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La exposición de "Estampas japonesas en el Museo del Prado"
muestra una pequeña selección de nuestra colección,
que llegó al Museo de Arte Moderno en 1936.
Es esas fechas, el entonces director del Museo de Arte Moderno
decidió comprar una serie de estampas, que procedían de una exposición itinerante,
que se había realizado por París y Ginebra,
y que trataba de sintetizar lo que había sido
la historia de la estampa japonesa desde el siglo XVII hasta el siglo XX.
A partir de ese conjunto de estampas,
el Museo del Prado adquirió otro conjunto posterior en los años 50 y,
ya recientemente, en el 2006 y en el 2007 hemos recibido,
a través de distintas donaciones,
un conjunto de libros ilustrados con lo que se ha conformado esta pequeña colección,
que se presenta por primera vez desde 1936.
La colección de estampas japonesas del Museo del Prado es una colección reducida
pero de alto valor por la selección de obras que contiene.
Se trata de piezas que empiezan a finales del siglo XVIII, especialmente del siglo XIX,
muy representativas de la historia del grabado japonés
y que son infrecuentes en las colecciones españolas.
Hablamos desde una de finales del XVII, atribuida antiguamente a Hishikawa Moronobu,
seguramente Torii Kiyonobu, fundador de la Escuela Torii.
Algunas de ellas de la segunda mitad del siglo XVIII
de artistas representativos como Kubo Shunman,
como Ishiwaka Toyonobu o como Katsukawa Shunsho,
artistas destacados de esta historia del grabado;
que son piezas que están muy bien conservadas y, finalmente,
una selección representativa del arte del grabado japonés del siglo XIX.
Encontramos sobre todo obras de Utamaro, de Hokusai y Hiroshige,
que son la triada principal, sobre todo en Occidente,
por el valor que tuvieron después entre los coleccionistas,
pero también obras representativas de la Escuela Utagawa.
Varios trípticos que ofrecen esta variedad en cuanto a temas,
en cuanto a estilos, que es lo más infrecuente de encontrar
y que le da especial valor a dicha colección.
También a destacar, su adquisición en el 36 que se sitúa
dentro de un amplio movimiento que empieza a finales del siglo XIX.
En el Museo del Prado tenemos una obra excepcional
como es "Los hijos del pintor en el salón japonés de Fortuny",
pero tras de Fortuny vienen muchos otros artistas que también coleccionaron piezas.
Una de las piezas de los grabados japoneses viene de la colección Madrazo
y todo ello da este segundo elemento de valor
que es encontrar una colección adquirida durante la época del japonismo,
en que se descubre el arte japonés, se revaloriza y se empieza a difundir.
En este caso con una gran exposición
que se hizo en el Museo de Arte Moderno de Madrid, en el 36.
También los Ukiyo-e, “Mundo flotante”,
lo que reflejan y vemos en esta selección es ese mundo efímero
que recrearon los artistas del siglo XVIII y del siglo XIX.
Podemos ver en las estampas obras de teatro kabuki,
escenas sacadas de la literatura clásica japonesa como Ise monogatary,
escenas de campo y, además, podemos ver una evolución estilística,
pero también temática, viendo estas primeras escenas de literatura y teatro y,
posteriormente, cómo se enriquecen con el mundo del paisaje,
que es uno de los grandes temas de la estampa japonesa del XIX con Hiroshige,
con una selección especialmente representativa.
Este proyecto forma parte
de unos trabajos realizados desde mediados de los años 2000, en el que esta colección,
que hasta entonces estaba sin catalogar,
empezó a ser estudiada por distintos investigadores.
El primer grupo fue un grupo de arte oriental de la Universidad Complutense y,
más recientemente, Ricard Bru efectuó el catálogo razonado de nuestra colección
y estudió la procedencia de toda ella.
A partir de ese punto se ha publicado en el Boletín del Museo del Prado,
se ha publicado en la página Web toda la catalogación
y el punto final es esta presentación
que hoy hacemos acompañada de un pequeño catálogo, un pequeño libro, se podría decir,
que es casi un divertimento a la japonesa,
en la que el lector encontrará un texto introductorio de Ricard Bru,
así como la reproducción de todas las estampas que hoy exponemos.
Habitualmente estamos acostumbrados a que el visitante del Museo del Prado
se sitúa delante de pinturas, de grandes pinturas,
de formatos enormes en muchas ocasiones,
pero en esta ocasión el espectador tiene que acercarse,
tiene que aproximarse para ver unas estampas
que son quizás una de las creaciones más sofisticadas de la cultura oriental.
En principio, están pensadas para ser vistas en la mano,
para tocar ese papel característico japonés,
un papel que no brilla, que no suena cuando se mueve.
En esta ocasión, las tenemos que tener expuestas en un marco,
pero el acercamiento es imprescindible.
Hay que fijarse en los delicadísimos colores,
a veces nos da la sensación de que son estampas apenas con dos, tres tonos.
Sin embargo, cuando uno los mira detenidamente
puede apreciar distintos tonos de azul,
distintos tonos de violeta, distintos tonos de rosa.
Eso es, precisamente, una de la singularidad de estas estampas.
Los artistas de esta época ponían muchísimo cuidado en utilizar el color,
la policromía, con un valor de elegancia, de lujo;
y es una de las cuestiones que tenemos que ver en estas estampas.
Viendo estas piezas podemos viajar a un mundo lejano,
pero un mundo muy atractivo,
que es el mundo que fascinó tanto
a los artistas del ***ón como a los artistas de Occidente.