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Para mí, los viajes y la carrera de montaña surgieron prácticamente al mismo tiempo,
son dos cosas muy parecidas.
La persona que realmente me incitó a viajar desde el principio fue mi madre.
A los diecinueve, dejé los
estudios durante unos años y viajé a Sudamérica,
y así comenzó lo que pienso que es la epopeya actual de mi vida,
que es más o menos la vida en la carretera.
Es maravilloso ir de Colorado a San Francisco. Colorado, donde nací y crecí, y San Francisco,
la ciudad que desde hace unos años considero mi casa.
Es un viaje que he hecho unas cuantas veces en los últimos diez o quince años.
Incluso antes de eso, hace veinte años, hice un viaje parecido con mi madre y mis hermanos,
y creo que es un viaje que nunca se agota.
En Estados Unidos tenemos la suerte de vivir rodeados de gran cantidad de espacios abiertos,
pero creo que esos espacios abiertos, esos paisajes naturales,
pueden existir en todas partes, para cualquier persona, basta con tener ganas de salir a buscarlos.
Es el deporte más simple, todo lo que necesitas es un par de zapatillas y ya puedes salir a correr.
Cuando se está corriendo, las posibilidades de aventura son infinitas.
No se trata de ir más rápido,
no se trata de ganar carreras o de conseguir buenos resultados en las carreras,
se trata de lo que correr significa para mí.
Qué es lo que nos queda de los viajes, diez o veinte años después?
Las historias que podemos contar,
y creo que al final de nuestra vida eso es lo que tenemos.
Todo lo que tenemos son nuestras historias.