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De la Habana llegó un fulano enamorado de nuestro suelo
para hacer una correría que colmara su gran deseo
que tenía de ver la patria, cuna de su bisabuelo.
Se coló en Barcelona, tierra grandiosa,
la más grande de España y afectuosa.
Luego estuvo en Sevilla y se quedó frío
cuando vio tanta gracia y tanto trapío.
Como el dinero se le acababa de su Habanita se recordaba
sin saber de qué forma llegó hasta Cádiz cuando estaba más flaco que un débil lápiz.
Los tejeringos de nuestra tierra y las tortillas que hace la guapa
le dieron bríos, valor y fuerza y algo más gordo ya se notaba.
Como a nosotros nos sobra todo y la miseria aquí no se ve,
aquel célebre cubano marchó a su tierra no sé con qué,
y el malage en las Antillas dijo que en Cádiz se mantenía con un café.