelos, si tenían.
Ellas gritaban y ah... fue espantoso.
Y yo... yo me sentí totalmente débil, y no podía pensar más. Ya no pude pensar ni en mi madre.
Simplemente me dejé caer. Me senté en el suelo.
Tan sólo quería una cosa: solamente quería volver a ver el sol una vez más.
Y realmente no ***é mucho. Me dieron una patada y me tiraron al suelo,...
...me di un golpe en la cabeza, me pisotearon las manos y sólo deseé una cosa:
Volver a ver el sol. Y entonces vi el sol.
Eso para mí fue un consuelo. En ningún momento perdí la esperanza.
Y rezé. Rezé: "Querido Dios, me gustaría seguir viviendo, pero como tú quieras".
Y estaba allí sentada y rezaba. Y me derrumbé.
De repente oí que decían mi número.
Aún hoy me sorprende que lo oyera, estando tan absorta.
Levanté los ojos y vi un hombre de las SS cerca de la entrada del barracón,
Con un fichero, con un fichero debajo de su brazo y una ficha en la mano.
Y gritó mi número.
Y eso era una orden, había que ir allí.
Y me decidí y fui hacia él.
Había por lo menos, quizás, 40 o 50 mujeres en el patio, la mayoría más jóvenes, que empujaban hacia atrás.
Yo fui hacia él y él comparó la ficha con el número de mi brazo,
me cogió del hombro, abrió la puerta del barracón y me dijo: "Chica, ¡qué suerte tienes!"
Me lanzó hacia dentro. Lo que eso significaba, yo no lo sabía.
Fuera se oía el griterío de la gente, dentro había un silencio sepulcral.
Vino una muchacha hacia mí, con una manta sobre la cabeza y la cara blanca como la nieve.
Y me dijo: "¿Tú también vienes a Ravensbrück?"
Erna escapa de una muerte segura en los últimos segundos.
Debe ir al campo de concentración de Ravensbrück con otras mujeres.
El porqué, no lo sabe.
Lo primero que hacen es colocarla en un barracón diferente.
Le dije a la más vieja del barracón: "Tengo que volver a ver a mi madre."
Ella me dijo: "No puedes correr por ahí a tu antojo."
Pero yo le contesté: "Sí que puedo. Me voy al barracón de mi madre."
Y me fui y ella no pudo hacer nada en contra.
Llegué al barracón y mi madre... encontré a mi madre.
Estaba feliz de volver a verla y ella estaba contenta de que saliese de Auschwitz.
Caminó un trozo de calle del campo conmigo
Y al final me dijo: "¡Tú vas a sobrevivir y vas a contar lo que nos han hecho!"
Y eso es lo que hago, siempre que me lo piden. Como hoy, sí.
Y entonces nos despedimos, sabiendo que nunca más volveríamos a vernos.
Lo que eso significa, os dejo que os lo imaginéis vosotros mismos.
El campo de concentración de Ravensbrück.
A 80 km al Norte de Berlín, cerca de Fürstenberg, pequeña ciudad de Brandenburgo.
El mayor campo de concentración de mujeres de Alemania.
Erna Korn y otras 83 mujeres más llegan al campo de Ravensbrück...
...desde Auschwitz el 16 de septiembre de 1943.
Todas ellas son consideradas "Mischlinge" ("híbridas").
Después de las leyes de Nürnberg de 1935 se consideran "híbridas" todas las personas...
...que tienen tanto antepasados judíos como no-judíos.
Como el padre de Erna Korns no era judío, ella era considerada "híbrida" -
"híbrida de primer grado".
Por ese motivo consiguió ser transportada a Ravensbrück y evitar el gaseamiento.
La llegada a Ravensbrück transcurre de forma similar que en Auschwitz.
La primera parada es la "Sauna".
La minuciosidad alemana; nuestras maletas vinieron a Ravensbrück desde Auschwitz con nosotras.
Las abrieron y la guardiana preguntó: "¿Son sus cosas? ¿Son tus cosas?"
Y vi las cosas que mi madre había cosido a medias, que había hecho a mano a medias. Cosas que de todas formas había empaquetado.
Y empecé a llorar amargamente, cuando pensé en mi madre, y que la había dejado en Auschwitz.
Y le rogué a esa mujer que me diese algo más de la maleta.
Ella dijo: "¡No puedo hacerlo, no puedo hacerlo!".
Si hubiera exteriorizado un deseo así, y sobre todo si le hubiera dirigido la palabra a alguien en Auschwitz,...
... me habrían postrado después de pronunciar la segunda palabra
Y ella, en cambio, me dijo: "¡No, no puedo, no puedo!"
Y por mi súplica ella me dio una manopla, una manopla de baño.
Esta manopla he conservado mucho mucho tiempo. Era simplemente algo que mi madre había tenido en sus manos.
En el campo de concentración de mujeres Erna Korn se reencuentra con una conocida, Libusé Ingrova.
Estuvieron recluídas en el mismo barracón en Auschwitz-Birkenau.
Allí se creó una amistad entre ellas.
Libusé Ingrova ya lleva un mes en Ravensbrück.
Aquí ella protege a Erna Korn en la medida que puede.
Le proporciona una ración de pan extra una vez por semana.
En el campo el pan es escaso y vital.
Después de encontrarme con Libusé Ingroma, me miré con detenimiento...
... y vi, que me había dejado bastante en el campo.
Y yo no quería eh... decaer.
Esto estaba en contra de mis principios.
Y quedaba con ella cada semana y no quería que ella... que la vieran conmigo... que se avergonzara de mí.
Y por eso entonces empecé a cuidarme más.
Me fregué las manos, como pude, y me las limpié.
Quité todas las manchas de mi vestido.
Y un día incluso dí un pan para comprarme un trozo de piel,...
...en algo que se organizó en una habitación de los efectos personales.
Era la parte trasera de un bolso.
Lo corté en tiras...
...y me compré a cambio de pan una hebilla de un bolso.
Y me cosí un cinturón, para no tener que ir con una cuerda alrededor de la barriga.
Para encontrarme con Libusé, limpia...
En Ravensbrück las presas también tenían que realizar servicios de trabajo.
A Erna Korn no le dan ningún trabajo fijo.
Se la considera "disponible". Los "disponibles" deben realizar diferentes tareas.
Tareas, especialmente duras, sin sentido y peligrosas.
Entre tanto cumplí 20 años. Y yo pensaba...
Aún en esas terribles circunstancias, el veinte aniversario es algo especial.
La noche anterior escondí mi ración de pan. No había comido nada.
Yo quería, ante todo, sentirme llena el día de mi veinte cumpleaños.
La escondí en una bolsa. Dentro de la bolsa había una cuchara y un cuchillo,...
... y, yo qué sé, un cepillo de dientes y esas minucias que se podía tener.
La escondí debajo de la tubería del desagüe.
Y al día siguiente, cuando fui a cogerlo, ya no estaba, me lo habían robado.
Estaba muy confusa:
Por un lado, cuando pensaba en mi madre, me sentía triste.
Luego sentía rabia por la compañera o por quién fuera que me había robado.
Estaba totalmente fuera de mí.
O sea, que no tenía absolutamente nada mío, me lo habían quitado todo.
Y además tenía la mala suerte, que durante el día me llevarían a tirar de la apisonadora.
Y ése era un trabajo horrible.
La apisonadora existe aún en Ravensbrück.
En mi recuerdo es mucho más grande que en la realidad.
Pero tirar de élla era algo peligroso,...
...muchas mujeres resultaron heridas.
Y entonces me propuse: "Tan hambrienta como estás,...
...y con lo que te ha pasado hoy,...
...no vas a tirar de la apisonadora, no vas a tirar de la apisonadora!"
Pero no sabía cómo lo haría para no tener que hacerlo.
De todas formas, empecé a tirar un par de veces, para aquí y para allá.
En un momento en particular vino un grupo directo hacia nosotros.
Encontes la dejé, me mezclé con el grupo y me fui.
Nadie protestó.
O bien nadie se dio cuenta, o bien no quisieron delatarme.
Ese día Erna Korn comprueba que aún es una persona.
Una persona que puede tomar sus propias decisiones.
Si alguien la hubiera pillado, hubiera sido severamente castigada.
Las presas en Ravensbrück podían preguntar y ser informadas sobre los parientes que estuvieran en otros campos.
Erna Korn quiere saber cómo le va a su madre.
En la primavera de 1944 recibe la dramática notícia:
Su madre había sido asesinada en Auschwitz el 8 de noviembre de 1943, pocas semanas después de su despedida.
A pesar de ese duro golpe del destino su situación mejora.
En el año 44 por fin empecé a trabajar en Siemens.
Allí tuve un trabajo "ordenado".
Sobre todo, por eso era bueno trabajar en Siemens,...
...era trabajo forzado y teníamos que trabajar para el armamento militar.
Trabajábamos en la construcción de un teléfono y un micrófono para submarinos.
Teníamos que hacerlo, no teníamos otra opción.
Y así…transcurrió todo el año.
Pero era decididamente mejor. No teníamos que estar en el campo base.
allí Siemens había arreglado un campo especial.
No teníamos que ir arriba y abajo por el camino.
Y las provisiones eran mejores.
Recibíamos una rebanada de pan extra... pero no volví a ver mi amiga Libusé.
Como muchas otras empresas de la industria, Siemens aprovechaba la mano de obra de los campos de concentración.
Erna Korn se queda en el campo de Siemens, hasta que la producción cesa el 14 de abril de 1945.
Tiene que volver al campo base.
En ese momento, Alemania ya ha perdido la guerra.
Los aliados avanzan.
Los campos de concentración cerca del frente son evacuados. Los presos son llevados a otros campos.
También a Ravensbrück.
Las condiciones allí empeoran radicalmente.
Los barracones están llenos, casi no hay alimentos.
La muerte está en todas partes.
En abril del año 1945 los aliados están tan cerca del campo de concentración de Ravensbrück, que éste también es evacuado.
Quién todavía puede andar, es puesto en marcha.
Al resto los dejan morir allí.
Los presos caminan día y noche en dirección al Noroeste.
Muchos no sobreviven las fatigas de esa marcha, conocida como marcha de la muerte.
Erna Korn también está al límite de sus fuerzas.
Yo les decía a mis amigas: "No ando más. No puedo más."
No le veía ningún sentido a seguir camiando. Era una tortura.
Vi que estaba al límite. No tenía más fuerzas.
Y pensé: "¿Para qué seguir torturándome?
¿Para quién?" Mi madre no estaba. No tenía padre. Ni hermanos.
Estaba sola. Podía decidir. No quería más. Tampoco podía más.
Y las chicas, que estaban tan cansadas y tan débiles,...
...tampoco podían más. Pero al final me cogieron por el codo.
Pero no podían tirar de mí, no podían ayudarme de ninguna manera, ellas también estaban demasiado débiles.
Pero trataron de convencerme. Y la mayor, que tenía 16 o 17 años, me dijo:
"Has aguantado hasta ahora, y ¿ahora quieres abandonar?"
Entonces me decidí y seguí caminando, a pesar del dolor de mis pies.
¿Qué digo caminar? Nos arrastramos.
Con la cabeza colgando, como nosotras, hacia abajo, caminamos por la calle.
No sé cuánto tiempo, quizás media hora, quizás una hora. Nos arrastramos un rato más.
Y entonces oímos cómo todo se puso en movimiento delante de nosotras,...
...cómo todos gritaban y chillaban y reían y lloraban y se abrazaban.
Y entonces vinieron los carros de combate americanos.
Era la liberación...
Erna de Vries vive hoy en Lathen, un pequeño municipio en Emsland.
Después de la liberación conoció a Josef de Vries, con quién se casó en 1947
Él es también judío.
Sobrevivió a seis años en campos de concentración, entre otros en el de Sachsenhausen y en Auschwitz-Birkenau.
Ella puede hablar con él de sus horribles vivencias.
Hablar de ello juntos, les ayuda a asimilar ese periodo de su vida.
Ambos se quedaron en Alemania y fundaron una familia.
Tuvieron tres hijos.
Josef de Vries murió en 1981.
Ella cuenta su historia desde 1998.
Para ella, es especialmente importante....
...remarcar las pequeñas gestas de la humanidad, que a ella siempre le dieron valor.
Ella cumple el último deseo de su madre, Jeanette.
Me alegro de que haya venido tanta gente.
Cuando me separaron de mi madre en 1943,
me dijo, casi en el último momento en que estuvimmos juntas:
Tú sobrevivirás y contarás, lo que nos hicieron...
y eso es lo que, tan a menudo como puedo, hago desde 1997, cuando me lo pidieron por primera vez.
Y por eso estoy siempre muy contenta cuando el mayor número posible de personas me escuchan.
Para mí es muy importante que no se olvide nunca aquella época.
Por eso lo haré mientras pueda.