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Hablar del Oratio y de las tecnologías
es para mí un placer, porque es comprobar
que las nuevas generaciones de docentes
consiguieron, finalmente, comprender
que el aprendizaje de la música como lenguaje
tiene una dificultad inherente que casi nunca fue ultrapasada
y que crea el alejamiento y, digamos,
el desinterés… la desmotivación de los alumnos,
que es: la presentación de un material exclusivamente
simbólico como la música es,
sea en la parte rítmica
o en la parte melódica o en el intervalo
en un momento en que el período simbólico de los niños
no está todavía adquirido.
Pero si guardamos para el período simbólico
años completos de aprendizaje que debería haber sido
no fue y fue perturbado.
Estas nuevas tecnologías vienen abrir
una puerta de bienestar, de satisfacción
y que es la puerta de “llevar a los niños”
un conjunto de actividades visuales lúdicas
que pueden complementarizar y dar cuerpo a la falta del
yo diría,
período icónico y del período sensoriomotor,
que en la música, como disciplina, ocurre.
Repare que, por ejemplo, en la pintura o en la escultura
de inmediato el niño es puesto en contacto
con un aprendizaje por el toque,
por el agarrar,
y eso consubstancia su edad
al nivel sensoriomotor o icónico.
Este tipo de material, como he dicho,
al consubstanciar palpablemente la música
sea en las figuras, creando las personas como las otras del pueblo
con las que ellos conviven
o mismo en la melodía,
con notas que ganan fisonomía y hablan
y por consiguiente asumen un papel de pares
en el pueblo o en la ciudad donde el niño se encuentra,
son fundamentales para poder crear
un material todo ello coherentemente alrededor de una historia,
y esta historia enseguida va a encantar a los niños,
porque los niños están preparados para comprender historias
y la música se convierte en una historia.
Al convertirse en una historia,
se convierte en un vínculo común e ideario de convivencia
y así el aprendizaje es gradual,
es consecuente y es homogéneo.