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Fernando Baena Vejarano
Lo más íntimo de la Tierra
ADVERTENCIA
La reservada mujer vestida de sari azul que entregó este documento al "autor" lo autorizó
para difundir y editar el texto así como para obtener usufructo del mismo registrando
su propiedad intelectual. Esto sucede en la isla de Providencia, Colombia, el 11 de noviembre
del año 2011, en el hotel "Cabañas de agua dulce", luego de una reñida conversación
sobre la pertinencia de velar la identidad de los 7 genuinos escritores del testimonio
de este viaje al interior hueco de la tierra. Geógrafos e historiadores tradicionalistas
serán escandalizados con la información que aquí se revela.
El material original fue retocado para que tuviera un estilo literario uniforme, así
como una sintaxis y gramática que facilitaran y volvieran más agradable la lectura. El
léxico y expresión usados por cada firmante de la bitácora colectiva se conservó cuando
era útil para subrayar su personalidad, pero se unificó en otros casos para destacar que
a veces algunos expedicionarios parecen pensar como si tuvieran una sola mente, como sucede
cuando se ha convivido con alguien por mucho tiempo. El fenómeno de uniformidad grupal
se conoce en psicología como "personalidad modal". Cuando ocurre, hay una especie de
desvanecimiento de la individualidad. El habla, la forma de ver el mundo y hasta el lenguaje
corporal podrían parecerse aún más si los sujetos experimentan el particular fenómeno
psíquico del que dan testimonio en este caso.
LO MÁS ÍNTIMO DE LA TIERRA
BITACORA GRUPAL
RAMESH. DIA UNO. MARZO 10
Somos siete. Nunca nos propusimos venir al polo sur. Nos proponemos ubicar la entrada
al interior de la Tierra y hacer el recorrido hasta su núcleo hueco. Nuestra maestra nos
encomendó este viaje. Pronosticó que traeríamos información con la cual la humanidad podrá
hacer lo que quiera: tomar todo a la ligera y burlarse de nosotros, comprender nuestra
locura como un producto de la desolación o hacer por fin un giro evolutivo.
Encuentros casuales que luego se revelaron como destinos nos convirtieron en un grupo.
Primero en Colombia, luego en India, nos fuimos volviendo amigos unos con otros. Seis somos
colombianos, uno más es inglés nacido en Londres, de madre bogotana. Nos volvimos inseparables
en un caserío olvidado a diez kilómetros de Rishikesh. Fuimos peces atrapados en la
misma red: una mujer hinduista que nos ofrecía su casa para darnos enseñanza. Y no estamos
juntos porque hubiéramos pensado seriamente en venir al polo. Ni siquiera creíamos en
la teoría de la Tierra hueca. Búho la había mencionado en broma, una vez, a la medianoche,
en una de esas acampadas insomnes que hacíamos al pié de la laguna del Neusa; y sólo por
conversar de cosas raras apoyadas por la oscuridad de la luna nueva.
No habríamos podido regresar a vivir a Colombia. Detestábamos la idea ¿Volver a qué? ¿A
hacer un post grado? ¿A buscar la felicidad haciendo vidas normales? ¿A pensionarnos
para morir dulcemente viendo crecer a nuestros nietos, sin haber averiguado por lo menos
que es todo este misterio de estar vivos? Cuando has estado en India no te queda fácil
volver a tus hábitos provinciales como si nada hubiera pasado. Ya no te adaptas. Para
cada uno de los siete vivir tenía más sentido cuando estábamos juntos. Lo demás habría
sido el día a día con la vergüenza de no vivir a lo nómade en países en los que tienes
la libertad de ser anónimo. Ronald, por su parte, no encaja en Europa. Solamente con
nosotros se siente en familia.
Nos decimos en broma que somos los siete mosqueteros. Nuestros apodos y nuestros nombres espirituales
son un poco nuestras máscaras de superhéroes, yo creo. Y en cierto modo tenemos esa doble
identidad que se necesita para usar una máscara y luchar por la verdad. Brujita es Carmen
Moreno, Retozo es Diana Contreras, Búho es Hector José Rosero, Shakti es Daniela Sinesterra,
Parvati es Mireya Hoyos, Ramesh es Lucas Mondolfo y el apellido de Ronald es Westwalley. ¿Qué
gracia tiene presentarnos así? Ninguna porque lo que somos no es lo que fuimos, sino eso
en lo que nos hemos convertido. Nadie se pondrá a averiguar si estos nombres aparecen en un
registro civil, o si son a su vez identidades falsas.
Hemos hecho un voto de silencio. Nos hemos aislado unos de otros para evitar toda distracción
y prepararnos mejor para la incursión. Hemos puesto hoy en marcha nuestros módulos individuales,
carros rodantes dotados de motor de hidrógeno que funcionan con deslizadores apoyados en
orugas de seis ruedas con transmisión de cadena. A primera vista se ven como neveras
rodantes montadas en fuselajes de tanques de guerra. Los estamos poniendo a prueba por
primera vez, supuestamente para batir un record Guiness y hacer famosa una empresa que quiere
ganarse un contrato para fabricar los vehículos que usarán los primeros colonos de Marte.
Esa es nuestra fachada, lograr eso no importa.
La preparación interior es más valiosa que cualquier consideración práctica y consistirá
por ahora en un minucioso autoexamen de vida. Y aunque se pueda pensar que en estas condiciones
sería mejor estar agrupados, no nos hace falta estar juntos. Esperamos que al frío
intenso lo reemplacen pronto oleadas de brisa cálida, lo que sería inexplicable en un
campamento antártico. La Tierra eructa calor no solamente por los volcanes sino también
por sus entradas polares, de acuerdo con los testimonios de alguien que hizo este viaje
antes que nosotros, el Vice Almirante Byrd, un Cristobal Colón ignorado por la geografía
académica.
Si alguien lee este testimonio alguna vez, que sepa cómo se produjo esta bitácora.
Nos comunicamos unos con otros digitando estas notas en un documento compartido, que se transmite
en simultánea por una red de microondas sencilla a cada pantalla de cada módulo individual
de transporte. Es como escribir en el muro de Facebook. Cada comentario llega a todas
las terminales. Si volvemos con vida del viaje, a lo que resulte le buscaremos un autor ficticio,
siguiendo las instrucciones de nuestra maestra Ananda. O lo colgaremos en Internet. Cada
cual dice a su modo lo que le viene a la mente, ojalá habiendo leído antes lo que los demás
hayan escrito. De nuestra aventura debe quedar algún registro, así sea para aleccionar
a ingenuos como nosotros.
PARVATI. DIA TRES. MARZO 12
Yo estoy aquí por Ramesh. Y para aprender de mi lado oscuro, porque toda la vida me
he escondido tras una máscara de niña cándida. De entre todos he sido la más interesada
por sacar mi fuerza a flote, para bendecirla como la contraparte que siempre me había
faltado. En los grupos de terapia descubrí que la presión conventual de mi madre por
hacer de mí una buena niña era mi principal obstáculo para encontrar la diosa interior
que, como se sabe, tiene dos rostros: basta con que gire su cuello ciento ochenta grados
para que la virgen maría le de paso a la destructora huracanada que llevo dentro. Soy
doble: un día juego con los perros que se me acercan por las aceras de las calles, o
me enfrasco una tarde entera en viendo el canal de Walt Disney. A la mañana siguiente,
hoy por ejemplo, estoy eufórica con la apuesta de la muerte. Lo que más disfruto de estar
aquí es este sentimiento total de abandono. Estoy desposeída y no me hace falta nada.
Sufriría si algo le pasara a Ramesh. No le he dicho "soy tu novia" porque detesta mis
frases posesivas y sale corriendo como todos, convencido de que su masculinidad depende
de la velocidad de sus piernas en fuga hacia otras mujeres. Pero no me dan celos: otras
viejas sólo usan su inteligencia para aprender de cada cosa sabia que dice y luego lo descartan
para darle paso al siguiente novio de una colección vanidosa. Soy mujer de un solo
hombre. Y estoy tan segura de su amor que puedo soportar los recuerdos de sus escapadas
sexuales con "Retozo" en India como anécdotas de amigos que le saco en cara no por dolor,
ni por celos, sino de las simples ganas de hacerle recordar lo niño que ha sido.
Retozo siempre estaba al acecho de nuestras peleas de amantes para ofrecerle sus senos
paraditos. Pero a Ramesh lo que lo enamora es la afinidad y en eso sólo yo doy la talla.
Por eso me necesita: porque se pierde en la maleza de sus teorías. Es como todo intelectual,
siempre alejándose de lo que siente para pensar en lo que dice y no darse cuenta de
lo que en realidad lo hace vibrar. Yo soy simple. Le recuerdo cuales son en realidad
sus sueños cuando me consiente mi nariz respingada y me dice cosas cursis.
PARVATI. DIA CINCO. MARZO 14
No me agrada tu escepticismo, Ronald. Puede que seas el más aterrizado del grupo. Sin
embargo ¿de qué sirve esa energía que le estás poniendo a esta expedición, este tono
de tragedia o esa burlita con la que nos miras? Para ti este viaje es una aventura más de
tu vida, como cuando estuviste en Suráfrica con tus amigos suizos. Pero no estás tomando
en serio lo que hacemos, si lo que crees es que somos unos quijotes de la geografía.