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Los mayas,
una civilización que ha dejado una profunda huella de tres mil años.
Más allá de su tradición política, social y religiosa,
aún se puede contemplar el esplendor de una época pasada.
Su influencia en los actuales habitantes de la zona,
muchos de ellos descendientes suyos, es innegable.
Pero esa trascendencia abarca un gran número de vertientes.
Cualquier oriundo del lugar o curioso turista
que se haya desplazado a la región llamada Mesoamericana,
más en concreto a la Península de Yucatán, en México,
guardará un buen recuerdo de los cenotes.
Pozos de agua dulce que gracias a la erosión de la roca caliza
forman cuevas, grutas, largas cavidades,
que han dado pie a numerosas historias míticas.
Para los antiguos mayas,
eran puertas, umbrales que separaban o unían los dos mundos,
el nuestro, el terrenal y el de ultratumba,
más oscuro, desconocido y misterioso.
Estas formas creadas por la naturaleza
son motivo de inspiración para muchos,
incluidos los artistas contemporáneos
preocupados por experimentar más allá de la racionalidad clásica.
De vuelta a España, encontramos un destacable ejemplo
de la representación de la abstracción.
En la sala Abierto X Obras,
en el Centro de Creación Contemporánea Matadero Madrid,
permanece abierta al público la exposición
"Cenotes, geometrías de plastilina"
Una libre interpretación de los pozos, prominentemente mejicanos,
creada a partir del intenso color que aporta el curioso material
utilizado por la chilena Magdalena Atria,
la responsable de que una antigua cámara frigorífica,
donde antaño se colgaba la carne, nos sumerja en un mundo mágico.
La plastilina, un material habitualmente alejado
de los entornos artísticos,
esta vez consigue unos resultados más que respetables.
El hecho de que Magdalena Atria haya querido trabajar con plastilina
y trabaje con plastilina en su obra plástica,
tiene algo de subversión porque la plastilina es un objeto no noble,
es un objeto común utilizado por los niños
y despreciado en tanto en cuanto no es un objeto de la alta cultura,
que haya sido utilizado hasta ahora ni en pintura ni escultura.
De alguna forma, trabajando con plastilina
y queriendo establecer una cierta historia del arte con la plastilina,
del arte contemporáneo con la plastilina,
es un lenguaje subversivo,
es introducir un nuevo elemento en el lenguaje del arte contemporáneo
e intenta dar una pátina de respetabilidad a un objeto
que es normalmente usado para manualidades.
Magdalena Atria vive en Chile,
donde desarrolla la mayor parte de su carrera,
dividida entre la creación y la docencia universitaria.
Y desde allí, desde Chile,
ha querido comentar los secretos de su obra expuesta en Madrid.
Por qué cenotes, por qué la cultura maya
o por qué plastilina son cuestiones que Magdalena Atria
tiene muy claras.
Gradualmente me empezó a incomodar
el tener toda esa carga de la historia de la pintura
sobre mis hombros al momento de trabajar
y también el hecho de que existía toda una forma predeterminada
de cómo debía producirse la imagen.
Existía la tela, que es rectangular, donde uno como artista pone cosas,
rellena ese rectángulo
y me parecía que eso era una limitación,
que el poder sacar la pintura de ese espacio predeterminado
podía abrirla a interactuar con el espacio,
a establecer otro tipo de relación con el espectador
y me parecía que había una cantidad de posibilidades
que me parecían más desafiantes en ese momento
que mantenerme en el formato tradicional.
Es un material que me interesó por varias razones,
primeramente porque no tiene historia dentro de las bellas artes.
Es un material que viene de otro contexto
y que no hay una técnica de cómo se debe trabajar,
no existe esa tradición.
Me daba mucha libertad al momento de usarla y trabajar con ella.
También me permitía
hacer una pintura que no necesitaba de un soporte,
en que la imagen y el soporte son la misma plastilina,
cumple ambas funciones a la vez,
podía existir esta pintura en el espacio
sin estar limitada al soporte.
Puede relacionarse directamente con las paredes, con el suelo,
con todos los elementos de la arquitectura.
Y por otro lado, siempre me pareció muy fascinante
el hecho de que un material que nunca se endurece,
siempre permanece blando, maleable,
y eso me parece que es una condición casi mágica,
un material que siempre está vivo, siempre responde al ambiente,
cambia según la temperatura, si tú lo tocas queda una marca,
entonces esa cualidad de estar siempre vivo
y respondiendo al contexto,
me pareció muy atractiva y muy interesante.
La plastilina expande su aroma por toda la sala,
preparando al espectador para lo que va a presenciar.
Este material, al que a muchos transporta a la infancia,
a la época de colegiales donde conseguíamos crear figuras realistas
o, por el contrario, nos iniciábamos,
sin quererlo, en la abstracción.
Amasando, redondeando, cortando o aplastando, creamos "cosas",
gracias a un material infravalorado en ciertos sectores,
pero que con el trato adecuado,
se pueden conseguir verdaderas obras de arte.
Como lo son los cenotes de Magdalena Atria.
La representación plástica de la brecha dimensional
que significó para la tradición maya.
Basta con una visita a la Península del Yucatán
para entender la mística de estos pozos.
Túneles inundados por agua cristalina
que hacen las delicias de los curiosos buzos
que hasta allí se desplazan.
Dentro de ellos, a través de sus cavidades,
huecos, grietas y originales y espontáneas formas,
se puede entender de donde viene esa fascinación.
Me interesó mucho esta idea del umbral de este espacio
que es como la conexión entre estos dos mundos.
Un mundo que es para nosotros muy familiar,
donde nos podemos mover con confianza, con seguridad,
y otro mundo que es desconocido
y que está por lo tanto lleno de mitos, de historias,
de temores, de proyecciones,
de todo eso que tiene que ver en gran medida con la imaginación.
Eso me interesó, cómo hacer, o sugerir con los cenotes,
con estas figuras que yo creo, como una entrada a un mundo otro,
a un mundo que tiene que ver con las imágenes abstractas
que uno ve ahí en la superficie y que es un mundo que no es familiar,
que no es conocido, pero sí es muy sugerente,
misterioso e invita a sumergirse, quizá no físicamente en el pozo,
pero sí con la mirada.
Como los cenotes tienen esa tradición
que une el mundo real con la ultratumba,
sí ha querido vincular esta obra
a esa tradición de los cenotes mejicanos
como intentando dar la idea
de que estas alfombras son huecos hacia el subterráneo,
hacia el interior de la ciudad de Madrid,
por el que, de alguna forma,
el submundo podría subir a la superficie,
y, efectivamente, sí tiene que ver con la tradición Maya de los cenotes
como puntos de espiritualidad
y puntos de conexión entre la vida real y el submundo.
Es una contestación por parte de ella muy buena a la modernidad occidental.
¿Y de qué puede estar hablando?
De entrada está hablando de lo que hablan los cenotes,
es decir, es un paso entre dos mundos,
pero no es un paso entre dos mundos en el que puedas entender
simplemente el otro mundo como un mundo sagrado,
un mundo trascendente, un mundo de los dioses.
Si quieres puedes entenderlo así, obviamente,
pero es más bien un paso entre nuestro mundo y el mundo de otros.
Esos otros, que son los mayas,
que son los indígenas actuales en toda Latinoamérica,
ese otro tiene su propia cultura y su propia manera de expresión,
tiene su propia riqueza y, sobre todo,
tiene la capacidad de mostrarnos
una serie de cosas que nuestra modernidad,
el racionalismo de nuestra modernidad
y nuestra idea de la evolución ha olvidado.
Las creaciones de Magdalena Atria
invitan a caminar, a oler la plastilina
y a sumergirse en un mundo donde la imaginación toma ventaja.
Un recorrido repleto de detalles y de juegos de luz
para alejarse de la visión racionalista imperante
del mundo occidental y recibir de nuevo
los comportamientos emocionales olvidados y alejados
de lo que es considerado políticamente correcto.
Todo el mundo occidental ha entendido
como si fuera el catecismo que hemos evolucionado,
que hubo un tiempo en el que estábamos peor
y que la humanidad, occidental, por supuesto,
ha ido poco a poco a mejor.
Gracias al racionalismo, gracias a las ciencias,
gracias a un montón de cosas.
Eso es una mirada racionalista de la evolución humana.
Y lo mismo ha pasado con la historia, es la mirada de Hegel:
la historia siempre se desarrolla para mejor.
Ese racionalismo se ha empezado a cuestionar hace tiempo,
pero no tanto, las cosas que se ha dejado por el camino,
lo que ha perdido por el camino.
Y lo que ha perdido por el camino
es lo que te pone Magdalena Atria delante;
ha perdido por el camino un sentimiento mágico del mundo,
una manera de entender lo que te rodea mucho más emocional
y mucho menos racional, una manera de pasar los umbrales,
que es algo de lo que ella habla mucho, de umbrales.
Los cenotes son umbrales, de hecho, al pasar esos umbrales,
entendiendo que esos umbrales no son umbrales a otro lado,
o a un lugar sagrado, etc, sino que son umbrales nuestros,
de nosotros mismos, umbrales que pasamos para nosotros
de alguna manera para recuperar todo eso que se ha perdido
con la imagen cartesiana o la idea cartesiana racionalista
de un individuo que ve el mundo desde fuera,
siempre desde fuera, sin estar dentro de él,
le ve desde fuera porque así le entiende,
a un individuo que, insisto, se ha metido en el mundo,
está dentro del mundo y percibe el mundo de otras mil maneras,
es decir, ha pasado un umbral hacia sí mismo.
La modernidad urbana es bastante transversal, creo yo,
a pesar de las diferencias locales,
pero creo que es un mito y un estereotipo pensar
que el público latinoamericano va a estar más cercano
o más conectado a este tipo de mitos.
Para nosotros ciudadanos urbanos también resulta algo lejano
y algo que tiene un poco de este atractivo de lo desconocido,
de lo ajeno, de lo que nos interesa
pero que al mismo tiempo sentimos ajeno.
No creo que sea tan distinto y tampoco me parece que el tema
de la exposición sea cerrarlo a este trasfondo no cultural
en el que yo menciono, el origen maya de la palabra cenotes,
sino que tiene que ver con algo más abierto que es una experiencia
que cualquier persona puede sentir al estar en el lugar,
al reaccionar frente al ambiente que se genera
con la arquitectura del espacio,
con estas manchas de color que yo he puesto
y con todo lo que pasa en el interior de estas figuras.
Creo que hay una experiencia directa
que no necesariamente necesita de información
o de una conexión cultural específica
con los referentes que yo uso.
Es una obra que tiene una estética muy parecida
al arte psicodélico de la contra cultura de los años 60,
finales de los 60 en Estados Unidos,
pero al mismo tiempo tiene algunos toques
de lo que se puede considerar el arte "Op" el Arte Óptico,
que son juegos de capas y juegos ópticos
que al final dan una imagen caleidoscópica,
porque parecen alfombras de caleidoscopios,
como una enorme imagen caleidoscópica
y al mismo tiempo hace cultura expandido.
De alguna forma ella está juntando estas tres tendencias artísticas
que son el Arte Expandido, el Op Art y la Psicodelia
para trabajar en una obra única.
Aparentemente contradictorios, el Op Art y la Psicodelia
son dos tendencias que exigen un esfuerzo del espectador
y por lo tanto, un consumidor de arte entrenado en estas técnicas.
Heredera de las claves artísticas de los años 60,
Magdalena Atria actualiza en Matadero Madrid
estos dos movimientos contraculturales
a través de la abstracción,
y como técnica, la pintura expandida,
es decir, fuera de lienzos o de marcos,
pero siempre con una evidente estética maya.
Ella está utilizando la abstracción
porque es algo que entra muy fácilmente en los ojos
de una persona educada en el arte occidental,
pero también por eso utiliza la plastilina,
porque es extraordinariamente flexible.
Si tú te fijas ella utiliza formas geométricas
que entran mucho dentro de la estética maya,
de la estética indígena, de la estética alpina,
de lo que hemos entendido como estética latinoamericana en general,
pero lo hace con plastilina que le permite una flexibilidad
que jamás sospecharíamos en esa estética, por ejemplo.
En el caso de mi trabajo,
estas tradiciones que son del arte óptico y del arte psicodélico
tienen que ver con momentos específicos del arte
y con cierto tipo de imágenes y de propósitos que existían
en los artistas en ese momento
y se cruzan en mi trabajo con otras referencias:
al mundo de la artesanía o de las manualidades,
pero en general, el tema de la abstracción
de la imagen no representacional es un tema que sí me interesa
y está presente y que tiene que ver con estas dos tradiciones,
una quizás más racionalista y "empiricista", la tradición óptica,
y otra más popular y más conectada con el mundo de la cultura Pop.
Pero me interesa cómo esos cruces se pueden generar
y cómo el trabajo puede apuntar a direcciones aparentemente opuestas
pero que se vinculan a través del uso del lenguaje de la abstracción.
Más allá de técnicas o referencias,
la obra de Magdalena Atria propone una vuelta al mundo
de los sentidos de cada visitante,
un desmarque de la racionalidad
para que al menos, durante un momento,
se pueda atravesar el umbral que separa
la cotidianidad del misticismo.