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Soy Jeff Decker. Soy esposo, padre de cuatro,
y esculpo motos para Harley Davidson, sobre todo.
Me apasiona restaurar motos y correr carreras.
Siempre coleccioné cosas viejas… Me llevo todo a casa.
Es el lema de los Decker:
Si es gratis, llévatelo sí o sí.
Veo algo en la basura y no me
importa si me ven; si veo que todavía sirve,
lo saco del tacho de basura.
Trabajaba con las motos viejas, y luego
empezaba a esculpirlas, porque nunca sentí
que fuera posible vender esculturas de bronce.
Nadie ha logrado vivir esculpiendo motos.
Pero yo las llevaba a eventos. A mí esposa no le gustaba,
pero yo era como Jack y los frijoles mágicos.
Iba a estos lugares y en vez de volver con dinero,
regresaba con partes de motos
y se vendían mejor que el arte.
Pero llegó un momento en que cambió,
y la gente empezó a querer mi arte.
Fue una época interesante.
Nunca me doy demasiado crédito por tener una vida equilibrada,
pero creo que no es verdad.
Busco el equilibrio, y mi familia me lo da.
Estoy tan centrado en mi amor por las motos y
la escultura, y la cultura motociclista,
que me refugio en la Iglesia y en mi familia.
Sé que definitivamente no soy el mormón perfecto.
Y sé que el maestro de los domingos tampoco lo es.
Por eso, cuando él se equivoca, no lo disfruto,
mas bien pienso: No soy el único que se equivoca.
¿Entiendes?
La mayoría de las personas con quienes me relaciono
no son miembros de la Iglesia. Los malentendidos
tienden a desaparecer cuando los conozco, y los estereotipos
de los mormones, yo ayudo a desmentirlos.
Después de que me conocen, dicen:
¿A los mormones les permiten que les gusten las motos?.
Les digo: No he visto ningún pasaje que diga que no podemos.
Me llamo Jeff Decker.
Esculpo para Harley Davidson y para Sinners Motorcycle Club,
y soy mormón. [risas]
No podrán usar lo de Sinners Motorcycle Club pero es cierto.