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Narda Lepes "Pequeñas decisiones y 20 minutos"
Comer es lo único que nos puede dar placer tres veces al día por el resto de nuestras vidas.
Y para lo único que, los que podemos, sacamos plata del bolsillo tres veces para decidir.
Pero alrededor de la comida hay mucha confusión,
cada vez más, cada vez nos hablan más de lo que es sano, de lo que no,
de lo que tenemos que comer, de lo que no.
Triglicéridos, Omega 3, 6, 9, colesterol, trans...
genética, se mezcla todo y no sabemos bien qué es la realidad y qué no.
Hay una paradoja, nunca se habló tanto de comida sana, y nunca hubo tantos problemas relacionados a la alimentación.
También, nunca paró de subir el consumo de productos procesados.
No podemos ver a la comida como combustible tampoco,
la comida es mucha más que eso.
Es un hecho cultural que determina quiénes somos,
es la relación más íntima que podemos tener.
Todos comemos, o al menos deberíamos, y esas pequeñas decisiones de qué comemos
tienen un impacto en nosotros, en nuestra salud, en nuestro cuerpo, en nuestra familia, en nuestra comunidad mucho más grande
de lo que creemos.
Nos hacen. Literalmente. Gota a gota.
Alimentarnos es un hecho biológico, puede involucrar a la tradición, que la heredamos,
y sobre todo a la cultura, que es la que vivimos y hacemos día a día.
Partir el pan, compartir una mesa, eso crea lazos, fortalece vínculos,
crea relaciones con los otros, con tu vecino, con tus amigos.
Los sabores nos unen y nos generan pertenencia
con la tierra, con las costumbres, con los vecinos.
Y generan hasta patriotismo.
Hace poco, se me ocurrió cocinar en la televisión un plato que se llama beijú, que dije que lo había comido en Brasil.
La comunidad twittera paraguaya
se me vino al cuello directo, reclamando autoría del plato,
poniéndole "mbeyu",
y maldiciendo a toda mi familia más o menos.
Y lo que traté de recordar con mucha delicadeza,
es que primero, la mandioca crece en un clima, y no crece en un país,
y que muchas veces tenemos que ver el mapa físico y no el mapa político cuando hablamos de comida.
En nosotros, en la Argentina, lo podemos ver en el asado que nos comemos todos los domingos,
en las milanesas que nos parecen las más ricas, las de la abuela,
las medialunas que más nos gustan, el helado que comíamos de chicos...
Siempre lo más rico es lo que comíamos de chicos, o al menos es lo que creemos.
Lo que nos recuerda a casa, lo familiar.
Eso nos atrae, nos hace sentir bien.
Es imposible hablar de cultura de un pueblo sin hablar de lo que come.
No digo que sea necesario comer asado para ser argentino, pero lo primero que hace uno cuando estuvo afuera, es querer comer un asado con sus amigos.
El alimento nos baja de los árboles, nos une, hacemos fuego, comemos más proteínas, nos crece la cabeza,
cultivamos, dominamos los elementos, acumulamos, intercambiamos,
fast-forward rápido, la industrialización llega a la cocina, llega a la comida.
Se empieza a producir en masa con uniformidad, y sobre todo durabilidad.
Hoy comemos lo que nos dan, aunque no nos demos cuenta.
Comemos lo que nos dicen, comemos lo que dicta el mercado en lo que le conviene por rentabilidad y producción.
Lo que es más fácil de hacer, y es más barato.
La oferta global uniforme nos da como una ilusión de que estamos eligiendo,
creemos que tenemos muchas opciones,
pero en realidad no es así.
Comemos los mismos cinco ingredientes en distintas formas.
Por ejemplo, vamos a un supermercado, llegamos a la góndola de los yogures,
y tenemos 7 metros lineales de heladera de un frente
y de otro, todos con cereales, arándanos, griego, líquido, bebible,
con esto, con lo otro, light, no light, para hacer ***, para no sé qué...
De todos, pero a la larga, toda esa elección sigue siendo yogur, y tiene cinco heladeras más
que alrededor son lácteos, y es todo leche.
Si queremos comprar un básico, o un fresco en un supermercado vamos a tener que ir al fondo o a los laterales,
o en una esquina, para qué, para que hagamos ese recorrido y pasemos por las góndolas
y lo que tenemos a la altura de nuestra vista en el supermercado, lo que tenemos al alcance de la mano
es lo que más valor agregado tiene, lo que más rentable es y lo que más plata tiene para hacer marketing
porque ese estante vale mucho.
Lo que deberíamos comer es lo que nos tenemos que agachar para buscarlo.
Cebada, lentejas, todo lo que no tiene valor agregado, el ingrediente, hay que agacharse, no está nunca al alcance de la mano.
Comemos los mismos cinco ingredientes, hagan memoria en su cabeza
en la última semana cuántas veces comieron, o más de una vez,
carne, harina, papa, queso y tomate, y sumale una zanahoria, una lechuga, una espinaca, una calabaza,
pero no mucho más que eso.
En forma de milanesa, albóndiga, bife con puré, ensalada de tomate con pollo al horno,
pollo al horno con papas, asado, tarta de jamón y queso, sandwich de jamón y queso,
pizza, comemos lo mismo, no nos damos cuenta.
Piensen en los ingredientes y no en los platos.
Comemos lo mismo con distinto olor, sólo cambia el envase y no cambia el contenido.
Si a un ingrediente le agregamos cultura tenemos un plato,
si a un ingrediente le agregamos valor agregado tenemos un producto.
Estamos comiendo productos.
El mercado busca un solo sabor,
una cosa que alimente a masas y que sea fácil de hacer, simplemente porque es más rentable.
Que vos vayas a un lugar y comas siempre la misma hamburguesa, no importa dónde estés.
Que vayas a un lugar y encuentres siempre la misma papa frita, el mismo queso, el mismo yogur, el mismo chocolate, la misma bebida, el mismo jugo.
Un sabor, un "flavor", un neutro, un híbrido, mínimo común denominador.
Siempre se busca que terminemos comiendo lo mismo, los mismos cinco ingredientes.
Esa búsqueda de un sabor es simplemente eso, una búsqueda, y está hecha para engañarnos un poquito.
El sabor de casa es único, pero no a un único sabor para que creas que estás en casa.
Ese único sabor erosiona quiénes somos culturalmente.
Te hace un poco más anónimo.
El marketing se nutre de esa debilidad de pertenencia, de recuerdo,
e incentiva sólo el consumo de lo que es más rentable, y está bien, son las leyes del mercado, está todo bien.
Pero antes de hacer esta charla busqué, busqué y busqué si había una herramienta de marketing que sirva para disminuir el consumo,
una teoría, algún libro, no hay nada, siempre es desviarlo e incrementarlo.
Seguir comiendo más de lo mismo tiene un costado negativo que lo acusa el cuerpo, la factura la recibe el cuerpo.
Y no reaccionamos hasta que el médico no te cagó a pedos, nadie cambia su dieta hasta que el médico no se lo manda a decir.
Y si lo hace, lo hace por muy poquito tiempo, nadie cambia cómo come.
El cambio es lento y los cambios acumulativos son muy difíciles de percibir para nosotros.
Nos cuesta ver el impacto que tienen esas pequeñas decisiones diarias del qué comemos todos los días.
Con la comida y con el cuerpo no es igual que con otras cosas.
Si se la pasan viendo reallities, culos y novelas. Y bloopers todo el año en la televisón,
y en algún momento se ven un par de charlas TED, te leés un libro en el verano...
se equipara un poco, se nivela.
Pero si comemos lo mismo todo el tiempo, y no le prestamos atención, y seguimos comiendo lo que nos dan
el cuerpo te pasa la factura, no hay vuelta atrás.
Con un mes de dieta y par de clases de yoga no movés la aguja.
Sentimos que hay algo en el aire que no está bien, nunca hubo tanta charla sobre comida, yo acá,
nunca hubo tanto libro, revista. Una de las búsquedas más altas de Internet es la de recetas.
Sabemos que falta algo.
Quizás es que abandonamos algo muy básico o primitivo como la relación que tenemos con el fuego.
Toda confusión genera oportunidad, el mercado tomó esa oportunidad y es hora de que la reclamemos.
Entonces qué hacemos: la mitad de tu plato en las tres comidas, tiene que ser vegetal y fresco. La mitad.
50% de tu plato, en volumen o peso, como quieras, por algo hay que empezar.
Tenemos que comer en estación, el impacto que genera que nos adaptemos a los ciclos naturales en vos, en tu entorno, en tu comunidad,
es enorme, simplemente comiendo en estación.
No comamos tomate cuando hace frío, no comamos la idea del tomate, comamos un tomate porque es rico, porque es jugoso, porque es dulce.
No porque está ahí y dura.
Si logramos engancharnos en ese ciclo sí o sí nos va a llevar a la variedad,
tenemos que variar lo que comemos, granos, cereales,
fruta de carozo, hojas, crucíferas, distintos tipo de carne, un poco de lácteos.
Semillas, raíces, tubérculos, mariscos, pescados, legumbres.
Tenemos que comer más proteína vegetal. No te da más pedos que una hamburguesa.
Es así, es científico, acá hay muchos, se los pueden decir, no te da más pedos que una hamburguesa, tenemos que comer más legumbres.
Somos el país que menos legumbres come, casi de latinoamérica el que menos.
Cociná más, apagá la tele un rato, el horno no es un depósito de bandejas, sacá las cosas del horno, usalo.
Es algo bobo, pero te cambia la vida.
Cocinar fue fundamental para la supervivencia y lo sigue siendo,
para lo individual, no podés creerte independiente si de alguna manera no cocinás.
Para la identidad y la pertenencia, cocinate, cocinale a tu familia, a tus amigos, a los tuyos, a tus vecinos, incentivá que cocinen,
que tus hijos te vean cocinar.
Lo más importante es lo que comemos todos los días, no lo que comés de vez en cuando, no que un día te comas un purecito de zapallo.
Lo más importante es lo que comemos todos los días.
Empecemos a pensar nuestro menú alrededor de la guarnición,
no pensemos más "bife con..." porque vas a caer en esos cinco ingredientes.
Partí de "hoy como espárragos con..." y vas a cear en uno de esos cinco, bife, papa, ensalada, arroz, en alguna de esas cosas vas a caer.
Lo más importante es lo que comemos todos los días, si todos los días abrís un paquete, caja, cajita, pote, sobrecito,
leé los ingredientes, no la tabla nutricional, la tabla nutricional es para cuando ya tenés un problema.
Leé los ingredientes, está en termosellado, tiene una letra mínima, está borrada, no se ve, tenés que dar vuelta el coso,
y es a propósito, no les interesa que veamos, están obligados a mostrártelo, pero no les interesa que veamos los ingredientes,
un ejemplo, un paquete de galletitas debería tener entre 5 y 10 ingredientes, si tiene 25 y no podemos pronunciar 14,
googlealos, googleamos para ver si Tinelli va a tener un pibe y no googleás lo que comés.
Te tenés que ocupar de lo que comés, y no preocuparte.
Ahora los "no".
No comas grasa hidrogenada, no, directo, hay pocas cosas que voy a decir "no", no coman grasa hidrogenada,
es legal de *** eso.
Jarabe de alta fructosa, es el reemplazo barato del azúcar, que ya no está tan buena de por sí.
Regla básica: si tiene mucha grasa, mucha sal y mucha azúcar, que lo haya hecho un humano y no una máquina, comelo casero,
si comés del lado oscuro de la fuerza, que sea hecho por una persona.
(Aplausos)
Tenemos que cambiar la relación que tenemos con la comida, de cero tenemos que empezar,
no le podemos seguir pidiendo más y darle cada vez menos.
Nos hicieron creer una gran mentira, nos hicieron creer que no tenemos tiempo. 20 minutos por día,
20 minutos menos de pantalla, de teléfono, de computadora, de tablet o de televisión, de Instagram, de Facebook,
de mirar boludeces, de un gato que toca el piano.
De lo que sea, 20 minutos, con esos 20 minutos un día comprás, al otro día producís, cocinás bastante, y te vas quedando...
y vas haciendo una cadena, un sistema que funcione, una rueda que funcione, la heladera en movimiento.
Tenemos la oferta que nos merecemos, cambiemos la demanda y el mercado obedece, es una regla básica esa,
la sabemos todos, si cambia la demanda, el mercado obedece.
La suma de todas nuestras pequeñas decisiones diarias tiene un altísimo poder,
usémoslo.
Mi compra vale más que mi voto a la hora de comer.
Comer es para lo único que sacamos plata del bolsillo todos los días, los que podemos.
Todavía estamos a tiempo, elijamos.
(Aplausos)