Tip:
Highlight text to annotate it
X
¡Kurwenal! ¡Eh!
¡Di, Kurwenal!
¡Escucha, amigo!
¿Aún no despierta?
Si despertara,
sería únicamente para dejarnos para siempre.
Si antes no aparece la sanadora,
la única que puede ayudarnos.
¿Aún no has visto nada?
¿Ningún barco aún en el mar?
Otra melodía oirías entonces,
tan alegre como yo pudiera.
Ahora dime honestamente, viejo amigo:
¿qué le pasa a nuestro señor?
Deja de preguntar.
Pues nunca podrás saberlo.
Vigila con celo y si ves un barco,
¡toca alegre y claro!
¡Desierto y vacío
está el mar!
La vieja melodía.
¿Por qué me despierta?
¿Dónde estoy?
¡Ah! ¡Esta voz! ¡Su voz!
¡Tristan, señor! ¡Mi héroe!
¡Mi Tristan!
¿Quién me llama?
¡Por fin! ¡Por fin! ¡Vida, oh vida!
¡Dulce vida, dada otra vez a mi Tristan!
Kurwenal - ¿tú?
¿Dónde estaba?
¿Dónde estoy?
¿Dónde estás?
¡En paz, seguro y libre!
Kareol,
señor, ¿no conoces el castillo de tus padres?
¿Mis padres?
¡Mira a tu alrededor!
¿Qué sonaba?
Volviste a oír la melodía del pastor.
Al pie de la colina cuida de tu rebaño.
¿Mi rebaño?
¡Señor, eso es!
¡Tuyos son la casa, las tierras y el castillo!
El pueblo, fiel al amado señor,
tan bien como pudo, ha cuidado la casa y las tierras
que un día mi héroe regaló a la gente y al pueblo como herencia propia,
cuando lo dejó todo para partir a tierra extraña.
¿Qué tierra?
¡Hei! A Cornualles.
Audaz y dichoso, ¡qué resplandor, dicha y honores,
obtuvo noblemente Tristan, mi héroe!
¿Estoy en Cornualles?
¡No, en Kareol!
¿Cómo llegué aquí?
¡Anda ahora! ¿Cómo viniste?
No a lomos de un caballo.
Un barquito te trajo aquí.
Pero hasta el barquito aquí, sobre los hombros, yo te llevé.
Son anchos; te trajeron hasta la orilla.
Ahora estás en casa, en tu país:
en el verdadero país, en tu país natal;
en tus propias y deliciosas praderas,
a la luz del viejo sol
donde de la muerte y las heridas
felizmente sanarás.
¿Eso te parece?
Otra cosa es lo que sé,
pero no puedo decírtelo.
Donde desperté,
no me quedé.
Pero no puedo decirte
dónde me quedé.
No veía el sol,
tampoco veía tierra ni personas.
Pero no puedo decirte
lo que veía.
Yo estaba donde he estado desde siempre,
a donde voy para siempre:
en el vasto reino de la noche universal.
Un solo saber allí nos pertenece:
¡el divino y eterno olvido original!
¿Cómo se desvaneció su presentimiento?
Anhelante admonición,
¿te nombro a ti, que me conduces de nuevo hacia la luz del día?
¡Lo único que quedó en mí,
amar ardorosa y fervientemente,
del horrible deleite de la muerte me empuja a ver la luz
que engañosamente clara y dorada brilla aún para ti, lsolde!
¡lsolde aún en el reino del sol!
¡En el resplandor del día aún lsolde!
¡Qué anhelo! ¡Qué ansiedad!
¡Qué deseo de verla!
Oí tras de mí el estrépito de la puerta de la muerte al cerrarse.
Ahora está de nuevo abierta de par en par.
Los rayos del sol la descerrajaron.
Con ojos bien abiertos tengo que emerger de la noche,
buscarla, verla,
encontrarla, en ella sola perecer,
desvanecerse, se le ha concedido a Tristan.
Ay, ahora crece para mí, pálida y temible,
la salvaje presión del día.
¡Deslumbrante y engañoso su astro
despierta mi cerebro al engaño y la ilusión!
¡Maldito día con tu resplandor!
¿Velarás eternamente mi tormento?
¿Arderá eternamente esta antorcha
que incluso de noche me alejaba de ella?
¡Ah, lsolde, dulce amada!
¿Cuándo por fin, cuándo, ay, cuándo apagarás la llama
para que proclame mi dicha?
La luz, ¿cuándo se apagará?
¿Cuándo se hará de noche en la casa?
A la que un día desafié por fidelidad a ti,
a ella contigo debo ahora anhelarla.
Cree mi palabra: habrás de verla aquí y hoy.
Podré darte el consuelo
si ella está aún con vida.
Aún no se ha apagado la luz.
Aún no se hizo de noche en la casa:
lsolde vive y vela.
Me llamó desde la noche.
¡Si ella vive, deja que la esperanza te sonría!
Si Kurwenal ha de valerte torpemente, hoy no habrás de reprocharle.
Como muerto yacías desde el día
en que Melot, el maldito, te infligió una herida.
La perniciosa herida, ¿cómo curarla?
A mí, hombre insensato, me pareció
que quien un día cerró la herida de Morold,
fácilmente curaría el daño que produjo el arma de Melot.
A la mejor sanadora pronto hallé.
La hice avisar en Cornualles.
Un hombre leal traerá aquí a lsolde por el mar.
¡lsolde viene!
¡lsolde se acerca!
¡Oh, fidelidad!
¡Noble, hermosa fidelidad!
¡Mi Kurwenal, mi amigo íntimo!
Fiel sin vacilaciones, ¿cómo te lo agradecerá Tristan?
Mi escudo, mi defensa en la lucha y el combate,
al placer y a la pena siempre dispuesto conmigo.
A quien odié, tú lo odiaste.
A quien quise, tú lo quisiste.
¡Si al buen Marke
servía yo fielmente,
tú le eras más fiel que el oro!
¡Si había de traicionar al noble señor,
de qué buena gana lo engañabas!
Nunca tuyo, enteramente mío,
conmigo sufres, cuando yo sufro.
¡Pero lo que yo sufro,
tú no puedes sufrirlo!
Este terrible deseo que me consume.
Este fuego anhelante que me devora.
Si pudiera nombrarlo
podrías conocerlo: no permanecerías aquí,
te apresurarías hacia la atalaya
con todos los sentidos observando
y afanándote desde aquí hacia allí, donde ondean sus velas,
donde encontrarme, ante el viento encendida por la urgencia del amor,
a lsolde con rumbo hacia mí.
¡Se acerca! ¡Se acerca con intrépida premura!
Ondea la bandera en el mástil.
¡El barco! ¡El barco!
¡Pasa junto al arrecife!
¿No lo ves?
Kurwenal, ¿no lo ves?
¡Aún no se ve ningún barco!
¿Así debo entender,
antigua y seria melodía,
con el sonido de tu lamento?
Con la brisa vespertina llegó temible
cuando un día el niño supo de la muerte del padre.
Con la bruma del alba aún más temible,
cuando el hijo supo del destino de su madre.
Mientras él me engendró y murió,
ella me alumbró moribunda.
La vieja melodía, temerosa y anhelante,
también a ellos los atravesaba lastimera,
aquélla que un día me preguntó y ahora me pregunta:
¿Para qué sino fui elegido el día que nací?
¿Para qué sino?
La antigua melodía me lo dice de nuevo:
¡anhelar...
...y morir!
¡No! ¡Ah, no! ¡No es esto lo que dice!
¡Anhelar!
¡Anhelar!
¡Anhelar el morir!
¡No morir de anhelo!
La que nunca muere,
llama ahora anhelante
a la lejana sanadora para la paz de la muerte.
Moribundo yacía yo sin habla en la barca,
el veneno de la herida cerca del corazón.
Lastimera de anhelo sonaba la melodía.
El viento inflaba la vela hacia la niña de lrlanda.
La herida que ella cerró, curándola,
volvió ella a desgarrarla con la espada.
Pero entonces la espada, la dejó caer.
Ella me dio a beber el filtro venenoso.
Cuando yo esperaba recobrarme del todo,
fue elegido el hechizo más fatal:
¡que nunca hubiera de morir
sino dejarme en eterno tormento!
¡El filtro! ¡El filtro! ¡El terrible filtro!
¡Cómo penetró furiosamente del corazón al cerebro!
No cabe salvación, ninguna muerte dulce puede liberarme del dolor del anhelo.
En ninguna parte encuentro reposo.
La noche me arroja al día
para que los ojos del sol eternamente se deleiten con mi desdicha.
¡Oh, los rayos abrasadores de este sol,
cómo quema mi cerebro su ardiente tormento!
Para el ardor de este febril consumirse,
¡ay, no cabe la sombra refrescante del anochecer!
Para el terrible sufrimiento de estos dolores,
¿qué bálsamo podría brindarme alivio?
El terrible filtro que me entregó al tormento,
¡yo mismo, yo mismo
lo he preparado!
¡De la desdicha del padre y el dolor de la madre,
de las lágrimas de amor ahora y siempre,
de risas y lágrimas, deleites y heridas,
he destilado los venenos del filtro!
El que yo preparé, el que fluyó hacia mí,
el que he disfrutado saboreando delicias:
¡maldito seas, filtro terrible!
¡Maldito sea quien te preparó!
¡Mi señor Tristan!
¡Horrible hechizo!
¡Oh, engaño del amor!
¡Oh, compulsión del amor!
La más hermosa ilusión del mundo,
¿qué es lo que has provocado?
Aquí yace él ahora,
el hombre venturoso
que quiso y amó como ningún otro.
¡Mirad ahora qué gratitud le ha valido
qué gratitud recibe el amor!
¿Estás muerto? ¿Aún vives?
¿Te ha llevado consigo la maldición?
¡Oh, dicha! ¡No! ¡Se mueve, vive!
¡Qué dulcemente mueve los labios!
¿El barco?
¿Aún no lo ves?
¿El barco? Es seguro que hoy se acercará.
Ya no puede tardar mucho.
Y encima lsolde, cómo hace señas,
qué dulcemente bebe la expiación por mí.
¿La ves?
¿Aún no la ves?
¿Con qué dulzura, nobleza y suavidad
camina por los campos del mar?
Sobre luminosas olas de flores dichosas
viene ella suavemente de camino a tierra,
Su sonrisa me brinda consuelo y un dulce reposo.
Ella me aporta el último consuelo.
¡Ah, lsolde!
¡lsolde!
¡Qué hermosa eres!
Kurwenal, ¿cómo es que no la has visto?
¡Arriba, a la atalaya, memo estúpido!
¡Lo que veo claro y luminoso,
a ti no ha de escapársete!
¿No me oyes? ¡Rápido, a la atalaya!
¡Aprisa, a la atalaya! ¿Estás en tu puesto?
¿El barco? ¿El barco? ¿El barco de lsolde?
¡Tienes que verlo! ¡Tienes que verlo!
¿El barco? ¿Aún no lo has visto?
¡Oh, dicha!
¡Alegría!
¡Ah! ¡El barco!
Desde el norte lo veo acercarse.
¿No lo sabía yo? ¿No te dije
que ella aún vive, que aún teje mi vida?
Si para mí sólo contiene a lsolde,
¿cómo iba a estar lsolde fuera del mundo?
¡Heiha! ¡Heiha! ¡Con qué valor navega! ¡Con qué fuerza se infla la vela!
- ¡Cómo avanza, cómo vuela! - ¿La bandera? ¿La bandera?
¡La bandera de la dicha, alegre y brillante en el mástil!
¡Hahei! ¡La dicha! ¡Con la claridad del día lsolde viene a mí!
¡lsolde viene a mí!
¿La ves a ella?
Ahora se escondió el barco detrás de la roca.
¿Tras el arrecife?
¿Corre peligro?
¡Allí se enfurece el oleaje,
se hunden los barcos! El timón, ¿quién lo maneja?
El marinero más seguro.
¿Me traicionará? ¿Y si fuera cómplice de Melot?
¡Confía en él como en mí!
¡Traidor tú también!
¡Desgraciado! ¿Has vuelto a verla?
Aún no.
¡Perdida!
¡Heiha! ¡Pasó! ¡Pasó felizmente!
¡Kurwenal, mi más fiel amigo!
Todo lo que tengo y poseo te lo lego hoy mismo.
- Se acercan a toda prisa. - ¿La ves por fin?
¿Ves a lsolde?
¡Ahí está! ¡Hace señas!
¡Oh, bendita mujer!
¡El barco está en el puerto!
¡lsolde, ah! De un salto salta de la borda a tierra.
¡Baja de la atalaya, mirón ocioso!
¡Abajo! ¡Abajo, a la orilla! ¡Ayúdala! ¡Ayuda a mi dama!
La subiré aquí: ¡confía en mis brazos!
Pero tú, Tristan, quédate confiado en el lecho.
¡Oh, este sol!
¡Ah, este día!
¡Ah, el deleite de este día tan soleado!
¡Sangre turbulenta, espíritu jubiloso!
¡Dicha sin medida, alegre furor!
Proscrito en este lecho, ¿cómo soportarlos?
¡Arriba, allí donde palpitan los corazones!
¡Tristan el héroe, con fuerza exultante
se ha zafado de la muerte!
¡Con herida sangrante luché un día con Morold!
¡Con herida sangrante conquisto hoy a lsolde!
¡Heia, mi sangre! ¡Fluye alegremente!
La que cerrará mi herida para siempre
se acerca como un héroe, ¡se acerca para salvarme!
¡Que el mundo perezca ante mi prisa jubilosa!
¡Tristan! ¡Amado!
¿Cómo, oigo la luz? ¡La antorcha, ah!
¡La antorcha se apaga! ¡A ella, a ella!
¡Tristan!
¡lsolde!
¡Soy yo, soy yo, dulcísimo amigo!
¡Levanta, oye mi llamada una vez más!
lsolde llama:
lsolde vino para morir fielmente con Tristan.
¿No tienes palabras para mí?
¡Sólo una hora, sólo una hora mantente despierto para mí!
Tantos días terribles veló ella anhelante
para una hora aún velarla contigo.
¿Engañará a lsolde, la engañará Tristan
por esta única eternamente breve, última dicha terrenal?
¿La herida? ¿Dónde?
¡Dejame curarla!
Que deliciosa y noblemente compartamos la noche.
No por la herida, no mueras por la herida.
¡Que la luz de la vida se apague con los dos unidos!
¡Rota la mirada!
¡El corazón inmóvil!
¡Ni la brisa fugaz de un aliento!
¿Debe estar ante ti, quejumbrosa,
la que para desposarte dichosamente intrépida vino por mar?
¡Demasiado tarde! ¡Hombre testarudo!
¿Me castigas así con el más duro exilio?
¿Sin la menor indulgencia por la culpa de mi dolor?
¿Ni siquiera puedo decirte mis lamentos?
¡Sólo una vez, ay!
¡Sólo una vez!
¡Tristan!
¡Escucha!
¡Él vela!
¡Amado!
¡Kurwenal! ¡Escucha! ¡Un segundo barco!
¡Muerte e infierno!
¡Todos listos! A Marke y Melot
he reconocido.
¡Armas y piedras! ¡Ayúdame! ¡A la puerta!
Marke me sigue con hombres y partidarios.
¡Resistir es inútil! Son superiores.
¡A tu puesto, y ayuda!
¡Mientras yo viva, nadie se entrometerá aquí!
¡lsolde! ¡Señora!
¿La llamada de Brangäne? ¿Qué buscas aquí?
¡No cierres, Kurwenal! ¿Dónde está lsolde?
¿Tú también traidora? ¡Pobre de ti, maldita!
¡Atrás, insensato! ¡Aparta de ahí!
¡Heiahaha! ¡Bendigo el día en que te encuentro!
¡Muere, villano miserable!
¡Pobre de mí,
Tristan!
¡Kurwenal! ¡Furioso!
- ¡Escucha, te equivocas! - ¡Doncella infiel!
¡Adelante! ¡Seguidme! ¡Repeledlos!
¡Detente, insensato! ¿Has perdido el juicio?
¡Aquí ruge la muerte!
No hay otra cosa, rey, que pueda obtenerse aquí.
¡Si es lo que eliges,
- ven! - ¡Atrás! ¡lnsensato!
¡lsolde!
¡Señora!
¡Dicha y salvación!
¿Qué veo? ¡Ah!
¿Vives? ¡lsolde!
¡Oh, ilusión y engaño!
Tristan, ¿dónde estás?
Ahí yace,
aquí, donde yo yazgo.
¡Tristan! ¡Tristan!
¡lsolde!
¡Ay!
¡Tristan! ¡Amigo!
¡No me reprendas
porque tu fiel venga también contigo!
¡Todos muertos, entonces!
¡Todos muertos!
¡Mi héroe, mi Tristan! Amigo amadísimo,
¿también hoy has de traicionar al amigo?
¿Hoy, cuando él viene a demostrarte la lealtad suprema?
¡Despierta! ¡Despierta!
¡Despierta a mi lamento!
¡Tú, amigo infielmente fidelísimo!
¡Se despierta! ¡Está viva!
¡lsolde! ¡Escúchame!
¡Oye mi expiación!
El secreto del filtro revelé al rey.
Con premura solícita se hizo a la mar
para alcanzarte, para renunciar a ti,
para conducirte hasta el amigo.
¿Por qué, lsolde, por qué a mí esto?
Cuando claramente se me reveló lo que antes no podía entender,
¡qué dicha al saber que encontraría al amigo libre de culpa!
Para desposarte con el amigo íntimo,
a toda vela volé hacia aquí.
Pero, ¿cómo recibe el ímpetu de la desdicha,
quien trae la paz?
Aumenté la cosecha para la muerte.
La ilusión aumentó la desdicha.
¿No nos oyes? ¡lsolde!
¡Querida! ¿No oyes a la fiel?
Suave y dulcemente, cómo sonríe,
cómo abre tiernamente los ojos,
¿lo veis, amigos?
¿No lo veis?
¿Cómo resplandece cada vez más radiante,
rodeado de estrellas, elevándose hacia lo alto?
¿No lo veis?
¿Cómo el corazón se hincha con arrojo,
noble y pleno se exalta en su pecho?
¿Cómo de los labios, delicioso y suave
el dulce aliento suavemente se exhala?
¡Amigos! ¡Mirad!
¿No lo veis y lo sentís?
¿Sólo yo oigo esta melodía
que maravillosa y suave
con gozo lastimero, diciéndolo todo,
dulcemente conciliadora, sonando desde él,
que me atraviesa, vibrante,
resonando dulcemente y me envuelve con su sonido?
Resonando más claras, revoloteando a mi alrededor,
¿son ondas de brisas refrescantes?
¿Son oleadas de delicadas fragancias?
¡Cómo se hinchan, envolviéndome con su murmullo!
¿Debo respirarlas, debo escucharlas?
¿Debo sorberlas, hundirme en ellas?
¿Evaporarme en dulces fragancias?
¡En el torrente ondulante, en el sonido resonante,
en el todo que respira del hálito del mundo,
anegarse,
sumergirse,
inconsciente,
inconsciente,