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La búsqueda de las primeras
manifestaciones artísticas del hombre, es un reto muy exigente.
Más allá de las primeras fechas que se nos puedan ocurrir,
los prehistoriadores y los arqueólogos,
rastrean sus orígenes en una cronología
que nos lleva a un tiempo remoto.
Hace 40.000 años, es decir, 400 siglos,
cuando se vivía en el Paleolítico Superior,
se datan las primeras pinturas en la roca de cavidades profundas,
en un tiempo en el que los seres humanos
eran tremendamente vulnerables en el reino animal.
Hoy, esta búsqueda permanece viva, a pesar de que los descubrimientos
han sido numerosos desde finales del siglo XIX.
En cambio, aún existen enormes lagunas
en la interpretación de estas manifestaciones artísticas,
enormemente ricas en localizaciones y motivos.
El arte rupestre paleolítico, es un arte de cazadores recolectores,
y las mayores representaciones corresponden a figuras de animales,
aunque también hay toda una serie de conjuntos de símbolos,
que actualmente es muy difícil discernir
a que elementos se corresponderían,
también hay representaciones de figuras humanas,
de improntas de manos en negativo y en positivo,
pero, fundamentalmente, son representaciones de animales.
Hasta hace poco se consideraba el arte rupestre paleolítico
como una manifestación propia de lugares en permanente oscuridad,
en cuevas profundas,
donde las teorías mágicas propuestas por muchos investigadores
adquirían una gran importancia,
dadas las propias características ambientales.
Sin embargo, esta concepción comenzó a verse alterada.
En los últimos tiempos se han producido grandes descubrimientos.
Uno de ellos,
ha sido encontrar pinturas en el exterior de las cuevas,
en las rocas que les sirven de abrigo.
El número de enclaves de este tipo alcanza hoy el número de 16.
El arte rupestre no sólo lo encontramos en cuevas profundas,
en permanente oscuridad,
también lo encontramos en estaciones al aire libre o en abrigos,
como puede ser el de la Cueva de Ambrosio, en Almería,
o los lugares al aire libre,
el conjunto de Domingo García, Foz Côa, Siega Verde,
o el que hay en Francia, Fornols Haut,
también tenemos en el sur de la península ibérica
el arte rupestre más meridional de Europa,
el abrigo de la Cueva del Moro,
donde hay varias representaciones de caballos profundamente grabadas
y que tienen un carácter marcadamente paleolítico.
En torno al arte prehistórico,
las investigaciones, además del arte rupestre,
se ocupan también del llamado arte mueble.
La heterogeneidad de los materiales y de sus motivos,
nos hablan de la diversidad de comunidades,
de sus inquietudes y de sus necesidades.
El arte que ha llegado hasta nuestros días del paleolítico,
es el arte rupestre,
el arte elaborado sobre las paredes de abrigos o cuevas,
y luego está, este otro arte, que tal vez es menos conocido,
pero que es igualmente relevante, que es el arte mueble.
Llamamos arte mueble
a un arte que podían transportar sus propios los autores.
El soporte que se utiliza para este tipo de arte no sólo es hueso,
aunque en algunas zonas el soporte de hueso o asta es el más frecuente,
sino que, también, utilizan la piedra.
Piedras que pueden ser cantos,
trozos de placas desprendidas de las cuevas o viseras de los abrigos.
La mayor parte de este arte
aparece con incisiones que pueden ser más o menos profundas,
sólo en ocasiones muy contadas
han aparecido restos de pinturas asociados a estos grabados.
El rastro del arte rupestre nos ha llevado fundamentalmente por Europa,
y es en el cantábrico español y el sur de Francia
donde se concentran la mayoría de las localizaciones.
Sin embargo, no se puede ser reduccionista en estas situaciones.
El arte rupestre paleolítico se conoce como arte
cántabro-aquitano o franco-cantábrico,
aunque en los últimos años
también se ha encontrado en otras muchas zonas.
Es en la cornisa cantábrica y en el suroeste de Francia
donde se concentra la mayor cantidad de cuevas,
incluso podríamos hablar de auténticas concentraciones,
como el conjunto de cavidades de la Cueva del Castillo
o el conjunto de cavidades que hay en Les Eyzies de Tayac.
Hay numerosas cavidades,
no sólo en la cornisa cantábrica, en nuestro país,
sino también, en los últimos años se han encontrado
en el sur y en el centro de la península ibérica.
Entre los días 17 de octubre y 8 de noviembre de 1879
es cuando se produce una auténtica revelación
en el panorama de la investigación arqueológica.
El santanderino Marcelino Sanz de Sautuola,
y, especialmente, su pequeña hija María,
iban a dar con las primeras y más importantes pinturas rupestres
conocidas hasta el día de hoy.
Estaban en las frías paredes de las Cuevas de Altamira,
en las proximidades de la localidad cántabra de Santillana del Mar.
Pero la gloria científica no sonrió en vida a este sabio,
que vio como sus descubrimientos fueron tachados de falsos.
Las pinturas, en opinión de una de las principales figuras de la época,
Emile Cartailhac, no podían ser consideradas auténticas.
Resulta sorprendente,
porque con anterioridad al descubrimiento de Altamira
se habían encontrado piezas de arte mueble
con representaciones de otros animales,
pero fue el principal investigador de este momento, Emile Cartailhac,
el que negó la autenticidad de estas pinturas,
las consideró una falsificación, que podrían ser obra de un pintor
que vivía en la casa de Marcelino Sanz de Sautuola,
y todavía no se había encontrado ninguna cueva
con representaciones de estas características.
Hasta 1902, fecha en que se produce una eclosión
en los descubrimientos de arte rupestre en Cantabria
y diversos puntos de Francia,
Cartailhac no reconocería su grandísimo error.
Desgraciadamente para Sanz de Sautuola era demasiado tarde,
pues ya había fallecido.
A partir del descubrimiento de la Cueva de Altamira,
en Francia se empiezan a descubrir otras cavidades,
también con representaciones paleolíticas,
y es, sobre todo, la labor del abate Breuil,
que hace una serie de dibujos de arte paleolítico mueble y,
posteriormente, de algunos grabados de estas cuevas francesas,
el que convence a Emile Cartailhac para que visite la Cueva de Altamira,
porque realmente él siempre habla de que son representaciones falsas,
pero nunca visita la cueva hasta 1902.
Entonces, después de este viaje,
el propio abate Breuil y Emile Cartailhac hacen un primer estudio,
y es posteriormente cuando publica esta carta de la Cueva de Altamira,
"La disculpa de un escéptico",
donde ya reconoce, una vez que Marcelino Sanz de Sautuola ha muerto,
que estas pinturas son auténticas.
La pintura rupestre
utiliza colorantes minerales y carbones vegetales,
con una sabia utilización de las técnicas pictóricas,
en sus policromías y gradaciones de colores.
La cordillera cantábrica no parará en el siglo XX
de desvelar nuevos enclaves, ricos en estas artes.
Su hallazgo y estudio se debe a la labor
de una importante generación de investigadores españoles
y de grandes figuras extranjeras,
entre las que destaca el abate Breuil.
Hermilio Alcalde del Río o Juan Cabré,
otros investigadores de principios del siglo XX,
una vez que se ha descubierto la Cueva de Altamira
y otras cuevas en Francia,
lo que hacen es empezar a sacar a la luz toda una serie de cavidades,
fundamentalmente de la cornisa cantábrica,
que contienen una de las principales manifestaciones de arte paleolítico,
y no sólo va a ser en Francia o en la cornisa cantábrica,
sino también en el sur, en Andalucía, en 1911,
con el descubrimiento de la Cueva de la Pileta,
que pone de manifiesto que este arte paleolítico
no es exclusivo de la región cántabro-aquitana,
que es como se refieren estos primeros investigadores,
sino que también encontramos otros ejemplos
al sur de la península ibérica.
Hermilio Alcalde del Río dio con la Cueva del Castillo en 1903,
en la localidad de Puente Viesgo.
Este hallazgo fue decisivo también
y la investigación en su yacimiento continúa
con una gran implicación de la UNED.
La cueva era rica en arte rupestre y también en arte mobiliar.
El hallazgo de un conjunto de omóplatos
ha abierto una importante vía de investigación,
ya que aporta datos en ámbitos relacionados con la Prehistoria.
El conjunto de omóplatos de la Cueva del Castillo es, sin duda,
el más importante conjunto de arte mueble
que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional,
y el interés de él, no solo es por su valor estilístico,
que es uno de los conjuntos más bellos del arte mueble magdaleniense,
sino también por el significado que tiene.
Este conjunto apareció en un contexto cerrado,
apareció en un nivel, durante una excavación,
y su hallazgo permitió fechar este tipo de arte y,
en concreto, algún tipo de trazos, que se llama el trazo estriado,
y ha permitido fechar otras representaciones,
que lógicamente no tienen datación,
como son algunas de las representaciones
que aparecen en las cuevas.
Saliendo del entorno de la cornisa cantábrica y el sur de Francia,
los rastros del arte rupestre nos llevan a otros enclaves europeos.
Aunque la mayor concentración de cuevas
está en la cornisa cantábrica y el suroeste de Francia,
se han encontrado estaciones con arte rupestre paleolítico
en otras zonas tan alejadas como puede ser los Cárpatos,
donde está la Cueva de Kapova;
o en Sicilia, donde tenemos la Cueva de Addaura
con unas representaciones humanas y de ciervos
que conforman una escena muy complicada;
o en el extremo este, tenemos la Cueva de Escoural, en Portugal;
o en el sur de la península ibérica, en el estrecho de Gibraltar,
el arte rupestre más meridional de Europa sería la Cueva del Moro,
que está justo en la zona de Tarifa.
El profesor de la UNED, Sergio Ripoll,
está implicado en uno de los grandes descubrimientos
de los últimos tiempos.
Junto a otros investigadores, ha incluido a las Islas Británicas
en el mapa de los yacimientos arqueológicos paleolíticos.
En principio, el conjunto de representaciones de Creswell Crags,
incluso las que hemos encontrado un poco más al norte,
en Victoria Cave o en Kinsey Cave, en el Yorkshire Dales,
no solo suponen un importante descubrimiento
que incorpora al Reino Unido al mundo del arte paleolítico,
si no que, también, son muy importantes,
porque se han realizado unas dataciones
de las coladas calcíticas que recubren algunas de las figuras,
con lo cual podemos fecharlas,
más o menos, en torno a unos 12.500 años antes del presente,
al final del Paleolítico Superior, al final de la Era Glacial,
y demuestra que el hombre había regresado al Reino Unido,
después de un largo periodo de más de 10.000 años
sin ocupar las Islas Británicas.
En los sistemas de datación,
que fundamentalmente se basan en el estudio de las estratigrafías,
heredado de la geología y, ahora además, el carbono 14,
han sido también decisivas las investigaciones del arte mueble,
que han aportado una expansión
de los enclaves europeos de interés científico.
El arte mueble se extiende hasta Siberia.
En él destacan las Venus,
figuritas femeninas con caracteres hipertrofiados
y casi supresión de la cabeza y las extremidades.
Estas estatuillas no llegaron a pasar los Pirineos.
Alguna de ellas se pueden admirar
en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
El arte mueble que aparece en la península ibérica
y en otras zonas europeas,
está realizado sobre distintos soportes óseos,
y con él se fabrican distintos elementos,
tal vez los más primitivos son las esculturillas de bulto redondo,
éstos aparecen en los primeros momentos del Paleolítico Superior,
pero aparte de esas esculturillas de bulto redondo,
que pueden ser con representaciones femeninas,
aparecen otras con representaciones de animales,
como la que tengo a mi derecha,
aparecen soportes transformados a partir de asta o de hueso,
como son las varillas, espátulas,
algunos útiles que utilizan para cazar o para pescar,
como son las azagayas, que son puntas de hueso decoradas,
y otros útiles que utilizan para pescar como son los arpones.
La mayor parte de estos útiles de caza
aparecen decorados con motivos geométricos,
pero en alguna ocasión
aparece también alguna representación animalística.
Los soportes con los que trabajaban incluían el hueso y la piedra,
sobre los que se hacían diferentes tipos de representaciones
desde las figuras antropomorfas hasta las puramente geométricas.
La labor del abate Breuil
en el estudio de la Cueva de Lascaux en 1940,
fue un punto culminante en este ámbito.
Algunas piezas tienen una significación especial.
Lo que se ha denominado bastón de mando,
es una terminología bastante antigua,
en la actualidad se le llama bastón perforado.
Se asociaba con una representación de un poder,
a un uso, probablemente, ritual,
en realidad no se sabe muy bien cuál era el uso,
se ha atribuido que podía servir la perforación
para enderezar algunas puntas de hueso como son las azagayas,
que utilizaban luego enmangadas para cazar,
no se sabe el uso, pero formaba parte del rito
de estos primeros grupos de cazadores recolectores.
Las interpretaciones en estos casos están abiertas.
Las motivaciones que subyacen bajo todas estas representaciones
son todavía una incógnita.
No obstante, tan antiguo como la búsqueda de yacimientos
es la interpretación de sus motivos.
Desde finales del siglo XIX se suceden las teorías e hipótesis
que van desde la dimensión del arte por el arte,
hasta la dimensión mágica.
Entretanto, se han hecho aproximaciones desde el totemismo,
en el que se postula una motivación animista
y de vínculo hombre-entorno natural;
o la estructuralista, con una gran trascendencia en los años 60,
entre los que se desarrollaron hipótesis
sobre la localización y asociación de los animales y los signos.
Las hipótesis etnográficas, semióticas y chamánicas
han encontrado nexos
entre diferentes puntos geográficos y culturas.
Podemos constatar la existencia
de manifestaciones pintadas que decoran espacios específicos,
incluso algunas se parecen de una cueva a otra,
pero carecemos del código interpretativo
de dichas manifestaciones.
En el tema de las interpretaciones y significado del arte rupestre,
la última palabra no está dicha todavía,
porque el mundo espiritual de aquellos hombres,
para nosotros es y seguirá siendo un enigma indescifrable
frente al que solamente caben algunos intentos de aproximación.