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En 1696 el franciscano Fray Andrés de Avendaño y Loyola
cuando se dirigía a evangelizar a "los brujos del agua", los mayas Itzáes,
se encontró con una ciudad fantasma,
no sabía que 800 años antes esta región era el hogar de varios millones de personas.
Había lugares con una densidad de 200 personas por kilómetro cuadrado.
Pero los mayas ya llevaban más de un milenio disfrutando de la civilización más avanzada del continente.
En aquella época varias ciudades-estado competían por gobernar las tierras del Petén.
De entre todas ellas sobresalió aquella que los Itzáes llamaban Tikal "el lugar de las voces"
Tikal dominó durante bastantes siglos buena parte de estas tierras
debido a sus grandes recursos agrícolas y al control del flujo del comercio de la región
gracias a su situación privilegiada.
Fue además un importante centro religioso
y mantenía estrechos vínculos con Kaminaljuyú, en las tierras altas,
y con la gran civilización de Teotihuacan.
Es increíble que a pesar de carecer de herramientas de metal,
ya que la piedra la cortaban con obsidiana y pedernal,
y tampoco contasen con ingenios como la polea o incluso la rueda,
pudiesen realizar tamaños colosos arquitectónicos.
La metrópoli era inmensa,
juntando las zonas de cultivo y sus poblados asociados,
Tikal llegó a tener una extensión de 120 kilómetros cuadrados.
Solo el área monumental, abarca una superficie de 16 kilómetros cuadrados.
En ella residía la clase dirigente que acaparaba el poder político y religioso.
Alrededor de ella se establecían numerosos poblados repartidos por gremios.
Artesanos, guerreros, agricultores, comerciantes, formaban una sociedad solidamente estructurada.
La mítica ciudad sigue su lucha contra el tiempo y la selva.
A veces en los días que domina la niebla,
las "Voces de Tikal" parecen sentirse en la inmensa espesura de la selva del Petén.
Los maya Itzáes, aquellos a los que el fraile franciscano intentaba evangelizar,
llamaron a este lago Peten Itzá.
Los mayas llamaban peten a una isla o a un lugar llano,
por tal motivo el nombre se aplicó a todo el territorio.
Los brujos del agua habían abandonado el norte de Yucatán
y habían establecido en este lago su Capital, la antigua Tayasal.
Actualmente la Isla de Flores alberga la ciudad capital del departamento del Petén.
La Villa de los Remedios cambió su nombre en honor a Cirilo Flores
antiguo Jefe de Estado que lucho por la independencia de Guatemala.
Los miles de visitantes que cada año arriban a la ancestral selva maya
encuentran en esta isla todo lo necesario para descansar
y realizar las visitas a sus mágicos alrededores.
El altiplano, la zona del pacífico y la selva del Petén
no fueron los únicos lugares ocupados por los mayas
en lo que es el actual territorio de Guatemala.
La Sierra de las Minas, sus montañas más antiguas,
también fueron incluidas en sus dominios.
Es una cadena montañosa con una gran variedad de tipos de bosque.
El 70% de todas las especies de vertebrados del país se encuentran en esta sierra.
Los mayas buscaban en estas montañas y más concretamente en el valle del río Motagua,
algo muy especial: el Jade
Este es un taller de Jade en la Antigua Guatemala,
como pueden ver en la actualidad se sigue trabajando el Jade para tallar joyas y esculturas.
Los mayas atribuían al jade el poder de la inmortalidad,
por ello lo utilizaron como elemento funerario enterrando a sus reyes y nobles con preciosas máscaras sobre su rostro.
El yacimiento del Motagua es de los más ricos del mundo en Jadeita
que es la variedad de Jade más valiosa por su dureza y su brillo.
En el museo se pueden observar replicas de algunas de las mejores obras realizadas por los mayas,
como esta maravillosa máscara funeraria de uno de los gobernantes de Tikal.
También es curioso comprobar como se incrustaban trocitos de jade en los dientes
para asegurarse su tránsito a la eternidad.
Además del precioso Jade, el valle del río Motagua alberga otros tesoros.
Entre su ribera y las faldas de la Sierra de las Minas
se halla la llamada Ciudad de las Estelas, Quiriguá,
la que los mayas llamaban Ek'Nab: "el lago ***"
Quiriguá, es uno de los sitios arqueológicos más importantes de América.
En su época fue uno de los puertos fluviales destacados.
En el año 738 d.C., su líder Cauac Cielo apresó al rey de Copán
y lo hizo decapitar en la Gran Plaza.
Fue el término de la dominación de Copán sobre Quiriguá y el inicio de su época de esplendor.
Los mayas no concebían el tiempo y el espacio de una forma lineal,
eran grandes observadores de la naturaleza
y ajustaron su vida y su filosofía a los ciclos del sol, la luna y los planetas.
Para afrontar su futuro debían conocer su pasado,
por eso adoptaron la costumbre de esculpir estelas para registrar sus acontecimientos históricos más notorios.
En Quiriguá se encuentran los ejemplares más importantes de este increíble banco de datos pétreo.
El rey aparece entre los dioses y animales sagrados.
Sus inscripciones proclaman su autoridad y narran sus conquistas.
Entre ellas destaca la famosa estela E,
mide diez metros y medio, y es la más alta de las halladas hasta la fecha.
La estela C guarda el secreto sobre el 2012.
En sus caracteres se puede deducir que el ciclo que se inició el 11 de agosto de 3.114 a.C.,
finalizará el 21 de diciembre del 2012.
Algunos expertos hablan de epidemias y guerras,
otros de sequías y deterioro medioambiental
por la sobreexplotación de los recursos a causa de la superpoblación,
el caso es que sobre el 900 d.C la civilización maya sufrió un repentino e inexplicable colapso.
A comienzos del año 1700
un misterioso manuscrito llega a las manos de un fraile dominico español,
el Padre Francisco Ximénez, párroco de Santo Tomás Chuilá,
hoy llamado Chichicastenango.
El libro estaba escrito en la lengua quiché después de la conquista española.
El padre quedó fascinado ante su contenido
y gracias a sus conocimientos en este idioma, lo tradujo al español.
Era el libro sagrado maya; El Popol Vuh
Llegaron por entonces a la cumbre de una montaña
y allí se reunieron todo el pueblo quiché y las tribus.
Reuniéronse allí y se ensalzaron a sí mismos:
¡Yo soy, yo, el pueblo del Quiché Y tú, Ta-mub, éste será tu nombre.
Y a los Llocab les dijeron:
Tú, Ilocab éste será tu nombre.
Y estos tres quichés no desaparecerán, una misma es nuestra suerte,
dijeron cuando designaron sus nombres.
En seguida dieron su nombre a los Caqchikeles:
Gagchecjueleb fue su nombre.
Asimismo a los de Rabi-nal, que éste fue su nombre que hasta ahora no han perdido.
Y también a los de Tziquinahá, que así se llaman hoy día.
Estos son los nombres que se dieron entre sí.
Allá se reunieron a esperar que amaneciera
y a observar la salida de la estrella que llega primero delante del sol,
cuando éste está a punto de nacer
Cuando éste salió se llenaron de alegría los corazones de Balam-Quitzé,
Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam