Tip:
Highlight text to annotate it
X
Pequeña niña perdida.
Pensó que nadie la quería.
Pensó que nadie la deseaba.
Se escapó de su castillo.
Cayó en los brazos del Diablo y su falso amor, y con ese
abrazo, se convirtió en otra persona.
Se convirtió en la ramera.
Se convirtió en la reina de las mentiras, la Jezabel.
Esa es mi vida.
De niña, recuerdo la ira de mi padre.
Yo regresaba a casa, y mi padre estaba muy furioso, estresado.
Y yo me lo tomaba personal.
Creo que yo pensaba, por dentro, que debía de ser odiosa.
En la secundaria, noté que los chicos me prestaban atención.
Y como mi padre no me daba atención, me sentía atraída
hacia cualquier halago o insinuación que me daban.
Conocí a un chico en la escuela, que me robó el corazón.
Me dijo que si me acostaba con él, se casaría conmigo.
Construiríamos una vida juntos.
Tendríamos hijos.
Y yo tomé completamente mi corazón entero y se lo entregué a este chico.
Y cuando descubrí que se acostaba con varias de mis mejores
amigas, fue terriblemente chocante para mi.
Terminé la secundaria con el corazón roto,
me mudé de la casa de mis padres el día después de la graduación.
Recuerdo que me despedí de mi madre, a los 18, y mi padre, desde el asiento trasero
del auto, sabiendo que nunca regresaría, porque mi vida allí había terminado.
Me fui a la hermosa ciudad de Minneapolis.
Intenté encontrar la forma de ir a la universidad, pero tenía tres empleos para poder tener
mi propia vivienda y comprar un auto.
Y descubrí algo nuevo en mí, que si tenía ropa linda, si salía
a bares, podría conocer a diferentes hombres a quienes les gustara,
y, quizás, conocería a un hombre rico que me robará el corazón y
cuidara de mí como un príncipe lo haría.
Entonces, mi amiga y yo comenzamos a ir a bares, y
teníamos una identificación falsa.
Y una noche, entramos,
y unos sujetos se acercaron a la barra y nos compraron tragos.
Tenían relojes Rolex, ropa de diseñador.
Miré a mi amiga.
"Estos tipos tienen dinero".
A mi amiga comenzó a gustarle uno de ellos.
Le dije: "consigue su dinero".
Y creo que lo que se estaba gestando dentro de mí era una venganza,
un resentimiento profundo y arraigado contra mi padre,
contra ese joven de la escuela.
Y yo sólo quería venganza.
Les demostraría a todos que yo sería exitosa y que el dinero
sería la respuesta.
Mi amiga se va con este sujeto a Hawái.
Yo tenía tres empleos.
Me llama y me dice: "Escucha, estoy en la playa".
"Estoy en un Corvette convertible, hablando desde mi celular".
"Y tienes que venir aquí".
Y aunque no tuve las agallas para preguntarle qué estaba haciendo, yo sólo
le seguí la corriente.
Era como si caminara automáticamente hacia una puerta oscura, y sabía que algo
estaba mal.
Pero la tentación de la posibilidad de tener cosas lindas y finalmente, tener
el dinero que nunca tuve de niña, finalmente ser alguien importante,
superó todos esos sentimientos de precaución.
Y lo eché al viento.
Me fui a Hawái esa misma semana, me tomé vacaciones de mis empleos.
Mi primera noche en Waikiki Beach, me vendí,
junto con mi amiga, a unos clientes Japoneses.
Y me convertí en una prostituta.
Es como si me hubiese puesto una enorme sortija que no me podía quitar.
Ya no me conformaba con $3.47 por hora.
Cuando descubrí que podía ganar cientos, si no miles, de dólares
vendiéndome.
$500 la hora, sin compromiso, sin relación,
$1000 la hora.
Ahora eran $2000 la hora. Me dio un poder inmenso,
y si me querías por la noche, eran $10 000.
Unos meses después, comencé a bailar.
Y un día, estaba en el escenario, y entra un hombre, arroja sus muchos
cientos de dólares a mis pies,
y yo bailé sólo para él.
Y le dije que, de hecho, prostituía mi cuerpo.
Me estaba vendiendo para llegar a fin de mes.
Mi miró y me dijo: "Eres muy inteligente".
"En verdad me agradas".
De hecho, creo que me estoy enamorando de ti.
Me dio todo lo que necesitaba escuchar de mi padre.
Y decidí que quería mudarme a Las Vegas.
Me bajé del avión, y esa noche, atendí un par de llamadas.
Y regresé a casa con un buen fajo de dinero.
Mi novio estaba ahí y me dijo que me rompiera.
"¿Qué me dijiste?".
Dijo: "Rómpete".
Eso quiere decir "dame todo tu dinero".
Vacía tu bolso sobre mi regaso.
Y yo no se lo permitiría.
Y él procedió a arrastrarme de los pelos,
me ahorcó.
Me arrojó al porche, de rodillas, y comenzó a patearme.
"Esto es ser proxeneta, R.".
Yo me estaba ahogando con mi propia sangre.
"Trabajarás para mí".
Me golpeó el rostro.
No me importa qué hora es. Me pagarás.
Me quebró la nariz.
Me quebró las costillas.
Era cómo que estaba viendo al Diablo.
El príncipe se volvió ***.
Y si intentas escaparte, te mataré.
Esa noche fue como si hubiese muerto por dentro.
Y los siguientes cinco años de mi vida, estuve con un proxeneta.
Y cada vez que me pegaba y me ahorcaba y me violaba o me apuntaba con armas a la cabeza,
y me hacía hacer cosas que yo no quería, yo lo hacía.
Porque lo quería y por puro temor.
Porque sabía que, de lo contrario, no volvería a ver la luz del día.
Y a pesar de que me escapé de él, todo lo que das, lo dejas.
El dinero, los autos, las casas.
Lo abandonas todo.
porque cuando abandonas a un "cuidador", te quedas sin nada.
Comencé a ahorrar dinero, otra vez, pero el dinero no era lo mismo.
Me enfermé de cáncer.
Y unos años después, perdí todo mi cabello, me hicieron quimioterapia,
tenía Linfoma de Hodgkin.
Comencé a tomar analgésicos contra el dolor en la médula ósea.
Me hice adicta a los analgésicos, y eso me llevó a la cocaína.
Atendía a los clientes calva, con pelucas, porque había perdido todo el cabello
con la quimioterapia.
Tenía clientes que me decían la R. cancerosa. Ramera cancerosa,
lo diré.
Me quedaba en moteles macabros.
Recuerdo estar allí, recostada en la cama, mirándome al espejo,
pensando que Dios estaba enojado conmigo.
Me metía en la ducha y me tallaba el cuerpo.
Pensaba que jamás volvería a estar limpia.
Comencé a tomar cocaína purificada.
Y una noche, decidí que me drogaría más
de lo posible, de lo que jamás lo había hecho..
Porque quería borrar todo el dolor,
el dolor del cáncer, el de mi tío, de mi hermana y mi abuelo, quienes murieron
con tres meses de diferencia, el dolor de perder todos esos años con mi
familia, en el Medio Oeste, el dolor de haber perdido a todos mis amigos, mis autos,
de perder todo lo que tuve.
Tomé una dosis de esa cocaína y me desmayé.
Y me quedé completamente ciega.
Es como si toda la habitación, la luz que estaba prendida se apagó.
Recuerdo que estaba allí, recostada, y sentí una presencia demoníaca
apoderarse de mí y me sentí completamente sola.
Y sentí mucho miedo y supe, instintivamente, que estaba
a la puerta de la muerte.
Estaba en una cueva oscura y supe que todo había terminado.
Y vi a mi familia.
Vi mi funeral.
Yo estaba en el ataúd, y todos lloraban.
Sollozaban y decían: "Era sólo
un prostituta".
Entonces dije: "Jesús, por favor, sálvame".
"No sé si eres real, pero no me quiero morir".
Vino la ambulancia, y el médico se me acercó,
y me tomó de la mano y me dijo: "Tienes suerte de estar viva".
"Tienes tantas drogas en tu organismo, jovencita, que deberías estar muerta".
"Dios debe de estar a tu lado".
Y supe que Jesús había escuchado mi plegaria.
Estaba allí recostada y sentí una sensación de paz, distinta de todo
lo que había sentido en mi vida.
Y supe que Dios me había dado una segunda oportunidad.
Mejoré y comencé a leer la Biblia.
Me recuperé y tenía miedo de ir a la iglesia.
Vamos, soy una exprostituta.
¿Acaso creo que si voy a la iglesia, la gente me mirará
y de veras me amará?
Pero entré en la iglesia, y la gente me abrazó.
Y Dios comenzó a sanarme por dentro.
Y el Espíritu Santo me hablaba, me decía que era hermosa
y que había sido elegida y que era apartada y había sido santificada
y que yo era un vaso santo para Él.
Comencé a sostenerme en las palabras de Jesús.
que soy completa, que estoy curada, que soy pura, que soy virgen, en Él.
Y eso me da paz.
Recuerdo que, un día, estaba aspirando mi casa, y el Señor me dijo:
"Annie, quiero que regreses al club nudista".
"Y quiero que les digas a las chicas que están en la esclavitud, que yo las amo".
Y, entonces, esa es mi misión,
simplemente, decirles: "Dios te ama".
No importa dónde hayas estado, no importa lo que hayas hecho o cuán profundo hayas caído,
cuán sucia te sientas, existe la rendición.
Eres tan blanca como la nieve, cuando lo aceptas a Él, en tu corazón.
Pequeña niña perdida.
Creyó que nadie la quería.
Creyó que nadie la deseaba.
Se escapó de su castillo.
Pero Dios se encontró con ella en ese oscuro camino.
Él le dijo: "Ya puedes regresar a casa".
"Yo estoy aquí y nunca te abandoné".
Rendición, rendida, liberada.
Esa es mi vida.
Su amor.