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Desde muy pequeña
Carmen es una niña alegre,
sociable y generosa,
de carácter fuerte;
le gusta los animales, las plantas,
la lectura y la música,
aficiones que fomentará
toda su vida.
Se siente especialmente unida
a su hermano, Josemaría,
dos años menor que ella;
más tarde nacerán Chon,
Dolores y Rosario;
todos ellos aprenderán de sus padres
lo que es la auténtica piedad
y el abandono de hijos en las manos de Dios.
En Madrid el dos de octubre de 1928,
don Josemaría ve que Dios
le pide hacer el Opus Dei.
Habría personas de toda condición social.
Un camino de santificación en medio del mundo
a través del cumpliento
con perfección y por amor a Dios
del trabajo profesional
y de los deberes de la vida ordinaria.
Inmediatamente empieza a dar a conocer
el espíritu que Dios le ha confiado
a quienes se le acercan.
El Opus Dei crece calladamente
cimentado en la oración,
el sacrificio y trabajo del fundador.
Doña Dolores y Carmen con naturalidad
abren su hogar y facilitan con mil detalles
la labor sacerdotal de su hijo.
Doña Dolores - la abuela,
como la llaman cariñosamente en el Opus Dei -
fallece repentinamente el 22 de abril de 1941.
Carmen acusa su ausencia
pero no se detiene ante este nuevo zarpazo de dolor.
Ahora es una segunda madre
para su hermano pequeño y al mismo tiempo
se hace cargo de todos los servicios de atención doméstica
de los primeros centros de la Obra.
En 1957, se diagnostica a Carmen
una grave enfermedad, un cáncer.
Don Josemaría pide oraciones,
pide un milagro
si es esa la Voluntad de Dios.
La historia de Carmen Escrivá,
de tía Carmen,
es una historia sencilla y corriente
como la de tantas mujeres
que dan su vida por los demás,
sin pedir nada a cambio.
Pero a la vez es la historia del heroísmo diario
de la santidad callada
de una cristiana corriente.