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(Aplausos)
Buenos días.
Ah, está bien. No hay nadie.
(Risas)
Esa es mi ventaja,
no los veo, así que da menos miedo.
No, es un verdadero placer estar con ustedes,
pues decidieron venir,
y me pidieron que los impresionara,
entonces, ¡comencemos!
Esta va a ser una pequeña charla
de un vidente.
¿Un vidente ciego?
Es una primicia, ¿no?
Como todos los videntes, no quiero equivocarme,
entonces les voy a predecir su pasado.
Les voy a revelar algo:
su abuelo era una persona discapacitada.
No, no me miren así,
no es la secuencia del «loco», no
Es en serio.
Saben que, al comienzo de los tiempos,
la tierra era una extensión de agua.
Estaba poblada de anfibios
que nadaban, se divertían, se echaban agua, etc.
Entre estos, hubo uno
que nació con pulmones.
¡Y ser un anfibio con pulmones no es nada práctico!
¡No puede dormir! ¡Tan pronto se duerme, se traga el agua!
Al dejar de respirar, se hunde.
Y este tenía algunos amigos anfibios
que lo cargaban.
A los otros anfibios no les importaba,
le decían: «ja, ja, no nadas rápido...», Bueno.
Este anfibio la pasaba muy mal.
Sufría mucho, pero su madre confiaba en él,
pero era difícil.
Hasta que un día el agua desapareció.
Todos los anfibios malvados
murieron
y el único que sobrevivió fue este anfibio,
con pulmones, que empezó a respirar.
Hacía tiempo que no respiraba, el pobre.
Tuvo que conseguir una anfibia,
que también tuviera pulmones.
Hicieron cosas juntos,
y usted y yo vinimos de estos dos anfibios.
Así que, como ven, el mundo provino de una desviación de la norma.
El autoritarismo de la norma es el fin del mundo.
Es por esto que he consagrado mi vida
a la lucha contra el autoritarismo de la norma.
Mi vida no comenzó bien.
No sé por qué, tal vez debí haber tenido prisa.
En la fábrica de bebés,
nací con un cable menos:
el cerebro funcionaba, así parecía.
Los ojos funcionaban,
pero olvidaron el cable entre ambos.
Ciego de nacimiento: primera desventaja.
Nací en Argel, así que soy
ciego y árabe. (Risas)
Bueno, en Argel, ser árabe no es tan malo,
aún somos bastantes. (Risas)
(Aplausos)
Pero como los beneficios de la colonización
no incluían a los oftalmólogos,
debí irme. (Risas)
Tomé un barco rumbo a Francia.
Y he aquí la segunda revelación, amigos míos:
yo sé dónde está el paraíso.
¡Todos ustedes lo buscan!
Y yo lo encontré.
Francia es el paraíso.
¿Eso los sorprende?
No paramos de decir,
«Si, somos pesimistas, tomamos tranquilizantes...»
No, a Francia la llamo mi abuela,
porque sufre un poco de alzhéimer.
Por eso la amo,
de verdad la amo mucho,
y la amo tanto que cada vez que me reconoce,
le hago fiesta.
A veces reconoce al árabe, pero no al ciego.
A veces reconoce al ciego, pero no al árabe.
A veces reconoce a ambos como hoy, por ejemplo.
Verán, esta Francia me ha...
(Aplausos)
dado todo.
Me dio la luz…
¿Sabían que fue en Francia
donde fundaron las primeras escuelas
para los ciegos y los sordos?
¿Sabían que en 1749
Diderot escribió su carta sobre los ciegos
para uso de los que ven?
¿Sabían que Francia fue el primer país
que fundó escuelas con métodos conductuales
para los niños autistas ?
Las cosas han cambiado desde entonces.
Se les ha recluido en hospitales de día o en prisiones.
Esta Francia me educó
de manera original.
Me trató como una persona especial,
me dio más
porque yo tenía menos.
Pero, shhh, no hay que repetirlo,
eso es lo que se llama discriminación positiva
y no es compatible con el modelo republicano.
Estudié en aulas
de 8 estudiantes por clase.
Todos éramos cegatones.
Pero estaba bien, mientras éramos cegatones,
olvidábamos que éramos árabes, era práctico. (Risas)
Teníamos un piano para cada alumno;
el fin de semana, íbamos al castillo,
a los museos.
No era duro y no quería regresar a casa,
aunque en mi casa las cosas estaban bien.
Tuve padres, tengo padres excepcionales.
Mi madre prepara un cuscús que mejor no les cuento...
Mi padre era florista;
cambió el traje de florista por el pantalón de trabajo;
mi madre hacía cuscús,
y continúa preparándolo.
Había que criar a los hijos y me alimentaron
de idioma cabilio y cuscús.
Mis padres me dieron amor infinito.
Siempre me dijeron, haz lo que quieras.
De todos modos eres un perdedor por partida doble,
así que con que hagas estará bien. (Risas)
Si subes, te empujamos, si caes te cargamos.
Pero ¡avanza! Si avanzas, no lo hagas por ti,
hazlo por nosotros.
Porque nos ha tomado mucho esfuerzo.
Ese amor incondicional de mis padres, esa pasión de mis maestros,
fueron los dos pilares sobre los cuales
me apoyé para levantarme.
Dejé el instituto nacional de jóvenes ciegos
para estudiar la secundaria en un colegio convencional; pasé el bachillerato
y me gradué de ingeniero en una de las universidades francesas más importantes
y retomé y retuve esta lección de mis padres:
nada nunca será demasiado bello para ti.
Hamou, los hechos son neutros.
Eres tú el que les da el color.
Y bien, avancé.
En muchas áreas en las que no se me esperaba.
Fui negociante en salas de comercialización.
¿Se imaginan a un ciego negociar en una sala de comercialización? (Risas)
Yo tampoco. Sin embargo ¡lo hice!
Lo hice durante 5 años.
Tenía una nave espacial. Tenía computadoras en braille,
tres computadoras. Presionaba botones,
y me habían hecho programas
para que nadie se diera cuenta de que era ciego.
A tal punto, que tenía una clienta
que fabricaba gafas y lentes de contacto,
y me decía que sus productos eran muy buenos, extraordinarios,
por la mañana, servían para los miopes,
por la tarde, para los que tenían astigmatismo;
me decía, «Algún día usarás unos lentes como esos,
y verás que son muy cómodos».
Yo decía: «No, creo que no, nunca usaré una de esos, no».
«Que si, ya verás cuando seas más viejo,
tendrás hipermetropía, astigmatismo».
Se me confunden esos dos, no sé cuál es la diferencia.
Finalmente aposté una botella de champaña
a que nunca padecería esas enfermedades.
Luego, voy a verla y me dice:
«¡Oh, mi botella de champaña!»
Ella la perdió.
Luego fui asesor técnico del alcalde de París,
y luego fui teniente de alcalde.
Mi madre me dijo algo importante:
Me dijo: «hijo, tu sabes,
me gustaría mucho que fueras un funcionario,
pero me doy cuenta de que no es lo tuyo.
Eres activo, quieres hacer muchas cosas, pero quiero que sepas una cosa:
si te llega a pasar algo...» y ustedes saben lo que pasa,
los mandatos duran 6 años
y aun si ustedes pasan por TEDx,
solo ustedes votan.
Puede que uno pierda.
Entonces ella me dijo, «No te preocupes.
No importa lo que te pase, hay
100 kilos de cuscús seco que te esperan
en la despensa».
Me lo dijo cuando yo tenía 20 años,
y esos 100 kilos de cuscús seco
siempre fueron mi amortiguador social
y afectivo,
gracias a ellos he seguido escalando peldaños
y aún no termino porque un ciego
que sube a una nave espacial
impresiona, ¿no?
Un ciego que atraviesa el Atlántico
impresiona, ¿no?
Un ciego que además es árabe,
que sea elegido diputado francés o europeo
y que de lo alto de la tribuna diga,
«Mis queridos colegas, cuando vean a dos individuos,
no les den guantes de boxeo
para que se peleen. Encuentren
a un tercero, a un cuarto y formen
un equipo, ese es el futuro de Francia».
¡Eso daría una buena impresión!
Entonces, sigo viviendo seguro de una sola cosa:
la única discapacidad de la que uno no se repone
es la falta de amor.
He recibido mucho amor.
Sin embargo, para mí, pudo haber sido difícil.
Es complicado ser ciego. Recibimos el 80 %
de la información por la vista.
Los ciegos corremos menos rápido, nos golpeamos, le costamos a la sociedad.
Generalmente, si quisiera hacer un espectáculo,
diría que en estos tiempos de crisis,
terminaría con mi vida.
En efecto, yo les cuesto caro.
Pero no voy a hacer nada al respecto, mis queridos amigos.
Por muchas razones:
primero, es que
tal vez un día habrá un eclipse,
y ¡necesitaremos de alguien para que vuelva a crear el mundo!
Segundo,
¿para qué sirve la discapacidad?
Para hacer que la sociedad progrese.
¿Sabían que el teléfono se inventó
para que los sordos pudieran leer sobre una membrana
y comprender los mensajes?
¿Sabían que el control remoto se inventó
para que una persona cuadripléjica pudiera encender la televisión?
¿Pueden vivir sin el teléfono?
¿Pueden vivir sin el control remoto?
¿Sabían que el escáner se inventó
para que una persona ciega pudiera leer?
Además, me puse a pensar
que aquí en TEDx son videntes.
Es lo que les digo: los ojos funcionan,
el cerebro funciona, lo que falta es la conexión.
Quién sabe, el año próximo,
el cerebro y el ojo se podrán conectar
por Wi-Fi.
Así tendrán solo al árabe y ya no al ciego.
Ah, tienen suerte.
La discapacidad sirve para dar lo mejor de sí.
Es un centro de investigación ambulante
el que tienen ante ustedes.
La discapacidad sirve
para aumentar las posibilidades.
Antes, yo era una isla desierta:
no estaba conectado a nada.
¿Se dan cuenta?
¡La cantidad de guiños de mujeres guapas que me he perdido!
Pero ahora tenemos el teléfono celular y
el internet; estoy en comunicación permanente
con cada uno de ustedes.
Puesto que les hablé del paraíso,
ahora les voy a hablar del infierno.
Porque sé lo que es el infierno.
El infierno no son los demás.
El infierno es que yo esté desconectado de los demás.
Yo me preguntaba,
tuve una abuela con alzhéimer,
tuve padres y si hoy estoy aquí,
es gracias a ustedes, al alma sensible de
aquellos que me han dado
5 minutos para cruzar la calle,
5 minutos para crearme un código,
5 minutos para leerme un correo,
5 minutos para describirme una película.
En total, le debo 100 días de una persona a la humanidad.
Si hago la cuenta de todos aquellos
que me han dado una mano,
y los reúno, tendría
que alquilar el estadio Parque de los Príncipes.
Si tuviera que sacar una conclusión,
diría que algunas veces,
cuando me preguntan en la calle, me dicen:
«Caramba, si hace todo eso,
es porque debe tener un sexto sentido».
Yo les digo: «No, ya me falta uno,
o sea, ¡tengo 5!» (Risas)
(Aplausos)
Sin embargo, de alguna manera, tienen razón.
Es cierto que tengo un sentido adicional:
un sentido que todos ustedes pueden desarrollar,
un sentido que todos ustedes me dan,
un sentido por el que deseo luchar,
deseo luchar para que
todos desarrollemos el sentido de los demás.
Muchas gracias.
(Aplausos)