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La sala "Informer-Dénoncer" es sin duda donde se nota más
la importancia política en la estética fotográfica latinoamericana,
en la medida en que la violencia política es omnipresente.
Entender esta violencia
implica remontarse a la importancia de la revolución cubana,
que comienza una etapa de subversión en Latinoamérica desde los años 60 y 70,
y también una etapa contrarrevolucionaria.
En el fondo estas son dos versiones
de una violencia que no es la misma, y que se puede ver
en estas obras.
En los años 60, Juan Carlos Romero
recupera toda una serie de periódicos
que escenifica la dimensión subversiva de numerosos movimientos
obreros y estudiantiles en Argentina,
y que insiste también en el hecho de que esta violencia penetra
en la sociedad de la imagen, en la que de hecho nos introducimos en los 60 y 70.
Al contrario que Romero, que muestra la violencia como tal,
en total brutalidad,
Joana Calle,
trata esta violencia sin mostrarla,
escribiendo a máquina en la parte baja de esta foto blanca
unas leyendas evocadoras de cadáveres,
evocando la brutalidad de la represión
que se abate sobre los movimientos subversivos,
pero sin mostrar la violencia o, en su lugar,
dejándola pasar de un modo mucho más metafórico.
Con el colectivo Tucumán Arde,
que nace en Argentina a finales de los 60,
una serie de artistas empiezan a invadir las paredes
de las ciudades, sobre todo la de Tucumán,
para denunciar la política económica y social de la dictadura,
la dictadura del general Onganía,
y pronto intentan organizar una exposición
que tarda poco en ser censurada.
El artista estrella de este movimiento, Tucuman Arde,
es Graciela Carnevale.
Vemos aquí el conjunto de sus inscripciones fotografiadas
que muestras perfectamente el vínculo entre texto e imagen,
y que constituye el hilo conductor de toda la exposición.
Una de las obras más emblemáticas sin duda de esta sala
es esta de Luis Camnitzer, que produce
una serie en los años 60 llamada "Christmas Series",
donde denuncia el papel nefasto del imperialismo de los EE. UU. en el mundo.
En Latinoamérica, pero no solo aquí,
esta serie tiene mucho poder,
en la medida en que escenifica por un lado una serie de rebeldes latinoamericanos
muertos en combate,
como el célebre Che Guevara,
el comunista brasileño Marighella
o el sacerdore colombiano, muerto en un comité comunista, Camilo Torres.
Esto enlaza también con la contemporánea guerra de Vietnam
y efectivamente con el triunfalismo
conformista, según Camnitzer, de los EE. UU.,
encarnado por Nixon subido en el capó de un coche
haciendo la V de victoria.
El compromiso político de los artistas se da en la resistencia
a la dictadura contrarrevolucionaria puesta en marcha a partir de los 60 y 70.
Un buen ejemplo de esta resistencia es la obra de Lotty Rosenfeld en Chile,
que llega a pegar en una carretera
unas bandas blancas alternativas
con la esperanza de mostrar que
la dictadura chilena del general Pinochet
conduce al conjunto de la sociedad en una sola dirección, la cual ella tacha
trazando unas diagonales o perpendiculares en la carretera
y fotografiándolas posteriormente.
1973 es una fecha importante en Argentina
ya que es cuando regresa el viejo Juan Domingo Perón,
que domina Argentina entre el 46 y el 55,
que se exilia en Madrid y que vuelve.
Y para destacar este regreso de Perón,
Luis Pazos reune a una serie de individuos, de estudiantes en el contexto,
y en una representación los hace posar
alineando sus cuerpos para hacer las formas "V" y "P",
"Perón Vuelve", y que imprime en el espacio público,
y luego en la fotografía,
la curva que representa el regreso
del líder histórico.
Se podría pensar que la presencia de violencia política
se limita a los años 60 y 70,
y que luego al volver la democracia,
al final esta dimensión muy comprometida, muy denunciadora del arte
fotográfico latinoamericano, desaparece.
Pero no es el caso.
Y lo vemos aquí perfectamente en la obra de León Ferrari,
que de 1990 a 1995
hace una serie de imágenes llamada "Nunca más",
que muestra cómo en la sociedad argentina democratizada de esos años
el estigma y la memoria de la violencia política de la dictadura,
responsable de 30.000 muertes y desapariciones, siguen presentes.
Vemos aquí una imagen especialmente interesante en la que se ve
a uno de los personajes clave de la dictadura
y una serie de uno de los periódicos
recordándonos los cadáveres lanzados desde el helicóptero
al océano Atlántico para deshacerse de esos cuerpos.
La representación de la violencia en esta sala
no se resume sin embargo a la violencia política,
a la violencia subversiva y contrasubversiva.
Es también otra forma de violencia,
otra forma de miseria humana,
otra forma de violencia social y económica que aliena a los individuos.
Así, la obra de la mexicana Teresa Margolles es muy representativa
ya que ella visita las morgues de Guadalajara, en México,
para ver las últimas cartas de los suicidados,
y después utiliza unos extractos para inscribirlos
sobre las marquesinas de muchos cines
a fin de denunciar esta forma de violencia y miseria de lo cotidiano
que lleva al suicidio.
Las consolidaciones democráticas en toda Latinoamérica
que se gestan desde hace ya 20 años
contribuyen poco a poco a hacer deesaparecer
esta violencia y dimensión políticas tan presentes en esta sala.
Aquí hay otras formas de violencia representadas:
la de los narcotraficantes,
el gran número de feminicidios y la rivalidad entre bandas.
Esta dimensión nueva de la violencia
alienta obviamente todavía mucho la producción fotográfica,
estética y cinematográfica latinoamericana contemporánea.
Traducción Gonzalo García
S O F T I T R A G E C O M